Salidos de las mismas estepas centroasiáticas donde encontrara Ciro II el Grande la muerte, descendientes de la misma estirpe que los verdugos del insigne gran rey, los partos heredaron un Irán aturdido y desestructurado, sometido a la dominación macedónica. De la mano de un inteligente empleo de la tradicional espina dorsal de los ejércitos esteparios –el arquero a caballo–, de la última innovación nacida en sus filas hacia el siglo V a. C. –el jinete catafracto– y guiados por la naciente dinastía arsácida, los partos lograron hacerse con el control de los dos tercios orientales del antiguo Imperio persa aqueménida. En el proceso, paulatinamente, se erigieron en legítimos herederos del mismo, a la par que supieron afianzar también las lealtades de sus ahora súbditos de origen heleno, a la par que las de los propios nativos.
En su camino hacia occidente, en el siglo I a. C. el poder del Imperio parto tropezó con el de Roma, recientemente erigida en señora de Anatolia y el Levante. Tras un efímero entendimiento entre ambos titanes en expansión, el tiempo de la diplomacia degeneró rápidamente en un pulso geoestratégico permanente, salpicado de sucesivos baños de sangre y destinado a condicionar la trayectoria histórica del Imperio parto. Su monopolio estratégico sobre los ramales centrales de la Ruta de la Seda le convirtió en objetivo prioritario a batir por sus rivales, tanto en oriente como en occidente, impacientes todos ellos por hacerse con una parte de tan suculento pastel. Atrapados entre sus propios problemas dinásticos y la presión romana, los arsácidas iban a presentar una denodada resistencia durante más de dos siglos. Su poder acabó sucumbiendo, paradójicamente, a un golpe de Estado protagonizado por una nueva dinastía: los sasánidas. Fue mérito, sin embargo, de la hábil resiliencia para salvaguardar la tierra del gran rey, lista para continuar escribiendo innumerables páginas de su singular y épica historia.
Sacas, masagetas y dahaos. Los partos antes de los arsácidas por Iaroslav Lebedynsky (Institut national des langues et civilisations orientales)
No son pocos los casos en la historia en que poblaciones nómadas de la estepa euroasiática fundaron reinos e imperios en el ámbito de civilizaciones sedentarias (China, India, Irán, etc.). Según los autores antiguos, la fundación del Imperio parto a finales del siglo III a. C. ofrece un ejemplo típico que, de hecho, es atribuida a los parnos, una tribu de dahaos que habitaba las orillas del Caspio, considerada como “escita” en sentido amplio.
“Famosos por su valor” por José Soto Chica (CEBNCh de la Universidad de Granada)
El origen y los primeros pasos del Imperio parto son oscuros. Cuestiones tan básicas como el nombre, el orden o la cronología de los reyes arsácidas siguen a debate y, a menudo, la numismática, la epigrafía y la arqueología corrigen las escasas fuentes clásicas que nos sirven de guía. Otro tanto ocurre con las aún más fragmentarias y difíciles fuentes iranias, las cuales, tras una larga y compleja transmisión oral, fueron puestas por escrito en los siglos X y XI y que, por ende y tras su paso por el periodo sasánida, se vieron muy alteradas, cuando no directamente manipuladas. Y es que la historia de uno de los grandes poderes de la Antigüedad, uno que extendió sus fronteras desde la India a Siria, debe componerse con las palabras anotadas por sus enemigos más fieros: el Imperio romano y los sasánidas.
El Spād parto. Orígenes, organización y desarrollo por Kaveh Farrokh (Langara College)
La palabra parta para “ejército” era Spād, forma derivada de Spādak, en avéstico y persa antiguo. Este término vendría sucedido por el sasánida Spāh (o Spah). Fue mérito del Spād impedir que la maquinaria militar romana absorbiera Irán, lo que permitió, a su vez, que la dinastía arsácida y el Imperio parto perduraran durante casi cinco siglos (ca. 250 a. C.-224 d. C.). En este empeño, pues, el Spād logró tres éxitos fundamentales: preservar la independencia de Persia durante casi cinco siglos; impedir que Roma accediera a las fronteras de Asia Central y la India, lo que negó a la superpotencia mediterránea la oportunidad de controlar la lucrativa Ruta de la Seda conectada a China; y arrebatar a los romanos la oportunidad de reeditar la gesta de Alejandro Magno de conquistar Persia.
