A comienzos del I milenio a. C. algo iba a cambiar sustancialmente para los pobladores de la península ibérica. Tras un período de frecuentación, enlazando y potenciando las redes de contacto comercial mediterráneas para abrir nuevos mercados y obtener los ansiados metales –tan abundantes en estas tierras–, los fenicios terminarían estableciendo sus primeras colonias permanentes y desarrollando complejas redes de interacción con la población local del sur y el sureste de la Península, a la que llamaron Ispanya. Con el tiempo, algunas de aquellas colonias tendrían un importante desarrollo urbano y se erigirían en potentes ciudades que asentarían su particular dominio de aquellas regiones, a la par que abrirían vías de comercio estables hacia el Atlántico. La arqueología de las últimas décadas ha aprendido mucho acerca de los huidizos fenicios y sus patrones de asentamiento e interrelación, y nos ofrece una información cada vez más precisa sobre el origen de aquellos primeros establecimientos, así como sobre la explotación agropecuaria, minera y pesquera que llevaron a cabo. En el horizonte geográfico quedarían las míticas Casitérides, que hoy tenemos bien ubicadas en las rías gallegas; en su legado cronológico, despuntaría la pervivencia de identidades fenicias incluso durante la romanización de Hispania.
La colonización fenicia en Occidente por Massimo Botto (CNR-ISMA)
Los contactos entre la península ibérica y el Mediterráneo oriental no se interrumpieron al día siguiente del colapso del poder micénico, sino que continuaron operando gracias a la iniciativa de emprendedores independientes que no estaban envueltos en el rígido sistema palacial de los reinos micénicos y que tenían en Chipre y en los grandes asentamientos de la costa siriopalestina sus principales centros dinamizadores. De este modo, gracias a estos “comerciantes-guerreros” las rutas hacia Occidente permanecieron activas, y con ellas todo el flujo de conocimientos, ideas y productos manufacturados orientales por las que transitaban.
Primeros contactos y fundaciones coloniales por José Luis López Castro (UAL)
La colonización fenicia constituye uno de los fenómenos históricos más relevantes de la historia del Mediterráneo antiguo, pues dio lugar durante un milenio a una de las tres grandes civilizaciones de alcance global en el mundo entonces conocido. Además, supuso la difusión en Occidente de avances tecnológicos como la escritura, la metalurgia del hierro, la arboricultura o la vida urbana y contribuyó al desencadenamiento de diversos procesos de cambio social y económico en las sociedades autóctonas con las que estableció relaciones en ambas orillas del Mediterráneo. Nuevos descubrimientos arqueológicos en España y Túnez muestran cómo el proceso de colonización se inició con anterioridad a los comienzos del siglo VIII a. C., como indicaban los datos disponibles hasta comienzos de este siglo, lo que obliga a replantearnos muchos aspectos de este proceso histórico.
El impacto fenicio en las culturas locales de la Península por Adolfo J. Domínguez Monedero (UAM)
Como suele ser habitual cuando gentes procedentes de otros lugares llegan a un territorio nuevo, se producen diversas situaciones de encuentro (o de desencuentro) y contacto. Dentro de estos procesos caben distintas posibilidades que pueden ir desde la imposición forzosa de los recién llegados sobre las poblaciones que residían en la zona en la que se produce el contacto hasta otros fenómenos de carácter no violento (o menos violento) e incluso una aceptación pacífica por parte de los allí residentes. Ello también depende de las propias estructuras sociopolíticas existentes entre los indígenas o autóctonos y, cómo no, de las intenciones y objetivos de los foráneos.
Las necrópolis y el mundo funerario por Juan Antonio Martín Ruiz (VIU)
La llegada hasta nuestras costas de navegantes venidos del otro extremo del Mediterráneo propició que, a lo largo de la segunda mitad del siglo IX a. C., estos se instalasen en ellas fundando enclaves en los que levantaron sus viviendas, construyeron templos en los que adoraron a sus divinidades, erigieron instalaciones industriales o planificaron zonas de mercado. Y, llegado el momento, también fue necesario que contasen con necrópolis que pudieran servirles como última morada de sus difuntos.
