En suma, un territorio en el que, como lugar de paso y de vida de movimientos tribales, se ha convivido desde tiempo atrás con enfrentamientos violentos, étnicos, intercomunitarios, entre sedentarios, seminómadas y nómadas; territorio que es hoy un espacio que mantiene conflictos violentos entre los autóctonos, migrantes de paso, miembros del crimen organizado, traficantes de todo género y grupos varios de terroristas yihadistas (unos afines a Al Qaeda, otros al Estado Islámico y algunos, por el momento, independientes), y que, en su conjunto, está conformado por gobiernos débiles con sociedades muy divididas, que soportan enfrentamientos violentos entre diversos grupos locales (gubernamentales o no) con intervención en muchos casos de fuerzas foráneas.
Así pues, la región saheliana es vista desde Europa en la actualidad como peligrosa por ser soporte de unas transacciones comerciales ilegales, los «tres comercios» que tienen como objetivo final dicho continente: comercio de armas, de drogas y de personas; comercios en los que intervienen en apoyo interesado los terroristas yihadistas ofreciendo al crimen organizado protección y transporte de sus productos a cambio de apoyos logísticos, entre otros.
Región que no hay que olvidar que, aunque se la trate aisladamente, forma parte del mapa en negro del yihadismo global y que, por lo tanto, puede encontrar apoyos foráneos yihadistas cubriendo espacios de Asia, Oriente Medio, Europa y África, en los que la bandera yihadista habría de ondear en el 2200 según el califa Abu Bakr al Baghadadi. Una región en la que los yihadistas, que nacieron hace casi una década continúan, con su crecimiento, aterrorizando a países sahelianos, como Mauritania, Mali, Burkina Faso y Níger…, ampliando su presencia a otros inestables fuera del Sahel.
Espacio que, ante el constante incremento, desde el 2015, de dicha actividad terrorista (ya en 2021 acogía el 48 % de las muertes a nivel mundial), se ha considerado prioritario para la seguridad europea, razón por la que se ha tomado dicha región como el «epicentro mundial del terrorismo» (sobre todo a partir de 2023, contando con la expansión del yihadismo en Burkina Faso, Mali y Níger, tras protagonizar sus golpes de Estado, epicentro que constituye un peligro latente para la seguridad mundial, llegándose al tiempo a hablar del Sahel como «la mayor incubadora de terrorismo del planeta», el «polvorín», el «avispero yihadista saheliano» o «el pudridero subsahariano».
Y no solo por lo citado, sino por cuanto se ve el Sahel como una región en la que la democracia (si la tuvieron alguna vez, tal y como la pensamos los europeos) está dañada, no solo por los permanentes conflictos locales y regionales, sino por los actuales golpes de Estado manu militari, la expulsión de las fuerzas armadas occidentales (las francesas y otras) que apoyaban en la lucha contra el yihadismo, así como por la acentuación de la presencia militar rusa, sin olvidar la china; situación que, en su conjunto, se considera una amenaza al flanco sur de Europa, y por tanto a España, y más aún si llega a superar a nuestros vecinos norteafricanos.
Un peligro yihadista pues, ante la posibilidad de transmitir su actividad al norte de África y que, posteriormente, una vez allí asentados, puedan dar el salto, primero hacia España/Portugal/Italia, e incluso Francia, y luego, desde dichos países, al resto de Europa; países europeos que han «descubierto» recientemente el valor geoestratégico de tal región al considerarla como «la frontera avanzada de Europa», «nueva frontera directa» o «zona en crisis» a las puertas de España y Europa, y menos diplomáticamente, la «trastienda de Europa».
