En este número de Arqueología e Historia nos sumergimos en aguas atlánticas para conocer la historia del hundimiento de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes. Enviada por Godoy y con destino al Puerto del Callao de Lima terminaría siendo hundida a una jornada de Cádiz por la Marina británica en el año 1804. El tesoro de la Mercedes se hundió con ella y el expolio de su pecio y la recuperación de sus materiales la situaron en el punto de mira de los medios. Nos enrolamos en la aventura que corrió este navío español descubriendo el contenido de su carga y las experiencias de quienes viajaban a bordo, sin olvidar el duro litigio entre el Estado español y la empresa Odyssey, responsable de su expolio. Por último, analizaremos el caso de la excavación del pecio Deltebere I a través de la arqueología submarina. Con este número la Mercedes llega por fin a puerto tras una larga travesía.
El tratado de Amiens. Una pausa entre combates por Francisco Gracia Alonso
Tras nueve años de guerra, la situación política en Europa tendió a normalizarse en 1801. El 9 de febrero, el tratado de Lunéville sancionó la paz entre Austria y la República francesa profundizando en las condiciones de Campoformio acordadas el 17 de octubre de 1797. Austria renunciaba definitivamente a los Países Bajos, aceptaba la ocupación francesa de los territorios situados en el margen izquierdo del Rin y abandonaba la disputa por el norte de Italia, posibilitando la creación de la República Cisalpina y del efímero Reino de Etruria, aunque mantuvo el sur del Tirol y Venecia. La Segunda Coalición se tambaleaba. Acompañando este artículo, un mapa de Carlos de la Rocha a doble página nos adentra en las causas y efectos que el Tratado tuvo en el mundo colonial americano.
El viaje final de la Mercedes por Francisco Fernández González
El último viaje de la fragata N.ª Sra. de las Mercedes comenzó en Ferrol, en conserva de la fragata del mismo porte Santa Clara, con destino el puerto del Callao de Lima, el 27 de febrero de 1803. Esta misión había sido ordenada por Manuel Godoy en Oficio del 13 de septiembre de 1802 al ministro de Marina, Domingo Pérez de Grandallana, “para que por el Ministerio del cargo de V.E. se providencie lo que correspondasobre los varios puntos a que se refieren los partes y consultas que me han dirigido últimamente los comandantes de los apostaderos de Marina de Montevideo y Lima”. De ambos puertos se había comunicado que estaban dispuestos “los caudales y muchos frutos preciosos” que no habían podido enviarse a España mientras duró la guerra con Inglaterra, que acabó en Amiens el 27 de marzo de 1802. Junto al artículo, se incluye un mapa de Carlos de la Rocha con el recorrido de la escuadra de fragatas desde el puerto de El Callao hasta su destino truncado en el Cabo de Santa María. Una magnífica ilustración de Felipe Rodna nos muestra el momento de la batalla en la que la Mercedes se hundiría para siempre en el fondo del océano.
La recuperación de la Mercedes. Una perspectiva histórica de la protección del patrimonio cultural subacuático español por James Goold y Elisa de Cabo
La recuperación de los materiales de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes sustraídos de forma ilícita por parte de la empresa de cazatesoros Odyssey Marine Exploration, terminó exitosamente tras siete largos años marcados por una “batalla legal” librada en Estados Unidos, España, Reino Unido y el escenario diplomático internacional. El proceso se demoró innecesariamente debido a que la mencionada empresa empleó todo tipo de maniobras legales –además de la ocultación de pruebas– en una “campaña de mala fe, engaño y frivolidad”, según concluyó el tribunal de Estados Unidos.
Caudales, frutos y otros efectos. El cargamento de la fragata por Carmen Marcos Alonso
El 28 de marzo de 1804, Vicente Antonio de Murrieta, a la sazón maestre de plata de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, fondeada en El Callao de Lima, ha terminado de firmar el último de los 176 recibos del registro de carga del buque que, en apenas unos días, partirá con destino a Cádiz. Como responsable del cargamento, a lo largo de todo este mes ha ido recibiendo y anotando con detalle las sucesivas entregas de los caudales y productos recibidos para su embarque. Ahora, los fardos, petacas y baúles de contenido diverso,convenientemente rotulados con las marcas que los identifican, se encuentran ya distribuidos en las bodegas del barco al igual que el resto de efectos y mercancías. Los caudales, el llamado «tesoro de la Mercedes”, sin duda la parte más valiosa de la carga, constituye una enorme cantidad de dinero en metálico, más de 25 toneladas, la inmensa mayoría en monedas de plata. Para facilitar su carga y control, las monedas se han ido contando y empaquetando en sacas o talegas, con unas mil piezas cada una, que se han guardado, de tres en tres, en cajones de madera quedando embarcadas en las arras, bajo la cubierta, en la zona central del barco. Incluye una ilustración realizada por Zvonimir Grbasic con la reconstrucción de la estiba de los caudales hacia las fragatas Mercedes, Clara y Asunción en el puerto de El Callao.
