El 1 de julio de 1916, el Ejército británico libró su primera batalla de envergadura frente occidental de la Primera Guerra Mundial. Hasta entonces, las tropas del Reino Unido habían combatido en un sector restringido, bajo la tutela un tanto desdeñosa del Ejército francés, que soportaba el peso de la batalla de Verdún y que ahora insistía a toda costa en que sus aliados ocuparan el lugar que debían y cargaran con la cuota de sufrimiento que les correspondía como gran potencia. Había llegado el momento porque, junto a las tropas profesionales y territoriales que habían luchado y sufrido en el lodo de Flandes, se desplegaba ahora el New Army, también llamado Ejército de Kitchener por su impulsor, formado por dos millones y medio de voluntarios alistados en el otoño de 1914 y entrenados durante 1915. Su origen se hallaba en el fervor belicista que se extendió por todos los condados nada más estallar la guerra, cuando oficinistas, agentes de bolsa, tenderos, futbolistas y estudiantes de las universidades más prestigiosas del Reino Unido, o simplemente la juventud de un pueblos y pequeñas ciudades, se alistaron para formar los batallones de colegas, para combatir juntos y, desgraciadamente, morir juntos. El 1 de julio de 1916 el Reino Unido se lanzó al asalto contra las trincheras alemanas en la batalla del Somme, y durante los cinco meses siguientes sus soldados sufrieron, murieron y resultaron heridos en una de las batallas de desgaste más terroríficas de la Primera Guerra Mundial.
La batalla del Somme. Clave de una estrategia por Matthias Strohn (University of Buckingham)
En muchos aspectos, 1916 fue un punto de inflexión de la Primera Guerra Mundial. Durante este año, las batallas de desgaste mostraron con toda su crudeza su horrible rostro mientras que, en el bando de la Entente, el Reino Unido dejó de ser un secundario del Ejército francés para convertirse en un socio paritario en el frente occidental. Dentro de este marco, la batalla del Somme tiene especial relevancia. 1915, el año anterior, había sido testigo del fracaso de una estrategia indirecta destinada a eliminar al Imperio otomano –la más débil de las Potencias Centrales–, por medio de ataques en escenarios periféricos como Galípoli o Mesopotamia, que fracasaron contundentemente, y mediante un desembarco en Salónica para amenazar a Bulgaria, varando un gran ejército en lo que demostraría ser un escenario totalmente inútil y secundario. Así, no resulta raro que la Entente cambiara de idea para 1916 y optara por aplicar la estrategia directa defendida por el alto mando francés, que consistiría en un potente golpe contra el Ejército alemán en Francia, coordinado con los ataques de otras potencias contra los más débiles ejércitos austrohúngaros.
El New Army de Kitchener por Peter Caddick-Adams (Royal Military Academy Sandhurst)
En julio de 1916, el Reino Unido envió tres contingentes a la batalla del Somme, todos con el mismo uniforme caqui de lana y los correajes de lona propios de los Tommies, pero muy diferentes en composición e instrucción. El primero fueron los doscientos cincuenta mil hombres del Ejército regular, compuesto por soldados profesionales entrenados para ir a ultramar como parte de una fuerza expedicionaria. La mayoría de ellos ya tenían experiencia de combate por todo el Imperio británico y disponían de un adiestramiento muy cualificado en el uso de sus armas, hasta el punto de que los alemanes llegaban a confundir el fuego rápido de los fusiles Lee Enfield Mark III de 7,7 mm con el de las ametralladoras. El segundo fue el Ejército territorial, la fuerza de reserva, soldados de fin de semana destinados a defender las islas, pero que decidieron presentarse voluntarios para prestar servicio en ultramar. Y el tercero fue el New Army de lord Kitchener, un ejército voluntario formado por entusiastas civiles. Muchos de ellos pagarían su osadía con la vida.
1 de julio, progreso en el sur por Michael S. Neiberg (U. S. Army War College)
Ni tan siquiera el descomunal asalto alemán contra Verdún, que comenzó en febrero de 1916, consiguió alterar las intenciones del general Joseph Joffre de que el Ejército francés ejecutara un gran ataque en la línea del río Somme durante el verano, una enorme ofensiva francobritánica que se combinaría con operaciones más o menos simultáneas en los sectores italiano y ruso para doblegar a las Potencias Centrales al menos en un frente, lo que conduciría al desplome de los demás. Este planteamiento emanaba de las conclusiones alcanzadas en la Conferencia de Chantilly en diciembre de 1915, según las cuales Francia lideraría el ataque en el frente occidental con el apoyo del inexperto Ejército británico. En marzo de 1916, para ejecutar esta ofensiva en el Somme, los estrategas franceses pensaban utilizar treinta y nueve divisiones y mil setecientas piezas de artillería, sin embargo, a primeros de mayo la crisis de Verdún empezó a cambiar sus prioridades.
