Se trataba de una civilización muy desarrollada en torno a las ciudades y grandes graneros, siendo el cereal la base de su economía −cultivados en depósitos aluviales− y cuyo almacenamiento era el resultado de un sistema de impuestos. Esto nos indica que tuvo lugar un gran crecimiento de la población debido a tal volumen de reserva alimenticia, siendo los núcleos urbanos los que revelan la existencia de una estructura social jerarquizada. Se organizaban en una ciudad baja fortificada, separada de una ciudadela en lo alto donde se encontraban las casas y los templos. Las casas estaban dotadas de una importante tecnología hidráulica que las permitía albergar suministro de agua, alcantarillado y pozos.
Este apogeo ha sido fechado en torno al 2500 a.C. hasta el 1500 a.C. con la llegada de grupos invasores. Sin embargo, sus orígenes se remontan al Neolítico, con unas primeras comunidades agrícolas anteriores al 6000 a.C., albergando ya en el 4000 a.C. una importante cultura material en forma de cerámica y arquitectura.
Otro de los aspectos a destacar de la civilización del valle del Indo es su religiosidad. Esta información nos la proporciona la arquitectura sagrada, los sellos, la estatuaria en piedra y figuritas en terracota. Siendo estas últimas los restos arqueológicos más importantes. Aunque todo ello nos habla de un culto devocional hacia la Diosa –como vemos en otras culturas homólogas– y de la imagen de la diosa-madre o la Madre Tierra, cuyo culto estaba dirigido a la fertilidad de las mujeres y la abundancia de las cosechas. Las dataciones cronológicas de estas figuras podrían retrotraerse incluso al VI milenio a.C. en Mehrgarh, aunque muchas de ellas se sitúan en esta etapa de apogeo de la civilización del valle del Indo, entre el 2500-2000 a.C.
Stone establece una relación de la religión de la Diosa con un sistema de parentesco de estas sociedades basado en la matrilinealidad. Las mujeres eran las sacerdotisas de la diosa y, por tanto, estaban ligadas a las actividades del templo, tanto económicas como administrativas. Tanto en las sociedades neolíticas de Oriente Medio como de Oriente Próximo, la diosa era la deidad suprema y el dios ocupaba el puesto en el panteón de amante o hijo. Otra iconografía asociada al culto de la diosa es la de la serpiente.
Encontramos a la diosa-serpiente en Egipto, Mesopotamia y la India. Era un culto ligado a los pueblos aborígenes, de ahí que se haya asociado como culto de las poblaciones drávidas del sur de la India. El mito de la serpiente se erigía en torno a las aguas de los lagos, charcas, ríos; un estrecho vínculo con lugares húmedos y con el agua, sinónimo de origen de la vida: es el agua que brota de la Madre Tierra como la serpiente que emerge de la tierra húmeda, que repta por ésta. Su movimiento sinuoso alberga, además, un paralelismo con el del río.
Como se ha dicho, la presencia de esta creencia entre las poblaciones del sur de la India indica que este culto ancestral a la serpiente pervivió. Y resulta evidente que tuvo lugar un cambio en las sociedades autóctonas coincidiendo con la llegada de pueblos invasores. Por eso, el estudio de las prácticas religiosas, en este caso, se vuelve tan necesario junto al arqueológico, para advertir dichos cambios.
En este aspecto también hay diferencia de opiniones entre los expertos. Flood (2008) no asegura firmemente que pudiera haber una continuidad del culto a la Diosa en el valle de Indo con las diosas del hinduismo. “La devoción a la Diosa en el hinduismo posterior puede de modo hipotético permitir que defendamos que esta forma religiosa de culto quizá se remonte a este periodo primitivo” (p.42). Al final, el culto a divinidades femeninas como signo de fertilidad era común a otras culturas contemporáneas. Poder remontar el culto hindú actual a unas raíces tan ancestrales como estas resulta tentador, sin embargo, la cautela de Flood se contrapone a la postura del sindólogo Parpola, quien considera que existe una continuidad, tanto lingüística como iconográfica, entre la civilización del valle del Indo y las sociedades dravídicas del sur del subcontinente indio. El sindólogo ha querido ver en la iconografía −de este periodo− de una figura rodeada por dos leones una continuidad con la imagen de la posterior diosa hindú Durga que, montada sobre su león, se enfrenta al demonio en forma de búfalo⁴.
