Los pueblos celtas dejaron una huella indeleble en la historia de la Europa de la Edad del Hierro. Buena parte de su fama histórica tiene que ver con sus correrías por el Mediterráneo y sus enfrentamientos con los reinos helenísticos y la todopoderosa Roma, pero más allá de aquellos escenarios y de los habituales estereotipos, para comprender el fenómeno celta es imprescindible preguntarse sobre las gentes que poblaron una importante porción de la Europa continental en la Segunda Edad del Hierro –grosso modo entre mediados del siglo V a. C. hasta la dominación romana de las Galias a mediados del siglo I a. C.–. El mundo céltico prerromano de aquel periodo suele asociarse con la llamada cultura de La Tène, que marcaría su desarrollo en un ámbito geográfico muy amplio que abastaría desde el Atlántico hasta el mar Negro y desde los Pirineos hasta las islas británicas. Aunque nunca llegó a existir una uniformidad cultural en tan vasto territorio, la cultura material lateniense terminó ejerciendo su influjo incluso más allá de aquel marco. Con anterioridad al auge de los grandes oppida, que habrían de marcar la etapa final de la progresión autónoma de los pueblos célticos, los siglos IV y III a. C. caracterizarían la plenitud y la máxima expansión de aquella cultura. Al amparo de unas particulares creencias y realidades sociales, aquellas poblaciones celtas dieron vida a una riqueza material extraordinaria y desarrollaron un arte único, que solía rehuir lo figurativo y realzaba como ningún otro las posibilidades de una artesanía ya de por sí excepcional. Pese a todo, lo “céltico” supera con mucho el ámbito de La Tène y enlaza también con un fenómeno lingüístico particularmente complejo que debe lidiar a su vez con el problema que supone que estas culturas estuvieran desprovistas de tradición escrita hasta una etapa ya muy avanzada.
La difícil cuestión del celtismo. Historizando los celtas del siglo XXI por Gonzalo Ruiz Zapatero (UCM)
Los celtas forman parte esencial de la historia de Europa desde hace ciento cincuenta años. Su estudio histórico, lingüístico, arqueológico y paleogenético en las últimas décadas ha estado plagado de problemas, errores y malentendidos. La crónica de su “construcción” es compleja, embrollada y llena de muchos celtas diferentes, que viven en textos e imágenes de los especialistas. El continuo interés científico y popular estimula una investigación en constante desarrollo.
La sociedad céltica en los siglos IV-III a. C. por Olivier Buchsenschutz (CNRS / École Normale Supérieure)
Describir la sociedad celta no es algo sencillo, debido a la escasez y diversidad de fuentes existentes sobre la cuestión. El periodo de los siglos IV y III a. C. no es, además, el mejor documentado ni por los textos ni por nuestro conocimiento arqueológico sobre el hábitat. En la actualidad, el cuadro que puede trazarse consiste en una especie de catálogo que reúne muchos detalles y algunas grandes líneas, una especie de caleidoscopio delimita la cuestión sin llegar a resolverla realmente.
La época de las grandes migraciones. La expansión de los celtas por Manuel Fernández-Götz (University of Edinburgh)
Los siglos IV y III a. C. marcaron la época de máxima expansión de las sociedades de la llamada Europa céltica. A través de diversos procesos migratorios, en parte mencionados en las fuentes escritas greco-latinas, poblaciones provenientes de la Europa templada se desplazaron a regiones como Italia, los Balcanes e incluso Asia Menor (actual Turquía). De este modo, antes de su conquista gradual por los romanos, el mundo celta llegó a abarcar desde los finisterres atlánticos hasta las montañas de Anatolia, y desde Centroeuropa hasta las costas del Adriático.
Origen y expansión de las lenguas celtas por Blanca María Prosper (USAL)
Hoy por hoy, el origen y la expansión del grupo lingüístico celta constituyen una de las mayores incógnitas asociadas al problema indoeuropeo. De hecho, la idea misma de celticidad no tiene más de trescientos años. Lo que para nosotros es evidente, que los galos hablaban una lengua cercanamente emparentada con las de Britania y de Irlanda, nunca se le ocurrió a Julio César, y autores como Plinio apenas podían hacer vagas referencias a las relaciones entre pueblos basadas en la lengua, las creencias y las costumbres.
