Johnson y el problema de Vietnam por Edwin E. Moise (Clemson University)
Pese a que mantuvo la implicación americana en un nivel bajo, John F. Kennedy fue el primer presidente que envió una cantidad significativa de tropas a la Guerra de Vietnam. Tras su asesinato en 1963 el nuevo presidente, Lyndon Johnson, pudo continuar con esta política durante más de un año. Sin embargo, a primeros de 1965 decidió que la única manera de evitar una victoria comunista era un drástico incremento de la participación americana, de modo que a mediados de año estaba enviando tropas en masa y los Estados Unidos estaban, sin duda, en guerra. Todo ello sin que se hubiera producido consulta alguna al Congreso sobre esta escalada militar. El 8 de junio el presidente dio al general William Westmoreland, comandante norteamericano en Vietnam, autoridad para enviar fuerzas terrestres al combate y el número de tropas a su disposición aumentó rápidamente. El 1 de julio había cerca de 51 000 militares norteamericanos en Vietnam y en torno a 71 000 el día 15 del mismo mes. Para el 28, el presidente Johnson anunció que el número aumentaría rápidamente hasta los 125 000 y aún habría más incrementos.
1965, la política de Hanoi por Pierre Asselin (Hawaii Pacific University)
El comienzo de la intervención militar norteamericana en la Guerra de Vietnam, en la primavera de 1965, no sorprendió a los dirigentes de la República Democrática de Vietnam (RDVN), el “otro lado”, quienes aunque indudablemente no deseaban una guerra contra la que se podía afirmar que en ese momento era la maquinaria militar más sofisticada del mundo, eran conscientes de que esa posibilidad existía. Poco más de un año antes habían tomado la trascendental decisión de aumentar sustancialmente su apoyo a la insurgencia en marcha contra el régimen proamericano de Saigón, al sur del paralelo 17. Tras el incidente del golfo de Tonkín de agosto de 1964 y con la sensación de que cada minuto contaba, habían ordenado el despliegue de unidades de sus fuerzas armadas, el Ejército Popular de Vietnam (EPVN), para sumarse a la lucha.
Estrategia militar y pacificación en Vietnam por Otto Lehrack
Cuatro meses antes del incidente del golfo de Tonkín de 1964, inicio de la participación nortemaericana en la Guerra de Vietnam, el presidente Lyndon Johnson tomó una decisión trascendental al elegir al general William C. Westmoreland para dirigir el esfuerzo militar estadounidense. La doctrina de Westmoreland, como la de tantos otros oficiales del Ejército en ese momento, se centraba en el problema de combatir a la Unión Soviética en Europa y pensaba que si las tropas americanas tenían que combatir en Vietnam podría terminar la guerra rápidamente y marcharse si aplicaban un poderío militar abrumador. Pero nada más empezar la guerra hubo debates sobre estrategias alternativas. El general Westmoreland, con la complicidad del presidente Johnson y del secretario de Defensa, Robert McNamara, malgastó cuatro años y decenas de miles de vidas en un intento de convertir Vietnam en la guerra de desgaste que no era y, junto al tiempo y las vidas irrecuperables, también desperdició la buena voluntad del pueblo americano y su confianza en su Gobierno y sus militares.
Viet Cong. Organización y tácticas por Warren Wilkins (Center for Threat Awareness)
Más que un levantamiento de heroicos campesinos indígenas mal equipados y adiestrados, el Viet Cong fue un movimiento armado patrocinado por el comité central norvietnamita para derrocar al gobierno sudvietnamita y reunificar el país. Del mismo modo, no se trataba de unos simples luchadores en sandalias con unas habilidades innatas para la guerra, sino que, como casi cualquier fuerza armada organizada, fue el fruto de una filosofía cuidadosamente elaborada sobre la conducción de la guerra ofensiva y defensiva, reforzada por consignas pegadizas y cuyos soldados estuvieron preparados para combatir contra estados unidos, en 1965, gracias al ensayo repetitivo de las tácticas. Según sus propias fuentes, en la segunda sesión del XV Pleno del Comité Central del Partido Comunista de julio de 1959 los dirigentes comunistas norvietnamitas ratificaron una resolución “afirmando que la revolución vietnamita la lidera el Partido y tiene dos misiones estratégicas que perseguir en paralelo: la revolución socialista en Vietnam del Norte y la revolución democrática nacional popular en Vietnam del Sur”; misiones esencialmente diferentes pero íntimamente conectadas porque se influían, afectaban y apoyaban mutuamente.
Ia Drang ¿Una victoria sin precedentes? por Gregory Daddis (USMA, West Point)
Westmoreland pensaba que una actitud defensiva impediría cumplir con la misión y obtuvo permiso para adentrarse en áreas rurales con el fin de atacar al enemigo lejos de los centros de población. Consciente de que la presencia estadounidense en zonas densamente pobladas podría provocar problemas sociales y económicos, consideraba que sus tropas debían concentrarse en derrotar a las “unidades de la fuerza principal” mientras los aliados sudvietnamitas aseguraban y pacificaban a la población, de modo que entre agosto y septiembre, nada más llegar, destinó a 1.a División de Caballería a las Tierras Altas Centrales. El rumor de los helicópteros sobre el espeso bosque tropical y las densas praderas comenzó al mandar Kinnard a sus hombres hacia el oeste. Los combates en tierra fueron esporádicos pero intensos y parecía que, pese a las bajas, el enemigo mantenía la iniciativa. Eran los comandantes norvietnamitas quienes elegían cuándo plantar cara y cuándo perder contacto, pero al adentrarse la caballería aérea en las Tierras Altas Centrales, la batalla que a Westmoreland se le escurría, pronto se haría realidad.
