Tras llegar hasta el mar y cortar en dos el territorio de la República, a Franco se le presentan tres opciones. Primero, seguir avanzando hacia Barcelona y ocupar toda Cataluña y cerrar la frontera con Francia, aprovechando que el Ejército del Este republicano está muy baqueteado; segundo, volver al viejo planteamiento de atacar Madrid, lo que sin duda supondría un intenso redespliegue de sus ejércitos; y en tercer lugar atacar hacia Valencia, desde donde, una vez conquistada tan emblemática ciudad y su puerto, podría cortar la línea de suministro a Madrid y separar más todavía las dos zonas republicanas. La ofensiva de Valencia 1938 será la opción elegida, y su resultado una serie de intensísimos combates tanto en las sierras interiores del Maestrazgo como en sus estribaciones costeras de la provincia de Castellón, asaltos brutales por terrenos montuosos, construcción acelerada de posiciones defensivas fortificadas, reorganización constante de los cuerpos de ejército y divisiones para mantener el ritmo de ataque o detenerlo, todos ellos son elementos fundamentales de la historia de estos combates, que otorgarán a la República una victoria defensiva fundamental, un balón de aire que permitirá el lanzamiento de la ofensiva del Ebro, otro de los momentos culminantes de la Guerra Civil española.
Después de Teruel. Disyuntivas estratégicas por Hernán Rodríguez Velasco
El 15 de abril las tropas rebeldes dirigidas por el coronel Alonso Vega alcanzaron el mar por Vinaroz (Valencia 1938) y coronaron la campaña ofensiva más exitosa de la Guerra Civil. En poco más de un mes se habían arrebatado al enemigo más de 15 000 km2, que se extendían por las provincias de Aragón, Tarragona, Castellón y Lérida y, lo que es aún más importante, habían partido en dos el territorio republicano. En palabras de Miguel Alonso Baquer, la decisión de Franco “de acudir hacia Valencia es la suma de dos negaciones”, la de no operar sobre territorio catalán ni sobre Madrid. Nadie ha ofrecido hasta hoy argumentos a favor de Valencia, que fue elegida por descarte.
La carrera hacia el mar por Fernando Puell de la Villa (Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado – UNED)
Nada menos que siete cuerpos de ejército republicanos habían participado en la batalla de Teruel: dos pertenecientes al Ejército de Levante, a las órdenes del general de brigada Juan Hernández Saravia, y cinco al de Maniobra, mandado por el coronel Leopoldo Menéndez López (ambos recién ascendidos a estos empleos como recompensa a su destacada intervención en la citada batalla), que agrupaban un total de trece divisiones –integradas por unos 100 000 hombres, con 500 piezas de artillería y 250 aviones– si bien algunas de ellas muy castigadas o en trance de reorganización. Enfrente, Franco disponía de más de 150 000 efectivos encuadrados en las cuatro grandes unidades que habían recuperado Teruel: el Cuerpo de Ejército Marroquí; el de Galicia; el de Castilla y la División de Caballería del coronel José Monasterio Ituarte; a los que pronto se sumaría el italiano Corpo di Truppe Volontarie (CTV).
La cuestión naval durante la ofensiva por Michael Alpert (University of Westminster)
La división en dos de la zona republicana subrayó la importancia de las comunicaciones marítimas entre las dos regiones, la de Cataluña y la del centro-sur, y también puso de relieve el problema de cómo asegurar el transporte de armamentos, alimentos y materias primas a los puertos republicanos del Mediterráneo, más el de las exportaciones de las dos zonas, y el de las comunicaciones gubernamentales y el movimiento de personal militar y civil. El resultado fue un incremento significativo de bombardeos franquistas a barcos que se acercaban a, o se encontraban dentro de, los puertos mediterráneos republicanos.
La ofensiva hasta Castellón por Juan Carlos Cortés Hidalgo
Con arreglo al orden de batalla, las misiones que las unidades nacionales tenían encomendadas fueron las siguientes: el Cuerpo de Ejército de Galicia, cuyas órdenes fueron cambiadas el 8 de mayo por el general Aranda, pretendía fijar un frente defensivo en la costa y llevar el esfuerzo más al interior, a la zona de Catí; el Cuerpo de Ejército de Castilla del general Varela continuaría con la misma que ejecutaba desde el 18 de abril y, por su parte, el Destacamento de Enlace tenía encomendada la misión de progresar hacia Mosqueruela y romper el frente en dos puntos, a fin de envolver a las fuerzas republicanas que se encontraban a caballo de la carretera de Castellfort (Valencia 1938), y a continuación debía contener los intentos de contraataque provenientes de la región de Ares mientras continuaba el avance hacia La Iglesuela del Cid para cortar las comunicaciones de las unidades enfrentadas a los dos cuerpos de ejército.