Guerra fría en el Sahel
Según algunos analistas, desde la visión occidental, dos son los objetivos fundamentales a cubrir por las fuerzas occidentales, por un lado, el combate al terrorismo y las mafias del crimen organizado (correspondiente al frente operativo/militar, considerado el prioritario por muchos), y, por otro, la estabilización de la región del Sahel (lo que corresponde a la acción en al frente estructural); frentes de acción al que muy pocos unen, el combate ideológico. Objetivos todos, los tres, complementarios, a cubrir en la idea de que cuando los países africanos afectados por la lacra del yihadismo avanzan en democracia (la suya propia) y desarrollo, los problemas de la violencia y las migraciones se limitan e incluso desaparecen.
Planes propuestos (para actuación en los frentes aludidos) que se han de fundamentar necesariamente en una información/inteligencia completa y rigurosa sobre los países a apoyar (situación política, económica, social, religiosa y cualquier otra de interés) y sobre el terrorismo que les afecta (grupo o grupos terroristas sobre su territorio, líderes, efectivos, actividades, medios y procedimientos que emplean, relaciones con la sociedad y, a su vez, de los políticos con los terroristas, etc.). Conocimientos que han de permitir seguir correctamente la evolución de todos los problemas que les aquejan, junto a aquel del terrorismo yihadista al que hay que combatir en atención a que su acción violenta está ligada, directa o indirectamente, a la posibilidad de todo desarrollo estructural positivo en los países implicados; un desarrollo que, activado, solo será eficaz si camina hacia la paz, sea esta definitiva o de alcance suficiente como para suprimir o bien limitar al mínimo la acción terrorista y la del crimen organizado en todas sus facetas.
Planteamientos que seguramente se verán alterados ante el nuevo escenario presentado por EEUU al dar prioridad, en una nueva guerra fría marcada ahora por el actual conflicto armado entre Rusia y Ucrania, al desarrollo con “dinero, inversiones y refuerzos militares” en el Sahel, a fin de evitar que Rusia (de la mano de mercenarios, como aquellos del Grupo Wagner, ya presente en varios países africanos) “estreche su amistad con los generales y juntas militares de dichos países” cambiando seguridad por licencias para explotar sus recursos naturales, y más en un momento en el que Rusia está sujeta a diversas sanciones económicas internacionales; asunto que seguirá en pie tras la sustitución de algunas fuerzas de Wagner por otras del África Corps, con dependencia del Ministerio de Defensa ruso, tras consolidarse en Mali y a seguir con Burkina Faso y Níger. con el objetivo de reemplazar a Occidente, y especialmente a Francia, en el Sahel. Planteamientos que también han de contar con la posible intensificación yihadista en respuesta a la situación de los palestinos en la presente guerra entre Israel y Hamás.
Mercenarios africanos contratados constituyendo una solución que no gusta a las fuerzas militares occidentales pero que es viable, favoreciendo a Rusia, para aquellos países africanos, con fuerzas no entrenadas ni armadas al caso, celosos de su soberanía. Una forma de tratar de reducir las pérdidas en aumento en el frente ucraniano luchando al tiempo contra la impopularidad de toda movilización. Es el caso actual del reclutamiento internacional (2024) bajo diversos incentivos económicos y la promesa de pasaporte ruso para los reclutados y sus familias, efectuado en los países de África Central incluyendo Ruanda, Burundi y Uganda.