La doctrina de la aeromovilidad en la Guerra de Vietnam por James H. Willbanks (U.S. Army Command and General Staff College)
La Guerra de Vietnam fue la “guerra de los helicópteros”, omnipresentes en todos los campos de batalla del país, tanto para trasladar a las tropas estadounidenses y sudvietnamitas al combate como para suministrar fuego de apoyo móvil, transportar suministros decisivos para los soldados sobre el terreno o evacuar a los heridos a instalaciones médicas. Estuvieron en todas partes –solo la 1.ª División de caballería contaba con más de 400 en su organigrama– y, aunque con el tiempo resultarían perfectos para la guerra en las selvas de Vietnam, aquel no fue el propósito inicial ni del helicóptero ni del ulterior desarrollo de la doctrina aeromóvil. Sin embargo estos, aunque habían sido creados para el campo de batalla de la era atómica, se convirtieron en la respuesta para enfrentarse al Viet Cong y al Ejército norvietnamita, pero se habían desarrollaron para el campo de batalla de la era atómica. A la larga, la movilidad aérea resultaría muy efectiva a nivel táctico, pero no podía ser un sustitutivo de una estrategia viable destinada a ganar los corazones y las mentes de la población rural vietnamita.
Combate y potencia de fuego por Warren Wilkins (Center for Threat Awareness)
Al tener que combatir contra una superpotencia militar, el Viet Cong y el EPVN se enfrentaron a una difícil elección: pegarse a las unidades de infantería norteamericanas para anular parte de su fuego de apoyo aéreo y artillero o adoptar una mayor distancia táctica y sufrir todos sus efectos; por lo general, sobrevivir era una alternativa franca e irrenunciable. El general Nguyen Chi Thanh, responsable hasta su muerte en 1967 de las actividades del Viet Cong en el sur, reconoció este extremo al ordenar a las fuerzas comunistas que se “agarraran al cinturón –de los norteamericanos– para combatirlos”. Enfrentado a un enemigo dispuesto a ello, el Ejército estadounidense trató de reconciliar la necesidad de fuego de apoyo con la de minimizar las bajas por fuego amigo. La infantería trabada en combates de proximidad podía pedirlo y asumir que a mayor proximidad, mayor riesgo; y los mandos de tierra en fuerte contacto podían optar, por supuesto, por no solicitarlo aunque en combates contra un enemigo numéricamente superior en condiciones tácticas desfavorables resultara funesto.
Dudas emergentes. Los inicios del movimiento contra la guerra por George J. Veith
El debate sobre las políticas norteamericanas a lo largo de la Guerra de Vietnam sigue vigente hoy en día, con viejas discrepancias que siguen obsesionando a Estados Unidos mientras trata de obtener conclusiones del pasado conflicto que resulten útiles hoy para Irak o Afganistán. Una diferencia fundamental es que durante la Guerra de Vietnam hubo protestas masivas que condenaron la política norteamericana, mientras que esa clase de problema interno no acompaña al debate sobre Irak o Afganistán, que no provocan, en general, la convulsión moral que generó Vietnam. ¿Cuál es el motivo? En el caso de Vietnam, a los aspectos políticos se les sumó la eclosión en ese momento de una contracultura juvenil que cuestionaba las pautas sociales norteamericanas y que produjo un nivel de disidencia hoy ausente. Los primeros movimientos contra la guerra provinieron de pequeños grupos políticos de izquierdas implicados en la causa antinuclear y la lucha por los derechos civiles; de modo que entre 1963 y finales de 1964 las protestas contra la guerra fueron escasas y circunscritas fundamentalmente a organizaciones neomarxistas muy minoritarias, como la Liga de Resistentes a la Guerra (WRL, War Resisters League) y la Hermandad de la Reconciliación (Fellowship of Reconciliation), que no atrajeron demasiada atención mediática ni adhesión popular. En realidad, la mayor parte de las dudas iniciales sobre la idoneidad de la política norteamericana en el sudeste asiático partieron de los principales periódicos norteamericanos, como el New York Times o el Washington Post.
Y además, introduciendo el n.º 7: Stalingrado y los planes para la Operación Urano por David M. Glantz
Durante los meses previos a octubre, Stalin, Zhúkov y Vasilevski habían insistido en que sus fuerzas en la región de Stalingrado derrotaran y destruyeran al Sexto Ejército alemán rodeándolo con penetraciones superficiales desde las regiones de Kotluban y Beketovka, al noroeste y al sur de la ciudad respectivamente. Calificados como “la vieja solución”, estos envolvimientos cortos, con contingentes de entre tres y cinco ejércitos fallaron estrepitosamente en cuatro ocasiones y con muy graves pérdidas para los atacantes. A primeros de octubre el general Yeriómenko, comandante del Frente de Stalingrado, que se oponía enérgicamente a conducir otra previsible carnicería, sugirió, literalmente en la víspera de la quinta intentona, una nueva solución a este viejo problema. Basada en la debilidad de las fuerzas rumanas contrincantes, la “nueva solución” de Yeriómenko recomendaba rodear a todas las fuerzas del Eje en Stalingrado, para lo que proponía primero una operación de ruptura contra las fuerzas rumanas que defendían el Don en el noroeste de la ciudad y en la región de los lagos al sur y, posteriormente, una incursión a gran escala de los cuerpos de caballería, en cooperación con fuerzas mecanizadas, que se encontrarían en Kalach del Don, a la espalda del Sexto Ejército. El general Zhúkov, adjunto a Stalin en el Alto Mando Supremo, aceptó la idea de Yeriómenko de un envolvimiento más amplio y reforzó significativamente los contingentes adscritos para materializarla, dando lugar a lo que sería el plan de la Operación Urano.