En la madrugada del 6 de junio de 1944 el Ejército británico llevaba casi cinco años en guerra contra la Alemania nazi. Durante ese tiempo se habían visto obligados a evacuar Francia a toda prisa, por Dunkerque, entre finales de mayo y primeros de junio de 1940, y habían sufrido un duro revés, junto con un importante contingente canadiense, en la frustrada incursión contra Dieppe en agosto de 1942. Había llegado la hora de la venganza. Los barcos de guerra se colocaron en sus puestos para bombardear las posiciones alemanas sobre la costa, las torres de los acorazados HMS Warspite y HMS Ramillies giraron lentamente en busca de sus blancos y, poco después de que las fuerzas aéreas descargaran toneladas de bombas contra las posiciones del Muro del Atlántico, retumbaron los cañones. Un ejército anglo-canadiense volvía a Francia, esta vez para quedarse. En las playas seleccionadas para el desembarco los soldados tuvieron que enfrentarse a los búnkeres de hormigón construidos por los alemanes, a veces a una sola posición de ametralladora. Fueron combates que enfrentaron a hombres contra paredes, en los que los asaltantes consiguieron la victoria con rapidez, aunque no sin bajas. Pronto, las divisiones de la primera oleada estaban en campo abierto y, en el extremo este de la cabeza de playa, se iniciaba el avance hacia Caen. La presencia de la 21.ª División Panzer y la resuelta defensa de la infantería alemana en la costa iban a impedir la conquista de la ciudad, fracaso fundamental que los británicos pagarían con abundante sangre durante las semanas siguientes. En la portada de este número, obra de Pablo Outeiral, podemos ver a los célebres comandos del Día D, más concretamente a Lord Lovat, comandante en jefe de la 1.ª Brigada de Servicios Especiales, junto a Bill Millin, su gaitero personal, en lo alto de las dunas de la playa Sword.
Operación Neptune. La armada aliada en el Día D por Craig L. Symonds (United States Naval War College)
Buena parte del interés de los historiadores hacia el desembarco de Normandía se ha centrado en el asalto a la costa, así como en los reñidos y costosos combates por la playa Omaha, pero el éxito final de la campaña, además de deberse al compromiso y el sacrificio de los soldados que atacaron las playas, tuvo también su razón de ser en la capacidad naval aliada. Primero, porque para llevar a cabo el desembarco inicial fue necesario que los buques de transporte llevaran hasta el otro lado del canal de la Mancha a hombres, equipo, víveres, munición y suministros –incluso el plasma sanguíneo que mantendría con vida a algunos de ellos–. Segundo, porque es muy probable que, en las horas críticas de la mañana del 6 de junio, el apoyo de fuego naval de una docena de destructores evitara el derrumbe de la invasión en Omaha. Y finalmente, factor crítico, porque la permanencia de los aliados en el continente –la expansión de la cabeza de playa y, finalmente, la ruptura del frente para salir de ella– solo fue posible gracias a la capacidad de carga naval sin precedentes desplegada en los meses que siguieron.
Gold, Juno, Sword por Marc Laurenceau
De cara a la primera fase de la Operación Overlord, la misión del Segundo Ejército británico del teniente general sir Miles Dempsey fue la conquista de una parte de la cabeza de playa aliada. Para ello intervino en el flanco izquierdo del desembarco, junto al Primer Ejército estadounidense del teniente general Omar Bradley, en un área de unos 40 km de ancho que se extendía, de oeste a este, desde Port-en-Bessin hasta la desembocadura del río Orne. En esta zona se distinguieron tres sectores de desembarco, que recibieron los nombres de Gold, Juno y Sword. Para cumplir esta misión las fuerzas de la Commonwealth enviaron cuatro divisiones, una de ellas aerotransportada, apoyadas por la aviación, la Marina y diversos carros de combate especializados, que se enfrentaron al equivalente de una división de infantería alemana, básicamente la 716.ª del Generalleutnant Wilhelm Richter, que podía ser reforzada con rapidez por la 21.ª División Panzer del Generalmajor Edgar Feuchtinger.
