Sexo en Roma

Desperta Ferro Arqueología e Historia

n.º 39
Octubre 2021
Sexo en Roma
7€IVA incluido

Más allá de la imagen estereotipada del mundo romano, repleta de anécdotas de emperadores que se prostituyen, grafitos obscenos, pinturas pornográficas e innumerables representaciones de falos que dibujan la idea sesgada de una sexualidad salvaje, la realidad del sexo en Roma era mucho más terrenal y probablemente menos alocada. La perspectiva que prefiguran las fuentes escritas y la iconografía es la de un modelo centrado en los paradigmas de lo masculino, de la autoridad y del dominio. La obtención del placer era un privilegio de los hombres libres, sobre cuyas espaldas recaía la responsabilidad de intentar preservar el difícil equilibrio entre el placer sexual (propio) y el futuro del matrimonio y la familia, que pasaba siempre por las decisiones del pater familias. Bajo ese paraguas teórico, sin embargo, se movía un mundo repleto de posibilidades y contradicciones.

Erotismo y sexo en la literatura romana por Rosario Moreno  Soldevila (Univ. Pablo de Olavide)

Erotismo y sexo en la literatura romana por Rosario Moreno Soldevila (Univ. Pablo de Olavide)

Los romanos tenían dos ancestros divinos: Venus y Marte. Venus, la diosa del amor, era la madre del troyano Eneas; Marte, el dios de la guerra, engendró a Rómulo y Remo. Desde sus legendarios comienzos el pueblo de Roma está marcado por la guerra y el amor. Ovidio, el gran poeta amatorio romano, combina perfectamente ambos conceptos en un poema de su libro Amores: Militat omnis amans (“Todo enamorado es un soldado”, Amores I.9.1). Amor y sexo están omnipresentes en todos los recovecos de la literatura latina, desde sus orígenes, y lo encontramos por doquier, de una manera u otra, en prácticamente cualquier género literario. De los griegos los romanos heredaron la tragedia y la comedia, con sus amores apasionados y desmesurados la una, con sus galanteos y finales felices la otra.

Líos de familia. Sexo, afecto y política a finales de la República romana por Joaquín Ruiz de Arbulo (URV-ICAC)

Líos de familia. Sexo, afecto y política a finales de la República de Roma por Joaquín Ruiz de Arbulo (URV-ICAC)

Para las grandes familias senatoriales de finales de la República los divorcios y las bodas consecutivas estaban a la orden del día. Las muertes durante el parto de las mujeres casadas eran muy frecuentes, y los matrimonios pactados habían sido siempre esenciales en una sociedad basada en las relaciones de patronazgo y clientela. En el año 59 a. C., a nadie pudo extrañar que Julio César, el nuevo cónsul de la República, habiendo repudiado a su anterior esposa años atrás, anunciara su boda con Calpurnia, hija de Lucio Pisón, al saber que este le sustituiría como nuevo cónsul al año siguiente. Simplemente César necesitaría su aprobación para obtener un mando provincial proconsular. Y no solo eso, al mismo tiempo César ofreció también a su hija Julia en matrimonio a su aliado, el famoso general Pompeyo el Grande. Se trataba de sellar el pacto que ambos, en compañía del multimillonario Publio Craso, líder de los equites u hombres de negocios, habían establecido el año anterior y que conocemos hoy con el nombre del primer triunvirato: una alianza de sus intereses respectivos para controlar las votaciones senatoriales. Porque de eso se trataba.

Mujeres y sexualidad por Patricia González Gutiérrez

Mujeres y sexualidad por Patricia González Gutiérrez

Un orador griego, Demóstenes (59.122), explicaba tranquilamente la utilidad de las mujeres. Las esposas para tener hijos, las concubinas para el servicio diario y las prostitutas para el placer. Los romanos, aunque con una legislación más elaborada sobre las uniones y el deseo, pensaban más o menos lo mismo. La sexualidad femenina, como en todo el mundo antiguo, se concebía solo como un elemento de utilidad para los hombres. Las mujeres, además, no eran tanto individuos por sí mismos –al menos en este aspecto–, sino más bien receptáculos y representantes del honor familiar. Para las mujeres romanas –y también para las no tan antiguas– su sexualidad no era suya, sino de su comunidad, de su familia y de su marido.

