Cuando se asentaron permanentemente los visigodos en Hispania, tras cerca de un siglo interviniendo militarmente bajo los designios del debilitado Imperio romano o el de su propio reino establecido en Tolosa, heredaron bajo su tutela una sociedad ya organizada y estructurada a partir de una configuración urbana, que durante siglos ejerció como soporte efectivo del mecanismo administrativo imperial. La creciente influencia del cristianismo se dejó notar en el entramado urbano y rural, tanto en su arquitectura como en sus mecanismos de poder, y el peso del catolicismo supuso a la larga un condicionante que la élite visigoda, tradicionalmente arriana, no pudo ignorar.
La emigración goda en España por Luis A. García Moreno (Real Academia de la Historia)
La moderna historiografía no debiera seguir concibiendo la historia hispana de los siglos V a VII a la manera romántica, como la venida de grupos étnicos homogéneos de vándalos, alanos, suevos y visigodos en Hispania, que se fusionaron culturalmente con los hispanorromanos tras la conquista del territorio y que acabaron por convertirse en campesinos tras haber venido como guerreros. Los historiadores de hoy debemos prestar una especial atención a la heterogeneidad étnica de los invasores en el momento de la constitución de los agrupamientos étnicos antes mencionados, a la profunda jerarquización social de los mismos y al protagonismo en ellos de una pequeña élite o incluso de unos pocos linajes. Ello sin contar además con que la constitución de esos nuevos agrupamientos étnicos en su mayoría dio lugar a la creación de entidades políticas nuevas, aunque basadas en estructuras sociales y administrativas tardorromanas. Se incluye un mapa acerca de los principales movimientos de los godos con anterioridad al establecimiento de su Estado en la Península, así como un gráfico con los linajes y relaciones de los monarcas visigodos en Hispania o influyeron sobre ella entre los siglos V y VII.
El poblamiento urbano y rural por Jorge López Quiroga (Universidad Autónoma de Madrid)
Es preciso enmarcar el análisis de los centros urbanos visigodos en Hispania en el contexto historiográfico actual sobre la idea y el concepto de ciudad en la Antigüedad Tardía, bien alejado, por tanto, de las visiones catastrofistas que antaño cimentaban su discurso sobre las supuestas ruinas abandonadas de los antiguos enclaves urbanos. En esta línea interpretativa, la comparación y contraposición entre la “ciudad clásica” y la “ciudad tardoantigua” refleja una equívoca y reduccionista dicotomía que no atiende a la propia dinámica evolutiva interna de transformación, en un contexto de transición, del paisaje urbano hispano durante los siglos V, VI y VII. Incluye un mapa a doble página con los principales centros urbanos, sedes episcopales, cecas, yacimientos rurales y necrópolis de la península ibérica en el periodo de ocupación godo.
El reino de Toledo y sus relaciones externas por José Soto Chica (Universidad de Granada)
A fines del siglo V, los visigodos tenían su centro en Aquitania –concretamente en Tolosa– y llevaban a cabo una agresiva política exterior. Esto, en el contexto del periodo de la historia del Mediterráneo que va desde la segunda mitad del siglo V al primer tercio del siglo VII, significaba tener como foco de interés principal a Bizancio. De allí provenían buena parte de los movimientos diplomáticos y bélicos que, de forma directa o indirecta, terminaban repercutiendo en el reino visigodo. De allí venían también las influencias culturales y artísticas, los debates religiosos e ideológicos y, por supuesto, también los comerciantes y productos más apreciados. Es por eso que veremos a Eurico (466-484) tratar de sacar partido, con éxito, de la debacle del potente intento de Constantinopla por reforzar y reconstituir el Imperio romano de Occidente, apoyando con todos sus medios a su “hombre”, el emperador Antemio (467-472). Para ese entonces solo tenemos noticia de una alianza matrimonial con los vándalos, desastrosa por cierto, que concluyó abruptamente en 442 con la devolución, sin orejas y sin nariz, de la princesa visigoda (Jordanes, Getica 184) y de una embajada de Eurico a Constantinopla, hacia 467 (Hidacio, Cronicón 238; Isidoro, Historia de los godos 34). El artículo se acompaña de una ilustración de Enric Ragnar recreando una escena de mercado en el barrio comercial de Recópolis, así como de un mapa con las principales rutas comerciales de la Bizancio contemporánea a la ocupación goda en Hispania.