Los canadienses y el Día D por Terry Copp (Laurier University)
La contribución de Canadá al esfuerzo aliado fue verdaderamente sorprendente. Al final de la guerra, un país de 11 000 000 de habitantes había movilizado a más de 1 000 000 de soldados, entre los que se incluían 50 000 mujeres y un 41,5 % de la población masculina entre los dieciocho y cuarenta y cinco años. De estos, el 85 % eran voluntarios. Se distribuyeron entre el Ejército de Tierra, que fue el que desplegó el mayor número de efectivos, más de 700 000, la Fuerza Aérea, con otros 222 501, y la Royal Canadian Navy, con otros 99 407. La primera batalla de relevancia en la que participaron tuvo lugar en agosto de 1942, cuando un escuadrón naval de 237 buques y lanchas de desembarco, así como 16 dragaminas, alcanzó la costa de Francia a la altura de Dieppe con más de 6000 efectivos. El asalto se confió a batallones de infantería que, tras dos meses de entrenamiento intensivo, habían sido imbuidos en un espíritu muy agresivo. Para superar las trincheras alemanas emplearían una combinación de tácticas de comando, una moral muy elevada y el factor sorpresa. Además, como iban a carecer de artillería, los soldados de esta arma que desembarcaron habían sido entrenados para emplear las piezas que pudieran capturar al enemigo.
Los comandos del desembarco por Peter Caddick-Adams (U. K. Defense Academy)
Durante el Día D, los aliados proyectaron utilizar fuerzas especiales para consolidar los flancos en cuatro de las playas. Ya en julio de 1940, Winston Churchill había previsto la necesidad de una fuerza de incursión de élite, formada por oficiales y soldados voluntarios ávidos de adiestramiento severo y misiones arriesgadas contra el enemigo. Estas tropas se organizaban generalmente en pequeñas unidades de unos 450 hombres –distribuidos en una plana mayor y varias secciones de 75 soldados– y, aunque sus efectivos correspondían a la mitad de un batallón, debían tener el mismo valor militar gracias a su capacidad de combate, su preparación, su entrenamiento y su iniciativa. El propio Churchill los bautizó como Commandos, en recuerdo de las fuerzas irregulares de los bóers sudafricanos –quienes de hecho lo habían capturado a él en 1899–. Unos 25 000 hombres seleccionados por su fortaleza física y mental, entre los que había Rangers estadounidenses, pasaron por el Commando Basic Training Centre (“Centro de Entrenamiento Básico de Comandos”) en el castillo de Achnacarry, en las Tierras Altas escocesas, donde aprendieron a vivir sobre el terreno, matar con sigilo y recorrer largas distancias por terreno agreste. Adquirieron además conocimientos sobre el uso de explosivos y cómo combatir sin el apoyo de fuerzas acorazadas, aviación o artillería, porque su baza era la velocidad, la sorpresa y su propia potencia de fuego.
La estrategia aérea y la apertura del segundo frente por Ian Gooderson (King’s College London)
Que los aliados fueran capaces de desembarcar el día 6 de junio de 1944 sin ser expulsados al mar y que en su momento fueran capaces de derrotar a los ejércitos alemanes en Normandía y romper el frente se debe en gran medida a su fuerza aérea. Con Overlord en el horizonte y conscientes de la importancia de obtener superioridad aérea, el 14 de junio de 1943 los jefes del Estado Mayor Combinado transmitieron a las fuerzas de bombarderos pesados la Directiva Pointblank, que señalaba como blancos de máxima prioridad a las fábricas de aviones alemanas, junto con la necesidad de reducir el contingente de cazas de la Luftwaffe por medio de acciones ofensivas, misión que recaería principalmente sobre las operaciones diurnas de la USAAF mientras el Bomber Command continuaba con sus bombardeos zonales nocturnos lo que restaba de 1943 y los primeros meses de 1944. Sin embargo, la necesidad de garantizar el éxito del desembarco acabaría entrando en conflicto con los “barones del bombardero” y sus campañas dirigidas a golpear Alemania hasta la derrota. Solo cuando se resolviera este debate en favor de Overlord sería posible concentrar toda la potencia aérea aliada en una serie de operaciones estrechamente alineadas con el que se iba a convertir en principal imperativo estratégico aliado.