Gallud Jardiel (2012) se muestra menos dubitativo que Flood:
Los dioses védicos incorporan a su panteón diosas-madre de origen prevédico […]. Estas van a ser las deidades femeninas que cristalizarán en el hinduismo, tal y como hoy conocemos su panteón. Estas figuras son versiones modernizadas de las diosas-madre aborígenes anteriores a la llegada de los arios (pp.24-26).
El autor explica que, antes de la llegada de grupos invasores a la zona del Indo, estas tribus veneraban a la diosa tierra, y lo conecta con los cultos posteriores a la diosa hindú bajo el movimiento del shaktismo en la época medieval. Incluso hoy, en muchas aldeas de la India se sigue adorando a esta diosa primigenia, que recibe el nombre de Mā, Mātā, Ammā o Devī”⁵. No sólo a través del estudio de la iconografía y la mitología. También a través de la escritura se ha querido ver conexiones entre el valle del Indo, antes de la presencia de los invasores, y las lenguas del sur de la India. Alega Flood que puede haber una relación con los idiomas dravídicos del sur⁶. Y es que la escritura posterior a las invasiones forma parte de la familia indoeuropea, como lo son el sánscrito, hindi, gujaratí, urdu, entre otras muchas lenguas del norte del subcontinente. Por lo tanto, parece que, de ser esto cierto, hubo un movimiento de población desde el valle del Indo hacia el sur huyendo de algo. Esta población autóctona del valle del Indo, con el tiempo, se acabaría convirtiendo en la población drávida “descendientes de los grupos indígenas del valle del Indo”⁷.
La ruptura de la que se viene hablando se ha situado aproximadamente en el 1500 a.C. asociada a las oleadas migratorias de grupos procedentes de la estepa caucásica. Han sido denominados, invasores, norteños, indoeuropeos. Pero siendo fieles a su realidad, los grupos que se instalaron en la región indoirania se autodenominaban «aryan» como término para referirse a un grupo social minoritario, que más tarde se asoció al concepto de nobleza, diferenciado por su lengua y cultura de la población indígena. Gimbutas lo explica como un proceso generalizado que se produjo en una “Vieja Europa” basada en un culto a la diosa preindoeuropeo, que fue indoeuropeizada a través de la invasión e imposición de la lengua, la religión y un sistema patriarcal de organización social sobre la población indígena.
No obstante, centrémonos en la región que nos toca: «Aryavarta», como la denominaban estos grupos, la patria aria⁸, que se extendió en torno al segundo milenio a.C. por todo el norte de la India, hasta la desembocadura del Ganges. Ha tenido lugar un importante debate sobre estas dos culturas: la autóctona del valle del Indo y la invasión aria. Una es que la civilización del valle del Indo fue sometida a una invasión que acabó haciéndola desaparecer y siendo sustituida por la cultura de los arios. Oponiendo una civilización superior aria sobre la inferior del Indo.
La otra postura defendía que no existió tal invasión, sino que la cultura aria se desarrollaría a partir de la cultura del valle del Indo en un proceso de continuidad. Parece ser que la teoría que más peso tiene es que hacia el 1800 a.C. la civilización del valle del Indo se encuentra en decadencia por causas naturales, lo que llevó a una despoblación de las grandes ciudades. Esto fue aprovechado por los arios en su migración hacia el sur, quienes se hicieron con el control político de la zona, introduciendo elementos como el carro de combate o el caballo, pero también asimilando aspectos culturales autóctonos.
La máxima evidencia de esto se encuentra en la cerámica gris, vinculada a estos grupos arios, pero con patrones ya presentes en el territorio del Indo que indicarían una continuidad con la cerámica local. Por lo tanto, lo que tuvo lugar fue un proceso de rupturas y continuidades⁹ y una influencia mutua entre ambas culturas, en la que “la cultura aria coexistiría desarrollándose en paralelo con la local”¹⁰.
Las evidencias que apoyan esta teoría son elementos que no existían antes del 1500 a.C. en todo el territorio desde Anatolia hasta el norte de India; no hay restos de caballos en los yacimientos del valle del Indo, no utilizaban carros de combate, su lengua era diferente a la local, aunque tomara algunos elementos de la protodravídica, y otro aspecto clave es el estudio de su religión. Desde el punto de vista iconográfico, no hay duda de palpables diferencias entre la civilización del valle del Indo y las formas de los arios en el marco de su religión védica. Sin olvidar las continuidades iconográficas con la cultura dravídica del sur de la India. No solo se trata de su panteón de dioses masculinos, también debemos fijarnos en los mitos que ellos mismos recogen en sus textos sagrados, los Veda, los cuales, resultan una prueba de cómo se produjo ese encuentro con las poblaciones que encontraron en su avance.