Hay que tener en cuenta que por África han pasado, en los últimos 60 años, mercenarios franceses, británicos, israelíes, estadounidenses…, y entre ellos, recientemente, los rusos de Wagner en al menos una decena de países africanos, desde Libia a Madagascar, lo que se considera un esfuerzo ruso por ganar influencia geoestratégica; los turcos en Libia (junto a su apoyo logístico); los propios de la empresa sudafricana Dyck Advisory Group (DAG) en Mozambique; los de la empresa Specialises Task, Training, Equipment and Protection (STTEP) en Nigeria contra Boko Haram; o el Batallón de Intervención Rápida (BIR) en el Camerún, creado con apoyo de la iniciativa privada israelí. Y en la actualidad, dentro de la actual guerra fría africana, con la presencia, tras su experiencia previa en Somalia de haber entrenado a soldado ugandeses y burundeses de la Misión de la Unión Africana en Somalia (AMISOM, ahora ALMIS), y haber formado a la Brigada Danab para combatir al grupo terrorista Al Shabab, del grupo privado (eufemismo para negar que son mercenarios a sueldo) de seguridad estadounidense Bancroft Global Development en la República Centroafricana, bajo su ofrecimiento de seguridad y entrenamiento de las fuerzas centroafricanas al presidente Faustin-Archange Touadéra (asunto negado por el Departamento de Estado norteamericano). Grupos de mercenarios que, con sus elevados sueldos minan la moral de las fuerzas nacionales, peor pagadas, a cuyo lado actúan, y que, al no estar sujetos como las fuerzas occidentales a las leyes de la guerra, han sido en algún caso acusadas por Amnistía Internacional de abuso de los derechos humanos en atención a la violencia indiscriminada ejercida contra la sociedad civil, acompañados o no en ella, por las fuerzas nacionales, como ha denunciado la ONG Human Rights Watch (HRW).
A la sombra de Ucrania
Razones por las que España, en la Cumbre de la OTAN celebrada en Madrid (28 y 29 de junio de 2022), sin aportar soluciones a la actual guerra ruso ucraniana, afirmó su preocupación, extensiva a Europa, por reforzar el amenazante flanco Sur de la OTAN (Magreb y Sahel, amén de Oriente Próximo) y señalar la inclusión, en referencia específica, a las actuaciones sobre el mismo en las estrategias y prioridades a seguir, dentro del nuevo concepto estratégico para los siguientes diez años (denominado Concepto Estratégico de Madrid), actuaciones tanto políticas como operativas (despliegue de fuerzas) de la organización atlántica. Mientras tanto, en la cumbre de la OTAN de Washington, la Alianza llegó a la conclusión de reforzar su producción militar cara a tal enfrentamiento.
Su objetivo: construir y dar soluciones sólidas a sus instituciones y a sus capacidades de seguridad, así como conseguir una interoperabilidad entre las fuerzas que combaten al terrorismo yihadista y a quienes emplean las migraciones irregulares como arma política, a través de la mejora de la cooperación existente y del entrenamiento de sus fuerzas (actividades todas, en definitiva, en favor del frente militar).
Cumbre en la que, ante las amenazas actuales, se planteó una seguridad de 360 grados, con mención especial al Sahel, el avispero sur como foco del terrorismo yihadista mundial, sin descartar la vigilancia del norte de África (sin indicación explícita a Marruecos y Argelia), la incorporación de Ceuta y Melilla bajo su paraguas militar (en desacuerdo con Marruecos, que fuera de toda verdad histórica, las considera “presidios ocupados” y las reclama como ciudades marroquíes ante la UE, censurando abiertamente, a pesar de las protestas españolas, a quienes opinan lo contrario), así como, por la expansión rusa por el continente africano.
Así, en esa línea de reforzamiento de la seguridad en el sur, parece que se va a aprobar una misión de asesoramiento a las fuerzas armadas y policiales mauritanas (que ya formaban parte del Diálogo Mediterráneo de la OTAN desde 1995, con Israel, Egipto, Marruecos, Argelia, Túnez y Jordania, y formó parte del Centro Nacional de Coordinación de Gestión de Crisis desde 2011 a 2016, junto a Francia y Camerún); reforzamiento cara a la lucha contra el terrorismo y las migraciones; país que fue invitado a la cena de ministros de la Cumbre junto a Jordania.
Flanco sur que ha aumentado su peligrosidad con la retirada de fuerzas de Mali y, posteriormente, de Níger, el desmantelamiento del G5 Sahel (organización que nunca llegó a estar plenamente operativa), siguiendo lo estipulado en el artículo 20 de su fundación que dice que dicha organización puede disolverse a petición de al menos, tres de sus miembros, así como por los efectos del cambio climático y la crisis alimentaria, que pueden exacerbar los conflictos internos y la competitividad geopolítica en la región.
