Desde que el 17 de julio de 1936 dio comienzo, precisamente en el protectorado de Marruecos, el golpe militar que desencadenó la Guerra Civil española, el Ejército de África fue uno de los componentes esenciales del Ejército sublevado. Se trataba de las tropas más cualificadas y experimentadas de todas las fuerzas armadas españolas, después de años de conflicto colonial. Ya en la Península, en el contexto de la contienda civil, fueron el primer contingente auténticamente operativo con el que contaron los rebeldes en su avance hacia la capital y conforme avanzó la contienda, dispersas ya en un auténtico ejército de masas, sus unidades formaron las principales fuerzas de choque durante toda la guerra. No obstante, la adaptación de la Legión, los Regulares y otros cuerpos indígenas que integraban el Ejército de África –unos contingentes concebidos para la guerra colonial– a una guerra total estuvo plagada de desafíos y de problemas que este nuevo número especial de la serie Ejércitos de la Guerra Civil trata de desentrañar. Tales fueron la imperiosa necesidad de reclutar nuevos efectivos profesionales para ampliar de forma considerable su organización, la adaptación de las tropas marroquíes, con sus usos y costumbres, a la vida en campaña en la Península o la controvertida aplicación de la lógica de la guerra colonial. Todo ello viene acompañado en este número de una minuciosa descripción de los medios y los modos de combatir de unas tropas que, a lo largo de tres años de contienda, pisaron todos y cada uno de los frentes en primera línea de batalla.
El Ejército de África en julio de 1936 por Jesús Albert Salueña
En julio de 1936 el Ejército de África, con un alto nivel de eficacia y profesionalidad, era la élite del Ejército español. Las campañas entre 1921 y 1927 habían forjado el útil del que España carecía en 1909 cuando comenzó su aventura marroquí. La calidad de sus unidades era muy superior a la de las de la metrópoli. Esto era debido a estar más completas sus plantillas de personal y material y, sobre todo, al carácter profesional de gran parte de su tropa. De acuerdo a plantillas, sus 33 641 hombres eran una quinta parte de los 169 819 del conjunto del Ejército español. En la realidad, su fuerza sobre las armas de 24 741 hombres era casi un tercio de los 89 232 individuos presentes en filas en julio de 1936, cuando fue un elemento clave para el triunfo de los alzados, y su rápido paso a la Península era considerado vital en los planes del general Mola, el Director, para la conspiración.
Las primeras columnas en la Península por Joaquín Gil Honduvilla
El 17 de julio de 1936 comenzó la revuelta militar que degeneró en la Guerra Civil española. Pero la llama que hizo detonar aquel barril de explosivos se encendió fuera de nuestras fronteras, en Marruecos, al rebelarse casi en su totalidad, en apenas veinticuatro horas, las fuerzas militares destacadas en el protectorado. El éxito de la sublevación del 17 de julio de 1936 demostró que las fuerzas militares destacadas al otro lado del Estrecho, el Ejército de África, por mucho que habían pasado casi diez años desde la finalización de las últimas campañas, seguía siendo una fuerza cohesionada, engrasada y obediente al mando, sin duda alguna las únicas unidades del Ejército verdaderamente adiestradas para la tarea que se les tenía encomendada.
El reclutamiento en el protectorado por Mimoun Aziza (Université Moulay Ismail, Maroc)
La participación de los soldados marroquíes en la Guerra Civil española ha hecho correr ríos de tinta. Primero, porque según el novelista marroquí Mhamed Lachgar se trató de “pobres gentes que se enrolaron en una guerra que no era suya”; y después, porque hay una gran controversia en torno a este voluntariado, fundamentalmente sobre los motivos de su participación, cuántos fueron, las condiciones en las que fueron reclutados, y la cifra de muertos, heridos o desaparecidos. Según el historiador marroquí Bouhadi Boubker, Marruecos fue durante largo tiempo el frente olvidado de la Guerra Civil española. Siempre que la historiografía española lo menciona en este contexto lo hace asociándolo a dos acontecimientos: el golpe militar franquista en la zona del protectorado el 17 de julio de 1936 y el enrolamiento de miles de marroquíes en las filas del Ejército rebelde. “Desde los primeros días del golpe de Estado militar, los falangistas, vestidos con camisas azules, surgieron en las ciudades del protectorado para apoyar a los militares y asegurar el orden y la vigilancia, dándose libertad absoluta para detener y asesinar a sus opositores políticos y sindicales”
Regulares, mehalas y Tiradores de Ifni por Alberto Guerrero Martín
El origen de las tropas indígenas auxiliares españolas se remonta a los tiempos de la dominación de Orán, entre 1509-1708 y 1732-1792. En este periodo se emplearon los llamados moros mogataces, que en 1734 se organizaron en una unidad fija de caballería denominada Compañía Fija de Mogataces de Orán. Por Real Orden circular de 30 de junio de 1911, del rey Alfonso XIII, se crearon las Fuerzas Regulares Indígenas. Según se señalaba en dicha orden, la ocupación de los territorios del Rif exigía el mantenimiento de un importante núcleo de fuerzas que asegurara “la tranquilidad del territorio y el desarrollo, a su amparo, del comercio y demás fuentes de riqueza del país” y se consideró que había llegado el momento de crear unidades integradas por los elementos indígenas afectos a España que sirvieran de “núcleo para la organización de fuerzas indígenas regulares, con cohesión y disciplina, y capaces de cooperar en las operaciones tácticas con las tropas del Ejército”.
