“Verdún, 1916. La estrategia de desgaste en acción” por Robert T. Foley (King’s College)
La batalla de Verdún fue mucho más que una ofensiva planeada con la simple intención de conquistar territorio. La idea del general Falkenhayn, jefe del Estado Mayor General alemán, pudo haber sido mucho más lúgubre: desangrar al ejército francés para obligar a uno de sus enemigos a abandonar la coalición de la que formaba parte y la guerra. Para ello fueron fundamentales tanto la elección del sitio en que se atacaría, como la planificación del asalto. Sin embargo, las cosas no saldrían como los alemanes esperaban, y aunque el ejército francés nunca se recuperaría, tampoco abandonó la lucha.
“La apoteosis de la guerra de trincheras” por Jonathan Krause (University of Oxford)
Las trincheras fueron sin duda una de las imágenes típicas de la Primera Guerra Mundial, sobre todo en el frente del oeste. Sin embargo, los grandes sistemas defensivos de Verdún no aparecieron de la noche a la mañana. Empleadas desde los primeros compases de la guerra, las trincheras sufrieron una lenta evolución durante los golpes y contragolpes que se propinaron los contendientes, mejorando tanto su organización y construcción como las técnicas que se emplearon para arrebatárselas al enemigo. Uno de los personajes clave en lo que a la creación y empleo de las trincheras fue el general Philippe Pétain, quien recibió el mando en la batalla de Verdún justo durante la primera ofensiva alemana, y desarrolló los sistemas y cálculos necesarios para dar a estas fortificaciones de campaña toda la eficacia posible.
“Operación Gericht” por Paul Jankowski (Brandeis University)
El 21 de febrero de 1916, tras un bombardeo relativamente corto pero extremadamente preciso y que puso en juego un número extraordinario de morteros, obuses y cañones, los alemanes desencadenaron la operación de asalto contra Verdún. Desangrar u ocupar, fuera cual fuera la intención del mando, lo que siguió fueron combates de una extrema dureza que hicieron entrar en la leyenda lugares como el Bois des Caures, la Côte du Poivre o el Fort Douaumont. Empleando ingenieros de asalto en vanguardia, equipados con armas tan terroríficas como el lanzallamas, los alemanes necesitaron tres días para expulsar a los franceses hasta su segunda línea, y dos más para llegar a su punto de máximo avance, conquistando de paso uno de los emblemáticos fuertes del cinturón defensivo de la ciudad.
“La artillería en Verdún” por Bruce Gudmundsson (Marine Corps University)
La artillería fue el arma por excelencia de la batalla de Verdún. Desde los primeros ensayos, en combates como los de Vailly y Vregny, donde se pudieron comprobar tanto las capacidades de los obuses y morteros alemanes como las de los cañones franceses, el empleo de la artillería fue alcanzando una importancia cada vez mayor. Obuses como el Krupp de 211mm o morteros como el Minenwerfer de 170mm fueron clave en la ejecución del asalto alemán, mientras que inicialmente, con sus cañones Lahitolle de 95 mm y De Bange de 155 mm, los franceses se vieron en desventaja tanto cualitativa como numérica. Sin embargo, las cosas irían cambiando.
“La lucha por Fort Vaux” por Matthias Strohm (University of Buckingham)
Tras la toma de Fort Douaumont las fortificaciones que rodeaban Verdún se convirtieron en un blanco señalado, no tanto por su capacidad ofensiva o defensiva sino como por su utilidad como depósitos seguros cerca del frente y por su significado moral y simbólico. Aunque era el más pequeño, Vaux sería uno de los más importantes de la lista, en parte gracias a la heroica resistencia del comandante Raynal y sus hombres. La agonía de la sed, de los bombardeos, del hacinamiento, de las luchas contantes contra los gases y los lanzallamas en los pasillos subterráneos; tras la lenta y constante pérdida de posiciones a lo largo de seis días, sin apenas comunicaciones con el exterior y sin que los diversos intentos de expulsar a los alemanes del entorno de la posición tuvieran éxito, los defensores se vieron finalmente abocados a la rendición, pero para entonces ya habían entrado en la leyenda de la batalla de Verdún.
“El soldado de Verdún” por Bruno Cabanes (Ohio State University)
Más allá de los combates, los soldados de la batalla de Verdún cobraron importancia propia y singular, diferente de la que tuvieron los soldados de otras batallas. Quien no había estado en Verdún no había combatido en la guerra, se llegó a decir en Francia, tal vez por eso los recuerdos son tan numerosos. Uno de los elementos más importantes de esta batalla fue la “noria”, el sistema por el que las unidades iban sustituyéndose en primera línea hasta que gran parte del ejército galo pasó por aquella experiencia, terrible e igualitaria a la vez. Se llegó incluso a decir que era necesaria una cierta cantidad de bajas, para ser relevado, reduciendo el tiempo de estancia a un rango secundario. Los soldados alemanes, por su parte, hablaban más directamente de que la unidad debía ser “reducida a cenizas” antes de poder abandonar aquel frente, pues ellos permanecieron mucho más tiempo en el sector que les había tocado.
“Las contraofensivas francesas” por Robert Doughty
Los diez meses de Verdún dieron ocasión a que aquella fuera una batalla pendular, que se inició con los seis días del ataque alemán sobre el paisaje de nevado de febrero, y terminó con el último contraataque francés, sobre los barrizales igualmente cubiertos de nieve de diciembre. Aunque durante la batalla se sucedieron múltiples golpes y contragolpes, al final, tras los progresos germanos, las contraofensivas galas fueron dos, una en octubre y otra en diciembre. Batallas cortas, permitieron que se recuperaran muchas de las posiciones clave conquistadas anteriormente por los atacantes, entre ellas los fuertes de Vaux y Douaumont, pero sobre todo, hicieron pensar a los franceses que habían dado con la fórmula para desbloquear la guerra y devolverle la maniobrabilidad. Craso error.
“La Vía Sagrada. Función y Legado” por François Cochet (Université de Lorraine à Metz)
En la guerra moderna la logística lo es todo, pues es imprescindible alimentar la batalla, una regla perfectamente aplicable, incluso especialmente, a Verdún. La artillería disparó cientos de miles de proyectiles, los hombres tenían que llegar al frente, comer, beber, armarse y, al final, abandonar sus posiciones, ya heridos ya ilesos, en busca de nuevos destinos; y a diferencia de la ventaja que tuvieron los alemanes, cuyo frente rodeaba la asediada ciudad y en consecuencia les permitía diversos caminos de acceso, los defensores de la posición francesa dependieron en todo momento de una sola ruta logística: la Vía Sagrada, encajada entre las posiciones alemanas en Saint Mihiel y los avances de sus ejércitos en la orilla izquierda del Somme.
Y además, introduciendo el n.º 14: “Afganistán inexpugnable, historia de un campo de batalla” por Jules Stewart
Situada en la encrucijada entre las estepas de Asia Central, Oriente Medio y la India, Afganistán ha sido, desde la Antigüedad hasta la actualidad, una ruta estratégica codiciada por algunos de los conquistadores más conocidos de la historia, como Alejandro Magno, Gengis Kan e imperios como el británico y el ruso. Los afganos, pese a sus divisiones tribales y etno-linguísticas, han sido celosos de su independencia y han convertido el país en un territorio imposible de controlar de forma duradera desde el exterior. Estos rasgos históricos siguen vigentes en el campo de batalla activo que es hoy Afganistán y que se tratará en nuestro próximo número de Desperta Ferro Contemporánea.