Para concluir, observemos, a través del estudio mitológico de ambas culturas, el importante cambio que tiene lugar en las creencias religiosas a partir de la llegada de los arios, lo cual, supuso el fin del culto a la Diosa, relegada y sustituida como divinidad suprema bajo el panteón védico. La diosa ocupa un puesto secundario entre las deidades masculinas de los arios, aunque en los Veda podamos encontrar a algunas diosas. Diosas védicas que Brown diferencia de la Diosa del valle del Indo, la cual, no tiene origen ario¹¹.
Como se había comentado anteriormente, tiene lugar un intercambio entre ambas culturas, también religioso, de ahí que la religión védica, con el paso de los siglos, acabe absorbiendo cultos no arios y, de esta forma, el culto a la diosa no desaparezca del todo. Una fusión que eclosionará en la época clásica india, bajo el imperio de los Gupta, a partir de los siglos V y VI.
En este momento es cuando se popularizan el culto a dioses como Shiva y Vishnu, y se conforma el actual panteón del hinduismo. También se consolida el culto a la diosa hindú −que se había mantenido vivo en el ámbito popular¹²−, gracias a toda la literatura de carácter mitológico que se está poniendo por escrito, los Purana. El texto más antiguo que exalta a la diosa es el «Devi Mahatmya»¹³, que se escribe en estos siglos¹⁴.
El panteón védico está liderado por un dios que comparte muchas similitudes con otras religiones de origen indoeuropeo; el dios de la tormenta o del relámpago, un dios guerrero que se va a enfrentar a la diosa: la lucha contra la serpiente o el dragón.
Los mitos indoiranios otorgan gran relevancia a la preeminencia de la luz sobre la oscuridad, como el relámpago que ilumina el cielo nocturno. Simboliza la victoria del bien sobre el mal, de ahí que, tanto la diosa, asociada con el culto a la serpiente, como ésta, acabaran teniendo un carácter negativo relacionado con el mal¹⁵. Un ejemplo de ello se recoge en un himno del Rig Veda¹⁶ que narra la lucha entre Indra y la serpiente Vritra.
Vrita es el hijo de la diosa Danu¹⁷, que representaría a la diosa suprema pre-aria. A principios de los tiempos existía un único poder vital que se dividió en dos grupos. Por un lado, los dioses «adityas», hijos de Aditi, divinidades solares −símbolo de esa luz− que serían los héroes arios. Por otro lado, los hijos de Diti, los «dityas» o «danavas», los enemigos de los primeros. El propio nombre de «aditya» nos da la pista: el uso de la ‘a’ indica negación, por lo que los «aditya» serían los que no pertenecen al pueblo de Diti, por tanto, los arios. De esta forma, el enfrentamiento y posterior victoria de Indra contra Vritra simbolizaría la lucha contra el culto anterior, representado en la diosa Danu y su hijo serpiente, y el fin de su hegemonía¹⁸. Aunque resurgirá, además de en la literatura puránica, bajo el culto tántrico a partir del siglo XI.
El himno rigvédico¹⁹ describe a Vritra como una serpiente que yacía sobre las montañas. “[Indra] Mató a la serpiente y abrió los canales por los que salieron los torrentes de la montaña²⁰ […] como las lágrimas de las vacas, las aguas corrieron hacia el mar”. Continúa diciendo: “Indra, mataste al primogénito de la serpiente” dando vida al Sol, la Aurora y el Cielo. Vemos en este relato cosmogónico cómo la superioridad de Indra ordena²¹ los elementos de la naturaleza, poniendo fin al caos asociado al momento anterior a la llegada de los arios.
Indra lanzó su rayo mortal contra la madre de Vritra y ambos yacieron como una vaca junto a su ternero en medio de las corrientes de agua que fluían sin cesar de la montaña, las cuales se llevaron los cuerpos inertes y el enemigo de Indra se hundió en la oscuridad²².
