Esparta, una sociedad para la guerra, por Claudia V. Alonso Moreno, Universidad Autónoma de Madrid
A los pies de la cordillera del Taigeto y a orillas del río Eurotas se desarrolló un gran centro de poder político, el núcleo de una polis militar y aristocrática, sin centro urbano, cuyo devenir fue fundamental para el resto del mundo griego: Esparta, la legendaria patria de Helena y los Dióscuros, del poeta Tirteo y del Leónidas que murió defendiendo las Termópilas. Aún hoy, la polis de los lacedemonios sigue despertando un vivo interés y su peculiar orden sociopolítico merece ser explicado para comprender su desarrollo histórico.
Las Guerras Mesenias, por Adolfo Domínguez Monedero, Universidad Autónoma de Madrid
La conquista y anexión de Mesenia, respuesta espartana a la sobrepoblación que sufre Grecia en el periodo arcaico, va a condicionar para siempre la mentalidad y la vida lacedemonias. El siempre latente peligro de revuelta de los ilotas mese nios, que nunca resignados a su suerte conseguiran sacudirse el yugo espartano finalmente tras la batalla de Leuctra, hará que Esparta desarrolle una paranoia plasmada en prácticas como la cripteia.
Cléomenes I, la consolidación del imperio continental lacedemonio, por César Fornis, Universidad de Sevilla
Ególatra paranoico o estadista genial es el dilema que a priori asalta a los historiadores que se asoman a la compleja personalidad de este rey espartano que, en buena medida, catalizó la política interna y externa de su polis a finales del arcaísmo griego, en el tránsito del siglo VI al V a. C., un período crucial en el que Esparta apuntaló su hegemonía en el Peloponeso e incluso se aventuró en el intento de construir un imperio extrapeloponésico que rebasara la frontera natural del istmo de Corinto. El reinado de Cleómenes I encarna así una directriz política de marcado tono imperialista que se vería interrumpida por las guerras médicas y, enseguida, por la arche ateniense que nació de las mismas, para renacer con renovados bríos tras la victoria en la guerra del Peloponeso, bajo la égida de Lisandro y Agesilao II.
El ejército espartano en su período de apogeo (490-362 a. C.) Organización y táctica, por Fernando Echeverría Rey, Universidad Complutense de Madrid
Tucídides, el historiador ateniense, lamenta en un famoso párrafo de su obra el hermetismo de los espartanos en materia militar: incapaz de ofrecer cifras exactas de las tropas movilizadas con ocasión de la primera batalla de Mantinea (418 a. C.), confiesa que “en efecto, el número de lacedemonios era desconocido, dado el secretismo que caracteriza a su régimen político” (5.68.1). De esta forma Tucídides presenta la imagen, frecuente entre los griegos (y heredada en gran medida por la investigación moderna), de Esparta como una comunidad diferenciada, conservadora y celosa de sus tradiciones. Esta afirmación encierra, sin embargo (y por lo que respecta al ámbito estrictamente militar), ciertos visos de exageración: por un lado, Tucídides es, junto con el también ateniense Jenofonte (ambos intelectuales con experiencia personal en combate), la fuente más extensa y fiable para la reconstrucción de las prácticas militares espartanas, con un conocimiento en ocasiones de primera mano sobre su organización.
Leuctra, 371 a.C. El día más negro de la historia de Esparta, por José Pascual, Universidad Autónoma de Madrid
En el contexto del período de hegemonía espartana sobre la Hélade, que se desarrolla a partir del año 404 a. C., los antecedentes cercanos a la batalla de Leuctra, librada en el verano de 371 a. C. entre los tebanos y parte de los beocios contra los lacedemonios y sus aliados, deben buscarse en diciembre de 379 a. C., cuando un grupo de exiliados, ayudados por un círculo de conspiradores en el interior de la ciudad, lograron eliminar en Tebas a los filolaconios que controlaban el poder y expulsar a la guarnición lacedemonia que ocupaba la Cadmea, la acrópolis de la ciudad.
El hoplita espartano, por José Sánchez Toledo
Espartano es un adjetivo en nuestro vocabulario y espartano era un guerrero griego de la Antigüedad, pero ¿quiénes eran y cómo eran esos hombres que forjaron con su actitud ante la vida y la guerra un mito y un vocablo en nuestro idioma moderno?
Selasia, el último aliento de Esparta, por Alberto Pérez Rubio
Las glorias de la Esparta del siglo V a. C. eran ya un recuerdo lejano cuando en 244 a. C. un joven Agis IV accedió al trono euripóntida. Como dice Plutarco (Agis, III): “[…] Esparta decayó de su lustro y poder, y yació en una oscuridad nada correspondiente a sus principios, hasta los tiempos en que reinaron Agis y Leónidas”. Un declive cuyo comienzo indudablemente hay que fijar en la batalla de Leuctra, cuando en julio del 371 a. C. los beocios derrotaron al ejército peloponesio de Cleombroto. De los 700 espartiatas que combatieron 400 cayeron, pero, más allá de la cifra de bajas, choca la cifra de setecientos homoioi cuando se comparan con los 5.000 que participaron en la batalla de Platea (479 a. C.).
El espejismo espartano, por Tomás Aguilera Durán, Universidad Autónoma de Madrid
La falseada imagen que los autores clásicos crearon de Esparta la convirtió en una auténtica leyenda. Su educación militarista y extrema austeridad, su primigenia oligarquía y la suicida gesta de las Termópilas han provocado a lo largo de los siglos una fuerte y ambivalente atracción. De antagonista de la Atenas clásica a símbolo del imperialismo estadounidense, de modelo para la Revolución francesa a inspiración para el exterminio nazi.
Reseñas de libros, miniaturas y juegos.
Y además, introduciendo el n.º 15: La reunificación de Egipto, por Nerea Tarancón Huarte
A mediados del siglo XVI a. C. nos encontramos en el Segundo Periodo Intermedio, un espacio de tiempo de más de un siglo de duración que siguió al final del Imperio Medio (dinastías XI-XIII). Tradicionalmente, se establece su comienzo con el cambio de residencia de los faraones de la dinastía XIII, que se trasladaron desde Itjtawy (actual El Lisht, principal sede del Imperio Medio), situada en el Delta, hasta Tebas, en el Alto Egipto. Su final viene marcado por la toma de Avaris, la expulsión de los hicsos y la reunificación del país por parte de Ahmose I.