Vivir en tiempos del Cid, a caballo entre los territorios ocupados por los cristianos y los dominados por los andalusíes, era vivir en un mundo de frontera, volátil e inseguro, a menudo sujeto a eventuales depredaciones en busca de botín, sin que muchas veces existiera necesariamente detrás de ello una pretensión de ocupación. Desde la ofensiva del rey castellano-leonés Alfonso VI hacia la taifa de Toledo en las últimas décadas del siglo XI, que habría de culminar con la toma de la ciudad en 1085, se rompió un equilibrio ya de por sí bastante precario que, durante un tiempo más breve de lo esperado, habían mantenido los reinos cristianos con los soberanos de los atomizados Estados resultantes de la caída del califato. Con la llegada de los almorávides, al auxilio de unas taifas amenazadas y sobrecargadas con impuestos muchas veces pagados al rival cristiano, el panorama habría de complicarse aún más. La frontera cristiano-andalusí en tiempos del Cid no es un límite estático, sino muchos en constante movimiento, permeables no solo a las gentes sino también, con mayor frecuencia de lo que suele pensarse, a los influjos, ideas y relaciones personales que compartían unos con otros. Desde luego, tampoco era un yermo despoblado, sino más bien un lugar en el que habitaba mucha gente cuya razón de ser no era otra que procurar su subsistencia y tratar de salir adelante, con independencia de qué rey gobernara por entonces.
El dinamismo de los reinos cristianos en tiempos del Cid por David Porrinas (Universidad de Extremadura)
Durante la segunda mitad del siglo XI la Europa cristiana experimentó transformaciones profundas que condujeron a realidades nuevas al final de la centuria y principios de la siguiente. Estos cambios se produjeron en todos los ámbitos: en la sociedad, la política, la economía, la guerra, la espiritualidad, la cultura, las mentalidades… Las sociedades cristianas europeas fueron transformándose durante todo el siglo XI, pero los cambios que se produjeron fueron especialmente significativos, o se manifestaron con mayor intensidad, desde aproximadamente el año 1050 hasta 1100, arco cronológico que coincide con el momento vital de Rodrigo Díaz, el Campeador. El artículo se acompaña de una gráfica con la cronología de la expansión de los reinos cristianos entre los siglos XI y XII.
De un sitio a otro. Gentes transfronterizas por Alejandro García Sanjuán (Universidad de Huelva)
En el contexto de intensificación de la pugna por la supremacía política y territorial en la Península a caballo entre los siglos XI y XII, las relaciones entre musulmanes y cristianos se vuelven mucho más complejas y, por esa misma razón, también mucho más interesantes, dado que nos muestran una variedad de realidades y una pluralidad de matices que, en muchos casos, escapan a la aplicación de esquemas simplistas o estereotipados. Las trayectorias de ciertos personajes históricos característicos de este período que vivieron a uno y otro lado de la frontera nos ayudan a entender que, aunque globalmente, musulmanes y cristianos encarnaban dos sociedades enfrentadas, bajo esa confrontación subyacen una serie de relaciones, actitudes y situaciones que no pueden explicarse únicamente mediante la lógica de la confrontación.
El poblamiento de la Extremadura por Gonzalo Escudero (UCM)
Desde finales del siglo XIX, la situación en el valle del Duero tras la caída del reino visigodo se había interpretado como un yermo demográfico. Son las célebres tesis “despoblacionistas”, las cuales aseguraban que la invasión islámica, la revuelta de los bereberes asentados en este espacio y la creación de un “desierto estratégico” por parte de los líderes asturianos provocaron que esta área se caracterizase por una carencia de comunidades campesinas que posteriormente, con la expansión de los reinos cristianos hacia el sur, habría sido “repoblada”. Por otra parte, el desarrollo de la arqueología y su paulatina inclusión en la historiografía permitió demostrar que, entre la caída del reino visigodo y el posterior avance expansivo de los contingentes leoneses y castellanos, no existió un vaciamiento poblacional que configurase un “desierto” en este espacio. De esta forma, a lo largo de la década de los ochenta, el debate sobre el vaciamiento demográfico total de la meseta del Duero durante la Alta Edad Media fue poco a poco superándose tras la comprobación de la existencia de una continuidad.