No obstante, parece que la seguridad del citado flanco sur ha quedado solo apuntada, teorizada sobre el papel, al no ser considerada como prioritaria (no hay amenaza de un guerra convencional) en la estrategia actual más pendiente del flanco este; así pues, no se ha definido, de momento, nada en concreto en cuanto a acciones operativas, ni a corto ni a medio plazo, lo que ha sorprendido a algunos analistas y mandos militares españoles partidarios de la presencia militar desde ya, en la consideración de no dejar pasar más tiempo, en razón a la peligrosa evolución creciente del terrorismo.
Habrá pues que esperar, tal vez, a la posterior reunión de la Asamblea Parlamentaria de la OTAN en Madrid para supervisar la correcta aplicación de lo acordado en la pasada Cumbre y ver si la intervención en el flanco Sur se hace efectiva o queda tan sólo como un compromiso de efecto disuasorio.
De momento, a finales de abril de 2024, la OTAN estaba ultimando la idea de establecer, con un nuevo enfoque, con participación de militares y civiles, misiones de entrenamiento, educación, buenas prácticas y programas de reforzamiento del sector de la defensa, tanto en el Sahel como en el norte de África y Oriente Próximo; para tal asunto, se llegaría a nombrar un enviado especial de dicha organización que se integraría en la UA, siendo su objetivo principal: frenar la expansión de influencia rusa en el continente africano. En este caso concreto, se ha nombrado como Representante Especial de la OTAN para la Vecindad Sur, en concreto para el citado flanco sur, al diplomático español Javier Colomina, quien será el encargado de poner en marcha el correspondiente Plan de Acción actualizándolo periódicamente.
Un presente incierto
De todas formas, para resolver la preocupación genérica europea (terrorismo, crimen organizado e inmigraciones irregulares), de diferente calado en los países magrebíes y sahelianos aquejados de problemas estructurales complejos (dentro de los ámbitos social, político y económico), no hay, de momento, una respuesta otaniana concreta y creíble, ya que solo se aporta la idea de alcanzar la estabilidad regional necesaria en base a la disuasión militar, lo que militariza el problema y la posible solución, sin saber como se alcanza ésta, frente al yihadismo, un yihadismo que se apoya en las debilidades y problemas estructurales no resueltos.
Terrorismo que, aunque no se refiera en concreto al yihadista, aparece enfatizado en la declaración oficial de la Cumbre dentro de la definición de sus “temas centrales”, aquellos de la disuasión y de la prevención, especialmente en el segundo, señalando la necesidad de “la mejora de [sus] capacidades para la lucha contra [el mismo]”, y, asimismo, más en concreto, en la visión de 360 grados aludida hablando del arco sur: “el vecindario sur de la OTAN desafíos interconectados de seguridad […] contexto en el que […] el norte de África y el Sahel (sin olvidar Oriente Medio) aparecen como regiones de interés que afectan a la seguridad de los aliados y sus socios”, visión en la que, como conclusión, reafirma que “el terrorismo […] aparece entre sus preocupaciones”.
Seguridad que, en relación con el terrorismo global, ha de tomar como base el conocimiento de los fracasos anteriores (Afganistán, Libia e Irak), al objeto de alcanzar respuestas eficaces al yihadismo creciente en el Sahel (respuestas que no han de cubrir solo el frente militar prioritario en la Cumbre aludida).
Flanco sur que ha aumentado su peligrosidad con la retirada de las fuerzas francesas y aliadas, los efectos del cambio climático, la crisis alimentaria y la emergencia sanitaria subsiguiente (encima de la anterior debida a la pandemia Covid), efectos que pueden exacerbar los conflictos y la competitividad geopolítica en la región.