Objetivo Caen y el contraataque alemán por Stephen Badsey (University of Wolverhampton)
Tras limpiar la playa Sword, la 3.ª División de Infantería, que antaño había sido instruida y dirigida por el propio Montgomery, tenía órdenes de avanzar para liberar Caen, a apenas 14 km de distancia. En 1944 esta ciudad tenía una población de 60 000 habitantes. A la venta el 3 de marzo en kioscos, librerías y nuestra tienda online. Con todo, lo más importante era que de la ciudad irradiaban las principales carreteras, esenciales para la maniobra y el suministro en la próxima campaña. Pero conquistar Caen no era suficiente, los británicos necesitaban empujar a los alemanes hasta que quedara fuera de alcance de su artillería y asegurar la llanura hasta Falaise. Sin embargo, los atacantes sabían que para liberar Caen no solo tenían que derrotar a la 716.ª División, sino también a la mucho más poderosa 21.ª División Panzer, única gran formación acorazada alemana que entró en combate el Día D. Esta unidad, que en su momento había formado parte del Afrika Korps del Generalfeldmarschall Erwin Rommel, ahora estaba bajo el mando del Generalmajor Edgar Feuchtinger y había permanecido cerca de Rennes, hasta que tres semanas antes del 6 de junio la inteligencia aliada detectó su traslado a Caen.
Día D. Lecciones y legado por Sam Edwards (Manchester Metropolitan University)
La invasión aliada de Normandía fue, en tamaño y escala, algo sin precedentes que involucró a
representantes de una docena de países, exigió una armada de más de seis mil embarcaciones, fue testigo de cómo volaban más de diez mil aviones y que, en última instancia, se alzó con la victoria gracias al coraje de los ciento cincuenta mil soldados que arribaron a la costa francesa. Además, a la postre fue un éxito rotundo que en poco más de dos meses consiguió liberar Francia y en los once siguientes puso fin a la guerra en Europa. Sin embargo, aun reconociendo que el Día D presagiaba indudablemente la victoria aliada, queda mucho que decir con respecto a los detalles de este triunfo. ¿Cuál era el plan aliado? ¿Hasta qué punto se cumplieron todos los objetivos? ¿Se podía considerar consolidada la cabeza de playa a media noche del 6 de junio o aún quedaban amenazas significativas contra la misma? ¿Qué lecciones legó la Operación Overlord para la posteridad?
Y además, introduciendo el n.º 46: Viet Minh. El nacimiento de un movimiento de liberación por Pierre Asselin (San Diego State University)
En febrero de 1941 Nguyen Ai Quoc –nacido Nguyen Sinh Cung– regresaba a Vietnam tras tres décadas de exilio autoimpuesto. Desde su partida a bordo de un transatlántico francés en 1911, se había convertido en un marxista-leninista convencido y comprometido con la liberación de su país del yugo colonial. Tras el despertar político experimentado en Francia, se trasladó a Moscú, donde estudió e impartió luego clases en la Universidad Comunista de los Trabajadores de Oriente. Quoc impresionó de tal modo a sus mentores soviéticos que lo reclutaron como agente de la Komintern, órgano encargado de expandir la revolución por todo el globo. Su primera misión consistió en organizar el exilio vietnamita en el sur de China, para lo que fundó en 1925 en Guangzhou (Cantón) la Liga Juvenil Revolucionaria Marxista-Leninista de Vietnam (Viet Nam Thanh Nien Cach Menh Dong Chi Ho), que proporcionaba formación ideológica a sus miembros. Del mismo modo, visitó Siam y Singapur para organizar los futuros partidos comunistas tailandés y malayo. En febrero de 1930, Quoc presidió en Hong Kong el encuentro de los comunistas vietnamitas que condujo a la fundación del Partido Comunista de Indochina (Dang Cong san Dong Duong) y buena parte de la década la pasaría viajando entre China y la Unión Soviética.