En el verano de 1937 las posiciones en el frente de Aragón llevaban varios meses sin cambios significativos. Establecido a raíz de la sublevación en Zaragoza y otras ciudades de importancia, y contrarrestado por las columnas milicianas, provenientes fundamentalmente de Cataluña, este teatro de operaciones tenía una idiosincrasia propia. Aragón era una sucesión de posiciones bien defendidas separadas por amplios espacios vacíos aptos para llevar a cabo grandes maniobras de infiltración. Esa fue precisamente la opción del Gobierno republicano que, presionado por los éxitos franquistas en la cornisa cantábrica y necesitado de una diversión que obligara al enemigo a detener su avance en el norte, el 24 de agosto de 1937 desencadenó una ofensiva hacia Zaragoza que no logró los objetivos propuestos. La gran operación se trasformó entonces en la batalla de Belchite, un brutal enfrentamiento casa por casa por la posesión de la localidad, cuya repercusión fue escasa para el transcurso de la guerra, pero enormemente determinante para memoria histórica del conflicto.
El yunque aragonés por Francisco Escribano Bernal (Centro Universitario de la Defensa (Zaragoza))
En 1940, la recién nacida revista Ejército publicaba “Cuando Aragón era yunque…”, artículo firmado por el general Miguel Ponte, quien había mandado las fuerzas nacionales de la región entre agosto de 1936 y septiembre de 1937. Con el título pretendía remarcar tanto el papel inicialmente secundario asignado a ese teatro de operaciones como su peculiaridad dentro del conflicto general, plasmada en procedimientos bélicos y ciertas características sociopolíticas. La región no era tan izquierdista como pudiera parecer, pues en las elecciones del 16 de febrero de 1936 el Frente Popular había obtenido solo once diputados frente a los diez de derechas. El caso de Zaragoza es un claro ejemplo de esa bipolarización, pues en la capital y su entorno los candidatos del Frente Popular consiguieron 44 000 votos y los derechistas casi llegaron a los 40 000, mientras en la provincia triunfaban estos últimos por 71 000 votos frente a 65 000. En cambio, la oficialidad de la 5.ª División Orgánica del Ejército no mostraba tal división, sino que se involucró activamente en la preparación del golpe de Estado a lo largo de toda la primavera.
“Mártires sin cuento, héroes de fe”. El ejército franquista en Aragón por Roberto Muñoz Bolaños (Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado (UNED))
La 5.ª División Orgánica, con cabecera en Zaragoza e integrada su demarcación territorial por esta provincia, más las de Guadalajara, Huesca, Teruel y Soria, tuvo una característica única en la sublevación del 17 de julio de 1936, su jefe, Miguel Cabanellas Ferrer, fue el único general con mando de división orgánica que se unió a la rebelión puesta en marcha por el comandante militar de Pamplona, Emilio Mol a Vidal, el Director, en la que participó muy activamente, tanto en su diseño militar como, sobre todo, en el político. Las unidades de la 5.ª División Orgánica, así como sus jefes –con la única excepción del coronel Olivares, del Regimiento Aragón n.º 17– estaban comprometidas en la rebelión, del mismo modo que las fuerzas de orden público. Además, iban a jugar un papel muy importante en el control de la ciudad de Zaragoza cuando se produjese la sublevación los militares retirados, dirigidos por el coronel Francisco Barba Badosa, vinculados con la organización civil Acción Ciudadana. Estos jefes y oficiales entrenarían y armarían a los civiles derechistas que “invadieron los barrios obreros” realizando registros y detenciones. Estas disposiciones trataron de neutralizar el único temor que tenían los conspiradores: una movilización de las masas izquierdistas.
