En el verano del año 490 a. C. un poderoso ejército persa desembarcó en Grecia continental, en una localidad llamada Maratón. Su propósito era castigar lo que por entonces no era sino una diminuta e insignificante ciudad llamada Atenas. Contra todo pronóstico, en el enfrentamiento que vendría a denominarse la batalla de Maratón el todopoderoso ejército persa fue aplastado, insuflando ánimo a toda la Hélade que, en adelante, conservó su independencia y pudo avanzar con firmeza en la senda de progresos políticos, sociales, artísticos y culturales que hoy admiramos.
De la tiranía a la democracia: Atenas entre los años 510 y 490 a. C. por Adolfo J. Domínguez Monedero (Universidad Autónoma de Madrid)
Los veinte años (510-490 a. C.) que median entre la expulsión del último tirano de Atenas, Hipias, y la batalla de Maratón, constituyen uno de los periodos más trascendentales de la historia de Atenas y, a la postre, de toda Grecia. La salida de un régimen tiránico no siempre era fácil y menos en una ciudad como Atenas en la que no fue el resultado de una revuelta interna, sino que fue propiciada desde el exterior, gracias a la intervención del rey Cleómenes I de Esparta. Por supuesto que había opositores internos pero su fuerza no era suficiente por lo que, al final, tuvieron que recurrir a la ayuda extranjera, esto es, al Gran Rey persa.
De aquellos polvos estos barros. La Revuelta jonia y la batalla naval de Lade por Maria Brosius (University of Toronto)
Entre los años 499 y 498 a. C. algunas de las ciudades griegas de la región de Jonia, en Asia Menor, se alzaron para liberarse de la dominación del rey persa. La rebelión se extendió a la isla de Chipre y el Bósforo. La fortuna dio la espalda a los rebeldes y la revuelta fue sofocada. Pero, en el ínterin, Atenas había auxiliado a los rebeldes, y una vez terminada la guerra, el Gran Rey persa quiso dar un escarmiento a la pequeña e insignificante ciudad que había osado auxiliar a sus enemigos. Así se explica la campaña que pocos años más tarde lanzarían los persas sobre el Ática y que desembocaría en la batalla de Maratón.
La cólera del Gran Rey. Las expediciones de Mardonio y Artafernes por Fernando Echeverría (Universidad Complutense de Madrid)
Tras la captura de Mileto y la desintegración de la alianza de las ciudades jonias en 494 a. C., los persas dedicaron la campaña del año 493 a. C. a la limpieza de los últimos focos de resistencia griega. La revuelta proporcionaba a los persas un pretexto para continuar la expansión por Europa. Todo parecía indicar, por tanto, que los persas no se contentarían con restablecer la situación anterior a la revuelta sino que seguirían avanzando en dirección a la Grecia continental. Esta amenaza se concretó en dos campañas militares, una liderada por el general Mardonio (492 a. C.) y otra por Artafernes, la última de las cuales tuvo como resultado final la batalla de maratón (490 a. C.).
Las “batallas de Maratón” o el triunfo de la incertidumbre por Fernando Quesada Sanz (Universidad Autónoma de Madrid)
Pese a que la de Maratón es una de las batallas más conocidas, narradas y exaltadas de la historia europea, sabemos muy poco sobre lo que allí ocurrió realmente, y la parquedad o vaguedad de nuestras fuentes permiten a los estudiosos proponer mil y una variantes sobre casi todo, desde la fecha hasta el lugar y posición en que formaron los ejércitos y los contingentes que lucharon. Desde Heródoto, pues, hay muchas “batallas” de Maratón, con narraciones que discrepan en todo salvo en lo elemental: que se trató de una victoria griega.
Aspis contra sparabara: las formas de combate griega y persa contrastadas por Roel Konijnendijk (Universiteit Leiden)
La victoria ateniense en Maratón fue una maravilla digna de mención. De acuerdo con Heródoto (VI.112.3), los atenienses y sus aliados de Platea fueron los primeros griegos en hacer frente a los soldados persas sin verse abrumados por el terror. Los persas merecían ser temidos: sus ejércitos eran los mejor organizados, más sofisticados y más exitosos de su época. ¿Cómo podía comparárseles la milicia ateniense y cómo abordaron esta ardua tarea?
¿Un mundo nuevo tras Maratón? por Matthew A. Sears (University of New Brunswick)
La Batalla de Maratón aparece, casi siempre, incluida en la lista de batallas decisivas. A veces incluso, como la más decisiva en la historia. Una valiente y superada en número banda de atenienses (con algunos de sus amigos de Platea) derrotó una fuerza muy superior de, hasta el momento, invencibles persas. Así, salvaron la democracia, aun en su infancia, y pavimentaron el camino para los incomparables logros de la Grecia Clásica. Como con todos los mitos antiguos (y Maratón realmente tiene muchas de las características de los mitos), la verdad es más compleja.
Maratón: un legado de libertad en la memoria cultural occidental por César Fornis (Universidad de Sevilla)
La batalla de Maratón, cuyo 2500 aniversario fue festejado en 2010, está profundamente arraigada en la tradición occidental, no solo en su historia, sino también en su pensamiento y su cultura, siendo parte de los cimientos formativos de una identidad cultural europea. Simboliza por encima de todo el triunfo de la libertad, la libertad de un pueblo, el ateniense –y, por extensión, el griego– frente al formidable invasor bárbaro de Oriente, y la libertad y supervivencia de una incipiente democracia frente a la tiranía, encarnada a la par por el despotismo persa y por Hipias, el otrora tirano de Atenas que retornaba con el medo. Aunque no comparable a la Segunda Guerra Médica ni en números ni en estrategia global, Maratón fue sublimada porque enseñó al mundo, antiguo y moderno, que el Imperio aqueménida podía ser detenido en su hasta entonces imparable avance.
Y además, introduciendo el n.º 58: Camino al Edén: el peregrinaje a Tierra Santa entre la Primera y la Tercera Cruzada por Esteban Greif (CONICET-Universidad de Buenos Aires)
A lo largo del siglo XII, miles de personas arribaron al Levante desde diferentes rincones del continente europeo. Al igual que los comerciantes estacionales –en cuyas flotas eran transportados–, permanecían en Tierra Santa tan solo algunas semanas o meses, tiempo necesario para visitar los principales sitios y santuarios del cristianismo. De este modo, cada año durante la primavera, grandes contingentes de peregrinos llegaban al reino latino de Jerusalén donde permanecían hasta el otoño, momento en que emprendían el viaje de retorno.