Exploraciones polares

Desperta Ferro Arqueología e Historia

n.º 41
Febrero 2022
Exploraciones polares
7,50€IVA incluido

A lo largo del siglo XIX y durante las primeras décadas del XX se condujeron cientos de exploraciones polares a las regiones árticas y antárticas. Eran los últimos confines de la Tierra que quedaban por conocer, y a ello multitud de Estados e iniciativas privadas se dedicaron con empeño y con mejor o peor suerte –muchas veces resultante de una desigual planificación o de las distintas posibilidades que ofrecían la tecnología y los conocimientos previos de cada momento–. Eran regiones heladas, infestadas de peligros y de frío extremo; lugares casi desprovistos de vida la mayor parte del año, lejos del calor del hogar. En condiciones tan extremas, el ser humano era capaz de lo mejor y lo peor. En sus frías latitudes, ya fuera en la infructuosa búsqueda de un mítico paso que conectara el Atlántico con el Pacífico por el norte de América o en el tremendo esfuerzo que supondría alcanzar los polos, perdieron la vida cientos de personas, se realizaron las mayores heroicidades, se produjeron los descubrimientos científicos más impactantes y se pusieron a prueba los límites de la supervivencia como nunca antes.

Hacia el hielo. exploraciones polares en el siglo XIX y comienzos del XX por Urban Wrakberg (Arctic University of Norway)

Hacia el hielo. Exploraciones polares en el siglo XIX y comienzos del XX por Urban Wrakberg (Arctic University of Norway)

Mucho antes del siglo XIX, los exploradores europeos habían viajado a regiones desconocidas de la Tierra en busca de rutas comerciales. Tras el dominio colonial español y portugués de los siglos XV y XVI surgirían nuevos navegantes y emprendedores que se adentrarían en los océanos septentrionales gracias a las inversiones realizadas en ciudades de la entidad de Londres y Ámsterdam. Promulgaban la libertad de los mares mientras creaban sus monopolios reales como las compañías de la Bahía de Hudson o la de Moscovia, que comerciaban principalmente con pieles de las regiones más septentrionales de América y la Rusia subártica. Terminadas las Guerras Napoleónicas, la Armada británica se embarcó en exploraciones polares, en la que se realizaron observaciones científicas de forma sistemática por parte de médicos de a bordo o como parte de la rutina de los oficiales navales.

La búsqueda del paso del noroeste y la expedición Franklin por Andrés Paredes exploraciones polares

La búsqueda del paso del noroeste y la expedición Franklin por Andrés Paredes

El 19 de mayo de 1845 una pequeña flotilla zarpó del puerto de Greenhithe con el objetivo de poner fin a cientos de años de exploración y resolver por fin la cuestión de si era posible unir el océano Atlántico y el Pacífico por una ruta septentrional. Las órdenes indicaban que la expedición debía acceder por el estrecho de Lancaster, continuar por el de Barrow hasta alcanzar el cabo Walker, al norte de la isla del Príncipe de Gales, y finalmente avanzar hacía suroeste para unir los descubrimientos de Parry con los canales descubiertos en la costa norte del continente que desembocaban en el estrecho de Bering. En caso de encontrar el paso bloqueado, deberían navegar hacia el norte por el estrecho de Wellington situado entre las islas de Cornwallis y Devon para llegar al Pacífico a través del presunto “mar polar abierto”.

HMS Erebus y HMS Terror. El hallazgo de los pecios por Russell A. Potter (Rhode Island College)

HMS Erebus y HMS Terror. El hallazgo de los pecios por Russell A. Potter (Rhode Island College)

El siglo y medio de trayectoria de la larga búsqueda de pruebas sobre el destino de la última de las expediciones polares dirigida por sir John Franklin en 1845 tomó un giro drástico en 2014 y 2016, cuando sus barcos, el HMS Erebus y el HMS Terror, fueron descubiertos. A lo largo de tan dilatado periodo, cada evidencia ha sido recopilada y considerada con detenimiento, desde huesos hasta fragmentos de pipas de cerámica o los cuerpos de tres de sus hombres enterrados en la isla de Beechey. Pese a ello, el misterio permanece. En el corazón de ese misterio yacen sus barcos, sólidos bombarderos reforzados para el servicio ártico de los que parecía no haber quedado ni rastro salvo por un pedazo de marco de puerta que podría haber procedido de las estructuras de cubierta de una de las embarcaciones y que fue hallado por John Rae más allá de la isla de Victoria en 1851. Ninguno de estos centenares de vestigios correspondía realmente a alguna parte de ambos buques.