Lógica colonial y guerra civil por Alba Llavina Ros (Universitat Autònoma de Barcelona)
Las continuidades entre las experiencias coloniales, tanto las de Cuba (1868-1898), el norte de África (1909-1927) y otros escenarios imperiales, y la Guerra Civil española (1936-1939) son incesantes y han sido tratadas por parte de la comunidad historiográfica. Sin embargo, si se examinan de forma comparada, la forma de hacer la guerra de los rebeldes durante los primeros meses tras el golpe de julio de 1936 no acaba de explicarse solo como una mera traslación directa de la violencia colonial al escenario peninsular. Por el contrario, fueron las circunstancias y limitaciones específicas del terreno y de las unidades sublevadas las que llevaron a una adaptación forzada de algunas de las herramientas existentes. Este proceso de transferencia dio como resultado un salto cualitativo en la manera de hacer la guerra contra el enemigo republicano en lo que respecta a las formas de combate y ocupación.
La Legión en guerra por José Luís Rodríguez Jiménez (Universidad Rey Juan Carlos)
En julio de 1936 integraban el Tercio de Extranjeros seis banderas. En contra del propósito fundacional, de una tropa profesional creada para la campaña de Marruecos y nutrida sobre todo por extranjeros, el Tercio, conocido más como la Legión, estaba integrado mayoritariamente por españoles. No obstante, mantenía las características buscadas por su principal promotor e ideólogo, José Millán Astray, incluida la escala legionaria –el personal de tropa podía ascender hasta el empleo de capitán exclusivamente en los cuadros del Tercio– y la mística para esta infantería de choque, como el decálogo creado por su primer jefe, el Credo legionario basado en los espíritus –“El espíritu de compañerismo: Con el sagrado juramento de no abandonar jamás a un hombre en el campo hasta perecer todos”–, y su canción insignia, El novio de la muerte, con letra de Fidel Prado.
El retorno del “moro”. Nacionalismo, estereotipos y propaganda por Xosé M. Núñez Seixas (Universidade de Santiago de Compostela)
Desde las primeras semanas de la Guerra Civil española, ambos bandos presentaron su causa como una nueva guerra de la independencia, que emulaba la de 1808-1813, frente a un invasor extranjero apoyado por traidores. Daba verosimilitud a esos discursos movilizadores el hecho de que tanto el bando republicano como el bando insurgente recibiesen en las primeras semanas y meses de la guerra importantes apoyos exteriores. Esa pronta internacionalización de la Guerra Civil española contribuyó a que pronto el otro dejase de ser visto como un compatriota. En el otoño de 1936 el discurso de la alteridad nacional pasó a predominar en amplios sectores de la propaganda de guerra de ambos bandos, y se mantendría con matices hasta el fin de la guerra.
Las unidades coloniales en el Ejército sublevado por David Alegre Lorenz (Universitat Autònoma de Barcelona)
Las necesidades de los golpistas se fueron multiplicando de forma exponencial a partir de septiembre y octubre de 1936, fruto de la exposición de sus flancos, la escasez de medios, los problemas logísticos y la resistencia gubernamental cada vez más feroz. Esto hizo que ni siquiera en los primeros momentos existiera un criterio definido a la hora de asignar las tropas coloniales. Más bien al contrario, su despliegue estuvo muy marcado por su llegada escalonada a la Península y por la contingencia, todo lo cual desató una enconada competencia por los recursos entre unos oficiales muy necesitados de medios. Sin embargo, este estado de improvisación constante en que vivieron las autoridades golpistas desde el verano de 1936 llegó a su fin a partir de marzo de 1937, tras el fracaso de las operaciones para la conquista de Madrid, que motivó una profunda reorganización del Ejército sublevado.
