Barbarroja (III). El Grupo de Ejércitos Norte

Desperta Ferro Contemporánea

n.º 66
Noviembre 2024
operación Barbarroja, Grupo de Ejércitos Norte Leningrado
7,50€IVA incluido

Tras la contundente derrota sufrida por el Ejército Rojo en sus fronteras durante la última semana de junio de 1941, nada más iniciarse la Operación Barbarroja, la destrucción de la Unión Soviética debía ser una mera cuestión de semanas, tal y como habían predicho los planificadores alemanes. Sin embargo, las cosas no iban a tardar en complicarse, sobre todo para el Grupo de Ejércitos Norte del general Von Leeb, cuyo objetivo era Leningrado. Infradotadas en carros de combate y en aviación de apoyo, al menos en comparación con el resto de las fuerzas alemanas, las tropas que se dirigían hacia la cuna de la Revolución tenían primero que derrotar al enemigo en Estonia y Letonia y en el territorio entre los lagos Peipus e Ilmen, enfrentándose a desafíos que a la postre iban a resultar insuperables. El progreso hacia el norte supuso un alargamiento de su flanco oriental que los soviéticos aprovecharon de inmediato para lanzar violentos contraataques, en los que localidades como Velikiye Luki o Staraya Russa adquirieron un protagonismo destacado; tuvieron que enfrentarse a un terreno infernal, boscoso y pantanoso, donde los carros de combate, su baza principal, se atascaban y tardaban en alcanzar sus objetivos; y además, Von Leeb fue incapaz de unificar sus dos cuerpos motorizados –donde se encuadraban las divisiones Panzer–, para formar una sola y contundente masa de ataque. A cambio de esto tenían dos bazas a su favor. La primera era el Ejército finlandés, que tenía que lanzar una ofensiva desde el norte pero que a la postre se limitó a recuperar el terreno perdido durante la Guerra de Invierno de 1940, por lo que su presión sobre Leningrado apenas alivió a las fuerzas alemanas, que no tardaron en verse envueltas en violentos combates para cruzar la línea del Luga. La segunda era el frente naval, donde la Flota Bandera Roja del Báltico tuvo que abandonar todas sus bases para concentrarse en Kronstadt y Leningrado, lo que al menos alivió la situación logística de los invasores. No iba a ser suficiente, sobre todo cuando el alto mando alemán se enfrascó en intensas discusiones sobre el objetivo último a alcanzar, retrasando toda la operación.

Leningrado. Planes de defensa y ataque por Pritt Buttar

Leningrado. Planes de defensa y ataque por Pritt Buttar

En 1941, la ciudad de Leningrado –anteriormente conocido como San Petersburgo y después Petrogrado– aún se estaba recuperando de años de sufrimiento. Durante la Guerra Civil Rusa los inviernos habían sido tiempo de hambrunas regulares, y la urbe había sufrido las purgas estalinistas de la década de 1930. Sin embargo, como “cuna de la revolución” seguía siendo de vital importancia para el régimen, y no solo por razones políticas, también era el segundo centro industrial más importante de la Unión Soviética. Durante el periodo de entreguerras las fuerzas militares soviéticas se organizaron en distritos militares que, una vez iniciada una movilización, tenían que convertirse en frentes formados por varios ejércitos. A lo largo de las décadas de 1920 y 1930 el Distrito Militar de Leningrado tuvo una serie de comandantes ilustres y fue el lugar en que la Unión Soviética llevó a cabo buena parte de sus experimentos e innovaciones militares.

