La aparición de la Arqueología como disciplina auxiliar a la Historia supuso un vuelco definitivo a los límites documentales de la misma. Sin embargo, todo conocimiento carece de sentido si no se transmite y se pone al alcance de todos, y eso es lo que nos proponemos hacer en Arqueología e Historia. El tema inaugural planteado en este número es la cultura ibérica, especialmente, entre los siglos IV y III a.C. Los íberos, como tales, no existieron realmente como un grupo autodefinido aunque sí podemos agruparlos como un colectivo con un ámbito sociocultural común y una lengua compartida. El mundo ibérico, a la par atractivo y complejo, presenta el desarrollo de unos pueblos con diferencias regionales anteriores a que la mirada de los púnicos o romanos cayese sobre ellos. Además, es un excelente ejemplo de cómo a partir de una imagen decimonónica sesgada se puede llegar a una visión mucho más compleja resultado de décadas de investigación arqueológica.
La afirmación de la cultura ibérica por Carmen Aranegui
La fachada mediterránea occidental comprendida entre el Languedoc Occidental y la Alta Andalucía, desde el río Hérault al Genil, constituye el escenario donde los pueblos ibéricos aparecen organizados en sociedades estructuradas en el tránsito del siglo VI al V a. C. Grupos heterogéneos en sus tradiciones se abren a un litoral ya explorado previamente por fenicios y griegos, y en parte colonizado, con el que interactúan en un grado superior al admitido tanto para épocas precedentes como para los pueblos continentales coetáneos. Este artículo, que abre el número 1 de nuestra revista, nos introduce de lleno al complejo mundo del periodo Ibérico Pleno, en los siglos IV y III a.C., en el que se producen importantes cambios en el ámbito social y el desarrollo general de los pueblos ibéricos. Se contemplan aquí aspectos derivados de la información arqueológica que han supuesto un auténtico vuelco en nuestro conocimiento del mundo ibérico desde las últimas décadas. Acompañando esta magnífica introducción a tan fascinante mundo, un espléndido mapa de Carlos de la Rocha a doble página nos da las claves de la diversidad geográfica de la cultura ibérica y la ubicación de los principales yacimientos –ya sean hábitats, necrópolis o santuarios– que son en definitiva nuestra mejor fuente de información para el conocimiento del mundo ibérico.
Comercio ibero, púnico y griego por Francisco Gracia Alonso
Buena parte de la responsabilidad en la evolución de la cultura ibérica se debe al contacto constante y continuado con el comercio fenicio –después púnico– y griego, que actuó como mecanismo de conexión con las culturas del Mediterráneo. Hallazgos arqueológicos como los pecios, que ofrecen información acerca de los cargamentos y la estructura de los barcos, o las inscripciones en placas comerciales como las de Ampurias o Pech Maho que nos brindan algunos datos muy significativos en relación con los circuitos comerciales, la participación de intermediarios iberos y el papel canalizador de las colonias, forman parte de este artículo. La complejidad en las transacciones comerciales y el flujo de productos de lujo como las cerámicas áticas en el siglo IV a. C. o la introducción de las primeras series monetarias en Ampurias son otros de los aspectos considerados, que subrayan una vez más el carácter abierto y dinámico de las culturas iberas.
Vivir en Iberia. Las desigualdades sociales entre los iberos por Arturo Ruiz
Las citas que de los pueblos iberos hacen Polibio y Tito Livio durante la Segunda Guerra Púnica permiten distinguir que, a ojos de los romanos, había dos grandes grupos entre ellos: el primero se caracterizaba porque cuantificaba sus reinos por el número de oppida que su príncipe gobernaba. Fue el caso de Culchas, cuyo territorio estaba en el sudeste de la Península, que gobernaba sobre 28 oppida cuando fue a ofrecer su ayuda militar a Escipión en el 206 a. C. para la batalla de Ilipa. La otra referencia remite a Orisón, que gobernaba sobre 13oppida y cuyo territorio debía de estar entre Jaén y Albacete. El segundo grupo de pueblos iberos se reconoce en las fuentes escritas porque sus gobernantes siempre son citados como príncipes de grupos étnicos o de pueblos iberos, siendo el caso más conocido el de Indíbil y Mandonio príncipes de los ilergetes, que dirigían un ejército del que formaban parte ausetanos, lacetanos y, en ocasiones, suessetanos. Nadie mejor que el profesor Arturo Ruiz puede explicarnos cómo, a través de la arqueología, podemos percibir las claves del control social que ejercían las aristocracias sobre la población de su entorno, o las distintas formas de dominio y servidumbre social en el Ibérico Pleno, con una especial atención a algunos yacimientos clave de la Alta Andalucía como la necrópolis de Baza, el oppidum de Puente Tablas o el magnífico santuario heroico de El Pajarillo, para el que contamos con una presentación infográfica con fotografías, mapas e ilustraciones integrados en una doble página.
La escultura ibérica en los siglos IV y III a. C. por Teresa Chapa
Los iberos tuvieron una relación muy restrictiva con el mundo de la imagen durante amplias etapas de su historia, no tanto porque su empleo estuviera absolutamente vedado, sino porque solo algunas producciones excepcionales tenían el privilegio de albergar manifestaciones iconográficas complejas. Así, mientras que las cerámicas locales se decoraron únicamente con temas geométricos hasta épocas tardías, los vasos áticos importados de Grecia podían incluir en su superficie ricos cuadros de figuras que representaban relatos míticos. Otra excepción, esta vez producida localmente, fue la escultura en piedra, soporte que se consideró adecuado para representar a las divinidades, expresar las ideas religiosas y relatar las hazañas de los héroes y aristócratas que conformaban la cúspide de la sociedad ibérica. Distintas imágenes de animales recurrentes en la estatuaria, con significados simbólicos muy diferentes, o figuras emblemáticas del mundo ibérico como la Dama de Baza o el conjunto del heroon del Pajarillo son analizados en detalle en este artículo.