Que el cielo nos caiga encima. Santuarios y cultos célticos por Gustavo García Jiménez
El análisis de las creencias y prácticas religiosas de los pueblos antiguos siempre se ve supeditado a la existencia de una buena perspectiva. Nunca es sencillo acercarse a los pensamientos, los miedos y las esperanzas de aquellos que vivieron hace más de dos milenios, pero la cuestión se complica mucho más cuando hablamos de los pueblos protohistóricos, dado que su propia definición presupone la inexistencia de relatos escritos directos que puedan ilustrarnos sobre ello. Para el caso de los pueblos celtas de la Segunda Edad del Hierro, dependemos, pues, de fuentes escritas ajenas, perspectivas de griegos y romanos –y no de celtas–, naturalmente sesgadas por la incomprensión de fenómenos complejos por completo extraños a su propia tradición; o por la consabida intencionalidad de dibujar un panorama “bárbaro” que subrayara la otredad de aquellos.
El hábitat rural y las explotaciones agrícolas celtas por François Malrain (INRAP)
Los datos arqueológicos sobre el mundo rural lateniense en la Galia han mejorado considerablemente en los últimos treinta años. Su integración en una base de datos permite renovar constantemente nuestro conocimiento sobre el tema. Los ochocientos yacimientos compilados hasta ahora permiten observar la densidad de estos por cada etapa cronológica a lo largo de la Segunda Edad del Hierro. Al cruzar estos datos con los análisis paleoambientales, carpológicos y arqueozoológicos, se va desvelando el modo en que se desarrollaron estos territorios poco a poco. De esta forma, puede observarse la trayectoria de estos yacimientos, desde su fundación hasta su devenir en el periodo romano.
El verbo hecho metal. El arte y la artesanía célticos por Nathalie Ginoux (Sorbonne Université)
Las sociedades celtas de la Antigüedad priorizaron la palabra viva frente a la fija huella de la escritura, ya fuese para el pensamiento, las doctrinas religiosas o la transmisión de sus mitos. Así, dada la ausencia de cualquier testimonio literario directo referente a sus corpus míticos, a su religión, a sus creencias o a otras doctrinas espirituales, la producción artística es una fuente irremplazable para aproximarnos al sistema de pensamiento de los antiguos celtas, como eje de un sistema de comunicación verbal y visual. Frente a considerarlo como un arte «periférico» a las civilizaciones mediterráneas, su sistema iconográfico y su visualidad demuestran una permanencia y pervivencia en el espacio y en el tiempo, lo que evidencia que no estaríamos ante meras composiciones ornamentales, sino frente a verdaderas «fórmulas» que sintetizan conceptos sapienciales, religiosos y cosmogónicos.
Hijos de Teutates. El nacimiento de las identidades étnicas en la Galia por Alberto Pérez Rubio (UAM)
Podemos considerar lo celta como el entramado de contactos que relacionaba a buena parte de las comunidades de la Europa continental, plasmado en una serie de elementos compartidos en mayor o menor grado, como ciertos rasgos de su cultura material, de su universo ideológico, religioso e institucional, lenguas emparentadas, etc., sin que este “paquete cultural” fuese homogéneo, inmutable o compartido íntegramente. Estos elementos comunes fueron percibidos con escasos matices por los observadores grecorromanos, que homogeneizaron a dichas comunidades bajo los términos de Κελτοὶ, Γαλάται, Galli o Celtae, sin que esto signifique que estos asumiesen −o siquiera se planteasen− tal macroidentidad. Sin embargo, conocemos, fundamentalmente merced a las fuentes escritas clásicas, pero también, aunque en menor medida, gracias a la epigrafía o a las leyendas monetales, otros etnónimos endógenos y de uso más acotado, que señalan la existencia de identidades étnicas de las cuales se habrían sentido miembros determinados individuos y comunidades de la Europa continental.