Así pues, ras el abandono del continente africano por parte de las fuerzas militares francesas y otras aliadas occidentales, todas oponentes al yihadismo y al crimen organizado, se hace necesario acudir a la determinación de las razones su fracaso, tanto efectivo como disuasorio, no solo en el Sahel sino en el resto de África, señalando al tiempo los efectos que comienzan a vislumbrarse modificando la geopolítica de las potencias foráneas en el mismo.
Básicamente, de acuerdo con lo apuntado, la disuasión provocada bajo la amenaza del aumento de la presión militar y de la eliminación de sus líderes, no altera básicamente, salvo casos particulares, el rigorismo de su ideología, ni su fanatismo, ni su deseo de combatir hasta la muerte, ni limita permanentemente sus captaciones…, al contrario les hace desear mas ese combate que les llevará al Paraíso, de manera que, si no se combina con una actuación efectiva en el frente estructural (aquel productor en su no desarrollo de las vulnerabilidades aprovechadas por los yihadistas), sin dejar de lado nunca el ideológico (base importante para la determinación de los elementos fundamentales de la disuasión aludida y su difusión). no será posible que se alteren (difícil pero no imposible) sus fundamentos y apoyos.
Una disuasión pues que, por estar fuera de la clásica militar por las razones apuntadas, ha de ser bien estudiada en la base del conocimiento profundo de cada uno de los países sahelianos y en su conjunto en cuanto a sus interrelaciones, así como de los grupos terroristas que les afectan, al objeto de actuar con eficacia en contra de su narrativa, teniendo en cuenta, además, que toda acción fallida occidental en cualquiera de los frente aludidos ha tenido y tiene reflejo influyente en la región y, por ende, en el continente africano, y más aún tras la consideración yihadista de victoria ante la derrota de Occidente resaltada por la reciente marcha de las fuerzas francesas y aliadas del continente africano en la idea de que no habían actuado correctamente para frenar el yihadismo, y su sustitución por fuerzas rusas (entre ellas el grupo mercenario Wagner, más adelante África Corps y otros) como salvadoras del continente africano dentro de la nueva guerra fría surgida en África bajo los efectos de la actual guerra ruso ucraniana.
Disuasión que, en su aplicación, ha de tener muy en cuenta, como ya se ha indicado, los tres frentes interactivos contra el terrorismo yihadista: el operativo/militar, el estructural y el ideológico, sin que se presente nada incoherente e improvisado en contra del pensamiento saheliano al respecto; frentes en los que actúa el yihadismo aprovechando toda debilidad, convertida en vulnerabilidad, al objeto de dividir a las sociedades en las que se incrustan como base para alcanzar el poder y caminar hacia el califato global, su objetivo final.
De ahí que, con todo lo expuesto, resulta lógico que surja entonces la pregunta: ¿toda solución para el Sahel pasa exclusivamente y prioritariamente por actuaciones en el frente militar? Para responderla habrá pues que resolver el debate sobre la importancia, real o no, de esa intervención militar como método prioritario para resolver los problemas sahelianos. Una importancia relativa ante los recientes golpes de Estado y otras violencias del continente africano desfavorables a los occidentales salvo a Rusia; asunto aún pendiente y más aún ante la presión sustitutiva por los conflictos armados ruso-ucraniano y palestino-israelí.
Conflictos que vienen a alterar la geopolítica y la actual guerra fría consecuente en África, generalmente bajo manu militari, proveniente tanto del interior como foránea, mediante la previsión y la ya presencia de intervenciones armadas por parte de aquellos.
Una guerra fría en la que EEUU, China y la UE están relanzando una ofensiva, antes un tanto abandonada, para reforzar lazos y buscar nuevas alianzas con el continente africano contra Rusia (junto a China y aliados) y su geopolítica africana de expandir sus intereses comerciales, encareciendo inicialmente alimentos y combustible como consecuencia de la guerra en Ucrania, e incluso algunos militares como el posible empleo de fuerzas africanas en dicho conflicto, a pesar de que la situación de crisis en el Sahel occidental, en la República democrática del Congo, Sudán, Etiopía y Somalia, avanza a pesar de la intervención rusa.