El urbanismo ibérico por Carme Belarte (ICREA / ICAC) y Meritxell Monrós
El urbanismo ibérico se caracteriza por algunos elementos definidores, como son la presencia de un muro perimetral que cierra el poblado –y que normalmente ejerce también la función de muralla–, la disposición de las viviendas compartiendo paredes medianiles, con un muro de cierre y de fachada comunes, y la agrupación de las casas en manzanas o barrios separados por espacios de circulación. Por otra parte, el urbanismo está también estrechamente vinculado a aspectos como la ubicación de los asentamientos, su tamaño o la función que desempeñaban, lo que permite definir distintos modelos en función de estos factores. En este artículo se detallan aspectos como las formas de estructuración en el espacio urbano, la arquitectura doméstica o de los edificios públicos, la ordenación viaria o los sistemas de captación y canalización de las aguas. Como caso particular, presentamos también un tríptico central con una reconstrucción del poblado ibérico de Ullastret.
La ciudad ibérica de Ullastret (ca. 250 a. C.) por Gabriel de Prado y Ferran Codina
Una magnífica ilustración, obra de Rocío Espín en un desplegable a tres páginas con la reconstrucción de los dos poblados que conforman el conjunto arqueológico de Ullastret, en la provincia de Girona en un momento de mediados del siglo III a. C.: el Puig de Sant Andreu, elevado sobre un cerro, y l’Illa d’en Reixac, una pequeña isla situada en el lago adyacente. Los hallazgos más recientes en este yacimiento, con intervenciones en las murallas, el foso o la casa aristocrática de la zona 14 son algunos de los puntos esbozados en este trabajo.
¡Las mujeres y los niños primero…! Retratos familiares, mujeres y población infantil en el Ibérico Pleno por Isabel Izquierdo Peraile
En el marco de las transformaciones vividas en el Ibérico Pleno se explica el acceso de las mujeres, los grupos familiares o la infancia a las imágenes que se proyectan colectivamente, en primer lugar, en algunas tumbas destacadas y, posteriormente, en ofrendas votivas y representaciones pintadas de algunas ciudades. Frente a un tiempo anterior de mitos, diosas, héroes y caballeros, esta aparición de mujeres y otros grupos de edad y género se inserta en un sistema de autorrepresentación y reconocimiento social; un fenómeno de “democratización” que afecta a cambios de escala y materiales, desde las grandes esculturas en piedra a los pequeños exvotos metálicos o los vasos pintados con escenas, que tendría a su vez un reflejo en el uso y percepción por parte de la sociedad de estas imágenes. Acompaña este artículo una ilustración a página completa de Jorge Martínez Corada, con la reconstrucción de una vivienda ibérica y una escena cotidiana reflejando la vida de una familia ibérica normal.
La religiosidad en las sociedades iberas de los siglos IV-III a. C. por Carmen Rueda Galán
En los últimos años se ha avanzado sustancialmente en el estudio de los sistemas de creencias de las sociedades protohistóricas de la península ibérica, profundizando en las huellas, espaciales y materiales, vinculadas a su universo religioso. El registro arqueológico de las sociedades iberas para los siglos IV-III a. C. se caracteriza por la heterogeneidad de los paisajes sacros, que nos proporciona un amplio mapa de manifestaciones y prácticas rituales a las que es posible aproximarse, aunque contemos con dificultades de precisión. Acompaña a este artículo una ilustración a página completa de Sandra Delgado representando la entrega votiva de exvotos y los ritos de paso de una pareja de jóvenes en una cueva-santuario ibérica.
Son los vivos los que importan. El ritual funerario y las necrópolis ibéricas por Fernando Quesada Sanz
En el mundo mediterráneo antiguo la muerte de un miembro de la comunidad suponía el tránsito de la persona fallecida a un Más Allá más o menos oscuro, transición que había de ser facilitada y celebrada mediante los ritos apropiados. La muerte era un momento liminar (del latín limen, umbral, en el sentido de tránsito), y hasta que se celebran los ritos apropiados no culminaba la transición por la que el difunto pasaba a formar parte de la comunidad de los muertos… y con el tiempo al estatus de ancestro del grupo. Pero además estos rituales suponían para las familias, conciudadanos e incluso para los clientes y siervos del muerto, una ocasión muy significativa para manifestar de manera visible los lazos de afecto o de jerarquía, de relaciones sociales, económicas y militares que configuraban la fábrica misma, la estructura de la sociedad. En esto la cultura ibérica, entre los siglos VI y I a. C., no se comportó de manera diferente al resto de las civilizaciones contemporáneas en el óvalo mediterráneo. Junto a este artículo, se incluye una ilustración obra de José Luis García Morán de un ritual de incineración en una necrópolis ibérica.
Y además, introduciendo el n.º 2: El juego y las apuestas en la Antigua Roma por Jerry P. Toner
Como adelanto al número 2 de Desperta Ferro Arqueología e Historia, que dedicaremos a los bajos fondos de Roma, el prof. Toner nos habla del sórdido mundo de las apuestas y los juegos, que llegaban a mover importantes cantidades de dinero en actividades relacionadas con el mundo del espectáculo o incluso mediante juegos más simples como los dados en partidas realizadas tras las cortinas de tabernas y locales de los suburbios. Unas prácticas en verdad cotidianas que escapaban al control policial de las autoridades y que reflejan un modo de vida arriesgado en el que había mucho que ganar y mucho que perder, y en la que las pasiones más mundanas de la sociedad urbana están a la orden del día.