Tebas y la Confederación beocia por Adolfo Domínguez Monedero (Universidad Autónoma de Madrid)
La derrota de Atenas en Egospótamos (405 a. C.) supuso el último y desesperado intento de los atenienses, si no para ganar la Guerra del Peloponeso, sí al menos para retrasar un poco más lo inevitable e incluso para poder negociar, si era necesario, las condiciones del final de la misma con una pequeña ventaja. En este artículo el profesor Domínguez, reconocido experto en la historia de Grecia antigua, analiza la evolución política de la Hélade en los años que suceden a la Guerra del Peloponeso, y cómo conducen a una situación ventajosa para Tebas, que esta fue capaz de aprovechar.
Tebas victoriosa, ¿una hegemonía efímera? por Samuel Gartland (University of Oxford)
El periodo comprendido entre las batallas de Leuctra (371 a. C.) y Mantinea (362 a. C.) se ha considerado tradicionalmente como el de la hegemonía de Tebas sobre la Grecia continental. Un corto lapso de tiempo que también ha sido interpretado como un cierto fracaso, el de una ciudad que trató de dominar los asuntos helenos como habían hecho Atenas o Esparta durante los dos siglos anteriores, pero sin igualar su ejemplo, incapaz de superar su dependencia de un par de comandantes capaces cuya muerte señaló el fin de su hegemonía. El profesor Gartland, por el contrario, propone en este artículo una novedosa visión de los hechos que, prescindiendo de la tradición y tomando en cuenta la problemática de las fuentes, interpreta de forma muy distinta el fenómeno del ascenso de Tebas.
Las confederaciones beocias en época clásica por José Pascual (Universidad Autónoma de Madrid)
Tebas, la principal ciudad de Beocia, una de las regiones más importante de cuantas conformaban la antigua Grecia, llegó ser durante un corto número de años en el siglo IV a. C. la potencia más destacada de la Hélade, y puede considerarse peculiar tanto en su configuración geográfica como en su evolución política, muy diferente en todo caso a la vecina Atenas, con la que compartía una larga frontera meridional.
Las tácticas de Epaminondas por Roel Konijnendijk (University of London)
En el campo de batalla de Leuctra, en 371 a. C., los tebanos lograron lo que ningún otro griego había conseguido desde hacía un siglo: derrotar al ejército espartano en campo abierto. Nueve años más tarde, en Mantinea, repitieron la proeza, y el general fue el mismo en ambos casos, Epaminondas, quien de hecho pereció en el segundo de estos enfrentamientos pero obtuvo, al tiempo, fama imperecedera. Aún hoy día se le recuerda como uno de los mejores generales de la historia pero, ¿cómo logró tal propósito? ¿Y qué tácticas empleó para humillar el orgullo de Esparta?
El Batallón Sagrado de Tebas por Fernando Echeverría Rey (Universidad Complutense de Madrid)
Invicta durante cuatro décadas, esta unidad de élite del ejército tebano formada por 300 hombres entrenados y mantenidos con fondos públicos participó en las principales batallas de la época hasta su aniquilación por Filipo II en la batalla de Queronea.
Ejércitos de lino por Gregory S. Aldrete (University of Wisconsin-Green Bay)
Probablemente la imagen más habitual del guerrero griego antiguo es la de un hombre revestido de recio bronce, ataviado con sólido casco broncíneo, grebas y coraza. Y en efecto, este tipo de protecciones eran frecuentes, pero también existió otro tipo común de armadura que fue usada por combatientes de todo el Mediterráneo y que estaba fabricada a partir de un material mucho menos evidente: la tela de lino. En la antigua Grecia, a este tipo de armadura se le llamaba linothorax, término compuesto formado a partir de las palabras “lino” y “coraza”. Algunos de los más grandes guerreros del mundo antiguo, como Alejandro Magno, llevaron linothorax, mientras que muchos de los ejércitos más afamados, incluyendo a griegos, persas, macedonios, cartagineses y etruscos, también lo emplearon habitualmente.
El trofeo griego. La memoria y el símbolo de la victoria en el campo de batalla por María del Mar Gabaldón Martínez (Universidad CEU-San Pablo)
Yo le digo a los dioses protectores de nuestro país […] que, si bien nos suceden las cosas y la ciudad se salva, hago el voto de rociar con sangre de ovejas los hogares de las deidades, y de hacer en honor de los dioses sacrificios de toros, y erigir un trofeo con las vestiduras de los enemigos y dedicar a los santuarios el botín conquistado en la lucha y cubrir el acceso a los templos con los vestidos del enemigo. (Esquilo, Los Siete contra Tebas, 272-278). En este artículo, la profesora Gabaldón analiza el origen, morfología y significado político y cultural del trofeo en la Grecia Clásica, donde asumió un enorme protagonismo solo comprensible tras el conocimiento del contexto en el que se desarrolló este curioso fenómeno.
Y además, introduciendo el n.º 38: La Guerra de los Cien Años (II): Poitiers, La Guerra de Sucesión Bretona por Frédéric Morvan (Centre d’Histoire de Bretagne)
Esta contienda, que se enmarca dentro de la Guerra de los Cien Años, comenzó cuando los reyes de Francia e Inglaterra ya llevaban cuatro luchando, y su desencadenante fue la muerte en Caén el 30 de abril de 1341 de Juan III, duque de Bretaña y amigo y cuñado de Felipe VI. En este artículo, el especialista F. Morvan relata los hechos que definieron este conflicto por la corona en la Bretaña francesa, y que claramente se identifica como una ramificación de la Guerra de los Cien Años.