El 30 de junio de 1521 se decidió en el llano entre los pueblos de Noáin y Esquiroz, cerca de Pamplona, la conquista de Navarra. Invadido nueve años antes por los ejércitos castellano y aragonés de Fernando el Católico, el reino pirenaico había sido anexionado a la Corona de Castilla en 1515, pero sus antiguos monarcas de las casas de Foix y Albret, refugiados en sus territorios al norte de los Pirineos, no se resignaron a su pérdida e intentaron recuperarlo en varias ocasiones. La última y más importante de ellas se produjo en 1521, cuando tropas al servicio de Enrique II de Albret, apoyadas por un numeroso contingente francés enviado por Francisco I de Francia, deseoso de hostigar a su rival, el emperador y rey de Castilla Carlos V en todos los frentes posibles –desde Guipúzcoa y Navarra hasta los Países Bajos, pasando por Italia–, avanzaron victoriosas por Roncesvalles, tomaron Pamplona casi sin oposición e incluso entraron en Castilla para asediar Logroño. La respuesta imperial no se hizo esperar. En Noáin, las aspiraciones de Enrique II se vieron frustradas, si bien la guerra prosiguió durante varios años, con episodios de gran importancia como los asedios de Maya (1522) y Fuenterrabía (1522-1524). La contienda supuso para los antiguos monarcas navarros la pérdida definitiva de sus territorios al sur de los Pirineos –no así de la Baja Navarra, Bearne y otros feudos dentro del reino de Francia–, al tiempo que abrió procesos de evolución divergentes para unos y otros. De dichos procesos, así como de las campañas militares, las negociaciones políticas, los ejércitos del periodo y la evolución de las fortificaciones se habla en este segundo y último número que dedicamos a la conquista de Navarra.
La “cuestión de Navarra”. Un problema político a tres bandas por Philippe Chareyre, Álvaro Adot Lerga y Dénes Harai (Université de Pau et des Pays de l’Adour y Universidad Complutense de Madrid)
Los enfrentamientos militares entre las monarquías española y francesa en el transcurso de la década de 1520 tuvieron como resultado lo que a la postre sería la definitiva fragmentación política de Navarra: cinco merindades, aquellas que conforman la actual Navarra española, quedaron bajo el control del emperador Carlos, mientras que en poder del rey Enrique II de Navarra permaneció la merindad navarra más septentrional, conocida desde la Edad Media como Ultrapuertos o Tierra de Vascos. Sin embargo, la cuestión de Navarra no quedó cerrada en aquella década, sino que fue un problema político presente en las relaciones diplomáticas del siglo XVI, dado el continuado deseo de Enrique II, nacido en Sangüesa, de recuperar el conjunto del territorio en el que vivió durante sus primeros nueve años de vida.
A las puertas de Castilla. La ofensiva franco-navarra de 1521 por Diego Téllez Alarcia (Universidad de La Rioja)
Un grueso cuerpo de tropas francesas y navarras comandadas por André de Foix, señor de Asparros, se hicieron con el control del reino de Navarra en el mes de mayo de 1521 en una campaña sorprendentemente sencilla. Su inercia exitosa se vio súbitamente interrumpida en un lugar inesperado: Logroño, considerada por muchos la “llave” de Castilla. El cerco focalizó las miradas de todas las cancillerías europeas en el instante en el que se estaba produciendo y supuso un punto de ruptura en la inercia del conflicto. El fracaso ante las murallas de Logroño tuvo consecuencias funestas para esta expedición franco-navarra: sus perspectivas de atizar el movimiento comunero castellano se diluyeron. Tanto a nivel logístico como a nivel moral, la defensa de Logroño supuso el cimiento de la victoria castellana del 30 de junio en Noáin.
Castillos y fortalezas. El sistema defensivo navarro por Íñigo Mugueta (Universidad de Navarra)
Hablar de castillos, para muchos navarros, es traer a la memoria el recuerdo de las destrucciones que realizó en 1516 el coronel Villalba por mandato de Cisneros. Tras realizar su tarea, este capitán castellano escribió al poderoso cardenal asegurando que: “Navarra está tan baxa de fantasía después que vuestra señoría reverendísima mandó derrocar los muros, que no ay ombre que alçe la cabeza”. Lo cierto es que las fortificaciones de Navarra entre 1450 y 1521 se vieron sometidas a un gran estrés por culpa de un largo conflicto bélico interno, y el sistema defensivo hubo de cambiar de manera radical, debido tanto al desarrollo de la artillería y la poliorcética como al incremento de los conflictos bélicos y del número de tropas participantes en la conquista de Navarra.