En resumen, aunque se produjera un intercambio cultural entre dos civilizaciones, la autóctona del valle del Indo y la cultura de los aryans procedentes de las estepas, parece no haber duda con que el culto de la región, que estaba dominado por la religión de la diosa, sufriera un cambio. Los denominados indoiranios rendían culto a un panteón de dioses masculinos y guerreros, el cual se recoge en los textos sagrados que posteriormente ponen por escrito y donde apenas se nombra a alguna diosa, y las pocas no son de origen pre-ario. Será en el hinduismo posterior cuando se produzca la fusión de ambas y se incluya, en la ortodoxia de la religión brahmánica, cultos locales de la diosa pre-aria que pervivieron al paso de los siglos.
Referencias bibliográficas
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- BLESA CUENCA, J.L. (2018). Los arios: Historia y modos de vida de los pueblos centroasiáticos de la Edad de Hierro [Tesis doctoral inédita, Universidad Autónoma de Madrid]. Repositorio institucional Biblos-e Archivo de la UAM. https://repositorio.uam.es/handle/10486/685705?show=full
- BROWN, N. (1961). Mithology of India. En S.N. Kramer (Ed.), Mythologies of the ancient world (pp.277-330). Doubleday & Company, Inc.
- CAMPBELL, J. (2015). Diosas: Misterio de lo divino femenino. Atalanta.
- FLOOD, G. (2008). El hinduismo. Akal.
- GALLUD JARDIEL, E. (2012). Shakti: Las diosas del hinduismo. Miraguano Ediciones.
- GIMBUTAS, M. (2022). Diosas y dioses de la Vieja Europa. Siruela.
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- MONCÓ, S. (Ed.). (1999). Mujeres en los Vedas. Himnos del Rig Veda y el Atharva Veda. Akal Oriente.
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- STONE, M. (2021). Cuando dios era mujer. Kairós.
- Rig Veda (GRIFFITH, T.H.R., trad.). (1896). Sacred-texts.com. https://sacred- texts.com/hin/rigveda/rv01032.htm
- ZIMMER, H. (2008). Mitos y símbolos de la India. Siruela.
Notas
1 Cf. Gallud Jardiel (2012), p. 17.
2 Cf. Flood (2008), p. 197.
3 Cf. Stone (2021), p. 129.
4 Cf. Flood (2008), p. 44.
5 Gallud Jardiel (2012), p. 18.
6 Cf. Flood (2008), p. 40.
7 Flood (2008), p. 45.
8 Cf. Flood (2008), p. 45.
9 Cf. Blesa (2018), p. 199.
10 Flood (2008), p. 49.
11 Cf. Stone (2021), p. 150.
12 Cf. Stone (2021), p. 143.
13 Se puede consultar esta obra traducida al español por Ana García-Arroyo (2019).
14 Cf. Flood, p.200
15 Cf. Stone (2021), pp. 140 ss.
16 Rig Veda (1896), 1.32.
17 Tanto Brown (1961), como Stone (2021) relacionan a la diosa Danu con la diosa Diti, ya que el nombre
de ambas diosas procede de la raíz Da, que significa atar o restringir, como explica Brown (1961, p.282).
Esto explicaría que al hablar de la diosa Danu o Diti, el sustrato pre-ario se vincule con los dityas o danavas
y, en oposición, los adityas serían los dioses védicos.
18 Cf. Stone, p. 146.
19 Como fuentes para este relato se ha acudido a Brown (1961, p. 283-284), Stone (2021, p. 145-146) y al
Rig Veda 1.32 de sacred-texts.com.
20 Aquí se hace una alusión al paralelismo entre la serpiente y el agua que se explicó anteriormente en el
texto.
21 El concepto védico de rita posee una importante carga simbólica en el contexto del brahmanismo y
posterior hinduismo. Es el término utilizado para referirse al orden cósmico, Brown (1961, p.284) explica
su origen etimológico como “poner en movimiento”, que es lo que hace Indra en este himno.
22 La asociación de la vaca con Danu, la madre de Vritra y símbolo de la diosa pre-aria evidencia que la
gesta de Indra permitía recuperar el ganado, así como liberar las aguas custodiadas en la montaña, haciendo
fluir los Siete Ríos, como menciona este himno del Rig Veda. Y es que el valle del Indo recibió el nombre
de sapta sindhu, siete ríos. Lugar donde se encuentran los principales yacimientos del periodo prevédico y
se asientan los grupos indoeuropeos antes de comenzar su expansión hacia la desembocadura del Ganges.
Por tanto, es la zona donde tuvo lugar el contacto de ambas culturas.
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