La concepción del hoy conocido como Jaime I el Conquistador fue, según relatan las crónicas, fruto de una artimaña para que su padre, el rey Pedro II, yaciera con la reina creyendo que lo hacía con su amante. De ese único encuentro nacería un hijo nunca querido por su padre, quien no tuvo reparos en entregarlo como rehén a uno de sus enemigos (Simón de Montfort). Y fue precisamente combatiendo a este enemigo como, a los pocos años, halló Pedro la muerte en el campo de batalla de Muret, durante la cruzada albigense. Se abría así un contexto de disputas nobiliarias y de lucha por el trono en el que la candidatura del pequeño Jaime –de apenas seis años– parecía la más débil de todas. Y, sin embargo, prevaleció, y llegó a reinar la sorprendente cifra de sesenta y tres años, en el curso de los cuales extendió espectacularmente las fronteras del reino con las conquistas nada menos que de las islas Baleares, de Valencia y de Murcia. Su largo y exitosísimo reinado le hizo digno del epíteto de “el Conquistador”, y marcó un antes y un después en la historia de la corona de Aragón.
Una dura mancebía. La juventud del Conquistador por Damian J. Smith (Saint Louis University)
No debe extrañarnos que cuando Jaime I el Conquistador dictaba sus memorias, al ocaso de sus días, echara la vista atrás y creyera que su vida entera había sido dirigida por la Divina Providencia. Tal era la magnitud de sus logros. Sin embargo, pocos reyes habían tenido unos comienzos tan difíciles.
El ejército del rey de Aragón en el siglo XIII por Mario Lafuente Gómez (UNIZAR)
La capacidad de los soberanos de la Corona de Aragón para disponer de tropas con las que enfrentarse a sus rivales en la arena militar, durante el siglo XIII, dependía muy estrechamente del estatuto jurídico y del origen social de los futuros combatientes. Más allá de la dispersión jurídica que caracterizaba el sistema, en esta etapa de la Edad Media el ejército del rey se articulaba en torno a tres ejes principales: las compañías nobiliarias, las huestes de las órdenes militares y las milicias municipales.
“Un reino dentro del mar”. La conquista de las Islas Baleares por Martín Alvira Cabrer (UCM)
La muerte del rey Pedro el Católico en la batalla de Muret dejó la corona de Aragón vencida, hipotecada y desprestigiada en manos de un niño de cinco años. Al pequeño Jaime I, sometido a las incesantes luchas de bandos de la nobleza, le costó casi tres lustros superar las consecuencias del desastre de 1213. Cuando la situación quedó estabilizada en 1227, la idea de conquistar las islas Baleares se puso sobre la mesa.
La flota real de Jaime I de Aragón por Pol Junyent Molins (CAIMMed/CSIC)
En los albores de la expansión mediterránea de la corona de Aragón, durante el reinado de Jaime I y tras el fin de la política occitana con el desastre de Muret en 1213, el afán bélico y territorial de la Corona se fue enfocando poco a poco hacia el dominio de su entorno inmediato, con el mar como telón de fondo.
La conquista de Valencia por Josep Torró(UV)
Jaime I acababa de conquistar Mallorca, y se vanagloriaba de ello. Aprovechando los recursos y el prestigio obtenidos, se dispuso a la conquista de Valencia. Aunque el territorio valenciano no contaba con la ventaja de la insularidad, se hallaba erizado de castillos de roca que, bien aprovisionados y defendidos por hábiles ballesteros, podían resistir sitios de gran duración, como bien había mostrado el fracaso de Peñíscola.
La conquista aragonesa de Murcia por Vicent Baydal i Sala(UPF)
En la década de 1260, en el contexto de la primera gran rebelión islámica contra el enorme avance territorial de los reyes castellanos producido tras la batalla de las Navas de Tolosa, Jaime I –incluso con la férrea oposición de la aristocracia aragonesa– decidió socorrer a Alfonso X el Sabio con una gran expedición militar que retornó el dominio cristiano al reino de Murcia en favor de Castilla. Su actuación sería decisiva para el futuro de la región.
La fallida cruzada aragonesa a Tierra Santa por Ernest Marcos Hierro (UB)
En el último tramo de su libro, el rey Jaime I dedica una decena de capítulos a la única empresa militar fracasada de su vida. Se trata de la cruzada a Tierra Santa contra el sultanato mameluco de Egipto a la que partió con su flota desde Barcelona en septiembre de 1269. Apenas una semana después, tras un horrible temporal que la crónica describe minuciosamente, Jaime desembarcó como pudo en el puerto occitano de Agde y, creyendo que Dios no aprobaba su propósito, anunció la cancelación del viaje.
El Conquistador en primera persona. El Llibre dels feyts por Stefano Maria Cingolani (UAB)
Valencia, junio de 1270. Muy posiblemente es en este momento que el rey Jaime empieza a dictar el Llibre dels feyts (“Libro de los hechos”) en un periodo de relativa tranquilidad, y de muchas dudas. El rey tiene sesenta y dos años, y siente que ha llegado el momento de hacer el balance de su vida.