Línea XYZ. El impenetrable muro de Levante por Carlos Mallench Sanz y Blas Vicente Marco
Inmediatamente conocida la dirección de avance de las tropas del Ejército del Norte franquista, se constituía el Grupo de Ejércitos de la Región Central (GERC) al mando de José Miaja y se pasaba a plantear una batalla de carácter defensivo. La primera medida fue una orden en la que se hacía constar que “la misión que hasta nueva orden se asigna a los diferentes ejércitos, es la defensiva”. Para ello, los jefes de ejército organizarían una defensa en profundidad, estableciendo urgentemente un plan de fortificación pertinente, en el que tomarían parte los elementos civiles. En el citado plan se iban a definir una serie de líneas defensivas sucesivas. Se desarrolló la de Oropesa; la del Palancia, conocida como la Intermedia; y la Puig-Carassoles, también conocida como Inmediata. Pero entre ellas destacó la Línea XYZ o Matallana, en honor al militar que la diseñó, Manuel Matallana Gómez, coronel jefe de Estado Mayor del GERC.
El fracaso ante Valencia por Carlos J. Medina Ávila
El avance nacional había continuado inexorablemente, pero ralentizado por la dureza del terreno y la enconada resistencia republicana. Tras varios días de feroces combates, el 14 de junio, Castellón de la Plana (Valencia 1938) se había rendido a las fuerzas del general Aranda y Villareal era tomado al día siguiente por las tropas del coronel Alonso Vega, lo que consolidó la posesión de la capital levantina. La situación del Gobierno republicano es muy precaria. Valencia, amenazada, es de importancia vital para la República. Su caída dejaría a Madrid sin suministros y supondría el desplome de todo el territorio republicano en el centro y el sur peninsular, lo que obligaría a la rendición. El 18 de junio, el Estado Mayor del Ejército de Levante emite una orden general de operaciones para la defensa a toda costa y el refuerzo del dispositivo defensivo del teatro de operaciones delimitado por la costa mediterránea y las tierras altas turolenses. Su finalidad es detener la penetración de las unidades franquistas hacia el sur mediante una defensa elástica, que les produzca tal desgaste que obligue al mando nacional a renunciar a sus propósitos.
Valencia, ciudad de retaguardia por Antonio Calzado Aldaria (Universitat de València)
Desde principios de noviembre de 1936, Valencia se convirtió en la capital de la República y en el foco de atención de una guerra civil profundamente internacionalizada. Con todo, siempre sería, según el escritor soviético Ilya Éhrenburg, una “capital artificial e inverosímil”. Se fraguó en estos meses una imagen frívola de la ciudad (y del territorio valenciano) como un “Levante feliz”, especialmente por su intensa vida nocturna. Sin embargo, la capitalidad y el flujo de refugiados habían provocado problemas de vivienda, de convivencia y puntuales desabastecimientos alimenticios. Así se entiende que cuando, el 31 de octubre de 1937, el Gobierno republicano anunció su traslado a Barcelona, predominara el sentimiento de alivio.
Y además, introduciendo el n.º 28: Gerhard Schmidhuber, defensor de Pest por Krisztián Ungváry
Nacido el 9 de abril de 1894 en Dresde, el 1 de abril de 1914, Gerhard Schmidhuber se alistó por un año como voluntario en el Ejército sajón, pero terminaría sirviendo durante toda la Primera Guerra Mundial en su 12.º Regimiento, en el frente occidental. El 16 de abril de 1916 fue nombrado Ordonnanzoffizier del 3.er Batallón y, como tal, participó en las batallas junto al Aisne y el Somme. El 12 de diciembre de 1917 ascendió a Regimentsadjutant, pero por temporadas también dirigió la compañía de morteros del regimiento. Schmidhuber abandonó el ejército tras la desmovilización de 1920, encontró un empleo como comercial y el 29 de septiembre de ese mismo año se casó con la ciudadana inglesa Helene Baumfelder. En 1933 fue llamado a filas, primero como oficial del Landwehr (“milicia territorial”), y un año después ascendió a capitán.