El 17 de diciembre de 1903, los hermanos Orville y Wilbur Wright hicieron despegar el Flyer, la primera máquina voladora controlada y con motor de la historia, cerca de Kitty Hawk, Carolina del Norte, inaugurando la “era aérea” para la humanidad y la tercera dimensión para los ejércitos del mundo entero. Cierto es que hacía tiempo que los globos habían hecho su aparición en las maniobras militares pero, demasiado estáticos y difíciles de dirigir, había llegado la hora de los más pesados que el aire. Durante la década que siguió, la aviación hizo furor entre los civiles y fue objeto de un detallado análisis por parte de los militares. Todo ello cobró vida en los cielos de toda Europa, y más allá, con el estallido de la Gran Guerra. Motores rotatorios y pusher, aparatos con una, dos o tres alas o ametralladoras sincronizadas y móviles fueron los desarrollos que permitieron que la Primera Guerra Mundial se librara también en el aire, la existencia de grandes batallas aéreas y la aparición de los ases, caballeros del aire con cinco o más victorias en su haber que cautivaron la imaginación de civiles y militares. El desarrollo fue tan rápido que en 1918 se hablaba ya de grandes flotas de bombardeo capaces de arrasar países enteros y de ganar contiendas sin un solo soldado de infantería. Había llegado el futuro.
La conquista del aire por Andrea Casarrubea
La aviación –o, más concretamente, el vuelo a motor controlado por medio de aparatos “más pesados que el aire”– fue uno de los primeros “grandes inventos” del siglo XX. En general, se considera que la fecha de nacimiento de la “era aérea” fue el 17 de diciembre de 1903, cuando dos hermanos norteamericanos, Orville y Wilbur Wright, hicieron el primer vuelo controlado, a motor y con tripulantes de la historia, cerca de Kitty Hawk, Carolina del Norte. Cuando pusieron en marcha su proyecto, los hermanos Wright “carecían de experiencia, formación técnica y financiación”. Su éxito fue el resultado de cuatro años de laborioso trabajo de desarrollo, que comenzó en 1899 y durante los cuales construyeron –como pasos preliminares– tres planeadores, un túnel de viento, diferentes propulsores e, incluso, un motor de combustión interna. Comparado con las máquinas construidas previamente por otros ingenieros, su primer aeroplano, al que bautizaron como Flyer (“volador”), contaba con varias innovaciones decisivas. Era un biplano equipado con un motor de cuatro cilindros y 12 cv que accionaba dos propulsores por medio de un sistema de transmisión de cadenas y ruedas dentadas, una solución que posteriormente adoptarían muchos otros precursores.
Máquinas extravagantes. El desarrollo del avión de guerra por John Herris
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial en agosto de 1914, la tecnología aeronáutica aún estaba dando sus primeros pasos, al igual que las nociones sobre cómo utilizar la aviación en combate. El rol más evidente era el reconocimiento, para el que resultaba muy efectivo y que sería su función principal durante toda la contienda, mientras que otro papel obvio era el bombardeo, misión para la que no tardaría en emplearse, aunque la falta de desarrollo tecnológico limitó los resultados debido a la escasa capacidad de carga, lo primitivo de las armas y la falta de precisión. También se tuvo en cuenta el combate aéreo, lo que planteó la pregunta de cómo llevarlo a cabo con efectividad. El arma aire-aire más efectiva parecía ser la ametralladora, recién desarrollada, pero también se intentó con fusiles, escopetas, cañones de un solo disparo e incluso anclas que colgaban del avión, aunque primero hubo que dilucidar cómo instalar estos dispositivos.
La aviación en combate. Evolución y misiones por Javier Veramendi B
Para las fuerzas armadas de los países que iban a combatir en la Primera Guerra Mundial, la aparición de la aviación supuso la posibilidad de explotar plenamente la tercera dimensión. Si hasta entonces los ejércitos se habían movido y combatido a lo largo y ancho del territorio, ahora podían aprovechar también las alturas por encima del mismo, pero primero había que averiguar con qué finalidad. La posibilidad más evidente era aprovechar las fuerzas aéreas para cumplir con una de las más antiguas aspiraciones de todo jefe militar, ver más allá de la colina, hacia el interior del campo enemigo. Pero no era la única posibilidad. Antes de la contienda se organizaron competiciones en las que los pilotos tenían que arrojar sacos de harina desde el aire contra la figura de un acorazado. Mientras, en todos los países que luego serían beligerantes, diversos ingenieros civiles y militares trataban de instalar una ametralladora en un avión, pero o bien fueron censurados por sus mandos superiores o bien los repetidos fracasos acabaron provocando el desinterés de sus Gobiernos.
