“¡Ataque aéreo contra Pearl Harbor! ¡Esto no es un simulacro!” Apenas unas pocas horas después que la estación radiofónica militar de Oahu emitiera este grito desesperado, el eco respondió en el lejano sudeste asiático. En realidad, el ataque a la gran base estadounidense en Hawái no era más que una maniobra secundaria, un intento de aniquilar a la Flota del Pacífico para que no se interpusiera entre el Imperio nipón y su verdadero objetivo: la expansión japonesa en el sudeste asiático para conseguir sus ingentes materias primas. Durante las trepidantes semanas que siguieron el kraken japonés extendió sus tentáculos y fue tomando, una tras otra, las colonias holandesas. Los campos petrolíferos de Borneo y de Sumatra, el níquel de Célebes y el caucho de Java, entre otros muchos recursos indispensables, fueron cayendo en manos de los invasores. La campaña, que fue un éxito rotundo de los atacantes, terminó el 8 de marzo de 1941, sesenta días antes de lo previsto, tras tan solo tres meses de combates, con la rendición de Java. Atrás quedaban el valiente ataque de los destructores estadounidenses en Balikpapan, el asalto aerotransportado japonés a los campos petrolíferos de Palembang, el brutal bombardeo de Darwin, la batalla del mar de Java y los combates en las selvas de Borneo. Lastrados por un cuartel general único, el ABDACOM, en el que intervinieron cuatro países, tres sistemas de mando y control y dos idiomas distintos, los aliados lucharon con valentía contra sus enemigos y contra las circunstancias, pero fueron derrotados por el plan meticulosamente elaborado por la Marina y el Ejército del Imperio del sol naciente. Habían sido meses de trabajos y discusiones entre los dos servicios que conformaban el Cuartel General Imperial, pero el resultado final fue una victoria rotunda. La Segunda Guerra Mundial en el Pacífico podía continuar.
La expansión japonesa y la esfera de coprosperidad de Asia oriental por Jeremy A. Yellen (Chinese University of Hong Kong)
La Segunda Guerra Mundial en Asia (1937-1945) fue testigo del drástico ascenso y la caída del Imperio nipón, uno de los más importantes, pero menos conocidos del mundo contemporáneo. A mediados de 1942, la expansión japonesa durante la guerra –la esfera de coprosperidad de Asia oriental– se extendía por todo Oriente e incluía antiguos territorios coloniales en el este y el sudeste asiáticos, así como en Oceanía. Allí, los dirigentes japoneses y la intelectualidad política pretendieron construir un nuevo tipo de orden económico-político, que se extendiera desde los gélidos bosques septentrionales de la isla de Sajalín a los trópicos meridionales de las Indias Orientales Neerlandesas, y del archipiélago de las Filipinas a las junglas y deltas de Birmania.
Adversarios y aliados. Los imperios occidentales en el sudeste asiático por Brian P. Farrell (National University of Singapore)
El imperialismo occidental en el sudeste asiático se vio promovido, en mayor o menor medida, por dos cuestiones básicas: la influencia de acontecimientos en otros lugares y la manera inesperada, no programada e imprevista en que evolucionaron los intereses de estos países cuando pusieron pie en la región. Los holandeses, por ejemplo, nunca establecieron factorías en las Molucas con la intención de unificar políticamente, algún día, la totalidad del archipiélago bajo una administración imperial, pero a comienzos del siglo XX eso era, en cierto modo, lo que habían conseguido. En esta fase final del “alto imperialismo”, se fraguó, en el sudeste asiático, una peligrosa contradicción: conforme el desarrollo económico iba convirtiendo, cada vez más, el dominio colonial de la región en un importante interés compartido por las potencias occidentales, más se alejaba cualquier esfuerzo por cohesionar las relaciones políticas entre esas mismas potencias para apuntalarlo y fomentar el desarrollo. Esto provocó la apertura de una fisura inherentemente peligrosa, que se reveló con la llegada de un nuevo depredador imperial, Japón.
Japón mira al sur. Los planes ofensivos de la expansión japonesa por Javier Veramendi B
Enfrentados a la necesidad de asegurarse los ingentes recursos materiales del sudeste asiático, los estrategas del Imperio nipón tuvieron que idear el modo de conquistar regiones tan extensas y dispersas como las islas Filipinas, Malasia y las Indias Orientales Neerlandesas. A nivel político, esto supuso abandonar la idea tradicional de expansión japonesa hacia el norte, conocida como hokushin-ron, para marchar en dirección sur en virtud del principio del nanshin-ron y, desde el punto de vista militar, se inició un complejo proceso de planificación a varios niveles que enfrentó al Departamento del Ejército y al de la Marina, enemigos acérrimos en el seno del Cuartel General Imperial, por la toma de decisiones en torno al orden de conquista de los objetivos y la distribución de los recursos bélicos disponibles. Cada uno iba a iniciar su particular proceso de planificación y al final iba a hacer falta la intervención del propio emperador para que llegaran a un acuerdo.