Cobeligerantes. Finlandia y la Operación Barbarroja por Vesa Nenye

Cobeligerantes. Finlandia y la Operación Barbarroja por Vesa Nenye

Aunque Finlandia emergió de la cruenta Guerra Civil que siguió a su escisión del Imperio ruso con el apoyo de los alemanes, los finlandeses no tardaron en mirar hacia sus vecinos nórdicos para establecer algún tipo de alianza defensiva que los protegiera de los acontecimientos políticos que se estaban desarrollando al sur y el este del mar Báltico. La creciente tensión europea y el acuerdo germano soviético de septiembre de 1939, del que siempre sospecharon, obligaron al Gobierno de Helsinki a enfrentarse solo a la invasión soviética del invierno de 1939-1940 y, aunque resistieron bien, al final tuvieron que ceder una parte importante de su territorio nacional a sus vecinos agresores. Durante los meses que siguieron, Finlandia, más inclinada hacia las potencias occidentales, decidió confiar en Alemania no solo para cubrirse de las revividas pretensiones expansivas de Moscú, sino también para recuperar el territorio perdido con ocasión de la Operación Barbarroja.

La Flota Bandera Roja del Báltico por Poul Grooss (Søværnets Officersskole/Forsvarsakademiet)

La Flota Bandera Roja del Báltico por Poul Grooss (Søværnets Officersskole/Forsvarsakademiet)

Cuando terminó la Guerra Civil, en términos generales la Flota del Báltico había sido aniquilada y era imposible que las dotaciones disponibles pudieran tripular adecuadamente los pocos barcos que quedaban. La instrucción y el mantenimiento eran muy deficientes y el suministro de combustible tan escaso que la flota no podía permitirse encender las calderas. En consecuencia, se vieron obligados a permitir que algunos antiguos oficiales de la Marina zarista siguieran ejerciendo sus mandos. La Marina tuvo que conformarse con los barcos de que disponía, hasta que en 1928 Stalin lanzó su ambicioso I Plan Quinquenal, que debía enderezar la apurada economía y ser un éxito político. Había que modernizar los escasos navíos supervivientes de la era zarista y el plan incluyó un limitado programa de producción de aviación naval y buques ligeros, relativamente fáciles de construir. No obstante, aunque se produjeron en grandes cantidades, la calidad del equipo no podía compararse con la de las potencias occidentales y los primeros ejercicios de la Flota del Báltico fueron desastrosos.

Heeresgruppe Nord. Objetivos, represión y fracaso por David Stahel (University of New South Wales)

Heeresgruppe Nord. Objetivos, represión y fracaso por David Stahel (University of New South Wales)

Para la invasión de la Unión Soviética Hitler dividió sus ejércitos en el este en tres grupos, de los que el más pequeño fue el Heeresgruppe Nord del Generalfeldmarschall Wilhelm Ritter von Leeb. Este tenía bajo su mando dos ejércitos –el Decimosexto y el Decimoctavo– y el Cuarto Panzergruppe del Generaloberst Erich Hoepner. Su misión era avanzar unos 750 km hacia el noroeste para tomar Leningrado a la vez que mantenía el contacto con el Heeresgruppe Mitte del Generalfeldmarschall Fedor von Bock con su flanco derecho. La fuerza ofensiva principal del Heeresgruppe Nord y pieza clave del éxito iba a ser el Panzergruppe de Hoepner, que debía lograr la penetración del frente y precipitarse hacia los puntos de cruce del Dviná cerca de Daugavpils. Desde allí la agrupación acorazada iniciaría la segunda fase del ataque, en dirección a Opochka donde, dependiendo de la situación general, avanzaría recto hacia el norte o viraría hacia el nordeste. El objetivo final era Leningrado.

Los mandos del Ejército Rojo en vísperas de Barbarroja por Roger R. Reese (Texas A&M University)

Los mandos del Ejército Rojo en vísperas de Barbarroja por Roger R. Reese (Texas A&M University)

Entre 1938 y 1941 el cuerpo de oficiales del Ejército Rojo se enfrentó a una caótica situación provocada por las purgas, la rápida expansión de las fuerzas armadas y la Guerra de Invierno contra Finlandia. Las primeras eliminaron a algo menos de diez mil mandos, entre ellos algunos de los pensadores militares de mayor nivel y muchos capitanes y tenientes al frente de compañías. La expansión del Ejército fue tan rápida que superó la capacidad del Comisariado del Pueblo para la Defensa para reclutar oficiales con los que completar un cuerpo ya escaso y, además, reemplazar a los que habían sido purgados. Tras haberse mantenido en torno a los 550 000 efectivos después del final de la Guerra Civil rusa, a partir de 1928 el Ejército Rojo empezó un proceso de expansión que iba a durar una década. Finalmente, la guerra contra Finlandia puso de manifiesto las deficiencias tácticas y las carencias de liderazgo y formación de los mandos.

