El asedio de Tobruk en 1941 puede entenderse desde un doble punto de vista. Por un lado, fueron los alemanes quienes intentaron tomar, en abril, la fortaleza, y quienes la asediaron después, bombardeándola y tratando de cortar sus comunicaciones marítimas mientras preparaban el asalto definitivo. Por otro, fueron los británicos los sitiadores, pues sus líneas de comunicación a Egipto eran mucho más seguras, y Tobruk nunca quedó desabastecida del todo, mientras que el Afrika Korps de Rommel, amenazado tanto de frente como desde la retaguardia y atacado en varias ocasiones, se vio obligados, finalmente, a volver a su punto de partida.
La guerra de Wavell por Douglas Porch (Naval Postgraduate School)
El inicio de 1941 sorprendió a los británicos inmersos en una guerra que apenas eran capaces de sostener. La interpretación histórica tradicional sobre el Mediterráneo en la Segunda Guerra Mundial sostiene que este fue un “teatro de operaciones sobrevenido”, un encontronazo no planeado promovido por la “guerra paralela” de Mussolini –una estrategia nebulosa dirigida a expandirse más allá de lo que el Duce llamó la “prisión mediterránea”–. Sin embargo, estudios más recientes sugieren que, mientras que el conflicto había llegado a una especie de punto muerto en el norte de Europa, tanto Churchill como el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt consideraron que el mar interior podía ser el lugar en que los anglo-norteamericanos serían capaces de combatir al Eje con cierta ventaja.
La ofensiva de Rommel hasta Tobruk por Julian Shales
Tras su llegada a África, Rommel pensó en seguida en lanzarse al ataque, sobre todo contra un enemigo que, tras sus espectaculares triunfos entre diciembre de 1940 y febrero de 1941 (Operación Compass), había quedado muy debilitado por la necesidad de enviar tropas a otros escenarios. Los alemanes aprovecharon pues la tenue defensa británica en Cirenaica para lanzarse a la conquista de la región, repeliendo a los británicos y australianos hasta Tobruk, donde se atrincheraron y resistieron, un hecho que tuvo mucho que ver con que su derrota inicial no fuera tan absoluta, ni las bajas que sufrieron tan elevadas como se ha dicho en muchas ocasiones.
Tobruk, la vida bajo asedio por Robert Lyman
Los desafíos presentados por el entorno natural de Tobruk fueron considerables, y el más importante de ellos, para quienes no podían disponer de los puestos fortificados, trincheras hormigonadas y búnqueres subterráneos preparados por los italianos, o de las cuevas naturales, era tratar de sobrevivir en la hostil costra rocosa que era la ancha parcela de desierto que se extendía dentro del perímetro, en la que resultaba difícil excavar algo más profundo que los meros arañazos en que consistían los cráteres de los proyectiles de artillería. La solución más habitual fue construir refugios de roca en torno a dichos agujeros superficiales y, en breve, los amontonamientos de piedras se convirtieron en evidentes delatores de la ubicación en que se posicionaban secciones y compañías. En particular, fueron las unidades de artillería, de campaña y antiaérea las que se vieron obligadas a vivir, como trogloditas, en estos inconfortables hogares temporales, que además debían compartir con diversas criaturas entre las que se incluían gran cantidad de ratas, pulgas y moscas.
Los combates en Sollum y el paso de Halfaya por Filippo Cappellano (Ufficio Storico dell’Esercito italiano)
La llegada del convoy Tiger en mayo de 1941, con 295 carros de combate y 53 cazas Hurricane, permitió al general Wavell preparar un ataque contra las posiciones italo-germanas en la zona halfaya-sollum, con el fin de alcanzar Tobruk y romper el cerco. Las fuerzas disponibles para la Operación Brevity todavía eran limitadas. Para el ataque del 15 de mayo, la 7.ª División Acorazada iba a disponer de veintinueve carros crucero y la 22.ª Brigada de Guardias de veinticuatro Matilda II. Enfrente, los defensores del coronel Von Herff dispondrían de una compañía motociclista y otra de panzerjäger, un batallón de reconocimiento, otro de Flak y el 12.º Batallón de Bersaglieri. Más adelante, al ser informado de la ofensiva, Rommel enviaría un batallón acorazado.
