La Kaiserschlacht, la gran “batalla del emperador”, fue, probablemente, una de las encrucijadas de la Primera Guerra Mundial. El 21 de marzo de 1918 los alemanes desencadenaron una inmensa ofensiva que rompió el frente aliado, destruyó una unidad tras otra y a punto estuvo de llevarles a expulsar a los británicos al Canal, a conquistar París y a obtener la victoria. Esto mismo había sucedido antes, durante la ofensiva que inició la guerra en 1914, por lo que no es raro que a franceses y británicos les entrara el pánico al ver repetirse los acontecimientos. Sin embargo, este primer ataque de 1918 se malogró, como iban a hacerlo los de abril, mayo, junio y julio del mismo año; a diferencia de lo sucedido cuatro años atrás, cuando la derrota germana fue la puerta de una contienda larga y cruenta, el fracaso de Kaiserschlacht supuso la derrota final de Alemania.
1918, el año decisivo por Matthias Strohn (University of Buckingham)
Puede decirse, por muchos motivos, que 1918 fue el año más importante de la historia del siglo XX. Fue el año que puso por fin término al llamado “largo siglo XIX”. Sin los trastornos creados por la Primera Guerra Mundial –y en particular por su resultado– el mundo de hoy sería muy distinto. Solo hay que imaginar, por un breve instante, que la Alemania imperial hubiera ganado la guerra en 1918. Entonces Europa habría caído bajo su dominio, tal vez directo, tal vez indirecto por medio de su poder económico. Por otro lado, Hitler no habría sido Führer y la humanidad se habría evitado una segunda, y todavía más devastadora, guerra mundial. Las decisiones tomadas en 1918 y los acontecimientos que tuvieron lugar ese mismo año han tenido una influencia directa, no solo en Europa sino en el planeta entero.
Operación Michael por Matthias Strohn (University of Buckingham)
La Operación Michael fue la primera y la más poderosa de las cinco ofensivas desencadenadas por el ejército alemán en el frente occidental entre marzo y julio de 1918. Estas acciones fueron el último intento germano de ganar la guerra antes de que la creciente presencia estadounidense cambiara las tornas en su contra de una vez por todas. No solo se la conoce con este nombre, sino que también ha sido denominada ofensiva de San Quintín o segunda batalla del Somme, los franceses la llamaron segunda batalla de Picardía, y de forma extraoficial, los alemanes la denominaron Kaiserschlacht, la batalla del emperador.
El triunfo de la aviación de combate por James S. Corum
Entre 1914 y 1917, el papel y las misiones de la aviación sufrieron una gran transformación. Al inicio de la guerra la única función de las fuerzas aéreas era el reconocimiento, pero para finales de 1917, tanto alemanes como aliados desplegaban unidades especializadas para diversas misiones, como el bombardeo a larga distancia, el ataque a tierra, el combate contra otros aviones y la defensa antiaérea terrestre. Funciones muy difíciles de imaginar en 1914 eran ahora un componente fundamental de las operaciones: de hecho, durante Kaiserschlacht, una parte importante del esfuerzo aéreo se dedicaba a proveer apoyo aéreo directo a las fuerzas de tierra y los alemanes estaban, incluso, desarrollando un cuerpo de aviones blindados de ataque al suelo
La creación de un mando único aliado por Michaël Bourlet (Écoles militaires de Saint-Cyr Coëtquidam)
Por increíble que parezca, en 1918, tras tres años y medio de guerra, los ejércitos aliados carecían de un mando conjunto que hiciera ejecutar las grandes maniobras necesarias para obtener la victoria. Esta circunstancia, comprensible con respecto a países alejados como Rusia o Rumanía, o con respecto a países que habían entrado en la guerra más tarde como Grecia o los Estados Unidos, se convertía en algo totalmente absurdo en el caso del frente occidental, donde británicos y franceses luchaban codo con codo. Es preciso puntualizar que tampoco es que hubiera una desconexión absoluta. Los altos mandos se reunían, y también los políticos, para organizar y coordinar la ayuda y las ofensivas entre los diferentes ejércitos nacionales; pero en el fondo todo dependía de la voluntad de los mandos de cada país, y de la de sus políticos. Esta situación terminó en marzo de 1918, cuando la ofensiva alemana obligó a los jefes militares y políticos a reconsiderar la situación y nombrar al general Foch como generalísimo de las fuerzas terrestres conjuntas.