A las puertas de Leningrado por Richard W. Harrison

A las puertas de Leningrado por Richard W. Harrison

Esta ciudad siempre ocupó un lugar central en los planes alemanes de conquista de la Unión Soviética. La directiva original de la Operación Barbarroja, firmada por Hitler el 18 de diciembre de 1940, exigía que, ante todo había que “destruir el grueso del Ejército ruso en el oeste del país por medio de audaces operaciones, enviando cuñas acorazadas en profundidad” y añadía que era “necesario evitar la retirada de unidades aún capaces de combatir hacia la vastedad del interior del territorio ruso”. En términos prácticos, esto significaba que el grueso de las fuerzas soviéticas al oeste del Dniéper y el Dviná Occidental debía ser destruido por medio de gigantescas batallas de cerco, que privarían al enemigo de la mayor parte de su ejército de preguerra. Una vez alcanzado el cauce superior del Dniéper, el Heeresgruppe Mitte desviaría sus fuerzas Panzer hacia el norte para ayudar en la captura de Leningrado y de la base naval de Kronstadt. Solo una vez alcanzados estos objetivos –continuaba la directiva– se dirigirían las fuerzas alemanas hacia Moscú.

Operación Beowulf por Robert Kirchubel

Operación Beowulf por Robert Kirchubel

Durante la Segunda Guerra Mundial, la Wehrmacht llevó a cabo muy pocos asaltos anfibios, por dos razones: la ausencia de interés y la falta de capacidad. La invasión naval más exitosa que ejecutó, trasladando tropas a bordo de mercantes y buques de guerra hasta unos puertos preestablecidos, fue contra Noruega en abril de 1940. La más ambiciosa que planificó, un asunto completamente improvisado que confiaba principalmente en barcazas como las que surcaban el Rin, fue León Marino contra Gran Bretaña, y, teniendo en cuenta lo compleja que fue la Operación Neptune, ejecutada cuatro veranos más tarde, podemos especular el tipo de desastre espectacular que habría sido. Es sencillo, la Wehrmacht de entreguerras no se esforzó en crear una doctrina, unos medios y una instrucción anfibios. La única incursión que prosperó con esta técnica fue la Operación Beowulf contra las grandes islas del litoral estonio; un asalto combinado y conjunto que los alemanes consideraron el equivalente operacional a cruzar “un río muy caudaloso”.

Colaboracionismo y antibolchevismo en los países bálticos por Meelis Maripuu (Eesti Mälu Instituut)

Colaboracionismo y antibolchevismo en los países bálticos por Meelis Maripuu (Eesti Mälu Instituut)

El 22 de junio de 1941 Lituania, y después, muy rápidamente, Letonia y Estonia, se convirtieron en campo de batalla. Una clave importante para entender el periodo de ocupación germana de estos países es que nunca hubo estado de guerra entre Alemania y ellos, porque, basándose en el principio de la debellatio, Berlín consideró que no existían, pues habían sido liquidados de facto por la invasión y anexión soviética; aunque, en contraposición a las atrocidades recién cometidas por los soviéticos, una parte importante de la población vio a los soldados alemanes como libertadores. La extrema rapidez inicial del avance de la Wehrmacht desencadenó, por toda la retaguardia soviética, la lucha armada de las fuerzas nacionalistas contra el régimen de ocupación comunista. En la misma intervinieron parcialmente los refugiados huidos de la ocupación soviética, entre los cuales Berlín empezó a buscar candidatos que pudieran colaborar con la administración local de los territorios lituanos, letones y estonios, a la vez que estos soñaban con recuperar algún tipo de independencia gracias al apoyo de Alemania.

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