Gadir. El reflejo fenicio en la Península por Ana Mª Niveau de Villedary (UCA)
De acuerdo con el texto transmitido por Estrabón (III.5.5), la fundación de Gadir por parte de los fenicios de Tiro tuvo lugar tras dos intentos fallidos a ambos lados de las “columnas de Hércules”, identificadas con el estrecho de Gibraltar. Tras un tercer viaje, los hados fueron al fin propicios y lo tirios fundaron la ciudad. Este acontecimiento se sitúa “ochenta años después de la caída de Troya” (Veleyo Patérculo, Historia Romana I.2.3), lo que remonta el origen de Gadir hasta el 1103-1104 a. C. aproximadamente y la convierte “en la ciudad más antigua de Occidente” en la historiografía posterior y en el imaginario colectivo, contribuyendo a crear toda una “tradición inventada” en torno al pasado legendario de la ciudad, que se alimentó a lo largo de los siglos ante la falta de restos urbanos que confirmaran la ubicación y antigüedad de la colonia fenicia occidental. A pesar de la aparición de algunas piezas singulares, los restos de la ciudad antigua, la colonia levantada por los tirios, siguieron mostrándose esquivos durante mucho tiempo.
La ruta de las Casitérides y el comercio atlántico por Eduardo Ferrer (US)
Las navegaciones y exploraciones fenicias por el océano Atlántico han dejado numerosas huellas en el registro arqueológico y, en menor proporción, en la literatura grecolatina. Los periplos de los cartagineses Hanón e Himilcón hacia las costas meridionales y septentrionales de África y Europa respectivamente, las actividades comerciales de los gaditanos en el noroeste de Iberia descritas por Estrabón, la tradición de las Casitérides, o los confusos datos aportados por Avieno sobre el archipiélago de las Estrímnides constituyen el eco de una actividad comercial, colonial y exploratoria fenicia que abarcó casi todo el I milenio a. C. Si para los griegos las Columnas de Heracles constituían el non plus ultra, un mundo casi desconocido y, por tanto, susceptible de acoger a mitos como los trabajos de Heracles o la ubicación del Tártaro, el Atlántico tenía pocos secretos para los experimentados navegantes fenicios, quienes habían fundado emporios, factorías y colonias en las orillas atlánticas de Europa y África, más allá de estrecho de Gibraltar.
La identidad fenicia. Afirmación y pervivencias por Francisco Machuca (UMA)
La victoria romana en la Segunda Guerra Púnica no supuso la desaparición de las comunidades fenicias del sur de la península ibérica. Gadir, Malaka, Seks o Abdera continuarán siendo en esencia urbes fenicias durante varios siglos más. Tales ciudades, que mantendrán el vínculo con su pasado a través de la figura de Melqart-Heracles, usarán sus orígenes y sus particulares tradiciones culturales para legitimarse ante el nuevo poder romano. Ello dará lugar a una nueva identidad negociada, repleta de contenido fenicio, pero que no será ajena a “lo romano”. Y es que el objetivo último de este proceso de construcción identitaria no fue otro que el de favorecer la integración provincial de estas comunidades desde una posición que, aunque partía desde “lo local”, se integraba perfectamente en el contexto cada vez más global que se abre desde las últimas décadas del siglo III a. C. con la expansión romana por el Mediterráneo.
Y además, introduciendo el n.º 41: Shackleton y la deriva del Endurance por Javier Cacho
Entre los exploradores antárticos del siglo pasado se decía “si quieres hacer ciencia vete con Scott, si quieres una expedición rápida y eficiente, vete con Amundsen; pero si te encuentras en una situación desesperada, y parece que no hay salvación, híncate de rodillas y pide a Dios que te envíe a Shackleton”. En 1915 un barco con veintiocho hombres a bordo quedó bloqueado por los hielos en la Antártida. En aquel barco no llevaban radio, no podían transmitir su problema y, por lo tanto, nadie iba a ir a rescatarles. Estaban completamente solos.