Los llamados vasos-Bes, como el analizado, fueron ampliamente utilizados por los antiguos egipcios desde el Reino Nuevo (c. 1550-1190 a.C.), momento en el que la producción cerámica juega un nuevo papel con aquellos vasos plásticos que remiten a elementos religiosos y rituales. Se ha considerado que estos vasos, normalmente de gran tamaño, reproducían la imagen de este dios con una finalidad apotropaica.
El dios enano Bes tenía unos rasgos físicos característicos, como la melena leonina, la nariz ancha, la mueca en su cara sacando la lengua y los ojos bien abiertos, los cuales le conferían un carácter guardián, encargándose de alejar el mal. Así, al igual que Beset, su paredra femenina (deidad, de menor rango, asociada a un dios principal), Bes estaba íntimamente relacionado con el nacimiento y el renacimiento, por lo que aparece profusamente en objetos relacionados con ambos momentos cruciales para la vida y creencias de los egipcios. Entre ellos destacan los denominados “cuchillos mágicos”, amuletos y figurillas, reposacabezas y lechos, donde la protección del dios era invocada para asegurar la salvaguarda y el triunfo de la vida en ámbitos liminales.
El estudio llevado a cabo de un vaso-Bes de época grecorromana (siglos IV a.C.-III d.C.) hallado en la zona de El-Fayum, y actualmente conservado en el Museo de Arte de Tampa (Florida, EE.UU.), ha permitido obtener un conocimiento parcial de los productos que eran ingeridos con este tipo de recipientes. Anteriormente, en 2003 Kevin R. Kaiser publicó una tesis doctoral donde realizaba el primer estudio de vasos-Bes y su contenido, si bien de los 23 estudiados solo 4 dieron resultados positivos y uno fue el que presentaba, en el análisis de ADN, restos de ganado vacuno (Bos taurus), lo que llevó a considerar desde entonces que debían de ser recipientes que contuvieran leche o productos cárnicos. Por ello, cuando Davide Tanasi y su equipo sometieron a un análisis químico este nuevo vaso y hallaron restos de plantas medicinales y psicotrópicas, cambiaron el paradigma establecido.
Las plantas halladas en el estudio arqueológico biomolecular son el lirio de agua azul (Nymphaea nouchali var. caerulea), la ruda siria (Peganum harmala) y una especie del género Cleome, conocidas como volantines. Del lirio de agua azul destaca su uso alimenticio en el espacio africano. Mal llamado “loto azul”, presenta cualidades alcaloides en las flores y rizomas, que sumirían a las personas que los consumieran en un estado de embriaguez. Así, son muy habituales las representaciones faraónicas de personas oliendo esta flor, que también era ingerida. Con respecto a la ruda siria, cabe destacar su uso conocido desde época predinástica (c. 4000-3300 a.C.), principalmente en actividades hipnóticas e incubaciones, así como la vinculación filológica que hacen los autores entre los diferentes términos con los que es conocida: baššāšā (sirio antiguo), baššūšā (sirio moderno), bešaš (arameo antiguo), basous (copto), bêsasa (árabe egipcio moderno) y bêsa (papiros médicos griegos) con el dios Bes, denominándola la “planta de Bes”. Así, se han hallado graffiti escritos en griego en el templo de Seti I en Abido que hacen referencia al oráculo de este dios, mencionado que es el “dador de oráculos” y “dador de sueños”. Por su parte, no se conoce con exactitud qué planta concreta del género Cleome se ha hallado en el vaso, existiendo diez posibilidades de la familia Cleomaceae. Documentada desde el predinástico, en yacimientos como Nabta Playa, además de sus usos para acelerar el parto o facilitar el aborto servía para tratar parásitos intestinales y calmar las convulsiones. A todo esto se suma el hallazgo de restos de frutas fermentadas, uva y granada, que harían de esta mezcla psicotrópica una bebida también alcohólica.
Su uso ritual parece claro para los investigadores, dado que en el análisis también han hallado proteínas animales, principalmente humanas, como leche materna, fluidos mucosos (orales o vaginales) y sangre. Además, la presencia de miel, jalea real y otras proteínas vegetales aumentaría el dulzor y buen sabor de la bebida y serviría para elevar su graduación alcohólica.
La bebida en exceso y su consecuente borrachera eran conocidas por los antiguos egipcios, dado que la cerveza y, en menor medida, el vino, constituían gran parte de su alimentación diaria. En los textos literarios de enseñanzas se advierte al lector que no beba demasiado ni se emborrache, pues esto le aleja de la rectitud y de la maat (el orden, la verdad y la justicia). Las principales representaciones de banquetes y fiestas aparecen en las tumbas del Reino Nuevo, donde la música, la danza y la bebida juegan un papel fundamental en la diversión de los asistentes. Así, en la famosa tumba de Pahery en Elkab encontramos en la pared este una escena de banquete donde, entre muchas mujeres, una destaca por decir: “Dame dieciocho copas de vino. Embriagarme es lo que deseo continuamente. Mi interior es de paja”. La embriaguez también se ha podido rastrear a nivel arqueológico. En el Templo de Mut en Karnak, el equipo de la Universidad Johns Hopkins dirigido por la investigadora Betsy M. Bryan localizó el conocido como “pórtico de la embriaguez”, donde una fiesta ritual llena de bebida se celebraría en honor a la diosa en su forma de Ojo del Sol.
A nivel religioso y mitológico el Ojo del Sol es el protagonista del principal relato en el que una divinidad se embriaga, la “Diosa Lejana”. En él, la hija de Ra, que podía adoptar la forma de diversas diosas (Bastet, Hathor, Mut, Sekhmet, Tefnut y Wadjet), huye indignada con su padre y acude, en forma de leona salvaje, al sur del país, provocando el caos y grandes matanzas entre los humanos. El único remedio para calmarla era mediante la bebida, una cerveza teñida de rojo para simular la sangre hace que la fiera se embriague y apacigüe. Así es llevada de vuelta a su padre y el orden se restaura de nuevo. En representaciones templarias, como en Filé, aparece Bes festejando la vuelta de esta deidad, con música y baile. Así, este dios estaba íntimamente relacionado con la embriaguez y la celebración.
El vaso-Bes estudiado y el hallazgo de una bebida alcohólica corresponden a este sistema de creencias y ritos, pero la demostración científica del uso de plantas psicotrópicas es nueva para la Egiptología, que debe plantearse nuevos escenarios donde la embriaguez alcohólica no fuera la única intoxicación de los antiguos egipcios. Son varios los testimonios etnográficos donde los estados alterados de consciencia, inducidos por dichas plantas, facilitarían el contacto con los dioses y la esfera sagrada. Es probable que Bes, en su papel liminal, fuera el dios que precisamente mejor pudiera jugar un papel intermediario entre el mundo de los mortales y el de los dioses.
Bibliografía
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- Bryan B.M. (2015), ““Just Say ‘No’”—Iconography, Context, and Meaning of a Gesture”, en Oppenheim, A., Goelet, E. (eds.), The Art and Culture of Ancient Egypt: Studies in Honor of Dorothea Arnold, Nueva York, 187-198.
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- Pinch, G. (2002), Egyptian Mythology. A Guide to the Gods, Goddesses and Traditions of Ancient Egypt, Oxford.
- Tanasi, D., van Oppen de Ruiter, B.F., Florian, F. et al. (2024), “Multianalytical investigation reveals psychotropic substances in a ptolemaic Egyptian vase”, Sci Rep 14.
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