La leyenda negra de los emperadores. Mitos y realidades por Jerry Toner (University of Cambridge)

La leyenda negra de los emperadores. Mitos y realidades por Jerry Toner (University of Cambridge)

Los emperadores romanos con peor reputación son conocidos por su falta de tapujos sexuales. Pongamos por ejemplo el adolescente Heliogábalo. Colocado en el trono en 218 d. C. tras un golpe de palacio orquestado por su abuela, este espíritu libre se sintió eximido de las conservadoras normas sociales de Roma. Es conocido, entre otras cosas, por su afición a vestirse como una mujer y por haber querido castrarse. Tuvo una serie de amantes varones, prodigándose en favores a ellos, y seleccionó candidatos para su gabinete en función del tamaño de sus penes. Leyendo estos relatos sensacionalistas, resulta sencillo formarse una impresión de que este tipo de ilimitados e ingeniosos comportamientos sexuales eran algo normal en la corte imperial. Esta idea fue además avivada por los escritores cristianos, interesados en trazar una estricta división entre su propio énfasis en los beneficios morales de la castidad y la represión sexual en oposición a la lascivia típica de sus predecesores paganos.

Perspectivas romanas de las relaciones homoeróticas Patricia González Gutiérrez

Perspectivas romanas de las relaciones homoeróticas Patricia González Gutiérrez

Aunque las prácticas homoeróticas han existido siempre, conceptos como la homosexualidad, la heterosexualidad o la bisexualidad son contemporáneos. De hecho, mientras que el término “homosexualidad” surgió en 1869, el de “heterosexualidad” no empezó a usarse hasta 1892. La alteridad, como siempre, se nombra antes que lo considerado “natural” o “normal”. Así pues, resulta extremadamente complejo aplicar estas categorías al pasado, y nunca acaban de encajar del todo bien, y tampoco nos resulta fácil en algunas ocasiones clasificar de qué nos están hablando las fuentes. Quizás es mejor simplemente analizar las disidencias sexuales y de género desde el propio prisma del pasado, desde su propia normatividad y siendo conscientes de las dificultades de (re)pensar la sociedad romana desde nuestro prisma. Así que, en realidad, es mejor hablar de prácticas homoeróticas que referirnos a conceptos como homosexualidad o bisexualidad, y de transgresiones a la normatividad en vez de intentar encajar esas realidades en nuestras propias identidades.

El precio de la infidelidad. El adulterio como delito sexual por Thomas McGinn (Vanderbilt University)

El precio de la infidelidad. El adulterio como delito sexual por Thomas McGinn (Vanderbilt University)

La definición de los delitos, los métodos para perseguirlos y los castigos que se imponen varían considerablemente de una sociedad a otra. Esto es especialmente cierto en la definición de los delitos sexuales, a la que, aunque en ocasiones se le ha querido dar una amplia validez, incluso universal, contemplada con detenimiento emerge claramente como un constructo cultural con significativas diferencias entre distintas sociedades. Esta cuestión es particularmente significativa en el mundo romano, donde los delitos sexuales servían para ordenar el estatus personal, sobre todo de acuerdo con el género.

Veneris figurae. La imagen y la provocación por David Vivó (UdG)

Veneris figurae. La imagen y la provocación por David Vivó (UdG)​

La representación de escenas sexuales, ya sean mitológicas, de creencias populares o simplemente de pornografía, eran un hecho corriente y no ofensivo, per se, a ojos de los romanos. Sin embargo, esto no quiere decir que todas tuvieran la misma consideración, puesto que el concepto de obscenidad e incluso de pornografía se asociaba a cierto estatus social y cultural. En general, las clases altas y adineradas elegían las escenas mitológicas, ya fueran estas más o menos sexuales, por su contenido “cultural”, mientras que las clases populares eran mucho más explícitas y crudas en sus repertorios. En ambos casos, y específicamente en las pinturas murales, no había una especialización temática de talleres eróticos, sino que era el comitente quien elegía, según el público al que iba dirigido, la temática a representar.

Y además, introduciendo el n.º 40: La Ibiza feniciopúnica por Joan Ramon (UB)

​Y además, introduciendo el n.º 40: La Ibiza feniciopúnica por Joan Ramon (UB)

Aunque sería tentador llamarla Paleoibiza –al igual que suele hacerse con tanta gratuidad en casos de sustitución de emplazamientos–, desconocemos el nombre que sus fundadores dieron a su instalación en Sa Caleta, un pequeño enclave situado en la costa suroccidental de la isla. El lugar, una península aplanada separada de tierra firme por el cauce de un torrente, es un paradigma topográfico de los asentamientos occidentales objeto de presencia fenicia. Sa Caleta no era uno de los yacimientos clásicos de la arqueología ebusitana, a diferencia de otros como Puig des Molins, Illa Plana o Es Cuieram, y no fue hasta 1986 que este yacimiento comenzó a ser valorado en su justa dimensión histórico-arqueológica a raíz de las excavaciones que se llevaron a cabo en las décadas de los ochenta y noventa del pasado siglo. Con independencia de su novedad, es también fuente de datos de todo tipo. Mientras el espacio útil de Sa Caleta se saturaba, su erosiva costa se deterioraba a un ritmo acelerado y su puerto ofrecía muy pocas garantías de seguridad.

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