Tácticas acorazadas en Tobruk por Dick Taylor
Las carencias de los carros de combate británicos iban a quedar inmisericordemente al descubierto por los medios acorazados alemanes, no porque su blindaje fuera superior –eso es un mito– sino por las tácticas utilizadas por los germanos en la lucha a campo abierto. Estos utilizaron sus tanques para atraer a los británicos, llevándolos ante una pantalla de piezas contracarro bien situadas entre las que se incluía el nuevo, y superior, Pak 38 de 50 mm, y con frecuencia el tristemente célebre Flak 18/36 antiaéreo de 88 mm, usando como cañón antitanque de largo alcance. Una y otra vez, los británicos fueron incapaces de resistirse a la tentación de correr en persecución de los alemanes, en aparente retirada, para acabar atravesados por el fuego defensivo de las piezas enemigas. Ahora bien, si cambiaban las tornas y eran los británicos los que pasaban a la defensiva, ¿serían capaces de trocar esta fórmula y atraer a los carros de combate enemigos a la destrucción frente a posiciones cuidadosamente preparadas y camufladas? Tobruk iba a darles la oportunidad de intentarlo.
La Operación Crusader y la reacción de Rommel por Bruce Gudmundsson (Marine Corps University)
El lunes 17 de noviembre de 1941, el Panzergruppe Afrika se hallaba en muy buenas condiciones. Sus depósitos estaban llenos de víveres, combustible y munición, y las unidades que lo componían tenían la totalidad de sus efectivos. Además, tras siete meses de servicio activo en libia, estaba dirigido por hombres que habían aprendido a dominar el arte de combatir en el desierto. El material que armaba y equipaba a las dos divisiones Panzer del Afrika Korps, la principal fuerza de choque del panzergruppe, era de los mejores del mundo, con poderosas armas contracarro y tanques bien preparados para ejecutar las tácticas fluidas, colaborativas e imprevisibles propias del Ejército alemán. Sin embargo, los británicos estaban a punto de desencadenar una ofensiva que pondría de relieve y se aprovecharía de las carencias que tenían los alemanes, por ejemplo, el deterioro de sus fuentes de información o la propia personalidad de Erwin Rommel, su comandante en jefe.
La doctrina Corbett y la guerra contra las líneas de comunicaciones por Douglas Porch (Naval Postgraduate School)
Julian Corbett quiso situar la historia marítima dentro de un contexto político, económico y estratégico más amplio; trató de extraer de la historia de la guerra naval los principios que sirvieran para valorar hasta qué punto influía en el resultado de una contienda el despliegue de poder marítimo y afirmó que el entorno podía ser controlado de forma fragmentaria y solo durante breves periodos. Por ello, se le ha considerado como el Clausewitz del poder naval. Corbett defendía la concentración del poder naval para apoyar y alimentar una guerra expedicionaria, y la importancia que adquirió en el campo del comercio marítimo y en el del transporte y el suministro de tropas queda muy bien reflejada en el escenario europeo. La preocupación de Corbett por la vulnerabilidad de las comunicaciones por mar a causa de desafíos tecnológicos como el poder aéreo o los submarinos influyó mucho en Winston Churchill, primer ministro británico durante los años de guerra.
Y además, introduciendo el n.º 26: Las tácticas de artillería del Oberst Bruchmüller por Bruce Gudmundsson (Marine Corps University)
De los miles de artilleros que desempeñaron su labor durante la Primera Guerra Mundial, solo uno, Georg Bruchmüller, ha alcanzado la fama. Lo que convirtió a Bruchmüller en un virtuoso fue su habilidad para utilizar las tácticas preexistentes en el momento y el lugar apropiados, una capacidad que, por otro lado, dependía del conocimiento que tuviera sobre las circunstancias más que de cuestiones puramente mecánicas. Por ejemplo, sabía lo suficiente sobre psicología humana para darse cuenta de que la clave de la barrera de fuego móvil era la cercanía a la que la seguía la infantería atacante, por lo que trabajó sobre ambos extremos del problema: la fiabilidad de la artillería y la confianza de la infantería.