“Un enorme hombre se hallaba frente a mí. A primera vista parecía ser casi tan ancho como alto, pero era la anchura de sólidas carnes y músculos y no grasa. Su redonda y maciza cara estaba rodeada de una espesa barba teñida de rojo y un mechón de largos cabellos oscuros escapaba por debajo de su turbante…”. Así empezó la viajera británica Rosita Forbes su descripción de Muley Ahmed ibn Muhammad ibn Abdallah El Raisuni, uno de los personajes más carismáticos a los que tuvo que enfrentarse el protectorado español en Marruecos. Santo y ladrón, nacionalista, ambicioso y codicioso, los adjetivos con los que puede ser definido son a la vez numerosos y contrapuestos. El Raisuni era un chorfa, descendiente del profeta, lo que lo convirtió en un personaje relevante desde la cuna y fue, en palabras de uno de sus biógrafos, a la vez aliado y enemigo de España. Estuvo allí para facilitar el desembarco en Larache, se opuso a la pacificación de la Yebala, que consideraba su territorio y a cuyos habitantes dirigió en una extenuante guerra de guerrillas en la que menudearon los ataques a puestos aislados, las emboscadas y las columnas de guerra enviadas a quemar aduares y ocupar posiciones. Ni protectores ni protegidos contuvieron los golpes hasta que, en plena Primera Guerra Mundial, se firmó una paz. El líder yebalí colaboró de nuevo con España en 1916, pero solo era una tregua y, en 1919, el conflicto estalló de nuevo. Cada vez más cercado, aunque él y los suyos devolvían golpe por golpe acabó acorralado en su base de Tazarut. Todo parecía perdido, pero El Raisuni tenía la baraka, era 22 de julio de 1921 y, tras el derrumbe de la comandancia de Melilla en Annual, un nuevo Gobierno decidió que había llegado el momento de recurrir de otra vez a la diplomacia.
Marruecos. Un imperio en desgobierno por Douglas Porch (Naval Postgraduate School)
En el contexto africano de finales del siglo XIX y principios del XX, Marruecos representaba una anomalía pues era uno de los dos únicos países del continente que aún conservaban su independencia tras la oleada colonialista europea iniciada hacia 1870. Francia ambicionaba expandir su dominio por toda la costa meridional del Mediterráneo desde que iniciara la conquista y colonización de la vecina Argelia ya en 1830. Por ello, en 1848 dicha región magrebí recibió el estatus de parte integrante del país y en 1881 París extendió su “protección” a Túnez con el fin de evitar que fuera tomada por los italianos. En la década de 1880 todo parecía sugerir que Francia iba a salirse con la suya y lograr sus objetivos en el Magreb sin apenas esfuerzo, pues el Estado marroquí estaba entonces sumido en el caos, acosado por revueltas tribales, profundas mutaciones demográficas y los retos económicos derivados de la “modernización” que habían puesto al país al borde de la bancarrota e impedían llevar a cabo una serie de reformas imprescindibles. En suma, parecía estar maduro para caer en manos de Francia.
Un personaje de leyenda. Las siete vidas de El Raisuni por Rocío Velasco de Castro (Universidad de Extremadura)
El jerife de Yebala, Muley Ahmed ben Mohamed ben Abdallah el Raisuni (Zinat, cabila de El Fahs, 1873-Tamasint, cabila de Beni Urriaguel, 3 de abril de 1925) fue el líder indiscutible de la zona noroccidental de Marruecos. Su intensa trayectoria podría resumirse, atendiendo a sus relaciones con el Majzén y con los españoles, en seis etapas: la oposición al Majzén central (1900-1904); su nombramiento como gobernador de Yebala (1904-1906); los sucesos de Arcila y sus consecuencias (1906-1907); su apoyo a Abd el-Hafid (1907-1911); la “opción española” como mal menor (1911-1913), y un periodo final de creciente antagonismo y ruptura con las autoridades españolas (1913-1924). Esta última fase se caracterizó por la inestabilidad, oscilando entre el enfrentamiento abierto y los acuerdos puntuales, de forma que a una primera campaña contra El Raisuni (1913-1915) le sucedieron una etapa de colaboración (1915-1918), una segunda campaña armada (1919-1921) y una nueva entente (1922-1924) que le llevó a morir como cautivo de Abd el-Krim en 1925.
La primera insurrección de El Raisuni (1913-1915) por Francisco Escribano Bernal
En la primavera de 1911 estallaron revueltas antieuropeas en varias ciudades marroquíes. El propio sultán fue cercado en su palacio de Fez, de lo que se aprovecharon los franceses para ocupar la capital, Rabat y Mequínez, al mismo tiempo que prohibían que segadores rifeños pasasen a trabajar a Argelia y acercaban tropas a los ríos Muluya y Lucus, alterando así el ambiente en la zona de influencia española. El Gobierno español decidió reaccionar en varios frentes. El primer paso se dio en Ceuta, donde el 7 de mayo el gobernador militar, general Felipe Alfau, ocupó posiciones en Cudia Federico, Fahama y altos de la Condesa, creando una línea de vigilancia 2 km a vanguardia del perímetro exterior de la plaza. Se pretendía así evitar los asaltos de los bandoleros y el desorden generado por los intentos de El Raisuni por hacerse con el control de actividades delictivas como el contrabando y los secuestros. De hecho, dos semanas más tarde, el ataque a unos pescadores españoles sirvió de excusa para ocupar posiciones en monte Negrón y Restinga, unos 10 km al sur de Ceuta.
