La fundación de Augusta Emerita, la Mérida romana, en el año 25 a. C. con colonos licenciados de las legiones que pasaron a manos de Augusto, trajo consigo el comienzo de un nuevo modo de vida en el territorio hispánico. El eco del Imperio en alza repercutió en el florecimiento de una auténtica capital provincial que trataría de emular a la misma Roma en esplendor y monumentalidad, y pronto sus espacios públicos se dotaron de templos y foros, grandes edificios de espectáculos y altos acueductos que se recortaban en el paisaje lusitano. A lo largo de su dilatada historia, son muchas las gentes anónimas que habitaron la antigua Mérida romana, pero algunos de sus habitantes, de origen más o menos modesto, nos legaron su recuerdo a través de inscripciones y relieves que nos ayudan a interpretar cómo vivieron. Emerita vivió un cierto letargo en el siglo III, pero reavivó con fuerza al ser erigida como capital de diócesis en las reformas de Diocleciano y, al poco, con el cristianismo, personificado en la mártir Eulalia, cuya repercusión en la Tardoantigüedad pervivió largo tiempo.
Augusta Emerita. La fundación de una colonia romana por José Carlos Saquete (Universidad de Sevilla)
“Finalizada esta guerra, Augusto licenció a los soldados de más edad y les concedió fundar una ciudad en Lusitania llamada Augusta Emerita” (Dión Casio, Historia romana LIII 26.1). Así escribe en el siglo III el historiador Dión Casio en relación a los acontecimientos del año 25 a. C., cuando Augusto dio por finalizada la guerra contra cántabros y astures. No había sido una campaña fácil, pero en realidad el tiempo transcurrido desde su victoria en Actio sobre Antonio y Cleopatra (31 a. C.) tampoco lo había sido. Tras aquella batalla, Octavio había quedado como dueño del Imperio y contaba con un ejército enorme, puesto que las legiones de Marco Antonio se habían entregado sin luchar. Para desmovilizar parte de ese ejército necesitaba dinero y también tierra, la reclamación tradicional de los soldados licenciados.
Entre las calles de la colonia. La evolución urbana por Pedro Mateos (Instituto de Arqueología de Mérida – CSIC)
La fundación de Augusta Emerita debe vincularse a un plan perfectamente establecido dentro de un contexto global, de una política imperial que manejaba sus claves generales en las que relacionar aspectos como definición jurídica y morfología de las ciudades, relación entre el poder central y el local, tipos de ocupación, etc. De la Mérida romana destaca su posición estratégica en el extremo sur de la provincia lusitana, en la zona de mayor densidad de ciudades y ocupantes, así como su ubicación en un importante cruce de caminos, con abundante tierra de labor que distribuir entre los colonos y con documentadas canteras de las que extraer el material para la construcción de sus primeros edificios e infraestructuras. También debería apuntarse un aspecto que, por obvio, no ha sido suficientemente resaltado en la bibliografía emeritense, como es su localización en la confluencia de dos ríos, el Anas (Guadiana) y el Barraeca (Albarregas) y la tremenda importancia que este hecho debió tener en el día a día de la ciudad.
Los edificios de espectáculos por Pedro Mateos (Instituto de Arqueología de Mérida – CSIC)
Los principales edificios de espectáculos de Augusta Emerita conocidos en la actualidad son el teatro, el anfiteatro y el circo. Los dos primeros se localizaban en el lado oriental de la ciudad, intramuros, ocupando una pequeña colina denominada San Albín. Esta situación garantizaba una situación predominante en altura en relación con el resto del urbanismo de la ciudad y permitía un menor coste constructivo al edificarse parte del graderío reaprovechando la ladera del cerro. El circo, en cambio, hubo de construirse fuera de los límites de la ciudad amurallada debido a sus grandes dimensiones. Su situación, al este, junto a una de las principales vías de acceso a la ciudad, que unía la Mérida romana con Caesaraugusta (Zaragoza), le conferían un papel fundamental en su doble función como edificio de ocio, pero también como complejo comercial y de representación.
