Una de las maniobras más difíciles de la navegación a vela consiste en trasluchar o trabuchar, es decir, cambiar de amura el velamen para virar en redondo. Esto hizo, metafóricamente, la monarquía española en agosto de 1796 cuando pasó de combatir a la atea y regicida república francesa en el marco de la Primera Coalición a aliarse con ella contra el Reino Unido, que constituía, en cualquier caso, el tradicional rival de España en tanto que potencia naval que le había disputado el dominio del Atlántico durante todo el siglo XVIII. La guerra contra Gran Bretaña llegó en un momento en el que la Armada española, con las finanzas de la corona en crisis debido a los elevados costes de la contienda precedente con Francia, afrontaba una difícil situación por los recortes presupuestarios, que mermaron su capacidad de combate. Así quedó demostrado en la primera gran batalla en que se enfrentó a la Royal Navy, la de San Vicente, en febrero de 1797, que reveló carencias que urgía remediar. Con todo, la Marina española seguía siendo un formidable rival y, dirigida con habilidad por José de Mazarredo, demostró su capacidad para enfrentarse con éxito a los británicos en Cádiz poco después. En este número nos adentramos en los compases iniciales de la Guerra Anglo-Española de finales del dieciocho, una contienda esencialmente en el mar –y anfibia– cuyos frentes principales del año 1797, desde la bahía gaditana hasta las Antillas, pasando por Tenerife, recorremos en estas páginas.
La forja de la alianza hispano-francesa. De la Paz de Basilea al Tratado de San Ildefonso por Antonio Juan Calvo Maturana (Universidad de Málaga)
La política interior y exterior del reinado de Carlos IV (1788-1808) ha sido, tradicionalmente, evaluada con ligereza, como si cada decisión tomada fuese un error propiciatorio de la invasión francesa de 1808. En contraposición a un Carlos III casi elevado a los altares, el reinado de su hijo tiende a ser denostado y es hecho pasto de la superficialidad y la torpeza, a merced de la caricatura triangular del rey complaciente, la reina frívola y el valido ambicioso; un cliché que, afortunadamente, ha sido prácticamente desterrado por la historiografía reciente, que ha superado los tópicos decimonónicos. La alianza de Carlos IV con la república francesa fue, con todas sus contradicciones, coherente con los intereses políticos y estratégicos de la monarquía española; un mal menor, si se quiere, ante la necesidad de defender las posesiones americanas de las pretensiones comerciales británicas.
La ola “vagabunda” y el naufragio del sistema naval español por Rafael Torres Sánchez (Universidad de Navarra)
Antes del combate de San Vicente (1797), el sistema naval español estaba naufragando. Contra todo pronóstico, desde 1793 se fueron acumulando factores políticos, militares y económicos que provocaron el súbito cataclismo de la Real Armada. El origen de la hecatombe fue financiero, pero la creciente interacción de sus consecuencias imposibilitó la implementación de soluciones, y las medidas adoptadas incluso intensificaron aún más la profundidad de la catástrofe. La Armada que fue a combatir a San Vicente no tenía nada que ver con la poderosa institución que articulaba la monarquía española al iniciarse la década de 1790. El objetivo de este trabajo es un tema poco conocido: explicar el inesperado hundimiento de la Armada en los años anteriores al combate de San Vicente.
La batalla del cabo de San Vicente por Agustín R. Rodríguez González (Real Academia de la Historia)
En 1796, tras la sorprendente inversión de alianzas, la Marina española debió hacer frente a un enemigo aleccionado por su derrota en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, que motivó una serie de mejoras, tanto técnicas como tácticas, que los españoles, en grave situación hacendística y enfrascados hasta entonces en la guerra contra los revolucionarios franceses, no valoraron debidamente hasta que fue tarde. El 14 de febrero de 1797 se enfrentaron ambas armadas frente al cabo de San Vicente en una batalla desfavorable al bando español. Mucho se ha insistido en los juicios de este combate sobre la superioridad británica en el adiestramiento y en la técnica, en el mal estado de los buques españoles y en lo inadecuado de sus dotaciones, pero el dictamen del consejo de guerra es tajante y no deja lugar a dudas: fallaron principalmente los mandos.