Groenlandia y el camino hacia el polo norte por Susan Barr (ICOMOS)

Groenlandia y el camino hacia el polo norte por Susan Barr (ICOMOS)

Hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX Groenlandia era una de las regiones priorizadas por las exploraciones europeas y norteamericanas. En un comienzo la intención fue la de investigar el interior de la misteriosa masa terrestre de la isla, pero, posteriormente, la ambición de ser los primeros en alcanzar el polo norte saldría a la palestra. La región noroccidental de Groenlandia se convirtió en el punto de partida para aquellas expediciones, en particular debido a la presencia de inuit que conocían a la perfección el arte de vivir y viajar en aquel remoto lugar del hábitat humano.

La odisea de Amundsen y Scott en el polo sur por Javier Cacho

La odisea de Amundsen y Scott en el polo sur por Javier Cacho

En septiembre de 1908, mientras el noruego Roald Amundsen preparaba una expedición para alcanzar el polo norte, en Gran Bretaña Robert Scott organizaba otra para llegar al polo sur. El destino quiso que los planes de Amundsen se trastocaran y decidiera dirigirse también a la Antártida, lo que nos permitió ser testigos de la carrera más apasionante de la historia de la exploración polar.

Contra el frío y el hielo. El desarrollo del equipamiento polar de Amundsen por Geir O. Kløver (FRAM Museum Oslo)

Contra el frío y el hielo. El desarrollo del equipamiento polar de Amundsen por Geir O. Kløver (FRAM Museum Oslo)

Mientras que los medios de transporte hacia las regiones polares evolucionaron desde las embarcaciones a los motores de vapor, y posteriormente de diésel, globos aerostáticos, dirigibles y aviones, el desplazamiento sobre el hielo experimentó similares intentos de desarrollo, comprendiendo desde trineos arrastrados por tracción humana hasta el uso de raquetas de nieve y esquíes para luego contar con la asistencia de perros, caballos y vehículos motorizados. Pero, ¿cómo evolucionó la logística durante las expediciones de un explorador en particular, el noruego Roald Amundsen, el famoso conquistador del polo sur? Amundsen estuvo activo en las regiones polares desde su primera expedición a bordo de un foquero en el Ártico en 1894 hasta que murió durante la búsqueda de Umberto Nobile en 1928.

El fin de una era. La exploración polar aérea por Gustavo García Jiménez

El fin de una era. Las exploraciones polares aéreas por Gustavo García Jiménez

En las primeras décadas del siglo XX se indagaron las posibilidades que la aún incipiente e impredecible ingeniería aeronáutica ofrecía para la observación de las condiciones del hielo durante las exploraciones polares, aunque con las limitaciones tecnológicas y logísticas que suponía poner en marcha los aparatos y hacerlos funcionar en territorios tan hostiles y alejados de cualquier potencial auxilio. Más allá de los avances científicos, estaba la cuestión de las proezas humanas. A medida que los grandes retos se agotaban, había que alimentar otros nuevos. Después de que, de forma azarosa, McClure y sus hombres completaran el paso del noroeste, el interés se trasladó al polo norte. Cuando Peary monopolizó la ruta groenlandesa para alcanzarlo, otros proyectos se desviaron hacia la Tierra de Francisco José para lograr el mismo hito y, una vez presuntamente alcanzado por Cook y Peary, fueron Scott, Shackleton y Amundsen quienes miraron hacia el polo sur. Parecía claro que había que enfocar la cuestión con nuevas perspectivas.

En peligro. El factor humano ante el desafío por John Geiger (Royal Canadian Geographic Society)

En peligro. El factor humano ante el desafío por John Geiger (Royal Canadian Geographic Society)

Mucha gente es precavida, algunos hasta el punto de la cobardía; gente que, en palabras del actor Victor Mature, “no pisarían ni un charco”. La cautela, dentro de unos límites razonables, es natural. Tal y como dijo el doctor Kenneth Kamler en su libro Surviving the Extremes, “ningún animal en su sano juicio se pondría en riesgo para ir a un lugar al que no pertenece”. Sin embargo, el ser humano lo hace constantemente. Va, por ejemplo, a la “zona de la muerte” del monte Everest, a más de 8000 m de altura. En 2018 se hizo viral la fotografía de una larga fila de escaladores esperando su turno para alcanzar la cumbre más alta del mundo. No era más que la manifestación contemporánea de un fenómeno muy antiguo: jugar con el riesgo, un atributo esencial del ser humano.

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Exploraciones polares en La Mecánica del caracol-EiTB

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