Misión imposible. El mando conjunto aliado en el Pacífico por Marc Lohnstein (Koninklijk Tehuis voor Oud-Militairen en Museum Bronbeek)
En respuesta a la expansión japonesa hacia las posesiones británicas y norteamericanas en Asia en diciembre de 1941, el Reino Unido y los Estados Unidos decidieron crear un cuartel general conjunto, que se activó el 15 de enero de 1942. Este Mando del Sudoeste del Pacífico –que sería identificado por su denominación de télex como ABDACOM– también fue conocido como el Mando Unificado. Su acrónimo, ABDA, significaba American-British-Dutch-Australian (“americano-británico-holandés-australiano”). Este cuartel general operacional conjunto (terrestre, naval y aéreo) y multinacional, en el que recayó como misión la defensa de la barrera malaya por parte de la coalición de potencias occidentales, fracasó y fue disuelto en apenas seis semanas. Había sido imposible conjuntar en tan poco tiempo las fuerzas de cuatro países, con tres concepciones estratégicas distintas y que se comunicaban en dos idiomas muy distintos, sobre todo sin tener en cuenta las sensibilidades de dos de ellos –australianos y holandeses– a los que apenas se escuchó. Poco después toda su zona de operaciones estaba en manos japonesas.
La expansión japonesa a las Indias Orientales Neerlandesas por Martijn Lak (Universiteit Utrecht, Radboud Universiteit)
El ataque japonés a Pearl Harbor, Malasia, Hong Kong y las Filipinas y el hundimiento del acorazado HMS Prince of Wales y del crucero de batalla HMS Repulse cerca de Singapur en diciembre de 1941 fueron la antesala de la conquista de las Indias Orientales Neerlandesas. El archipiélago indonesio era vital para el esfuerzo de guerra de los invasores. Aunque entre 1907 y 1940 no habían sido capaces de formular una estrategia clara –fundamentalmente porque el Ejército y la Marina no consiguieron ponerse de acuerdo con respecto a quién era el enemigo principal y cuáles las prioridades estratégicas–, el embargo comercial estadounidense de julio de 1941, al que luego se adhirieron el Reino Unido y las Indias Orientales Neerlandesas –tal y como afirma Stephen Howarth y Joost Jonker, los últimos petroleros con destino a Japón zarparon a primeros de agosto– forzó un compromiso en el seno de las Fuerzas Armadas imperiales. Como ha afirmado el historiador Mark Loderichs, acordaron que el objetivo estratégico de una ofensiva conjunta sería: “la conquista de las abundantes materias primas del archipiélago indonesio”.
Darwin. La guerra a las puertas de Australia por Karl James (Australian War Memorial)
Darwin estaba considerada desde hacía tiempo como la puerta de Australia hacia Asia. Los colonos británicos habían fundado el puerto y la localidad en el condado de Larrakia en la década de 1860 y se convirtió en el centro más grande del remoto Territorio del Norte australiano, que proporcionaba un importante nudo de comunicaciones marítimas y aéreas entre los dos continentes. Sin embargo, a pesar de su importancia estratégica, a finales de la década de 1930 Darwin contaba con pocas fortificaciones defensivas, una fuerza militar reducida y un único escuadrón de la Real Fuerza Aérea Australiana (RAAF, Royal Australian Air Force), equipado con bimotores Avro Anson. Durante 1941 la creciente preocupación por una posible agresión japonesa provocó que se unieran tropas australianas a los británicos en Singapur y que se enviaran pequeños destacamentos para guarnecer Rabaul, Ambon y Timor, en las islas al norte del país. Darwin fue ganando importancia como base para apoyar a estos contingentes y a los holandeses y, según fue aumentando la amenaza, buena parte de la población civil no indígena de la ciudad fue evacuada hacia el sur.
Rikusentai. Las fuerzas de choque de la Marina Imperial por Austin Adachi
La antigua Marina Imperial japonesa es bien conocida por sus escuadras de llamativos buques de guerra y por su legendaria aviación, pero, a fecha de hoy, las fuerzas especiales anfibias que participaron en algunos de los combates más importantes librados por esta, siguen bastante infravaloradas. El origen de estas unidades puede remontarse hasta la restauración Meiji, durante la cual los esfuerzos del país por desarrollar una Marina, siguiendo el modelo de las Potencias occidentales contemporáneas, tuvo como consecuencia la creación de un efímero cuerpo de infantería de marina al estilo del británico entre 1871 y 1876. Tras su disolución este último año, se instauró un sistema en que, en su lugar, serían los tripulantes de las naves los que formarían fuerzas de desembarco ad hoc, conocidas como Rikusentai. En tiempos de paz sus obligaciones se centraban en la protección de expatriados japoneses, mientras que en caso de guerra debían ejecutar operaciones en las costas y en las riberas fluviales del territorio enemigo, a menudo operando estrechamente con el Ejército Imperial.
La batalla del mar de Java por Roberto Muñoz Bolaños (Universidad del Atlántico Medio y UCJC)
El almirante Karel Doorman, comandante en jefe holandés de la fuerza naval conjunta formada por el ABDA para contener la expansión japonesa, organizó su fuerza naval en tres columnas paralelas mientras se dirigía al noroeste para enfrentarse a los japoneses. La columna central estaba formada por sus cinco cruceros, liderados por el Hr. Ms. De Ruyter, y en los flancos había dos columnas de destructores, una formada por los tres británicos y la otra por los seis holandeses y estadounidenses, aunque el Hr. Ms. Kortenaer, con problemas en las calderas, se quedó atrás, provocando que también lo hicieran los cuatro americanos. Esto fue un error por parte del contralmirante holandés, que debería haber ordenado al Hr. Ms. Kortenaer que se retirase porque reducía la velocidad de su agrupación, imposibilitando así que pudiera superar a la escolta japonesa y alcanzar los transportes.