Las Indias orientales, un universo tan exótico como difuso en el imaginario europeo del medioevo, fueron la quimera que desató la Época de los descubrimientos. En pos de las ricas especias, avezados marinos ibéricos exploraron aquellos vastos confines, donde, al igual que en América, el Tratado de Tordesillas estableció los límites de las zonas de influencia española y portuguesa. Con eje en las islas Filipinas, la frontera más lejana del imperio donde no se ponía el sol, la España de los Austrias afirmó en Asia una presencia que tendría ramificaciones hacia China, Japón, Indonesia y el sudeste Asiático, sin olvidar las islas del Pacífico y los territorios portugueses del Estado da Índia –de Ormuz, en el golfo Pérsico, hasta Macao– durante los sesenta años de Unión Ibérica. Los gobernadores y soldados de la Monarquía Hispánica hallaron, en aquella dilatada frontera, desafíos inéditos y enemigos muy distintos, desde temibles piratas chinos y japoneses hasta nativos irreductibles como los moros de Mindanao y los familiares corsarios de las Provincias Unidas, que querían fundar su propio imperio. La extensa geografía y la multiplicidad de islas hacían, además, de las fuerzas navales, un elemento indispensable. España construyó presidios y astilleros, reclutó tropas entre los nativos filipinos que prestaron valiosos servicios –caso de los cagayanes y, en especial, de los pampangos– e hizo un esfuerzo sostenido por extender su presencia en Asia con expediciones tan asombrosas como la que llevó a un puñado de aventureros a intervenir en la sucesión a la corona del reino de Camboya, o de tal envergadura como la que expulsó a los holandeses de las ansiadas Molucas, en 1606, por medio de la mayor armada y el mayor ejército españoles organizados en Asia en los siglos XVI y XVII. Este nuevo eslabón de nuestra serie de números especiales sobre los tercios, los Tercios en Asia, nos traslada a la frontera más desconocida y exótica en la que bien que se batieron los soldados españoles de los Austrias, vive Dios.
El Pacífico de los ibéricos por Carlos Martínez Shaw – Universidad Nacional de Educación a Distancia
Las fechas clave de la primera globalización, conocida genéricamente como la “era de los descubrimientos”, se expanden a lo largo de treinta años: el descubrimiento de América por Cristóbal Colón (1492), la llegada a la India de Vasco de Gama (1498), el descubrimiento de la mar del Sur u océano Pacífico por Vasco Núñez de Balboa (1513) y la vuelta al mundo que inició una flota mandada por Fernando de Magallanes y completó Juan Sebastián Elcano (1522). Las conquistar españolas y portuguesas en Asia y el Pacífico, seguidas por el establecimiento de nuevas rutas comerciales, articularon un espacio mercantil extremo-oriental que ha podido ser llamado con justicia el “Pacífico de los Ibéricos”.
Legazpi y la conquista de las Filipinas por Miguel Luque Talaván – Universidad Complutense de Madrid
En la historia de la expansión ibérica por el Pacífico, uno de los hechos más destacados fue la conquista de las islas Filipinas entre 1564 y 1572 y su consiguiente incorporación a los Reinos de las Indias a través de su dependencia, como gobernación y capitanía general, del virreinato de la Nueva España. La de las Filipinas es una conquista que hay que dimensionar, ya que, en primer lugar, no se trató de la ocupación de todas las islas, sino tan solo de algunos puntos concretos de la isla de Luzón y del archipiélago de las Visayas. Y, en segundo lugar, porque solo fue el inicio de una larga serie de conflictos armados mantenidos por la Corona en zonas como la cordillera de la isla de Luzón o las regiones del sur insular dominadas por los poderes malayo-mahometanos, que se prolongaron durante todo el periodo hispano.