Así, ampliando el tablero del conflicto europeo y occidental en el camino hacia una guerra total contra Rusia, cabe citar, algunos de los efectos de la frustrada disuasión militar occidental, tales como:
- La intervención ucraniana, desvelada a primeros de febrero, contra Wagner/Rusia, en Sudán (desmentida por Kiev), siguiendo la intención del presidente Volodímir Zelenski de incrementar su presencia en África para dificultar la rusa en aumento en el continente (¿nuevo escenario bélico del conflicto en Europa?); en concreto con la intervención del grupo de fuerzas especiales Tymur (unos 100 soldados), perteneciente a los Servicios de Inteligencia del Ministerio de Defensa ucraniano (GUR). Fuerzas ucranianas que, caso de continuar con su belicismo africano, se han de enfrentar, ya no a Wagner, sino a las del África Corps bajo la dirección del Ministerio de Defensa ruso, que las sustituyen, con aumento previsible de efectivos, tras la muerte de Yevgueni Prigozhin.
- La reciente apertura de una Embajada de Ucrania en Nuakchot (Mauritania) a 24 de mayo de 2024, buscando intensificar su cooperación en el Sahel en contra de toda la actividad rusa en el continente africano (en cierto modo, una prolongación de la guerra ruso ucraniana en suelo europeo) en apoyo de la Fórmula de Paz del presidente Volodímir Zelenski y, a su lado, la garantía de la seguridad alimentaria (con invitación a la participación mauritana en la Cumbre Internacional sobre la Seguridad Alimentaria, a celebrar en Kiev el 25 de noviembre de 2024), junto al desarrollo de la cooperación bilateral en cuanto a comercio, economía, energía, agricultura, minería, tecnologías de la información, comunicación, cultura y educación.
- Apertura subsiguiente a aquellas ya realizadas en Ruanda (19 de abril), Botswana (17 de abril), Mozambique (15 de abril), Costa de Marfil (12 de abril), Congo (10 de abril); aperturas que, por su escasa diferencia en tiempo, expresan con claridad la intención ucraniana de «robar» el prestigio geopolítico ruso en el continente africano.
- La intervención ucraniana cerca de la capital de Sudán del Norte, especialmente con drones de combate (dado su bajo coste), desvelada a primeros de febrero, contra las fuerzas de apoyo rápido (FAR), integradas por las mercenarias de Wagner/Rusia (desmentido por Kiev), siguiendo la intención del presidente Volodímir Zelenski, en acuerdo con el presidente sudanés, al Burhan, de incrementar su presencia en África para dificultar la presencia rusa en aumento en el continente, tratando de impedir así la extracción de oro para financiar la guerra en Ucrania (¿nuevo escenario bélico del conflicto en Europa?).
- La rotura de relaciones diplomáticas entre Ucrania y Mali debido a la intervención en el norte maliense por parte del GUR (inteligencia ucraniana) que, junto a rebeldes tuaregs, realizaron con éxito a finales de julio una emboscada de larga duración (tres días) a tropas de Wagner junto a fuerzas malienses (con gran cantidad de bajas por su parte). Una de las derrotas más duras de los últimos tiempos.
Y todo ello bajo la posibilidad de que el yihadismo africano se vea exacerbado, como posible estímulo religioso de la violencia antioccidental ante el sufrimiento palestino en la guerra de Israel contra Hamás.
Elementos todos: una disuasión poco efectiva, el crecimiento del terrorismo yihadista y de otras violencias, en algún caso complementarias, la marcha de las fuerzas francesas y de otras occidentales (huida para muchos en el continente africano), la inacción occidental (pendiente de otros conflictos), la aparición de nuevos frentes de lucha, la continuidad de su prioridad militar (al menos hasta ahora), la incomprensión africana hacia algunas de las medidas foráneas… que son caldo de cultivo del miedo latente otaniano a que todo avance, en su peligrosa realidad, hacia Europa.
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