Austerlitz

Desperta Ferro Historia Moderna

n.º 73
Diciembre 2024
Austerlitz
7,50€IVA incluido

2 de diciembre de 1805. Un sol resplandeciente deshace la niebla que sube de los arroyos y estanques situados entre la ciudad de Brünn y el pueblo de Austerlitz, y que pesa, plomiza, sobre decenas de miles de soldados franceses, rusos y austriacos dispuestos para la batalla. Los franceses, confortados por aquel sol de invierno, inician su avance sobre la meseta de Pratzen. Comienza la fase decisiva de una de los mayores y más trascendentales enfrentamientos de las Guerras Napoleónicas, la batalla de Austerlitz, también conocida como “la de los tres emperadores”: Napoleón Bonaparte, Alejandro I de Rusia y el sacro emperador Francisco II. Todo ellos observan a sus tropas, expectantes. El futuro de Europa está en juego. Para Bonaparte, que ha conducido a su formidable Grande Armée de las costas del canal de la Mancha hasta Moravia en cuatro meses, derrotando de paso a un ejército austriaco de 50 000 hombres en Ulm, es la ocasión de acabar de una vez por todas con la coalición urdida en su contra. Los aliados, superiores en número, confían en humillar la arrogancia del advenedizo corso. El desenlace es bien conocido: tras una lucha cruenta, la Grande Armée destruye el ejército de la coalición. Francisco II firma la paz y disuelve el Sacro Imperio, lo que pone fin a mil años de historia. Francia emerge como potencia hegemónica y árbitro de la política europea.

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Napoleón contra la Tercera Coalición por Alexander Mikaberidze (Louisiana State University Shreveport)

Al final de su novela romántica Leben des Quintus Fixlein (“Vida de Quintus Fixlein”), el escritor alemán Jean Paul Richter (1763-1825) describe a su protagonista caminando pensativo de regreso a casa en una tranquila y fragante noche de verano, en el apogeo de las Guerras Revolucionarias francesas. De repente, el sonido de las campanas le llega desde lo alto de los campanarios cercanos; mira hacia el cielo nocturno y observa la puesta de Marte en el oeste y la salida de la Luna en el este. “Mi alma deseó, afligida por la noble sangre guerrera que aún corre por las flores de la primavera: ¡Ah, retírate sangrienta guerra, como el rojo Marte!; y tú, paz, ¡álzate como una suave luna dividida!”. Muchos en Europa habrían compartido este sentimiento antes de que los tratados de Lunéville y Amiens pusieran fin a una década de conflicto revolucionario. Por desgracia, su alegría duró apenas 420 días antes de que la paz colapsara y se reanudara la guerra.

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De Ulm a Austerlitz. La segunda fase de la campaña de 1805 por Jonathan Abel (US Army Command and General Staff College)

“Del ejército de 80 000 hombres que estaba en el Iller solo quedan escombros”. Esto escribió Napoleón sobre la brillante fase inicial de la campaña de 1805 en la que destruyó un ejército de campaña austriaco bajo el mando de Karl Freiherr Mack von Leiberich en Ulm. Sin embargo, este logro solo fue el acto de apertura de la misma, ya que otros ejércitos aliados se mantenían firmes contra la Francia napoleónica. El boletín oficial de la Grande Armée señaló el trabajo que quedaba por hacer proclamando: “no nos detendremos aquí […] haremos que el Ejército ruso, que el oro de Inglaterra ha atraído desde los confines del universo, sufra la misma suerte”. La segunda fase de la campaña de 1805 resultó una oportunidad perdida tanto para Napoleón como para sus enemigos, pues los persiguió desde Ulm hasta Austerlitz, pero no consiguió la batalla decisiva que buscaba, mientras que los aliados no lograron combinar sus fuerzas restantes en el valle del Danubio para contrarrestar su avance.

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La gestación de la Grande Armée por Jean-François Brun (Université Jean Monnet Saint-Étienne)

La Grande Armée de 1805 se presenta como una herramienta militar excepcional resultante de la combinación de tres elementos: una disposición innovadora de las unidades, que respondían a una doctrina de uso claramente definida y que estaban integradas, a su vez, por una gran proporción de combatientes experimentados. La originalidad de la Grande Armée reside en el hecho de que fue diseñada específicamente para implementar la doctrina diseñada por Napoleón. Como preparación para el esperado desembarco en Inglaterra, se construyeron varios acantonamientos a lo largo de la costa del canal, con Boulogne como epicentro. La estancia, que fue mucho más larga de lo previsto, proporcionó una oportunidad para organizar en todos sus detalles el ejército de campaña diseñado por el emperador.