El desierto bebió sangre romana. La batalla de Carras por Fernando Quesada Sanz (UAM)
Un ejército marcha con lentitud por un territorio árido y calcinado por el sol, agobiado, sediento, desangrado paso a paso por nubes de proyectiles a los que apenas puede responder. Los tempranos intentos de romper la columna de marcha para cargar y enfrentarse cuerpo a cuerpo a unos torturadores apenas visibles en la distancia son siempre fracasos, y acaban en agotamiento y muerte. La desesperación se va adueñando de las tropas. Con el paso de las horas, incluso los más fuertes ceden. Es entonces cuando los hasta entonces elusivos y ágiles enemigos se aproximan para la carnicería: muchos se entregan sin resistencia a la esclavitud o la degollina; algunos buscan un altozano, o una roca, pera vender caras unas vidas que saben se acaban. Es esta una historia militar intemporal en lo esencial, muchas veces repetida, con variantes de detalle. Y así ocurrió también en las llanuras polvorientas de Carrhae o Carras, en la actual Siria, avanzada la primavera del año 53 a. C.
Parthos ad portas. La invasión arsácida del Oriente romano por Giovanni Brizzi (Università di Bologna)
Después del desastre de Carras, Julio César planeó una acción decisiva en Oriente unos años más tarde. Semejante sueño se desvaneció con su asesinato, reemplazado por la pesadilla, muy real, de una invasión parta del Oriente romano, guiada, además, por la mano de Quinto Labieno. Entre 40 y 38 a. C. los ejércitos partos lograron ocupar todo el Levante y alcanzar, por vez primera –y única–, las aguas del Mediterráneo. La pronta respuesta romana acabaría por poner alas fuerzas partas rápidamente contra las cuerdas, antes de devolverlos de regreso al otro lado del Éufrates. En el proceso, la formidable maquinaria adaptativa romana desplegó, con gran éxito, su primer paquete de contramedidas frente a los usos tácticos partos.
La frontera occidental. El dilatado pulso con Roma por David Soria Molina
Desde el siglo I d. C. hasta su caída en manos de la dinastía sasánida, el Imperio parto se enzarzó en un prolongado duelo geoestratégico con el poder romano. Este estaba empeñado en desplazarle por entero de Armenia y Mesopotamia, a fin de poder extender, así, su dominio hasta el golfo Pérsico y, por lo tanto, sobre las lucrativas rutas comerciales –la Ruta de la Seda y las Especias, entre otras– que atravesaban toda la región y sobre las que los partos ejercían un férreo control. Con esta cuestión de fondo, los arsácidas hubieron de luchar por el estratégico dominio de Armenia y la alta Mesopotamia, no sin correr el riesgo de sufrir una temprana derrota total ya en tiempos de la invasión de Trajano (114-117 d. C.). A pesar de su denodada resistencia, Partia estaba perdiendo claramente la partida cuando los sasánidas aprovecharon el consecuente desprestigio arsácida para hacerse con el poder y tomar su lugar frente al tablero de juego geopolítico.
El Imperio parto y la Ruta de la Seda. Una perspectiva geopolítica por Raoul McLaughlin
Durante más de dos siglos, el Imperio parto frustró las ambiciones romanas de establecer conexiones comerciales y políticas directas con China. Partia controlaba una sección importante de los ramales terrestres de las Rutas de la Seda que conectaban el Lejano Oriente con el Mediterráneo. Los impuestos derivados de las sendas caravaneras que atravesaban esta región reportaban pingües beneficios al tesoro parto, lo que permitió a este imperio oriental rivalizar con Roma. Por supuesto, al no haber sobrevivido registro escrito alguno, la participación de Partia en las Rutas de la Seda debe reconstruirse, forzosamente, a través de fuentes romanas y chinas.