Gente de Augusta Emerita. Personajes de la vida social de la ciudad a través de la epigrafía por Fernando Lillo Redonet
Los aproximadamente mil cien epígrafes funerarios y los cincuenta de carácter votivo conservados hasta el momento ofrecen una valiosa información sobre la gente que habitaba la Mérida romana. No es este el lugar para hacer un estudio de la vida social de cada estamento de la colonia romana, tarea bastante compleja, puesto que, a pesar de los datos de que disponemos, hay muchísimos más que nos son desconocidos. Solo se pretende ofrecer un mosaico de la variedad de personajes de la ciudad pertenecientes a las distintas clases: miembros de la alta sociedad, profesionales diversos, protagonistas de los espectáculos y esclavos.
El agua es vida. La ingeniería hidráulica José María Álvarez Martínez (Museo Nacional de Arte Romano)
Para todo el que llegaba a la colonia Augusta Emerita por la calzada que venía de Asturica (Astorga) o por la de Corduba, el encontrarse con la grandeza de las arquerías que hoy denominamos de San Lázaro o de los Milagros –que hubieron de ser tendidas sobre el valle del río Albarregas para salvar su depresión y permitir la llegada de las aguas a una cota favorable desde donde se distribuyera a voluntad por toda la antigua colonia– debía de ser, al tiempo que una señal inequívoca de que se alcanzaba una gran urbe en la que se reflejaba con creces la grandeza del Imperio, un motivo de admiración semejante al que se puede experimentar al contemplar en la actualidad cualquier símbolo de una de nuestras ciudades más representativas. Estas arquerías, que formaron parte de dos de las cuatro conducciones planificadas en Augusta Emerita, llamaron poderosamente la atención de eruditos, historiadores y arqueólogos, quienes se hicieron lenguas a la hora de describir tan monumentales vestigios.
Una sociedad en imágenes. La escultura de Augusta Emerita por Trinidad Nogales (Museo Nacional de Arte Romano)
Numerosas esculturas se preservaron del paso de los siglos y fueron rescatadas de su letargo y olvido merced a la arqueología, que recuperó de las entrañas de la tierra tesoros en piedras de distintos tipos. La escultura romana es la plasmación formal, sobre diversos soportes, de las inquietudes de un pueblo; inquietudes que se convirtieron en retratos, estatuas individuales o de grupo, relieves narrativos que nos cuentan hazañas y hechos, majestuosas divinidades que presidían los templos y recintos de culto, o hermosas piezas para decorar estancias privadas. Detrás de toda esta ingente producción estaban los artistas que las ejecutaron y la sociedad que las demandó para su uso y disfrute.
Mérida tardorromana por José Luis de la Barrera (Museo Nacional de Arte Romano)
Cuando sobre Augusta Emerita se cernía un sombrío horizonte y languidecía sin remedio, una decisión trascendental vino a promocionarla de nuevo, a salvarla de la ruina: su nombramiento como capital de la diocesis Hispaniarum. Es cierto que nunca volvería a ser la ciudad próspera y pujante de los dos primeros siglos de la era, pero, desde el punto de vista histórico, llegó a alcanzar cotas hasta entonces desconocidas.
Y además, introduciendo el n. º 33, ¿Existe una mitología indoeuropea? por Patrice Lajoye (CNRS)
Del mismo modo que resulta difícil, por no decir imposible, reconstruir una lengua indoeuropea común, es harto complicado reconstruir una mitología en común. En cambio, sí es posible apreciar la existencia de algunos mitos o motivos mitológicos que pudieron ser compartidos por el conjunto de los pueblos de habla indoeuropea. Muchos de ellos responden a un patrón general, que podríamos llamar universal, de la concepción del mundo y las amenazas que se ciernen sobre él, pero indagando con mayor detalle podemos percibir algunos aspectos que quizá estén transmitiendo versiones comunes con relatos más específicos de los pueblos de habla indoeuropea.