La Ruta de la Seda ha vertebrado durante siglos el comercio entre Oriente y Occidente, pero a su vez ha servido para vehicular el contacto entre culturas y como vía de difusión para costumbres y religiones. Fue a través de la Ruta que el Islam alcanzó su mayor alcance y el budismo uno de sus mayores canales de despliegue y de sus mejores fuentes de inspiradoras rutas de peregrinaje. En contrapartida, la misma y compleja red de comunicaciones se utilizó una y otra vez como paso para los ejércitos de innumerables imperios que se sucedían los unos a los otros en los distintos territorios, a menudo dificultando el tránsito de mercancías y personas. Con la pax mongólica instaurada en el siglo XIII, el trayecto hacia Oriente nunca resultó tan sencillo, y enseguida el fascinante Oriente, repleto de maravillas y de ricos productos con los que comerciar, llamó la atención de intrépidos mercaderes como el afamado Marco Polo. Los pasos eran a menudo difíciles y obligaban a atravesar desiertos, interminables estepas e imponentes cordilleras que se elevaban hacia los cielos, pero a su término, se abría un nuevo mundo repleto de posibilidades y experiencias.
En el corazón de Asia. La Ruta de la Seda en la historia por Peter Frankopan (Oxford University)
Para muchos, el nombre de la Ruta de la Seda evoca un mundo misterioso, exótico y lejano. Los nombres de ciudades como Samarcanda, Isfahán y Bujará evocan ideas oníricas sobre un mundo que fue el hogar de conquistadores y artistas del pasado, cuyos nombres y logros se han perdido en la niebla del tiempo. La Ruta de la Seda sugiere imágenes de caravanas de camellos marchando lentamente a través de desiertos, llevando a los mercaderes y sus costosas mercancías de un oasis a otro. Sin embargo, aunque la denominación de la Ruta de la Seda es ampliamente conocida, sus gentes, sus lenguas y su literatura se mantienen en la oscuridad. No nos interesan y no las consideramos importantes, como evidencian nuestro conocimiento de la historia, lo que enseñamos a los niños en la escuela y en la Universidad, o las estanterías de las librerías, combadas por el peso de los volúmenes acerca de acontecimientos, personajes y episodios del pasado mucho más familiares para la cultura occidental. El artículo incluye un completísimo mapa a triple página con el recorrido de la Ruta de la Seda y las principales vías de circulación comerciales desde Occidente hasta Oriente.
Un viaje milenario por Craig Benjamin (Grand Valley State University)
Desde los primeros tiempos de la historia de la humanidad, el intercambio de bienes e ideas entre gente de distintas culturas ha sido determinante para el devenir histórico. El intercambio en el paleolítico y el neolítico fue importante, pero su impacto se veía limitado por el pequeño tamaño de los grupos implicados. Sin embargo, a finales del primer milenio antes de la era cristiana tuvo lugar una espectacular expansión en el ámbito del comercio que causó un profundo e inmediato impacto. En la región afro-eurasiática, a medida que más y más culturas, estados e imperios se veían envueltos en intercambios transregionales, se desarrollaron significativos cambios en el terreno material, artístico, social y espiritual. Con el tiempo, casi todas las comunidades humanas existentes en esta vasta zona del mundo estaban conectadas entre sí en una red de intercambios hoy conocida como la Ruta de la Seda. Las interacciones ocurridas en ella entre aproximadamente 100 a. C. y 1400 d. C. tuvieron grandes consecuencias, no solo para las comunidades implicadas sino también para la subsiguiente historia a escala mundial. Para comprender la compleja historia de la Ruta de la Seda, acompaña al artículo un gráfico con la evolución de los principales imperios y dinastías de Oriente Medio, Asia Central y Asia Oriental a lo largo de los siglos VII a XV. Además, una preciosa ilustración de José Luis García Morán a doble página, nos enseña cómo sería la llegada de una caravana de comerciantes al bullicioso caravasar de Daya Khatyn a finales del siglo XIII.
Marco Polo y el Libro del millón por Christine Gadrat (Université Aix-en-Provence)
Cuando apenas había cumplido los diecisiete años, Marco Polo partió hacia China en 1271 y no volvió a Venecia hasta transcurridas más de dos décadas, en 1295. La larga duración de su estancia en Oriente, así como las numerosas regiones y ciudades que visitó, lo incitaron a declarar en el prólogo de su obra que ningún otro hombre después de Adán había adquirido tal conocimiento del mundo y sus maravillas. Aunque exagerada, esta afirmación nos da una idea de su inédita experiencia y, en consecuencia, del gran valor del testimonio ofrecido por este singular viajero. En el mapa de este artículo se incluyen las trayectorias seguidas por los grandes viajeros occidentales a Oriente en la era mongola: Guillermo de Rubruk, los hermanos Polo, Marco Polo y, con posterioridad, el gran viajero de Tánger Ibn Battuta. La estancia de Marco Polo en la corte de Kublai Kan también se ve reflejada en una ilustración de Ganbat Badamkhand en la que vemos a ambos personajes, rodeados por el séquito del gran kan, paseando a caballo sobre los espléndidos jardines del palacio de Xanadú.