Stosstruppen por Martin Samuels
El 21 de marzo de 1918 comenzó Kaiserschlacht, la esperada ofensiva alemana en el frente del oeste. Los británicos, sobre quienes recayó, consideraron, al principio, que estaban bien preparados y que sus tropas resistirían, cualquier progreso que lograran las fuerzas de Ludendorff resultaría lento y costoso. Sin embargo, dos semanas más tarde los germanos habían avanzado 38 km e infligido un cuarto de millón de bajas, y estaban a punto de romper todo el frente occidental, un hecho que no fue una rareza aislada sino que se repitió en las cuatro ofensivas siguientes y dejó a británicos y franceses tambaleándose y a los alemanes con la guerra, en apariencia, ganada. Se había producido un cambio drástico, las tropas de asalto habían entrado en escena.
La confianza no fue suficiente. Las ofensivas de abril a julio por Roberto Muñoz Bolaños (Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado – UNED)
Tras el final de la ofensiva Michael, Hindenburg escribió: “La ‘Gran batalla’ en Francia ha terminado”. Ludendorff era mucho más optimista: “Si no conseguimos todos los resultados que eran posibles no hay que imputárselo exclusivamente al margen de las fuerzas en lucha, sino ante todo a que los oficiales ya no tenían, en todos partes, en un puño a los soldados”. Y así fue. El OHL decidió mantener el planteamiento ofensivo como medio para ganar la guerra antes de que la llegada masiva de tropas norteamericanas inclinara la balanza a favor de los Aliados. En virtud de esta idea iba a desencadenar cuatro objetivas más, con sus correspondientes subofensivas: Georgette, en Flandes, en abril; Blücher-York, entre el Oise y el Marne, en mayo-junio; Gneisenau, un poco más al oeste, en junio; y Friedensturm, a ambos lados de Reims, en julio.
Testimonios de la «Grosse Schlacht von Frankreich» por Robin Schäfer
Kaiserschlacht, la gran ofensiva de Francia, resultó novedosa en muchos aspectos: la cantidad de artillería empleada y el modo de hacerlo, el entrenamiento en técnicas de asalto que habían experimentado los atacantes, las armas especiales que se les suministraron, en grandes cantidades, y el apoyo constante y vital de la aviación. Sin embargo, hubo algo exactamente idéntico a todos y cada uno de los combates anteriores, y posteriores: los soldados. Hombres abrumados por el poder del bombardeo, agobiados por la niebla y el humo del primer día, asustados en la soledad de las trincheras enemigas, y también combativos y encantados de toparse con los inmensos depósitos de la intendencia.
Y además, introduciendo el n.º 27: ¡Duce a noi! Legionarios italianos en el levante español por Blas Vicente Marco y Carlos Mallench Sanz
La intervención italiana en la Batalla de Levante, se ciñó a la última fase de la misma. Tal y como dictaba la orden de operaciones número 55 del C.T.V (Corpo Truppe Volontarie, Cuerpo de Tropas Voluntarias), el motivo de esta intervención fue “para dar una resolución rápida y decisiva” a la operación que había comenzado en el mes de abril anterior, y cuyo objetivo final era avanzar por el eje de comunicaciones Teruel-Sagunto para concluir en Valencia. El objetivo inmediato era el de eliminar la bolsa de tropas enemigas situada entre la Muela de Sarrión y la Sierra de Espadán.