Los desafíos de las fuerzas españolas por Stephanie Mawson – University of Cambridge
El asentamiento español en las Filipinas requirió del envío regular de soldados desde México a través del océano Pacífico para apoyar las aspiraciones imperiales españolas. A lo largo del siglo XVII, cerca de 15 600 soldados realizaron este periplo. La cifra excede a los demás colonos españoles en el sudeste asiático y el Pacífico en una proporción de siete a uno. Estos soldados fueron responsables de ampliar y mantener el control español a través del archipiélago y más allá. Se embarcaron en expediciones de conquista, apoyaron las labores evangelizadoras de los misioneros, defendieron el archipiélago frente a la amenaza de los piratas holandeses y moros y sofocaron las rebeliones internas. La capacidad militar española, a pesar de sus amplias funciones, se enfrentó a desafíos considerables que, en última instancia, limitaron el dominio colonial.
La piratería china y las Filipinas por Manel Ollé – Universitat Pompeu Fabra
Cuando los portugueses se establecieron en Macao en 1557, y los castellanos en Manila en 1571, suscitaron en un primer momento algunos episodios de conflicto con algunas comunidades piratas chinas de la región. Sin embargo, pronto generaron un volumen de negocio informal transoceánico tan grande con la plata, las especias, la seda y las porcelanas, que acabaron prácticamente con la actividad pirática en la región durante casi cinco décadas. Uno de los últimos coletazos de la piratería china del siglo XVI aparece con la irrupción en Manila del pirata Lin Feng, conocido entre los españoles de Luzón como Limahon o Limahong. El plan de este no era simplemente lanzar una fulminante y puntual acción corsaria contra la base española en Manila, sino abandonar la presencia estable en Taiwán y trasladar a Luzón sus cuarteles generales.
Las armadas españolas de Asia por Ostwald Sales-Colín Kortajarena – Universidad Autónoma Metropolitana
Las fuerzas navales españolas en Asia fueron el resultado no necesariamente de la armonía, pero sí de un programa ordenado y encaminado por parte de la Corona a expandir, afianzar y fortalecer su poder en los lugares más apartados de la monarquía. Un elemento clave de la presencia española en el sudeste de Asia lo constituye el barco de tipo galeón, que sintetiza el complejo fenómeno basado en la serie de contactos múltiples entre Nueva España y las Filipinas. También en las propias Islas de poniente, con la misma embarcación se aseguraron las comunicaciones con Asia oriental y las riberas del mar de la China e India. Su arribo al puerto de destino era motivo de alegrías, celebraciones y parabienes. El entusiasmo se realzaba por los recursos transportados, que significaron el establecimiento de intercambios humanos, materiales y monetarios.
Acero toledano contra catanas: los combates de Cagayán por Ubaldo Iaccarino – Università degli studi di Napoli L’Orientale
A pocos años de la fundación de Manila, los españoles de Filipinas tuvieron que afrontar la amenaza de los wako, los llamados piratas “japoneses”, quienes en 1581 se implantaron en el norte, en la provincia de Cagayán, estableciendo una base propia en la desembocadura del río Tajo. ¿Quiénes eran esos peligrosos piratas de Asia oriental? ¿Porque habían llegado a Filipinas? ¿Cuál fue, por último, la respuesta española a su amenaza?
La expedición española a Camboya por Sean Retana Vallely
La historia de la presencia española en Asia se escribe desde Filipinas. La administración española avanza y consolida sus posiciones políticas, mercantiles y territoriales: Capitanía General (1574), Real Audiencia (1583) y Arzobispado de Manila (1591). Es un momento de expansión y de ambición para el Imperio, y no sorprende que desde Manila se considere seriamente intervenir y participar de la política y el comercio en las zonas vecinas: los actuales Estados de Malasia, Camboya, Laos y Tailandia. Estas intervenciones nunca contaron con demasiados apoyos. Madrid estaba lejos y las comunicaciones eran difíciles. El conocimiento que los españoles tenían de aquellas regiones era entonces muy limitado, y los recursos no abundaban. Sin embargo, existían poderosas y sugerentes motivaciones para llevarlas a cabo. Esta es la historia de una trama y de una conspiración, la historia de una incursión y una huida, un juego de diplomacia y violencia.