Necrópolis e identidades entrelazadas en la Hispania de época visigoda por Jorge López Quiroga (Universidad Autónoma de Madrid)
La arqueología de época de los visigodos en Hispania se ha centrado, durante mucho tiempo, en el estudio de las denominadas “necrópolis visigodas”. En la primera mitad del siglo XX fueron descubiertos y exhumados una serie de importantes conjuntos funerarios que han sustentado la conocida como “tesis visigotista”. Pero, a diferencia de cómo se interpretaban estas transformaciones en tiempos no muy lejanos, el estudio del mundo funerario no se aborda en la actualidad como la evidencia de la presencia de individuos de procedencia foránea que muestran caracteres étnicos inmutables en el tiempo, sino, al contrario, como el resultado de un largo proceso de aculturación –con una clara influencia del mundo romano, con el que todos los pueblos bárbaros habían estado permanentemente en contacto– que se materializa en la diversidad de usos y costumbre funerarias y, lógicamente, en la vestimenta, elementos de adorno y depósitos funerarios que encontramos en los enterramientos de los siglos V a inicios del VIII. Acompaña a este artículo una magnífica ilustración de José Luis García Morán reconstruyendo tres tumbas con sus ajuares, correspondientes a las necrópolis de Mérida y Castiltierra.
Toledo visigodo. El paisaje de una sedes regia por Jorge Morín de Pablos (AUDEMA)
La ciudad de Toledo y su territorio atesoran una serie de restos materiales de valor excepcional que son la consecuencia más visible de un rico pasado. Su presencia sirve para recordar que estamos ante una de las poblaciones más importantes y complejas de la península ibérica, tras haberse convertido en capital simbólica de inmensos imperios, de grandes y diferentes reinos o de otras muchas demarcaciones de carácter civil, religioso o militar, que crearon sus propios programas arquitectónicos, en ocasiones sobre los mismos inmuebles, y han dejado su correspondiente huella. Esa importancia mantenida a lo largo de los siglos, tiene como gran referencia la capitalidad de los visigodos en Hispania. Es entonces, en los años centrales del siglo VI, cuando Toledo empieza a destacar en el conjunto de las ciudades de la península ibérica, aunque todavía tardara cerca de un siglo en consolidarse para dar lugar a la urbs regia visigoda que nos describen las fuentes. En ese momento, Toledo dejó de ser una ciudad más para convertirse en el centro simbólico de una entidad política destacada y excepcional en la Europa de su tiempo. La principal consecuencia de esa promoción fue la construcción de grandes complejos arquitectónicos que, en muchas ocasiones, tomaron como ejemplo las construcciones imperiales y provocaron un importante cambio en el aspecto de la población. Se incluye una espectacular ilustración a doble página, realizada por Josep R. Casals, reconstruyendo la ciudad de Toledo hacia el siglo VII.
La arquitectura cristiana “de época goda” en Hispania por Artemio Martínez Tejera (Universidad Autónoma de Madrid)
La consolidación del catolicismo frente al arrianismo como religión oficial de la monarquía de los visigodos en Hispania en el último cuarto del siglo VI –gracias al aldabonazo que supuso el III Congreso de Toledo del año 589– trajo consigo que la Iglesia hispana expandiera sus “espacios de poder”, tanto en el ámbito urbano como en el rural, pero especialmente en el primero. Esto se refleja en las construcciones más importantes de la arquitectura cristiana de entonces: por un lado el episcopium, el conjunto episcopal, dotado de viviendas y espacios cultuales. Será entonces cuando los complejos episcopales hispanos consolidarán ámbitos representativos, muchos de ellos, surgidos – según informan las actas conciliares– en los siglos III-V pero también en los siglos VI y VII. Por otro lado, los monasteria et coenobia, (los “poblados espirituales”, también dotados de espacios habitacionales y de espacios eclesiales) que en la segunda mitad de la sexta centuria también iniciaron su expansión por el mundo rural, con el auxilio episcopal y privado, e implantaron un nuevo tipo de hábitat que en algunas ocasiones fue menos dependiente del señor y más ligado a la tierra y a la búsqueda de la autosuficiencia y supervivencia.
