Tras ser horriblemente mutilado, el emperador Focas fue decapitado, posiblemente por la misma mano de su sucesor, Heraclio. Por entonces, el Imperio romano de Oriente –o bizantino– vivía uno de los momentos más bajos de la historia. Su archienemigo, el Imperio persa, acababa de arrebatarle Siria, Mesopotamia, Armenia y Palestina, al tiempo que un pueblo eslavo, los ávaros, amenazaba la frontera occidental, en cuyo avance llegarían incluso hasta las mismas puertas de Constantinopla. El nuevo emperador, desconfiado de poder salvar el Imperio, emprende una guerra, casi a la desesperada, y contra todo pronóstico y vence tanto a persas como a ávaros y recupera todos los territorios perdidos por su predecesor. Una «guerra santa» que haría erigirse al emperador Heraclio como «el primer cruzado». Sin embargo, en ese momento, mientras disfrutaba de las mieles de la gloria, aparece en el horizonte un nuevo y mucho más formidable enemigo: los árabes, recientemente aglutinados por una nueva fe, la islámica, que se aprovechan del agotamiento de persas y romanos para poner a ambos de rodillas. En pocos años, Heraclio fue testigo de la pérdida de todo lo logrado en vida.
El reinado de Heraclio. Del triunfo a la catástrofe por Nadine Viermann (Deutsches Archäologisches Institut, Istanbul)
A principios del siglo VII, la época de Heraclio, el Imperio romano ofrecía un aspecto muy diferente al que tenemos en mente. En nada se parecía al de época de Augusto o Trajano. En este panorámico artículo, la profesora Viermann nos brinda las pautas para comprender la situación en la que se encontraba el Imperio a la llegada de Heraclio al trono, así como una narración detallada de los primeros años de su gobierno.
La marea sasánida por Kaveh Farrokh (Langara College)
En el año 591, Cosroes II consiguió consolidar su poder merced a la ayuda militar que le brindó el emperador bizantino Mauricio. El tratado de paz resultante obligó al Imperio sasánida a entregar a este una enorme porción de sus territorios. Pero en noviembre del año 602 Mauricio fue asesinado, y Cosroes se negó a reconocer la legitimidad de su sucesor, y le sirvió como pretexto para “vengar” la muerte de Mauricio. En términos geopolíticos, los sasánidas se percataron de la oportunidad que esto representaba para aprovecharse de la inestabilidad interna romana.
En los confines del Mundo: Las campañas de 622-625 por José Soto Chica (Universidad de Granada)
En abril de 622 el emperador Heraclio se mostró ante su ejército –unos cincuenta mil hombres– con botas negras y revestido con armadura de combate. La llamada “primera campaña persa de Heraclio” fue uno de los hechos decisivos en la gran guerra romano-persa. Sin embargo, hasta el presente, ha sido imposible ofrecer una reconstrucción precisa y lógica de la misma, y permanecen en la sombra o en acalorada discusión múltiples aspectos cronológicos, geográficos, tácticos y estratégicos.
El gran asedio de Constantinopla de 626. Ávaros y persas contra romanos por Miguel Navarro (Universidad de Granada)
29 de julio del año 626. Un poderoso e impactante ejército compuesto por 80 000 bárbaros guerreros se abalanza sobre las murallas de la capital bizantina. El galope de la caballería hace temblar la tierra y el entrechoque de las férreas armas causa pavor entre la población, pues al otro lado del Bósforo, y desde hace semanas, acampa un segundo ejército, el persa. Esta insólita coalición se cimentaba en un reparto de lo que quedaba del Imperio romano: los persas se quedarían con Asia, Egipto y África y los ávaros se apoderarían de Constantinopla y de lo que quedaba de las posesiones balcánicas y helénicas del debilitado Imperio.
El Ejército de Heraclio por Michael J. Decker
El reinado de Heraclio (610-641) constituye uno de los más relevantes de toda la historia de Roma y, sin embargo, buena parte del personaje y de su época permanecen entre tinieblas. A su predecesor Mauricio se le atribuye la autoría de un manual de práctica militar conocido como el Strategikon, en el que se perciben algunos detalles de lo que sería el “nuevo modelo de Ejército” de Bizancio que germinó tras décadas de experiencia en las guerras del siglo VI. Los conocimientos adquiridos a lo largo de estos conflictos contra una amplia gama de enemigos sirvieron para que las autoridades romanas reformaran la organización castrense y los modos de hacer la guerra.
Nínive. La última gran batalla de la Antigüedad por José Soto Chica (Universidad de Granada)
Adoptando cierta perspectiva, la Antigüedad podría ser visualizada como la milenaria y renovada pugna entre dos grandes ámbitos de civilización: el grecorromano y el iranio. Desde ese enfoque, la última guerra entre los imperios herederos de dichas tradiciones, Bizancio y la Persia sasánida, podría ser entendida como el punto y final del periodo. Esa titánica guerra, librada en tres continentes y de proporciones que superaron con mucho los anteriores conflictos entre ambos imperios, tuvo su gran y decisiva batalla el 12 de diciembre de 627 en la llanura de Nínive.
Heraclio y el primer islam por Carlos Martínez Carrasco (Universidad de Córdoba)
El mundo podía haberse acabado el 21 de marzo de 630. Ese día, un triunfante Heraclio entraba en la ciudad santa de Jerusalén para devolverle a su patriarca la más sagrada de las reliquias de la cristiandad: la Vera Cruz. Cuando los persas la asaltaron con el apoyo de los judíos en mayo de 614, se llevaron esta y otras reliquias que, con la firma de la paz, el general Shahrvaraz, se comprometió a devolver. Modesto, un monje que tras la muerte de Zacarías en el exilio persa había accedido al más alto puesto de la Iglesia jerosolimitana, recibió de manos del emperador aquellos restos de la pasión de Jesús encontrados por Helena, la madre de Constantino, en el siglo IV.
Y además, introduciendo el n.º 67, Termópilas. La ejemplaridad de la gloriosa derrota por César Fornis (Universidad de Sevilla)
“El mito de Esparta se ha forjado en el yunque de las Termópilas”, como acertadamente resume Paul Cartledge. En el verano de 480 a. C., durante la Segunda Guerra Médica, la heroica y aparentemente altruista muerte del rey Leónidas y sus trescientos elegidos en el famoso desfiladero, en un desesperado intento por frenar a las ingentes hordas persas, significó que el nombre de Esparta quedara asociado para siempre en la tradición occidental a la lucha por la libertad y contra la tiranía. Desde el propio siglo V la gesta fue sublimada y sirvió como ejemplo y referente para la posteridad, alcanzando con inusitada fuerza hasta nuestros días, cobijada en una cultura popular que le rinde culto a través del cine, la televisión, el cómic, la novela histórica, los videojuegos o el deporte de riesgo.