Pioneros. Las primeras tácticas de combate aéreo por Roberto Muñoz Bolaños (IUGM (UNED), Universidad del Atlántico Medio)
El 18 de abril de 1915, el Morane-Saulnier N del subteniente francés Roland Garros (1888-1918), alcanzado en el tanque de gasolina por los proyectiles de la artillería alemana, se vio obligado a aterrizar cerca de Inglemunster (Bélgica), detrás de las líneas enemigas. El conocido piloto no pudo destruir su avión antes de ser hecho prisionero, lo que permitió a sus oponentes descubrir su famoso invento: una ametralladora que disparaba a través de la hélice porque las palas de esta estaban protegidas por una carcasa metálica que repelía los proyectiles que chocaban contra ellas. Este sistema fue estudiado por el principal ingeniero aeronáutico del Imperio alemán, el holandés Anthony Fokker, para diseñar el Fokker Eindecker (monoplano), primer avión con una ametralladora sincronizada con la hélice, que le permitía disparar a través de las palas de la misma sin dañarlas.
Ases. Día a día de los mitos del aire por Andrea Casarrubea
¿Cuáles fueron las motivaciones de los ases? ¿Cuál fue su trayectoria? Y, ante todo, ¿qué los había empujado a convertirse en aviadores? Es imposible responder a estas preguntas sin entender con precisión el contexto en el que se desenvolvían aquellos hombres, dominado, en su tiempo, por dos conceptos básicos: un férreo patriotismo con matices militaristas y una fe absoluta en el progreso tecnológico. Aunque las ideas “modernas”, como el igualitarismo, el pacifismo y otras estaban haciendo grandes progresos entre las masas, la mayor parte del mundo occidental seguía imbuido de los ideales románticos del siglo XIX. Teniendo en cuenta lo dicho, no resulta sorprendente que los jóvenes reclutas se vieran atraídos por la aviación pues ninguna otra rama de las fuerzas armadas incorporaba mejor los ideales de modernidad con el encanto de la aventura romántica.
Zepelines y bombarderos. La primera guerra aérea estratégica por Ian Gooderson (King’s College London)
Durante la Primera Guerra Mundial, el naciente potencial de la aviación creció para convertirse en un instrumento de la “guerra total”, en la que no solo las fuerzas armadas, sino el conjunto de la sociedad de un país beligerante se convertía en blanco potencial de los ataques aéreos. Entre 1915 y 1918 los alemanes orquestaron una campaña de bombardeo con dirigibles y aviones contra Gran Bretaña cuyo objetivo, además de los medios militares, fueron la capacidad industrial y económica del país para sostener la guerra, así como la moral de la población. Se trató de la primera campaña aérea “estratégica” de la historia y, aunque rudimentaria en sus medios y métodos y limitada en cuanto a los efectos, dejó apuntada la vulnerabilidad de toda una sociedad y su esfuerzo de guerra frente a un tipo de ataque nuevo y potencialmente devastador. El desarrollo de las operaciones alemanas obligó a los británicos a organizar un sistema antiaéreo cada vez más complejo que, con el tiempo, ganó en efectividad.
El circo volante de Von Richthofen por Peter Kilduff
Con el fin de enfrentarse a la superioridad numérica aliada en el aire en el frente occidental, Ernst von Hoeppner, general comandante de la Luftstreikräfte, ordenó la creación de la 1.ª Jagdgeschwader (“ala de combate”), que empezó a operar como una unidad compuesta, con cuatro Staffeln (“escuadrillas”) con base en la misma área, el 25 de junio de 1917. El primer comandante de la misma fue el Rittmeister Manfred Freiherr von Richthofen, un joven as de veinticinco años que ya había obtenido su quincuagésima victoria aérea, era el decimocuarto piloto en obtener la más alta condecoración prusiana al valor, la orden Pour le Mérite, y además había sido uno de los protegidos del Hauptmann Oswald Boelcke, un táctico consumado y un as con numerosos derribos. Hoeppner escribió sobre él que “en la persona del Rittmeister von Richthofen, quien tras la muerte de Boelcke se ha convertido en nuestro piloto de caza de más éxito, la Geschwader tenía un comandante que transmitía a todos sus miembros su firme voluntad de perseguir al enemigo sin descanso.
Bombarderos o cazas. Las fuerzas aéreas después de la Gran Guerra por David Martin Stubbs
El conocimiento de la guerra aérea obtenido por las grandes potencias durante la Primera Guerra Mundial permitió que esta se convirtiera en un elemento vital de la aplicación de la potencia militar en los conflictos venideros. Sin embargo, al principio no estaba claro cómo iban a utilizar este instrumento los diferentes países. Las interpretaciones sobre la utilidad de la aviación variaron según el modo en que cada Estado la había empleado durante la contienda y, en algunos casos, el deseo de retenerla bajo el control de las fuerzas terrestres y navales resultó especialmente intenso. La combinación de las experiencias vividas, la geografía, los avances tecnológicos y la personalidad de quienes se responsabilizaron del arma influyeron en la evolución de la doctrina para su empleo táctico, operacional y estratégico. A la hora de formular sus estrategias, doctrinas y tácticas de posguerra, las potencias europeas continentales tendieron a evaluar y aplicar lo aprendido en los combates terrestres mientras que británicos y estadounidenses, que no tenían fronteras con adversarios potenciales, se preguntaron si no sería posible derrotar al oponente con ataques aéreos estratégicos.