Ascenso y caída del catafracto parto por David Soria Molina
Los cascos de los caballos partos removían el polvo entre los cadáveres romanos que yacían en el campo de batalla de Carras, mientras el sol del amanecer trazaba dalinianas sombras sobre el terreno acribillado por las flechas. Los catafractos (asbārān), flor y nata de la caballería arsácida, recorrían altivos el desolado escenario de su primer triunfo ante las legiones romanas. Carras no constituyó el último éxito del catafracto parto sobre las armas de la Loba, pero sí uno de los más importantes. De la mano de su sempiterna y ágil pareja de baile –el arquero montado–, la caballería pesada acorazada parta forzó a la afamada maquinaria adaptativa del Ejército romano a procesar –una vez más– lo sucedido, en busca de respuestas y soluciones. Contra todo pronóstico, Roma iba a tardar más de un siglo y medio en desarrollar unidades catafractas propias y, cuando lo hizo, no tomó como referencia el modelo parto. ¿Por qué?
Morbo parthico. Realeza, Estado y poder con los arsácidas por Leonardo Gregoratti (Università di Udine)
Al abordar el sistema estatal y administrativo del Imperio parto, sus autoridades locales y superiores, el papel y las características de la monarquía arsácida en la administración de un territorio tan extenso, así como los diversos y heterogéneos componentes de una estructura administrativa vasta, compleja y longeva, es bueno tener en cuenta algunas consideraciones básicas. Su carácter feudal y confederal, entre otros detalles, iba a condicionar enormemente la forma en que se ejercía el poder dentro del Estado e, incluso, servir ocasiones muy propicias a sus enemigos para tratar de intervenir en sus asuntos internos en beneficio propio. ¿Cómo afrontaron los arsácidas estas problemáticas y qué soluciones elaboraron para las mismas?
Flechas para cubrir el sol. El arquero montado parto por Kaveh Farrokh (Langara College)
El arco desempeñó un papel fundamental en la tradición militar irania preislámica, tal y como expresara con acierto Estrabón: “El Tigris […] gracias a su velocidad, de la que le viene también el nombre, pues los medos llaman tigris a la flecha” (XI.14.8; trad. M. P. de Hoz, Gredos, 2003). Los términos iranio medio y persa nuevo para flecha son, de hecho, Tygr/Tigr y Tīr, respectivamente. Múltiples fuentes antiguas elogian la arquería irania antigua, como Heródoto en referencia a los aqueménidas (I.136) o Estrabón (XV.3.18) y Herodiano (Historia del Imperio romano después de Marco Aurelio VI.5.1-6) con relación a los partos. En manos de los jinetes partos, se convirtió en uno de los secretos del éxito de sus fuerzas armadas.
Hatra, la ciudad impenetrable por Krzysztof Jakubiak (Uniwersytet Warszawski)
El paisaje del norte de Mesopotamia en época parta estaría incompleto sin Hatra, uno de los centros urbanos más importantes de la región. Esta ciudad permaneció durante mucho tiempo en mitad de la zona de conflicto entre dos superpotencias: el Imperio romano y el reino parto. Sus ruinas se encuentran situadas al oeste de Assur –otra importante localidad de la región, antigua capital del Imperio asirio–, a pocos kilómetros del Wadi Tartar, que divide este paisaje estepario en dos. ¿Cuál fue el secreto del éxito de su supervivencia entre colosos?
La caída del Imperio parto por José Soto Chica (CEBNCh de la Universidad de Granada)
Durante todo un siglo, de 116 a 217 d. C., Partia recibió durísimos golpes por parte de Roma. Su capital, Ctesifonte, fue tomada y saqueada por los romanos en tres ocasiones: en 116 por Trajano, en 164-165 d. C. reinando Marco Aurelio y Vero, y en 197 d. C. por Septimio Severo, mientras que en 216-217 d. C. Caracalla penetró hasta las afueras de la urbe, asesinó impunemente a buena parte de la nobleza parta y saqueó a placer Mesopotamia. Ante semejantes derrotas y desastres, el prestigio del rey de reyes arsácida se vio seriamente dañado ante sus súbditos. Esta situación sería aprovechada por la dinastía sasánida para hacerse con el poder en Pérside, antes de asaltar directamente el trono de Ctesifonte, desplazando del mismo a los arsácidas e inaugurando una nueva era en la historia de Irán.