En el año 331 a. C. Alejandro Magno visitaba el oráculo de Siwa (Egipto), donde le fue dado a conocer su origen divino y no humano, como hijo de Zeus y no de Filipo de Macedonia. Por entonces había conquistado Anatolia, el Levante y Egipto, unos logros incomparablemente superiores a los que había alcanzado ningún ejército griego con anterioridad. Y, sin embargo, todavía no era suficiente para Alejandro pues, precisamente entonces, recibió una embajada del rey persa Darío en la que le ofrecía la soberanía sobre los territorios que ya había conquistado a cambio de la paz. Pero Alejandro rechazó la oferta y reanudó la guerra, lo que condujo a lo que probablemente fuese el enfrentamiento más sangriento y decisivo de todas sus campañas: la batalla de Gaugamela. Además de este duelo crucial, en el número trataremos el periodo comprendido entre los años 331 y 327 a. C., hasta la consumación de la conquista del Imperio persa.
Tras el trono de Persia, una persecución implacable por Mario Agudo Villanueva.
En este artículo se analizan, de forma narrativa, los hechos inmediatamente posteriores a la batalla de Gaugamela, las resistencias de los persas al avance de las tropas griegas, en ocasiones eficaces, si bien solo temporalmente (batalla de las Puertas persas), en otras totalmente ausentes (apertura de puertas de Babilonia). Se acompaña de una cronología que permite reconocer el periodo comprendido en el número, así como de mapas de recorrido.
La batalla de Gaugamela y el empleo de «armas combinadas» por Graham Wrightson (South Dakota State University).
El término “armas combinadas” alude al empleo de los diferentes tipos de tropa y sistemas de armamento que deben emplearse de forma sincronizada para maximizar la eficacia en combate de cada uno de ellos, de modo que las fortalezas de unos compensen las debilidades de los otros. Fue con Alejandro y sus sucesores, los Diádocos, cuando el ejército macedonio consiguió la plena y definitiva incorporación del empleo de armas combinadas en los campos de batalla de la Grecia antigua. En este artículo se analiza la aplicación de este modelo por parte de Alejandro y se emplea la batalla de Gaugamela como ejemplo de ello.
Las armas del camaleón. Adopción, adaptación y manipulación política de las panoplias bajo la expedición de Alejandro por Raimon Graells i Fabregat (RGZM).
Nadie como Alejandro supo aprovechar de manera tan brillante las armas de los demás. Su entorno supo adoptar las mejoras técnicas de las armas de sus oponentes adaptándolas a su modo de combate y a las características de su ejército, pero también supo aprovechar políticamente esta adopción como expresión de integración de nuevas culturas en el imperio macedonio (caso del uso de panoplias persas) o como reclamo a una ascendencia heroica. La genial combinación de adopciones y adaptaciones técnicas y políticas consolidó un modelo de panoplia de prestigio que perduró de forma inmutable hasta el Imperio romano.
A sangre y fuego. Las campañas de Asia Central por Borja Pelegero Alcaide.
En julio del 330 a. C. la vanguardia del ejército de Alejandro alcanzó al moribundo Darío III, culminando así cuatro trepidantes años durante los cuales los macedonios habían conquistado buena parte del inmenso Imperio persa. A partir de ese momento, y durante más de dos años, Alejandro se vio empantanado en las provincias orientales de sus nuevos dominios. Comparadas con las tres famosas batallas campales, el épico asedio de Tiro o el exótico excursus egipcio, que habían jalonado la fase anterior, las operaciones en Asia central aparecen como un anti–clímax. Un confuso batiburrillo de rebeliones, protagonizadas por un enemigo que a menudo eludía el combate y que sacaba el mayor partido del terreno para luchar contra los macedonios. Pero el interés de estas campañas radica en que nos permite conocer a un Alejandro muy diferente al de Issos, Tiro o Gaugamela.
Los “mariscales” de Alejandro por Waldemar Heckel – Centre for Military and Strategic Studies (Calgary University).
El estudio del cuadro de oficiales que rodearon a Alejandro es de enorme interés para conocer los fundamentos y esqueleto del Estado que fundó con sus conquistas. Además, coinciden en parte que sus sucesores, por lo que sirven de puente para la comprensión tanto del imperio alejandrino como de los inicios del Helenismo. El profesor Heckel, reputado experto en la materia, nos ofrece aquí un detallado panorama de lo que, siguiendo su propia nomenclatura, denominamos “mariscales” de Alejandro. Acompaña una tabla prosopográfica comparativa de las vidas de muchos de ellos.
Alejandro contra los centauros. La batalla del Yaxartes por Borja Pelegero Alcaide.
Tras capturar al usurpador Bessos y alcanzar el Yaxartes, a comienzos del verano de 329 a. C. Alejandro culminaba con aparente éxito la incruenta ocupación de las satrapías de Bactria y Sogdiana. La lucha parecía haber terminado y el monarca macedonio podía empezar a pensar en la organización de su flamante imperio y, por supuesto, en nuevas conquistas. Pero, en cuestión de unas pocas semanas, la situación sufrió un cambio radical y Alejandro se encontró haciendo frente a una rebelión generalizada en Sogdiana con ramificaciones en la vecina Bactria.
Alejandro el tirano por Borja Antela Bernárdez (Universitat Autònoma de Barcelona).
Las fuentes que han llegado a nosotros suelen defender al joven Alejandro, protagonista en última instancia y personaje esencial de sus historias. Por ello, muchos autores de la Antigüedad coinciden en atribuir el deterioro de las actitudes políticas y vitales de Alejandro a los últimos tiempos de su vida, a causa de la dilatada experiencia de campaña, al estrés del combate o a la simple fascinación por lo oriental en la que el rey habría caído tras proclamarse nuevo señor de Asia y heredero de los Aqueménidas. En este artículo se analiza qué hay de cierto de esta visión del personaje.
Y además, introduciendo el n.º 48: Ugarit y los grandes imperios por Jordi Vidal (Universitat Autònoma de Barcelona).
En el mes de marzo de 1928, un campesino sirio de la aldea de Burj al-Qasab, Mahmud Mella Az-Zîr, estaba trabajando en su campo cuando un golpe de su azada dio con los restos de una antigua tumba, datada en los siglos XIV-XIII a. C. Con aquel golpe, Az-Zîr acababa de sacar a la luz las primeras evidencias arqueológicas de la necrópolis de Minet el-Beida, el puerto de la antigua ciudad de Ugarit, situada apenas a un kilómetro del mismo. Aquel hallazgo fortuito dio inicio a una de las aventuras arqueológicas más interesantes de la historia del Próximo Oriente.