El comercio en la Ruta de la Seda (siglos XI-XV) por Ralph Kauz (Universität Bonn; Nanjing University)
El comercio en la Ruta de la Seda es un tema harto complejo para la investigación, dado que la mayor parte de las mercancías han desaparecido a lo largo de siglos, y necesariamente dependemos de las fuentes escritas para reconstruir los rasgos de estos intercambios. No obstante, sí podemos asumir sin miedo a equivocarnos que la principal fuerza impulsora del tráfico transasiático en la Ruta de la Seda fue el comercio, mientras que otras formas de intercambio fueron solo efectos colaterales derivados de los aspectos comerciales, a pesar de que a menudo se les haya querido otorgar, de forma retrospectiva, una mayor importancia y con frecuencia leamos expresiones relacionadas con sus “provechosos intercambios científicos, culturales, y de otros tipos”. En realidad estas eran tan solo cuestiones secundarias, y aquellos peligrosos viajes se emprendieron en aras de unos anhelados beneficios comerciales. La fabricación y el tejido de seda de gran calidad, una costumbre que los chinos guardaron celosamente durante siglos, se ve aquí plasmada mediante tres ilustraciones de Irene Cano en las que vemos a un grupo de operarias chinas trabajando en la selección de los capullos de seda, en el delicado proceso de hilado y en el tejido de una tela con dibujos en un complejo telar de tiro.
Culturas, religiones y mentalidades en la Ruta de la Seda por Morris Rossabi (The city University of New York; Columbia University)
La Ruta de la Seda es un tema irremediablemente romántico que desempeñó un rol extraordinariamente significativo en la interacción y la difusión cultural. El comercio a larga distancia, que inicialmente conectó China con Asia Central y Oriente Próximo y, a la larga, con Europa, se plasmó en un intercambio de productos de lujo como la seda, el vidrio y la porcelana, y no tenía la misma importancia que el comercio a corta distancia de bienes esenciales, como el grano, los fármacos, las especias o los caballos. El comercio de lujo tenía un escaso valor económico, excepto para los mercaderes y los grupos o instituciones que atendían a los viajeros. En cambio, las interacciones culturales ejercieron profundas influencias a lo largo de toda Eurasia. Religiones, filosofías y formas de pensar se transmitieron de una civilización a otra a través de la Ruta de la Seda.
Samarcanda, una ciudad entre mundos por Ángel Carlos Pérez Aguayo
Samarcanda… pocos lugares del mundo tienen el mismo poder evocador desde la sola pronunciación de su nombre. Sin embargo, a diferencia de otras muchas ciudades asiáticas, la uzbeca todavía hoy justifica y propicia cuantas ensoñaciones se liguen al auténtico exotismo de Oriente. Su historia milenaria es fruto del continuo tráfico de personas e ideas que, procedentes de los más remotos confines, allí confluyeron, acrisolándose, con el resultado de un riquísimo emporio comercial engalanado con una opulencia propia de Las mil y una noches. Un plano de la ciudad timúrida nos ayuda a comprender la importancia de este magnífico enclave comercial y su evolución desde la colina de Afrasiab, donde tuvo inicio su primera ocupación.
La percepción de Europa en China y el kanato por Morris Rossabi (The city University of New York; Columbia University)
Aunque el soberano mongol Gengis Kan, fundador del imperio terrestre contiguo más extenso de la historia, nunca tuvo contacto con los europeos, sus hijos, nietos y otros descendientes, conocieron y mantuvieron relaciones con los occidentales. Dichas relaciones empezaron de modo poco propicio, tras la invasión de gran parte de Rusia a finales de la década de 1230 y las victorias de Liegnitz y el río Sajó en 1241. Las razones para el cese de estas campañas en Occidente y el abandono de la ocupación de Hungría han sido objeto de un intenso debate. La muerte del gran kan en 1241 y la necesidad de los líderes de la expedición de retornar para elegir a un nuevo soberano, la escasez de pastizales en Occidente para los caballos mongoles y el descenso del abastecimiento en Hungría como resultado de la guerra, han sido algunas de las propuestas explicativas que se han planteado. Cualquiera que fuera la razón, el retroceso mongol terminó con las hostilidades entre los mongoles y los europeos. Las subsiguientes relaciones fueron pacíficas y permitieron a ambas partes estudiarse mutuamente.
La imagen literaria de Oriente en la Edad Media por Irene Malfatto
En la Edad Media, el conocimiento del mundo y sus distintos espacios dependía principalmente de textos tradicionalmente considerados como auctoritates, fuentes cuya autoridad era incuestionable. Entre estos textos se hallaban las sagradas escrituras, los escritos de los padres de la Iglesia y algunos trabajos enciclopédicos. El conocimiento que por entonces se tenía de Asia derivaba en buena medida de estos libros acreditados.
Y además, introduciendo el n.º 30: Erotismo y muerte en la arena. Una aproximación al martirio cristiano desde la perspectiva de género por Clelia Martínez Maza (Universidad de Málaga)
En el imaginario popular, la ejecución de aquellos primeros cristianos que mantuvieron con firmeza su profesión de fe tiene como escenario paradigmático la arena del anfiteatro romano y como pena arquetípica la damnatio ad bestias, la muerte a manos de las fieras. El martirio, el fenómeno más característico de los primeros tiempos del cristianismo indisolublemente unido a las persecuciones, queda así evocado como un espectáculo más, como parte de los juegos romanos de los que formaban parte y con los que compartían lugar de celebración. Las mujeres cristianas cumplieron en ello una función más que destacada.