Arqueología de la frontera en tiempos del Cid por Santiago Palacios (UAM)
El desarrollo de la arqueología medieval experimentado en las últimas décadas ha permitido situar la disciplina en plano de igualdad respecto a otras, en la común misión de ofrecer materiales con los que tejer el tapiz del relato histórico. Es más, si lo que pretendemos es comprender de forma panorámica una realidad tan polifacética como fue la frontera entre al-Ándalus y el mundo feudal en la Plena Edad Media, no cabe duda de que los documentos y los textos narrativos conservados son insuficientes por sí mismos para componer una imagen real de ese mundo, y ofrecen una perspectiva demasiado parcial del mismo, por lo que se hace imprescindible el concurso de la arqueología para mostrarlo en toda su dimensión material. Junto a este artículo se incluye un mapa a doble página con las fronteras dinámicas entre los reinos cristianos y las taifas musulmanas, además de una espléndida ilustración a doble página de Andrea Ricciardi en la que vemos reconstruida una escena de la vida cotidiana en una alquería musulmana al sur de la frontera a comienzos del siglo XII
Alfonso VI y la cristianización del Toledo islámico por Carlos de Ayala (UAM)
Alfonso VI entraba en Toledo el 25 de mayo de 1085, apenas quince días después de su rendición. Se producía tras años de una agobiante política de desgaste económico y militar que finalmente había obligado al rey musulmán al-Qādir a negociar la entrega de la ciudad a cambio de la obtención de ayuda para hacerse con el control de la taifa valenciana. Este había dado muestras de una total incapacidad política y de un intermitente servilismo hacia el rey leonés que no pudo impedir, desde luego, que la miseria y la pobreza se apoderaran de la población toledana como consecuencia de aquellos años de presión y bloqueo. Hasta tal punto fueron devastadoras las acciones conducentes a la toma de Toledo que, si hemos de hacer caso a Ibn al-Kardabūs, un cronista musulmán que escribía un siglo después de los acontecimientos, Alfonso VI se había visto en la obligación de distribuir cien mil dinares entre las gentes pobres de la ciudad y su territorio. El artículo se centra en los efectos de la toma de Toledo por parte de los cristianos entre la población de la ciudad, y se acompaña de una ilustración de Marek Szyszko en la que vemos a un importante ulema toledano que parte al exilio voluntario junto con su familia, negándose a someterse a la autoridad cristiana que por entonces había tomado el poder.
‘Abd Allah b. Buluggin o el ocaso del poder por Eduardo Manzano (CCHS-CSIC)
El período de los reinos de taifas en al-Ándalus siempre ha tenido una pésima reputación. A quienes escriben y disertan sobre la “historia de España”, se les suele atragantar esta época de reinos que aparecen y se desvanecen, de dinastías que surgen para quedar después eclipsadas, o de figuras tan fugaces como, por lo general, muy poco heroicas. Frente al esplendor de los califas omeyas, la galería de reyes taifales, luchando por su supervivencia y entrando en tratos humillantes con los cristianos, suele verse con un cierto desprecio, justificado además por el mal fin que tuvieron casi todos ellos. En esta época, contamos con un ejemplo magnífico, de primera mano, escrito de puño y letra de ‘Abd Allāh b. Buluggin en el que el rey zirí de Granada nos cuenta su propia experiencia a la cabeza del Estado durante los turbulentos años que llevaron de la caída de los reinos de taifas hasta el dominio de los almorávides. Con el artículo se incluye una cronología con las principales dinastías y reyes de taifas que dominaron y expandieron sus territorios al sur de la frontera entre los siglos XI y XII.
La vida campesina en las tierras de frontera por José María Monsalvo (Universidad de Salamanca)
Muy pocos en tiempos del Cid (m. 1099) supieron quién era. Poco se sabría también acerca del rey Alfonso VI (1065-1109) o su hija la reina Urraca (1109-1126) entre la gente sencilla. Más del 95 % de los habitantes de los reinos cristianos vivían entonces en el campo, bastante aislados unos de otros y preocupados por ganarse el sustento diario. Una parte de esa población habitaba en esa época en tierras de frontera, próximas a los musulmanes o vulnerables frente a sus incursiones. La región más característica de ese estilo de vida, además de la franja más meridional de la cuenca del Ebro, es la que se extiende entre el Duero y el Tajo. Desde el primero hasta la cordillera central había escasa población, compensada por la llegada de colonos. Estos tuvieron que convertirse a la vez en guerreros. Fue una “frontera pionera”, como la hemos llamado, y durante varias generaciones sus habitantes defendieron su tierra y se expandieron por la cuenca central del Tajo, aquí en dura pugna con los musulmanes, ya que esta zona no pasó a control cristiano –y no íntegramente– hasta la época de Alfonso VII (1126-1157). La ilustración de Irene Cano (Araire) que recrea un calendario románico con las actividades llevadas a cabo en el contexto rural de la época nos acompaña a los modos de vida cotidianos de la gente de a pie en el periodo de una forma bien gráfica y acorde a las formas de expresión habituales en la época.
Y además, introduciendo el n.º 32: La medicina en Augusta Emerita por Ana M.ª Bejarano (Consorcio Ciudad Monumental de Mérida)
Augusta Emerita, capital de la Lusitania, es un ejemplo del modo de vida romano en todos sus aspectos. Como ciudad del Imperio, su urbanística, su sociedad y su cultura mostraban todos aquellos conceptos y formas de vivir que se transmitían desde la Urbs. La vida en la capital estaba determinada por la estratificación social existente, más o menos rígida y que condicionaba, en cierta forma, el devenir de sus ciudadanos. Uno de los grupos profesionales que nos ha dejado claro testimonio acerca de su labor y sus modos de vida es el constituido por los médicos. Estas personas ejercieron su oficio en la capital cuando, fundada la colonia a finales del siglo I a. C., la medicina se había implantado dentro del organigrama en una sociedad plenamente romanizada.