El contraataque castellano. La batalla de Noáin por José Miguel Escribano (Universidad Pablo de Olavide)
La lucha por Navarra fue un episodio de las llamadas Guerras de Italia. La ofensiva francesa de 1521 seguía el modelo de lo que hoy llamaríamos una “guerra relámpago”, que tan buenos resultados habían proporcionado a los franceses en Italia desde finales del siglo XV. Esta estrategia demostró su eficiencia en una Italia caracterizada por la fragmentación, y las turbulencias sociopolíticas de Castilla y Navarra parecían ofrecer un terreno abonado para que también triunfase aquí. Sin embargo, como el general Asparros y sus hombres estaban a punto de aprender, era demasiado arriesgada en un contexto en el que el enemigo era capaz de sobreponerse a la división para movilizar grandes contingentes. La respuesta castellana a la invasión de Navarra fue lenta pero contundente y, el 30 de junio, condujo a la derrota franco-navarra en la que fue la batalla decisiva de la contienda, la de Noáin.
Reclutamiento y servicio de tropas vizcaínas, alavesas y guipuzcoanas por Carlos Rilova Jericó (Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza)
El año 1512 verá en las provincias de Vizcaya, Álava y, sobre todo, Guipúzcoa, un formidable despliegue militar. Tan solo ese último territorio pondrá sobre las armas, merced a los buenos oficios de sus juntas generales y su diputación, a varios miles de hombres reclutados entre sus vecinos. Quizás hoy día resulte llamativo pensar que una operación militar de envergadura fuera apoyada por el reclutamiento de miles de civiles encuadrados en unidades organizadas por instituciones que, también hoy, consideramos de carácter exclusivamente civil, como una diputación. Lo cierto es que en la España de la época nada tenía de llamativo, ni de extraño, la formación de milicias vecinales no solo en territorios como los mencionados, sino en toda la extensión de la naciente monarquía.
El legado de Enrique II. La monarquía navarra al norte de los Pirineos por Philippe Chareyre, Álvaro Adot Lerga y Dénes Harai (Université de Pau et des Pays de l’Adour y Universidad Complutense de Madrid)
Enrique de Albret, nacido en Sangüesa (Alta Navarra) en 1503, ascendió al trono de Navarra en 1517, después del fallecimiento de su madre, la reina Catalina de Foix, bajo la tutela de Alain de Albret, su abuelo paterno. La pérdida de la Alta Navarra, o Navarra española, después de los intentos de reconquista militar realizados entre 1512 y 1521, donde la familia real residió la mayor parte del tiempo entre 1494 y la conquista de 1512, cuando fue el principal centro político desde el que Catalina de Foix y Juan de Albret gobernaron el conjunto de sus territorios, tuvo como consecuencia un reforzamiento de la implantación de los reyes de Navarra en sus posesiones del norte de los Pirineos, donde Enrique II recompuso las estructuras gubernativas y administrativas en las que se sustentó su poder.
La campaña de Fuenterrabía. El fin de la conquista de Navarra por Aitor Pescador Medrano (Sociedad de Ciencias Aranzadi)
El asedio y la toma de la villa de Fuenterrabía por parte de las tropas franco-navarras formó parte de un gran proyecto de Enrique II de Navarra y Francisco I de Francia para rematar la conquista de Navarra y debilitar a Carlos I. La nula capacidad económica del monarca navarro y los muchos frentes abiertos por Francisco I tuvieron como consecuencia la pérdida de todo lo conseguido en octubre de 1521. Para los legitimistas navarros esta fue la última campaña militar en la que participaron de manera directa, y la rendición de la villa en febrero de 1524 supuso su vuelta a casa tras más de una década de guerra. Navarra y sus gentes comenzaron desde entonces la fase de adaptación a la nueva estructura que los había conquistado y anexionado.
Después de la conquista. Navarra en la Monarquía Hispánica por Alfredo Floristán Imízcoz (Universidad de Alcalá)
La invasión castellana de julio de 1512 abrió un ciclo bélico que escindió la corona de Navarra. Juan de Albret y Catalina de Foix se refugiaron en Pau; y su hijo Enrique II les heredó en sus territorios al norte de los Pirineos. El reino de Navarra quedó en manos de Fernando el Católico y se sumó a la herencia de Carlos I. Ambas regiones se transformaron en territorios de frontera, y sus habitantes se integraron en estructuras políticas en construcción y rivales entre sí. Los caminos de unos y de otros resultaron divergentes. Los bajonavarros de principios del siglo XVIII se quejaban del deterioro de sus fueros y de que los reyes de Francia hubieran pagado muy mal su fidelidad. Los peninsulares, sin embargo, estaban satisfechos del desarrollo de sus fueros y del éxito de muchos de los suyos en la milicia, el gobierno o los negocios.