La ofensiva sobre Zaragoza por Fernando Puell de la Villa (Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado (UNED))
El 5 de mayo de 1937, Largo Caballero confió al general Pozas el mando del Ejército del Este, cuyo cuartel general estaba en Barcelona. No le consideraba un gran estratega, pero sí lo suficientemente cualificado como para “meter en vereda” a los anarquistas al haber desempeñado el cargo de inspector general de la Guardia Civil hasta julio de 1936. Una vez organizado el frente de Aragón, Cordón recibió el encargo de planificar una gran acción ofensiva con el objetivo estratégico de detener el inminente ataque franquista contra Santander, materializado bien en una nueva operación sobre Huesca o sobre la línea Quinto-Belchite. Sin embargo, Cordón propuso atacar Zaragoza. La idea era muy acertada pues aparte de ser, junto a Bilbao y Sevilla, una de las grandes ciudades en poder de Franco y una importantísima base logística, era la sede del cuartel general del V Cuerpo del Ejército, mandado por el general Ponte, que disponía de 40 318 efectivos a finales de abril de 1937, articulados en dos divisiones y dos brigadas: la 51.ª División situada al norte de Aragón; la 52.ª, al sur del Ebro; la Brigada Mixta de Posición y Etapas entre ambas, y la llamada Brigada Móvil en reserva.
La batalla de Belchite por David Alegre Lorenz (Universitat de Girona)
Según lo previsto por el plan, en los primeros compases de la ofensiva sobre Zaragoza Belchite fue envuelto desde el sur, el suroeste y el noreste, completando su aislamiento el día 26 agosto por parte de las brigadas mixtas 32.ª, 117.ª y 131.ª. Desde ese momento los 1800 defensores, con apenas diez piezas de artillería, y los 2200 vecinos que permanecían en Belchite solo pudieron ser abastecidos desde el aire. En cualquier caso, salvo algunas escaramuzas localizadas y los tanteos previos de los sitiadores, los combates por la posesión del pueblo no comenzaron hasta el 29 de agosto. Hasta siete brigadas mixtas llegarían a participar en la batalla de Belchite. Concretamente, de los 80 000 soldados republicanos implicados en los primeros compases de la ofensiva sobre Zaragoza 20 000 fueron desplegados en la punta de lanza gubernamental al sur del Ebro, destinándose hasta 8000 a la lucha por el pueblo a finales de agosto, cuando la operación por la capital ya había fracasado. Además, las fuerzas armadas republicanas desplegaron artillería pesada en el cabezo del Lobo, una altura desde la que se dominaban tanto el pueblo como sus alrededores y desde donde se pudo bombardear todas y cada una de las posiciones defensivas.
Zaragoza en tiempos de guerra por Miguel Alonso Ibarra (Universitat Autònoma de Barcelona)
Durante casi toda la Guerra Civil, Aragón fue uno de los principales teatros de operaciones, hasta el punto de albergar las dos batallas más cruentas de toda la contienda: Teruel y el Ebro (véase Desperta Ferro Contemporánea n.º 23: La batalla de Teruel y Desperta Ferro Especiales III: La batalla del Ebro). Esto convirtió a la ciudad de Zaragoza, al tratarse de una de las urbes más grandes de España antes y durante la guerra, en un enclave fundamental de la retaguardia rebelde, ya que permaneció durante casi dos años a escasos 50 km de la línea del frente. De hecho, esa cercanía de las posiciones republicanas, unida a la importancia de la ciudad, hicieron de Zaragoza una pieza muy codiciada para la República, que intentó conquistarla sin éxito en varias ocasiones en 1936 y 1937. A lo largo de toda la contienda, la urbe funcionó como centro de suministros, plaza fuerte sanitaria y lugar de descanso no solo de las decenas de miles de combatientes desplegados en Aragón, sino también en otros frentes más distantes, todo lo cual transformó decisivamente la vida cotidiana de los zaragozanos.
La batalla de Fuentes de Ebro por Juan Carlos Cortés Hidalgo
La batalla de Fuentes de Ebro es un ejemplo del error repetido en varias ocasiones por el mando republicano de centrarse en la primera fase de una operación, sin haber estudiado y preparado las siguientes. ¿Realmente se pensaba en tomar Zaragoza tras romper el frente en dicha población? Entonces, ¿cuáles eran las fuerzas que entrarían en explotación del éxito? ¿Cuáles eran los ejes y objetivos de dicha explotación? A la vista de la documentación existente y de la evolución de los hechos, más bien parece que el objetivo de tomar Fuentes de Ebro era… tomar Fuentes de Ebro. En efecto, dado el grado de desgaste de las unidades republicanas tras la ofensiva ya paralizada, era inasumible que estas pudiesen relanzar una ofensiva general y conquistar Zaragoza. También contribuye a esta impresión la premura impuesta por los asesores soviéticos para probar en combate una nueva táctica asociada al más moderno y potente material de guerra terrestre que actuó en la Guerra Civil: los carros de combate BT-5, recién enviado por ellos a España.