Haig contra Rawlinson. Un plan de batalla controvertido por Spencer Jones (University of Wolverhampton)
El plan de ataque de la batalla del Somme fue encargado al general sir Henry Rawlinson, quien había llegado a la conclusión, gracias a las batallas de 1915, de que era imposible ir más allá de la primera línea alemana, ya que la desorganización de los asaltantes y los contraataques posibilitaban que todo lo ganado se derrumbara como un castillo de naipes. Por ello, planificó un gran asalto que se limitaría a tomar y consolidad la primera posición enemiga –aplicando una táctica que denominó morder y no soltar– y concentraría su artillería sobre ella. Sin embargo, su superior el mariscal de campo sir Douglas Haig no estaba de acuerdo, pues consideraba que la conquista de la primera trinchera alemana abría una ventana de oportunidad al provocar el derrumbe de las tropas que la guarnecían, un tiempo corto entre este éxito y la llegada de refuerzos que debía ser explotado por nuevas oleadas que relanzaran el asalto para penetrar en profundidad. El gran fallo del planteamiento del jefe superior británico, que finalmente se aplicó, es que para ejecutarlo era necesario distribuir el fuego de preparación de la artillería entre muchos más objetivos y al final no se cumplió ninguno.
Derrota entre Gommecourt y La Boisselle por Javier Veramendi B
La ofensiva del Somme, desencadenada el 1 de julio de 1916, puede dividirse fácilmente en dos sectores, uno, el septentrional, que terminó con un rotundo fracaso, y otro, el meridional –en el que podemos incluir a las tropas francesas que intervinieron en la operación–, que tuvo algo más de éxito, aunque no se cumplieran las previsiones del mando. El ataque en pinza a Gommecourt, destinado a ser un engaño para atraer a las reservas alemanas y la única operación de distracción relacionada con esta batalla, fue un sangriento fracaso. Más al sur, otros tres cuerpos de ejércitos se abalanzaron contra las posiciones alemanas para atravesarlas en el que debía ser el sector clave de la batalla, también sin éxito a pesar de la minuciosa fase de planificación y un intenso bombardeo preliminar. Muy pocos de los que trataron de cruzar la tierra de nadie consiguieron entrar en las trincheras enemigas.
La guerra de minas por Simon Jones
Cuando comenzó la batalla del Somme, la guerra subterránea ya era endémica en el frente occidental y, durante los meses previos al ataque, los zapadores británicos trabajaron sometidos a peligros constantes para colocar enormes cargas explosivas bajo las posiciones alemanas. A la hora de examinar la función de la guerra de minas en esta ofensiva nos centraremos en La Boisselle, donde se prendieron dos de las más importantes entre las que estallaron aquel 1 de julio y donde aún puede verse el vasto cráter de Lochnaggar como legado de su poder destructivo. La guerra de minas en el frente occidental comenzó en 1914 con la aparición de las trincheras y fue un intento de romper el punto muerto reviviendo métodos de asedio tradicionales. Según se fueron incrementando tanto la profundidad como la complejidad de las redes de túneles, el minado se convirtió en una guerra de ingenio y nervios en la que la escucha fue una fuente de información determinante.
Cinco meses en el Somme por Andrew Robertshaw (Centre for Experimental Military Archaeology)
La batalla del Somme duró más de 141 días, teniendo en cuenta el bombardeo preliminar y, sin embargo, en el imaginario popular ha quedado definida por los acontecimientos de uno solo de ellos, el 1 de julio de 1916. Las bajas sufridas durante dicha jornada, sumamente dolorosas para un país poco acostumbrado a la guerra continental, han hecho posible que tanto sus dimensiones como las responsabilidades que conllevaron quedaran grabadas en la memoria colectiva durante más de cien años. No cabe duda de que las tácticas utilizadas aquel primer día fueron totalmente inadecuadas, sobre todo las optimistas expectativas sobre la preparación artillera que debía quebrar las alambradas, destruir las defensas y eliminar a las tropas alemanas. Más adelante expondremos los motivos del fracaso, pero los éxitos de la jornada, sobre todo en el sector sur de la ofensiva de la BEF, nos ofrecen un atisbo de lo que podría haberse conseguido con mejores tácticas y armamento si estas hubieran sido empleadas en todo el frente, algo totalmente eclipsado por los reveses de las primeras horas.
Y además, introduciendo el n.º 50: La “cruzada contra el bolchevismo” por Richard L. DiNardo (Marine Corps Command and Staff College)
No cabe duda que la campaña más decisiva de la Segunda Guerra Mundial fue la lucha titánica que enfrentó a la Alemania nazi con la Unión Soviética, más conocida con la sencilla denominación de frente del este y, si bien los principales protagonistas de este drama fueron el Ejército alemán y el Ejército Rojo, otros países también desempeñaron un papel de diversa importancia. De ellos, los más destacados fueron Finlandia, Rumanía, Hungría e Italia, todos los cuales se involucraron en la Operación Barbarroja, la invasión de la Unión Soviética en 1941, mientras que España y Eslovaquia enviaron unidades concretas. Este artículo pretende examinar el motivo por el que los gobernantes de dichos países decidieron empeñar fuerzas en la ambiciosa empresa alemana, así como proporcionar ciertas apreciaciones sobre el valor de la contribución de las potencias menores del Eje al esfuerzo de guerra.