La batalla de Cannas (216 a. C.) fue, muy probablemente, el peor desastre militar de la historia de Roma, devenida en vara de medir de ulteriores reveses de las armas romanas. Tras abandonar la estrategia de contención y desgaste emprendida por Fabio Cunctator, los mandos romanos optaron por retomar la contraofensiva directa como forma de confrontar la invasión cartaginesa, sirviéndole a Aníbal Barca en bandeja la clase de batalla campal decisiva que perseguía y en la que ya había demostrado ser sobradamente diestro. La fabulosa victoria obtenida acto seguido por el bárcida se convirtió en objeto de estudio de comandantes y academias militares durante los siglos venideros, a la par que intentaría ser replicada –con dispar suerte– por los ejércitos del futuro. Paradójicamente, sin embargo, Aníbal no supo explotar este aplastante y modélico éxito para forzar una solución del conflicto favorable a Cartago. A partir de ese momento la contienda se estancaría para las armas púnicas y empezaría a desenlazarse, paulatinamente, muy a favor de una República romana decidida a no cejar en su lucha por la victoria.
La quebrada paz de los dioses por Pedro Ángel Fernández Vega (Universidad Nacional de Educación a Distancia)
Roma libraba una guerra atendiendo a dos frentes. Contra Aníbal, había experimentado la amargura de la derrota en Tesino, Trebia y Trasimeno y había adoptado después una estrategia contenida de observación, de no presentar batalla campal, siguiendo el parecer de Quinto Fabio Máximo. El otro frente, interior, se hallaba abierto en relación con los dioses.
Doblarle la mano a Cronos por Alberto Pérez Rubio (Universidad Autónoma de Madrid)
Tras los desastres de Trebia y Trasimeno, las tácticas dilatorias de Fabio habían servido a Roma para ganar tiempo, pero Aníbal seguía campando por suelo itálico y la incapacidad para atajar sus depredaciones no hacía sino disminuir el prestigio de la Loba, mientras aumentaban las probabilidades de que comunidades desafectas cambiaran de bando. Había que enfrentarle… y que derrotarle. Para ello, Roma realizó un enorme esfuerzo y reclutó cuatro nuevas legiones para sumarlas a las otras cuatro que habían combatido con Fabio. Era la primera vez en la historia de Roma en que se reunían ocho legiones –a las que habría que sumar otras tantas de latinos e itálicos–, 80 000 infantes y 6000 jinetes.
¡A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar! Los flancos de caballería en Cannas por Gustavo García Jiménez y Alberto Pérez Rubio (Universidad Autónoma de Madrid)
Si en algo insisten repetidamente las fuentes que narran la batalla es en la desigualdad en el número de tropas a caballo, que claramente se saldaba a favor del bando púnico. La estimación al respecto, que probablemente no distaría mucho de la realidad, sumaría unos 10 000 hombres entre las dos alas púnicas frente a los 6000-7000 del ejército romano; a una ratio de un jinete por cada trece soldados de infantería en el ejército romano y de uno a cuatro en el púnico. Un desequilibrio del que Aníbal sabría sacar partido.
La delgada línea púnica. La batalla en el centro por Fernando Quesada Sanz (Universidad Autónoma de Madrid)
La descripción y análisis de la formación de los ejércitos cartaginés y romano en Cannas hecha por los autores clásicos solo presenta un dato normal: el centro en ambos bandos estaba compuesto por infantería y las alas estaban asignadas a la caballería. A partir de aquí comienza lo inhabitual o extraordinario en ambas formaciones.
La respuesta romana ante la derrota ¿Algo excepcional en el mundo antiguo? por Mathieu Engerbeaud (Aix-Marseille Université)
Los historiadores de la Antigüedad a menudo elogiaron la actitud de los romanos ante los peores peligros. La mayoría de estos autores cuentan que cuando Roma sufría una derrota muy grave, como en Cannas, los magistrados, senadores y ciudadanos se negaban a declararse vencidos, lo que siempre desconcertada a sus victoriosos enemigos. Este comportamiento colectivo ha servido para explicar por qué la ciudad no perdió ninguna guerra a lo largo de los primeros siglos de su historia. Sin embargo, una reevaluación de las fuentes demuestra que este discurso sobre la intransigencia romana contiene sin duda una parte de desinformación.
¿Estrés de combate y síndrome postraumático en la antigüedad? El caso de Roma por Fernando Quesada Sanz (Universidad Autónoma de Madrid)
El combate a muerte en la guerra es una de las situaciones más estresantes y potencialmente traumáticas a corto y largo plazo que puede sufrir el ser humano. Solo desde la Primera Guerra Mundial los médicos y militares iniciaron un estudio sistemático de los casos de trauma de combate, reconociendo que eran reales y no producto de una supuesta “debilidad de carácter”.
Sobrevivir a Cannas por Dexter Hoyos (Sydney University)
La mañana del 3 de agosto del año 216 a. C. la República de Roma se tambaleó de tal manera que parecía haber llegado a su fin. A lo largo de la amplia llanura que separaba el mar Adriático de la colina de Cannas se podían ver cadáveres y moribundos por doquier, el resultado más tangible de una batalla en la que las huestes de Aníbal habían descalabrado al mayor ejército romano jamás movilizado. Todos, tanto los suyos como los romanos, esperaban ahora que Aníbal avanzara sobre la ciudad de Roma y pusiera, con ello, punto final a la guerra. Pronto descubrieron, sin embargo, que Aníbal tenía otros planes.
El impacto de la batalla de Cannas en la estrategia militar por Francisco Gracia Alonso (Universitat de Barcelona)
Carl von Clausewitz definió en su obra De la guerra (1832) que el objetivo ideal de la guerra debería ser siempre la completa destrucción del adversario. Bajo ese planteamiento, el concepto de la batalla de aniquilación surgido del modelo de Cannas se convirtió en uno de los principios tácticos básicos adoptados en Europa a partir del siglo XVIII, recuperando tanto la esencia de los escritos de Maquiavelo sobre los objetivos políticos que debían alcanzarse mediante la práctica de la guerra, como las estrategias necesarias para alcanzar dichos fines.