Arrianismo y catolicismo: la conversión y la integración del reino por Pablo C. Díaz (Universidad de Salamanca)
El giro godo hacia el cristianismo está esencialmente asociado a maniobras de oportunismo político en su necesidad de buscar alianzas con Roma cuando su pueblo se encontraba acosado por los hunos. Una parte de ellos se habría dirigido al emperador Valente en torno al 376 pidiendo que les enviase sacerdotes que les instruyesen en la verdadera religión. En otra versión de la historia, el jefe godo Fritigerno habría pedido ayuda al emperador para imponerse a su rival Atanarico y, agradecido por los servicios prestados, habría decidido sumarse a la religión del emperador, convenciendo a sus seguidores para que hiciesen lo mismo. Son versiones que pretenden justificar el arrianismo de los bárbaros por su vinculación con un emperador arriano, aunque en la práctica su conversión masiva parece darse después del 382, cuando Teodosio les admitió como federados en Mesia. A partir de ese momento son unánimemente reconocidos como cristianos, aunque sin explicar por qué han optado por el credo arriano, especialmente teniendo en cuenta que el arrianismo fue objeto de una encarnizada persecución tras el concilio de Constantinopla del 381. Los motivos que llevaron a los godos a abrazar el credo arriano siguen siendo objeto de discusión. Más allá de una posible adecuación entre sus sutilezas trinitarias y las concepciones germanas de poder, parece claro que la elección fue consciente y deliberada. Los reyes godos, que sumaban a su condición de cabeza del ejército, la de juez supremo y máxima autoridad legislativa, asumieron también el papel de máxima autoridad de la Iglesia arriana, que pasa a convertirse en la religión tribal y elemento de distinción frente a los romanos católicos. Incluye una ilustración, obra de Sandra Delgado, sobre la unción sagrada del rey Wamba en la iglesia palatina de los Santos Apóstoles, en Toledo.
Pervivencias y recuperación del pasado visigodo en al-Ándalus por Jorge Elices (Universidad Autónoma de Madrid)
Según los autores árabes, existía en Toledo una Casa Cerrada en la que había 24 candados, uno por cada uno de los reyes visigodos en Hispania. Rodrigo quiso abrirla pese a todas las advertencias. Siempre es mejor no abrir la caja de Pandora y tentar al destino. En su interior, encontró un arca de madera y, dentro de ella, las imágenes de unos guerreros nunca antes vistos. Junto a ellos también había una inscripción: “Cuando se abra esta Casa y se penetre en ella entrarán en este país aquellos cuyos atributos y descripción es esta, y la poseerán y se harán con ella”.
Y además, introduciendo el n.º 17 : La influencia minoica en Akrotiri (Thera) por Carl Knappett (University of Toronto) e Irene Nikolakoupoulou (Hellenic Ministry of Culture, Education & Religious Affairs)
Hace 3500 años, la floreciente ciudad de Akrotiri, en la pequeña isla cicládica de Thera, vivió un final repentino y verdaderamente dramático. Quedó sepultada tras una de las erupciones más fuertes conocidas en los últimos 10 000 años. A diferencia de los de Pompeya, los habitantes de Akrotiri tuvieron tiempo de huir con sus posesiones más valiosas, pero, pese a ello, lo que dejaron atrás –edificios de varias plantas con maravillosos frescos, recipientes cerámicos, de piedra o de metal y todo tipo de objetos domésticos– nos permite reconstruir la vida en el asentamiento con extraordinario detalle, una circunstancia muy inusual para los arqueólogos que excavan en yacimientos de la Edad del Bronce. Su excelente estado de conservación justifica el nombre de “Pompeya prehistórica del Egeo” que se le ha dado, pero lo que inmediatamente acude a la mente de muchas personas es la historia de Atlantis, y la fascinante posibilidad de que Platón describiera un acontecimiento ocurrido 1000 años antes de su época. Por supuesto, es una posibilidad tentadora, aunque del todo inútil. Lo más interesante para la mayoría de los arqueólogos es la naturaleza de la sociedad de Thera y las Cícladas en esta etapa de comienzos de la Edad del Bronce Reciente. Al fin y al cabo, Thera es una isla diminuta con muy pocos recursos. ¿Cómo entonces pudo albergar una ciudad con una cultura tan dinámica?