La peste negra, el brote original de lo que llamamos la segunda pandemia de peste bubónica, que habría de prolongarse en periódicos rebrotes hasta bien entrado el siglo XIX, asoló entre 1347 y 1352 toda Europa y buena parte del norte de África y Asia Central. A su paso, dejó millones de víctimas que no lograron sobrevivir a los virulentos achaques de una enfermedad brutal, que mataba en cuestión de días. Las estimaciones habituales a partir de la documentación de la época estiman que murió entre el 40 y 60 % de la población europea. El desánimo se apoderó de los que vivieron en aquellos tiempos, que buscaron en la ira divina o en la alineación de los astros la explicación a semejante desolación y se refugiaron en la expiación de los pecados como medio para resarcirse y buscar el perdón de Dios. Los médicos, completamente desconcertados, recurrieron como pudieron a los métodos que consideraron oportunos y que basaban en la tradición antigua, aunque esto también resultó insuficiente. De aquel trágico episodio, habría de resurgir una nueva Europa.
La peste negra. La segunda pandemia mundial por Peter Frankopan (Oxford University)
No es sorprendente que los eventos del último año hayan conducido a un creciente interés por la historia de pasadas pandemias. La más famosa y mortal de todas es sin duda la peste negra, que devastó buena parte de Asia, Europa y África a mediados del siglo XIV. Se trata de un patógeno que existe de forma natural en múltiples focos en todo el mundo. Los recientes avances en la identificación genética de enfermedades muestran que el árbol filogenético de la plaga tiene cuatro ramas que aún sobreviven hoy en día. La rama de la plaga que resultó tan devastadora en la década de 1340 y en posteriores rebrotes que la siguieron puede rastrearse hasta Asia Central, en la cordillera de Tien Shan. Sin embargo, las causas precisas que provocaron el estallido del brote todavía no terminan de comprenderse.
Entre fe y ciencia. Las interpretaciones de la epidemia por Winston Black (Dalhousie University / Idaho State University)
Cuando se enfrentó a la peste negra en el Medievo, la gente no tenía una interpretación única sobre la enfermedad. Recurrieron a las antiguas tradiciones de la religión, la ciencia y la medicina para explicar de dónde pudo venir, cómo y por qué se propagó por todo el mundo conocido, por qué golpeó duramente a algunas personas y no a otras, y cómo afectó al cuerpo humano. Un examen a las descripciones medievales de la plaga revela las profundas y complejas interacciones entre la fe de estas personas y aquello que aprendieron.
La peste negra en la península ibérica por Simon R. Doubleday (Hofstra University)
En la primavera de 1348, dos peregrinos partieron de Portugal con destino al santuario de San Francisco de Asís, un viaje que esperaban poder completar en el otoño de aquel mismo año. Pero a medida que avanzaban hacia el este, cruzando la meseta castellana y entrando en el reino de Aragón, su ánimo fue decayendo. Las noticias sobre la peste habían comenzado a extenderse y, poco a poco, Esteban Peres de Bramana y su compañero se vieron señalados por la sospecha, como así ocurría con otros extranjeros, viajeros y minorías étnicas. Por toda Europa los marginados sociales, incluyendo los judíos y extranjeros, fueron acusados de ser responsables de la enfermedad o de haber envenenado los suministros de agua. Para mediados del verano, los dos peregrinos temían ya por sus vidas, vulnerables a la agresión física tanto como a la letal bacteria Yersinia pestis.
La muerte llama a la puerta. La experiencia humana de la peste negra por William Caferro (Vanderbilt University)
La experiencia humana de la plaga fue registrada por numerosos escritores coetáneos, incluyendo algunos bizantinos y musulmanes. El retrato colectivo que ofrecen dibuja una sociedad medieval vuelta del revés, con sus pautas sociales y económicas desestabilizadas, la vida cotidiana y las relaciones humanas alteradas, las promesas religiosas cuestionadas y grupos marginales culpados y perseguidos, amén de un sentimiento generalizado de que el apocalipsis estaba muy cerca, casi al alcance de la mano. Un cronista de la ciudad italiana de Siena afirmó sucintamente por escrito que “el mundo se ha convertido en una gran sombra”.
Sepulturas y cementerios. La arqueología de la peste negra por Dominique Castex y Sacha Kacki (Université Bordeaux)
En los últimos treinta años se ha podido investigar arqueológicamente un cierto número de yacimientos funerarios relacionados con las epidemias de peste. Estos descubrimientos han abierto el camino a la renovación de nuestro conocimiento acerca de las prácticas funerarias adoptadas en tales contextos, poniendo de relieve una diversidad de actitudes hasta entonces insospechada sobre la base de las fuentes históricas, ya fueran textuales o iconográficas. Ciertas características biológicas de los individuos exhumados, como por ejemplo la edad, el sexo y su estado de salud previo han resultado muy útiles para caracterizar a las poblaciones afectadas por esta epidemia. Los restos funerarios han permitido igualmente, a través de la disciplina de la paleobioquímica molecular, identificar el ADN del bacilo Yersinia pestis en los restos esqueléticos de las víctimas de los distintos brotes de peste que asolaron Europa.
La influencia de la epidemia en el arte y el pensamiento medieval europeo por Tamara Quírico (Universidade do Estado Rio de Janeiro)
Si la peste negra fue un gran parteaguas para las sociedades europeas, habiendo generado cambios significativos en la mentalidad religiosa cuyas consecuencias pueden ser percibidas al menos desde las primeras décadas del siglo XV y con posterioridad, cabría esperar igualmente una serie de transformaciones en las concepciones artísticas. No vamos a negar aquí que existieron ciertas transformaciones en el terreno del arte de la segunda mitad del siglo XIV. Sin embargo, cabe señalar desde el principio que, en contra de lo que tradicionalmente se ha pensado, la peste negra no fue responsable directa del desarrollo de los temas macabros.
La pandemia que cambió la historia por Samuel Cohn (University of Glasgow)
Los efectos de la peste negra en Europa (1347-1352) deben dividirse entre aquellos inmediatos, que se manifestaron durante la plaga y los años siguientes, y aquellos que se desarrollaron como resultado de los repetidos rebrotes de la enfermedad a lo largo de la segunda mitad del siglo XIV. Estos últimos comenzaron a aparecer en determinados lugares una generación después de la epidemia, pero en otros solo se manifestaron ya en el siglo XV. El fuerte contraste existente entre las consecuencias inmediatas y las posteriores en la demografía, la economía, la política y la cultura sugieren que si la epidemia no hubiera regresado en repetidas oleadas periódicas en la siguiente mitad de siglo, la historia europea y sus divergencias entre el norte y el sur del continente o entre este y el resto del mundo, podrían haber sido significativamente distintas.
Y además, introduciendo el n. º 36, Resistencias culturales a la romanización por Francisco Marco Simón (UNIZAR)
¿Es posible plantear algunos ejemplos de “resistencia religiosa” en la Hispania sometida a la presencia romana? Sí, si por este término entendemos la manifestación de experiencias discrepantes respecto de elementos característicos de la cultura helenístico-romana. Es sobre todo en el terreno de las imágenes donde cabe buscar expresiones de resistencia cultural. El dominio de la iconografía es ideal para analizar unas disonancias que, si bien no pueden ser simplemente calificadas de resistencias, sí suponen una afirmación cultural frente a la globalización dominante en esa cultura helenístico-romana compartida por las elites. El problema es que el mundo de las imágenes es tan fascinante como plagado de incertidumbres.