La memoria de la batalla de Belchite por Ángel Alcalde (University of Melbourne)
La batalla de Belchite destaca por ser uno de los eventos bélicos más mitificados de la Guerra Civil española, y fue sin duda el más rememorado del frente de Aragón durante la larguísima etapa posterior, ejerciendo en el franquismo un papel social equiparable al de acontecimientos como el asedio del Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza o la liberación del Alcázar de Toledo. Para un observador crítico de la historia, resulta interesante comprobar que lo que en realidad había sido una derrota para el bando franquista y una masacre innecesaria de vidas que afectó terriblemente a la población civil se convirtió rápidamente en una narrativa bélica movilizadora, en un cuento de sacrificio patriótico y heroísmo sin paragón. Sobre todo si se considera que los inmediatos supervivientes de la batalla de Belchite, combatientes y civiles, de aquel asedio no interpretaron por sí mismos su experiencia en los términos belicistas impuestos después, sino que aquellos inicialmente vivieron y recordaron aquellos hechos con amargura, tristeza y frustración. Estos sentimientos reprimidos durante el franquismo solamente aflorarían, transformados, en la posterior y más reciente memoria pública de Belchite.
Las huellas de la guerra en la comarca Campo de Belchite. Mapa patrimonio de la batalla de Belchite.
La Guerra Civil española (1936-1939) tuvo en Aragón uno de sus principales escenarios. El frente dividió el territorio en dos, de norte a sur, lo que conllevó enfrentamientos en muchas localidades. Entre los numerosos y sangrientos combates, uno de los más importantes fue la batalla de Belchite entre el 24 de agosto y el 6 de septiembre de 1937. Hoy en día, además del testimonio que supone el Pueblo Viejo de Belchite, existen infinidad de vestigios ubicados en diferentes municipios de la comarca que nos permiten revivir este trágico acontecimiento. Desde la Comarca Campo de Belchite nace la iniciativa de crear la ruta “Huellas de la Guerra Civil”, para dar visibilidad al pasado y ayudar a entender gran parte de los episodios que se vivieron en este territorio.
Y además, introduciendo el n.º 43: Memorias de los combatientes rusos en Prusia Oriental por Konstantin Pakhalyuk (Moscow State Institute of International Relations. University of the Russian Ministry of Foreign Affairs)
Para los soldados rusos que formaban en los ejércitos de Rennenkampf y Samsonov en agosto de 1914, penetrar en Prusia Oriental fue como cambiar de mundo. frente a la pobreza de las granjas de las que provenían, y la lejanía de sus pueblos, se encontraron con ricas haciendas y viviendas bien construidas, y no comprendieron por qué los alemanes habían querido ir a la guerra contra ellos. En el caso de los oficiales, que conocían mejor la situación política, los juegos diplomáticos y, sin duda, tenían una vida más fácil, les sorprendió tanto la resistencia que apreciaron en los pobladores de este extremo de Alemania en algunos casos como el modo en que se acomodaron a la nueva situación en otros. Para llevar a cabo aquella primera ofensiva, conocida en la historiografía rusa como la Operación de Prusia Oriental, se desplegaron el Primer y Segundo ejércitos que, el 17 de agosto, sumaban 296 batallones y 178 escuadrones, además de 978 piezas de artillería ligera, 108 medias y 72 pesadas, para un total de unos 320 000 soldados. Si tenemos en cuenta las reservas que se desplazaron posteriormente a la zona, así como la formación de un nuevo ejército, el Décimo, a primeros de septiembre, podemos afirmar que pisaron la provincia algo menos que 400 000 soldados rusos, algunas de cuyas experiencias en el frente son dignas de consideración.