Soldados filipinos en las fuerzas españolas (1574-1648) por José Eugenio Borao – Universidad Nacional de Taiwán
Es sabido que todas las milicias coloniales se nutren en gran medida de contingentes de soldados indígenas, normalmente poco documentados en las fuentes históricas, por lo que se les conoce como “soldados invisibles”. El caso de Filipinas no fue una excepción, y las tropas españolas, compuestas por peninsulares y novohispanos, se reforzaron con nativos del archipiélago, en especial de la región de Pampanga, aunque otros indígenas también participaron. Todo ello se vio facilitado por unas condiciones favorables, como la existencia de diversas naciones indígenas, a veces rivales, y una cierta mentalidad marcial entre los pampangos; también lo propició el beneficio real que los nativos podían obtener de dicha participación, especialmente la concesión real de tierras.
La conquista de las Molucas por Antonio C. Campo López – Universidad Nacional de Educación a Distancia
Desde finales del siglo XV, el norte de las Molucas, las famosas islas del clavo –especia de gran demanda en los mercados europeos– se convirtieron en la meta soñada de los primeros navegantes europeos. Los portugueses fueron los primeros en asentarse en ellas, pero en 1575, tras un largo asedio de cinco años, el sultán Babú, de Ternate, consiguió tomar el fuerte de San Juan Bautista y expulsar a los lusos de la isla. Cinco años después, el acceso de Felipe II al trono portugués volvió a despertar el interés español por las Molucas. La lejanía y la resistencia local hicieron fracasar hasta cinco intentos de conquista desde las Filipinas antes del sexto y último. Para conseguir su objetivo, el gobernador de Filipinas, Pedro de Acuña, con el apoyo del duque de Lerma, organizó la mayor expedición militar española vista hasta el momento en territorio asiático.
Domingo de Toral y Valdés, de Flandes a la India por Àlex Claramunt Soto
Entre las autobiografías de soldados españoles del siglo XVII llama la atención, por su carácter único, la del asturiano Domingo de Toral y Valdés. Lejos de las exageraciones de Diego Duque de Estrada y del talante pendenciero de Alonso de Contreras, la obra de Toral constituye un relato comedido y crítico sobre las condiciones de vida del soldado y el gobierno de los ejércitos. A su vez, es una excelente crónica testimonial sobre el declive de la Monarquía Hispánica en Asia; y en concreto en la India y otros territorios de la corona de Portugal en el océano Índico, donde Toral sirvió varios años antes de regresar a España en un arduo viaje a través de Persia y el Imperio otomano.
La defensa de Filipinas frente al holandés en 1646 por Miguel Martín Onrubia – Universidad Complutense de Madrid
Numerosos hitos de la historia naval filipina se produjeron durante la guerra de los Ochenta Años, que enfrentó a España con las Provincias Unidas. El conflicto se desarrolló en dos periodos separados por la tregua de Amberes (1609-1621), que no fue respetada en Asia, como demuestran la expedición de Juan de Silva en 1611 o la segunda batalla de Playa Honda, en abril de 1617. En los últimos años del conflicto quedó demostrado que los neerlandeses habían incrementado muy eficazmente su marina mercante y de guerra, con la que ejercieron una gran presión sobre las posesiones ultramarinas hispanas. A comienzos de 1646, una flota holandesa de casi treinta buques invadió las islas Filipinas con el objetivo de expulsar a España del archipiélago y hacerse con el control del comercio asiático. Dos galeones españoles se enfrentaron a los holandeses y lograron una serie de victorias navales que, aún hoy en día, se celebran en Manila.
Asia y el Oriente en el imaginario español de los siglos XVI y XVII por Miguel Zugasti – Universidad de Navarra
La fascinación por el Oriente en general y por Asia en particular ya se percibe con nitidez en la literatura medieval española. Gran parte de la prosa didáctica que se difunde por extenso a partir de los siglos XII y XIII bebe de la tradición cuentística y fabulística que tiene su origen en la remota India y que llega a España a través de Persia, Arabia y Oriente Medio. Durante los siglos XVI y XVII, una miscelánea de textos literarios, cronísticos, misionales y de vidas de soldados y viajeros atisbarán la inmensa actividad desplegada por los españoles en Asia, el Oriente y las tierras Australes. Incluso el prolífico Lope de Vega ambientará varias de sus obras en el teatro asiático.