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Austerlitz. Planes, disposiciones y el ataque aliado inicial por Frederick C. Schneid (High Point University)

A mediados de noviembre, la situación de Napoleón estaba lejos de ser segura. Podía concentrar en total 60 000 hombres contra un ejército ruso cuyas fuerzas iban en aumentoLo int y había sido reforzado hasta más allá de los 80 000 efectivos. Además, llegaban noticias sombrías de Prusia. La movilización del Ejército prusiano amenazaba las tenues líneas de comunicación de Napoleón con Francia. El corso era consciente de que esta situación estratégica insostenible solo podía resolverse mediante una batalla. Mientras se enfrentaba a su dilema estratégico, la fuerza de los ejércitos aliados seguía en aumento. Kutúzov llegó a Olmütz el 22 de noviembre, donde unió fuerzas con la Guardia Imperial Rusa y el cuerpo del general Friedrich Buxhöwden. El zar Alejandro I y el emperador Francisco I habían reunido 68 000 soldados rusos y 15 000 austriacos, y creían que su superioridad numérica sería suficiente para derrotar a los franceses. A finales de noviembre, el zar decidió enfrentarse a Napoleón en una batalla.

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Tríptico desplegable: La batalla de Austerlitz

Una aproximación cartográfica detallada a la batalla compuesta por tres mapas distintos: una plasmación de los despliegues de tropas y los planes enfrentados, una representación a gran escala del desarrollo del choque en el centro y el norte del campo de batalla, y otra de los combates en el sur.

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La toma de los altos de Pratzen por Pierre O. Juhel

En la batalla de Austerlitz, la batalla napoleónica por excelencia, el acontecimiento decisivo debía tener lugar en el centro: Napoleón esperaba poder apoderarse de las alturas que tenía delante, es decir, de los altos de Pratzen, para maniobrar a voluntad contra un ejército enemigo que desfilaba ante sus ojos colinas abajo. Tras contener un tanto el ardor del comandante del IV Cuerpo de Ejército, el mariscal Soult, cuyas tropas habían vivaqueado frente a la meseta a lo largo de todo el arroyo Goldbach y un poco más al norte, el emperador ordenó el ataque: las divisiones de Vandamme y, más al sur, a la izquierda, de Saint-Hilaire, debían salir de las hondonadas donde habían permanecido ocultas a la vista del enemigo por la niebla que tan afortunadamente persistía en dichos lugares. Su misión era coronar la meseta lo antes posible y derrotar a las tropas que la ocupaban.

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El contraataque de la Guardia Imperial rusa por Alexander Mikaberidze (Louisiana State University Shreveport)

Al presenciar el notable giro de los acontecimientos propiciado por la toma francesa de los altos de Pratzen, los emperadores Alejandro de Rusia y Francisco del Sacro Imperio Romano Germánico trataron de reunir a sus ejércitos, pero sus esfuerzos pasaron prácticamente desapercibidos en medio del caos. Sin el control de la meseta, el ejército aliado corría el grave riesgo de ser dividido en dos y aniquilado. Con los restos de la famosa niebla matutina aún en el aire, el comandante ruso observó cómo los refuerzos de Napoleón avanzaban para apoyar el asalto a Pratzen. Desesperado por restaurar el orden en sus filas, llamó a la Guardia Imperial rusa para reagrupar el desperdigado centro aliado e invertir el rumbo de la batalla.

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La batalla en el norte y la persecución francesa por Francisco Gracia Alonso (Universitat de Barcelona)

Mientras la batalla se encarnizaba en el ala derecha francesa, la situación en el flanco izquierdo se mantenía tranquila. Las tropas del V Cuerpo de Lannes y la Reserva de Caballería de Murat se pusieron en movimiento entre las siete y las ocho de la mañana para formar frente a la posición del Santón. Del lado aliado, Bagration tampoco tenía prisa por iniciar la lucha, puesto que sus órdenes eran no atacar hasta que se hubiese confirmado la victoria aliada al sur del campo de batalla. La misión de la izquierda francesa para impedir el apoyo de los aliados a su centro empezó a concretarse a las 10.30. Tras arduos combates, sobre las 16.30 horas se abría claramente para los franceses la posibilidad de transformar la victoria en una derrota incontestable persiguiendo sin tregua a los rusos para ampliar sus pérdidas y aniquilar la capacidad de combatir de sus unidades.

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Las consecuencias de la batalla de Austerlitz por Marie-Pierre Rey (Université Paris I Panthéon–Sorbonne)

En la mañana del 3 de diciembre de 1805, Napoleón escribió una breve carta a Josefina en la que le informaba con sobriedad de su victoria del día anterior: “he derrotado al ejército ruso y austriaco comandado por los dos emperadores. Estoy un poco cansado, he vivaqueado durante ocho días al aire libre en noches bastante frescas. Esta la dormiré en el castillo del príncipe Kaunitz, donde voy a descansar dos o tres horas. El ejército ruso no solo está derrotado, sino destruido”. Dos días después se mostró mucho más entusiasta y hablador; había comprendido plenamente el alcance de la derrota total causada a los ejércitos austro-rusos y era consciente de que su rotunda victoria iba a tener importantes consecuencias. Primero para Francia, donde se convirtió en un elemento fundacional de la leyenda napoleónica, y también para Europa, donde condujo a la ruptura de la Tercera Coalición, pero sin garantizar una paz duradera.

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