La vida cotidiana del soldado marroquí por Alí al Tuma (Universiteit Utrecht)
Hubo hasta ochenta mil marroquíes sirviendo en la Península durante la Guerra Civil, la mayoría de los cuales lo hicieron en los Regulares Indígenas que, junto con los menos numerosos Tiradores de Ifni, pertenecían al Ejército español. A estas unidades hay que sumarles las mehalas, que, a diferencia de las anteriores, pertenecían oficialmente al Gobierno marroquí, aunque estaban bajo el mando de oficiales españoles y, a efectos prácticos, eran parte de las Fuerzas Armadas españolas. Estos hombres, mayoritariamente provenientes del protectorado de Marruecos, del enclave de Ifni o del Sahara español, sirvieron varios años en un país cuya cultura era diferente a la de su lugar de origen. Esta desemejanza se hizo notar en todos los aspectos de la vida diaria: alimentación, vestimenta, tratamientos hospitalarios, tiempo libre, relaciones con los españoles, prácticas religiosas e incluso en las cuestiones relativas a la muerte.
La caballería de Regulares en combate, el Tabor de Alhucemas n.º 5 por Jesús Martínez de Merlo
En la Guerra Civil se llegaron a formar entre ambos bandos un centenar de divisiones de infantería y poco más de dos divisiones de caballería. Las unidades tácticas movilizadas de infantería fueron el batallón/bandera/tabor, mientras que en las unidades de caballería fue el escuadrón. Por ello, mientras que los tabores combatieron reunidos como una unidad táctica, los tabores de caballería combatieron por escuadrones independientes, todo lo más, formando grupo de escuadrones tácticos. El Ejército español llegaba a 1936 con la doctrina de 1924 y su caballería totalmente montada con la excepción de un pequeño grupo de dos escuadrones dotado de autoametralladoras creado en 1931 y que, tras cinco años de existencia carente de material, tuvo que ser dotado de vehículos blindados policiales. La unidad “desapareció” en julio de 1936 en el Alto del León y no hubo más formaciones mecanizadas de caballería salvo en las tropas de Andalucía, que se equiparon con no más de dos escuadrones de autoametralladoras capturadas.
Mohamed ben Mizzian. El único general español de origen marroquí por Fernando Puell de la Villa (Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado (UNED)
El general Mizzian, hijo de Mohamed ben Mizzian Bel Kasem y de Fátima ben Tahar, nació a comienzos de 1897 en Beni Ensar, aduar de la cabila de Mazuza situado a las puertas de Melilla. Su padre, caíd de dicha cabila, era uno de los escasos notables rifeños de la época partidarios del entendimiento con las autoridades melillenses, consciente de que su amistad les reportaba más ventajas que enfrentarse a ellas. Posición opuesta mantenía el jerife Mohamed Ameziane, de la cabila de Beni Bu Ifrur e instigador de la revuelta de 1909, que devino en la masacre del barranco del Lobo. La contribución de Mizzian a la derrota de los levantiscos cabileños fue recompensada con la Cruz del Mérito Militar con distintivo rojo, momento a partir del cual se le apodó Mizzian el Bueno para diferenciarlo del anterior, al que los españoles apostrofaron como Mizzian el Malo.
“Hombres de Mola” y “hombres del sur”. Los africanistas en el franquismo por Roberto Muñoz Bolaños (Universidad Camilo José Cela y Universidad del Atlántico Medio)
El 1 de abril de 1939 los generales africanistas constituían la élite militar de los sublevados. De acuerdo con la definición de este concepto introducido en España por José Ortega y Gasset y desarrollado por Julián Marías y Pedro Laín Entralgo, entre ellos se distinguieron tres generaciones a las que, posteriormente, se añadiría una cuarta. No obstante, el intervalo de quince años que estos pensadores manejaron para establecer las diferentes generaciones, lo hemos reducido a intervalos de entre cinco y doce años en nuestro planteamiento. Así, podemos hablar de “los generales del 98”, “los generales del 27”, “los generales del 36”, “los generales de Franco” y los neoafricanistas. Cada uno de estos grupos tuvo características específicas y contribuyó, en mayor o menor medida, a la gestión política de la dictadura y a la dirección de las Fuerzas Armadas durante la guerra y hasta la transición democrática.