La fragata del rey Nuestra Señora de las Mercedes por Francisco Fernández González
El 15 de noviembre de 1788 caía al agua en el Real Astillero de La Habana la fragata número 3, que recibió el nombre de Nuestra Señora de las Mercedes. Según consta en el parte oficial de la botadura, firmado por el ingeniero comandante Francisco Autrán ese mismo día, era del porte de 34 cañones, había sido construida por los ingenieros de Marina y medía entonces, en pies de Burgos (278,6 mm) y pulgadas: 160-0 de eslora, 41-0 de manga y 20-10 de puntal. En La Habana se calculó su arqueo en 984-29/160 (sic.) toneladas y se fijaron sus calados para navegar en corso en 14-6 en proa y 16-6 en popa, para los que se estimaba necesario un lastre de 6000 quintales. Una espectacular ilustración a doble página de Jorge Martínez Corada nos detalla cómo era la estructura de la fragata y sus distintas partes, desde la arboladura hasta su artillería o las cubiertas y pañoles que contaba.
El último día de la Mercedes por Susana García Ramírez
Tras casi dos meses de navegación, a una jornada de alcanzar Cádiz, donde la Mercedes debía entregar su valioso cargamento procedente del Virreinato del Perú, un ataque británico en tiempo de paz le impidió alcanzar su destino. ¿Quiénes se hundieron con ella para siempre? ¿Qué hacían a bordo? ¿Qué iban a comer ese último día inesperado? En este artículo, Susana García nos sitúa a bordo de la Mercedes en el fatídico día que terminó con su hundimiento (un desastre en el que perecieron al menos 275 de las 323 personas que estaban embarcadas), en las sensaciones de ese último día tras un largo y difícil viaje, las vivencias de los protagonistas de esos acontecimientos, e incluso el futuro de sus supervivientes y de los compañeros que viajaban en las otras fragatas.
El pecio Deltebre I. Un caso de arqueología subacuática por Rut Geli y Gustau Vivar
El pecio Deltebre I fue descubierto por un pescador de forma casual en 2008. Su estado de conservación y su interés histórico propiciaron que el CASC empezara su excavación en 2009. Los trabajos realizados hasta el momento permiten conocer que se trata de un transporte militar hundido en 1813, en el contexto de la Guerra de Independencia. El barco formaba parte de un convoy aliado bajo mando inglés que, procedente de Alicante y en retirada de atacar la ciudad de Tarragona, embarrancó una serie de buques en la desembocadura del Ebro. La carga que transportaba estaba formada por munición de diferente tipo y calibre que debido a la sedimentación del delta se ha preservado en muy buen estado, así como los restos del buque y los objetos asociados a la tripulación. Un magnífico ejemplo de lo que la arqueología subacuática puede aportar a partir de un pecio no expoliado: desde el estudio de los objetos hallados en el cargamento hasta la arquitectura naval del barco o la interpretación histórica de su hundimiento, conocida gracias una exhaustiva investigación documental.
Y además, introduciendo el n.º 4: Egipto, la civilización eclipsada por sus muertos por Tomás Aguilera Durán
“Un tiempo ha de venir en que parecerá que los egipcios han sido fieles en vano a la divinidad (…). De estar lleno de templos pasará a llenarse de tumbas, de estar henchido de dioses a rebosar de cadáveres. ¡Ay Egipto, Egipto! Solo fábulas quedarán de tus divinidades y tu religión” (Textos Herméticos, Asclepio, 24). Cuando Heródoto, en el siglo V a. C., emprendió la tarea de describir Egipto en sus Historias, cierto tema en concreto le fascinó, y así se detuvo en escribir un largo, minucioso y explícito estudio sobre los distintos tipos de momificación y sus técnicas (II.85-90). Más allá del gusto griego por las anécdotas, la inclusión de un asunto tan macabro y específico respondía a motivaciones más profundas, que tienen que ver con la propia visión helena del mundo: Egipto era representado como una civilización antigua y desarrollada, de conocimientos arcanos y profunda religiosidad, pero también extraña y misteriosa, de costumbres extravagantes. Nada ejemplificaba mejor esa visión ambivalente como las momias y sus pormenores. ¿Cuál es la visión actual del mundo funerario egipcio? ¿Existe un sesgo en la interpretación, excesivamente volcada en lo relacionado con la muerte en esta cultura milenaria?