En tierra hostil. La Yebala de El Raisuni por Daniel Macías Fernández (Universidad de Cantabria)
¿Qué es la Yebala? Es un concepto poco claro y, posiblemente, ello incide en su menor visibilidad en la memoria colectiva española del conflicto. Su origen es geográfico y se refiere al relieve de la región aludida, en algunos casos denominada país. En árabe significa, literalmente, país de montaña. Pero ¿es toda la Yebala montañosa? El problema estriba en saber qué es y qué no es Yebala. La consulta de mapas militares elaborados por la Comisión Geográfica de Marruecos, por el Negociado de Marruecos, por el Cuerpo del Estado Mayor del Ejército o por la Aviación-Servicio de Información no va a resolver la cuestión puesto que en cada carta aparece una cosa distinta denominada Yebala. Si se acude a fuentes escritas, ilustres miembros del Ejército español en África describieron la región acotándola de manera diferencial. Incluso los libros de referencia geográficos elaborados por la Comisión Histórica de las campañas de Marruecos hacen agrupaciones que no coinciden totalmente con lo anterior.
La operación contra Anyera (1916) por José Antonio Alarcón (Instituto de Estudios Ceutíes)
La operación de Anyera, desarrollada el 29 de junio de 1916, fue la primera acción de la historia en la que intervinieron todas las armas y cuerpos –tierra, mar y la naciente aviación– del Ejército español. El objetivo principal de la operación fue castigar a la cabila de Anyera, foco principal de rebeldía, reducto inexpugnable, que ejercía una dura resistencia, impedía unas comunicaciones seguras entre Ceuta, Tetuán y Tánger y desestabilizaba la zona. A lo largo de la historia, la cabila había sido un bastión de la independencia de Marruecos; la fuerza avanzada de la que habían dispuesto los sultanes para la defensa del Magreb septentrional de las invasiones europeas y los constantes hostigadores de Ceuta, en cuyas inmediaciones habían llevado a cabo reiteradas acciones de bandidaje, con bandoleros tan célebres como los “moros valientes” (Beni Mzala) o los Vinagres (El Biut). Era la mejor armada de todo Marruecos –en 1913, Ruiz Orsatti les estimó cinco mil quinientos fusiles y el Gobierno, en 1916, entre diez y doce mil–.
Manuel Fernández Silvestre. Un guerrero del siglo XX por Roberto Muñoz Bolaños (Universidad del Atlántico Medio y Universidad Camilo José Cela)
El primer rasgo que define la personalidad del máximo responsable del desastre de Annual es su pertenencia al grupo de los “africanistas”, la élite militar que se formó durante las campañas de Marruecos (1909-1926). Dentro de este conjunto, podían distinguirse dos subgrupos: el primero era el de los “africanistas afrancesados” denominación que utilizamos para referirnos a los militares que, como los tenientes generales Alberto Castro Girona y, sobre todo, Dámaso Berenguer y Fusté –compañero de promoción y superior jerárquico de Manuel Fernández Silvestre en 1921–, se mostraron partidarios de la doctrina del mariscal de Francia, Hubert Lyautey, basada en la combinación de acciones civiles y militares para extender la influencia de España en Marruecos como si se tratase de “una mancha de aceite”; el segundo fue el de los “africanistas conquistadores”, cuya figura más destacada fue Fernández Silvestre, partidarios de priorizar las acciones militares por encima de cualquier otra opción para controlar la zona española del protectorado marroquí.
Berenguer y la campaña de Xauen (1919-1921) por María Gajate Bajo (Universidad de Salamanca)
Para la historiografía es poco menos que un axioma sobre las campañas de Marruecos destacar lo insólito del interés de Dámaso Berenguer hacia los análisis teóricos sobre la guerra, sus grandes dotes estratégicas, así como la fascinación que experimentó ante los avances logrados por el mariscal Lyautey, su homólogo en el protectorado francés en Marruecos. Efectivamente, su esquema de ocupación colonial fue unido a ideas tales como el énfasis en la atracción política, base de la penetración territorial, y el empleo subsidiario de la acción militar. No obstante, conviene resaltar que Berenguer también bebió de otras fuentes, fundamentalmente de la violenta experiencia cubana previa; y conviene asimismo reparar en que exportar mecánicamente el modelo galo a Yebala o al Rif no era una tarea sencilla.
Pactismo y militarismo. La administración del protectorado (1909-1921) por Ramón Díez Rioja
El territorio bajo influencia española en el norte de Marruecos adquirió un nuevo impulso cuando, el 27 de noviembre de 1912, los Gobiernos de España y Francia suscribieron el convenio del protectorado, por el que el Estado español debía velar por el orden y el desarrollo de la zona que el tratado le asignaba. Entre la firma del tratado y la configuración definitiva del protectorado, el territorio estuvo sujeto a una organización provisional amparada por el Real Decreto de 27 de febrero de 1913, en el que se dispusieron las bases organizativas y de funcionamiento. La estructura final se publicó el 25 de abril en el Boletín Oficial de la Zona de Influencia Española (BOZIE). Se dotaba al territorio de un órgano principal en la zona: la Alta Comisaría con sede en Tetuán. Aunque no se desestimó que el cargo lo pudiera ocupar un civil, finalmente la naturaleza hostil de las cabilas del territorio llevó a los dirigentes políticos a elegir a un militar con experiencia en África.