El bloqueo de Cádiz durante la Guerra Anglo-Española por Íñigo Bernaola Martín
La consecuencia más inmediata que siguió al desastre de la batalla del cabo de San Vicente fue la destitución de José de Córdova al frente de la Escuadra del Océano. Le siguió la apertura de una investigación que derivó en un consejo de guerra para enjuiciar sus responsabilidades, y la de buena parte de sus comandantes. Al frente de la escuadra lo sustituyó José de Mazarredo, no sin algunas reticencias iniciales por parte del Gobierno y el rey. En apenas unas semanas, junto con su equipo, este logró organizar un eficaz sistema defensivo que dotó de protección a la escuadra española, el puerto y la ciudad de Cádiz frente a los ataques y bombardeos de la flota de John Jervis. Y una vez asegurada su defensa, consiguió sortear, cuando las circunstancias eran favorables, el bloqueo comercial al que fue sometida la bahía de Cádiz por parte de los británicos entre los años 1797 y 1799.
El liderazgo de Mazarredo al frente de la Escuadra del Océano por Íñigo Bernaola Martín
Las operaciones en torno al bloqueo de Cádiz en el contexto de la Guerra Anglo-Española entre 1797 y 1799 situaron al frente de las escuadras española y británica a dos marinos muy cualificados como fueron José de Mazarredo y John Jervis. Ambos compartían un alto reconocimiento entre sus compañeros, si bien diferían en el ejercicio del mando y la visión estratégica. La posición que ocupaba cada uno de ellos en aquel escenario compartido, así como las circunstancias económicas, políticas y sociales que los acompañaron, condicionaron sus apuestas estratégicas. Frente a la estrategia ofensiva de Jervis que, obligado a permanecer en alta mar, buscó la confrontación directa, Mazarredo respondió eficaz y hábilmente, consciente de sus limitaciones, con una estrategia defensiva, combinada con ataques de riesgo calculado.
La victoria de Tenerife sobre Horatio Nelson por Agustín Guimerá Ravina (Consejo Superior de Investigaciones Científicas)
A primeras horas de la mañana del 22 de julio de 1797 apareció fondeada frente a Santa Cruz de Tenerife una división naval británica. Estaba fuera del alcance de los cañones del fuerte de Paso Alto, clave de la defensa de esta plaza militar y primer objetivo enemigo. Se componía de tres navíos y tres fragatas de guerra al mando del joven contralmirante Horatio Nelson (1758-1805). Pronto se incorporaría un cuarto navío. En los días sucesivos tuvo lugar un duro enfrentamiento entre los atacantes y los defensores isleños que se saldó con la victoria de Tenerife sobre el ilustre marino británico.
La forja de un héroe nacional. Nelson, el cabo San Vicente y la crisis de confianza por Andrew Lambert (King’s College London)
En febrero de 1797, Horatio Nelson, de treinta y ocho años, un comodoro de la Royal Navy, había servido en cuatro campañas en el Mediterráneo, combatido en dos acciones de flota, contribuido de forma significativa a la conquista de Córcega, capitaneado escuadrones locales actuando con las fuerzas austriacas y transmitido mensajes diplomáticos a la corte de Nápoles. Sin embargo, era un desconocido en Inglaterra. Sus acciones en la batalla del Cabo de San Vicente, en un contexto de incertidumbre general en Gran Bretaña con respecto al curso de la Guerra Anglo-Española, lo convirtieron en un héroe en su país y le permitieron establecer nuevas conexiones políticas.
La defensa de San Juan de Puerto Rico en la Guerra Anglo-Española por Àlex Claramunt Soto
En abril de 1797, una numerosa fuerza expedicionaria británica a las órdenes del teniente general Ralph Abercromby desembarcó en la isla de Puerto Rico y trató en vano de asediar su capital, la ciudad de San Juan. Esta empresa, precedida de la fácil conquista de la también española isla de Trinidad unos meses antes, no se inscribe únicamente en el contexto de la Guerra Anglo-Española tras la declaración de guerra de aquella en octubre de 1796, sino también en una situación de guerra y revolución que durante más de una década implicó a casi toda la región caribeña.