Todo ello por su habitual incumplimiento de los derechos humanos y la cruel violencia con la que actúa, según declaran quien se enfrentan a ellos, en el cumplimiento de sus actividades militares: torturas a civiles y desertores, juicios sumarios, violaciones, mutilaciones, decapitaciones, secuestros masivos, asesinatos de mujeres, niños y ancianos, saqueos, robos, destrucción y quema de poblaciones, ayudas a la represión violenta de la manifestaciones contra los gobiernes que les han contratado, así como todo tipo de barbaries imaginables, amen de diversas actividades desestabilizadoras en algunos de los países en los que está presente (tales como Libia, Siria, República Centroafricana y Ucrania). Hechos imputables en todo caso como crímenes de guerra y contra los derechos humanos.
Bajo tales consideraciones, en mayo de 2023, la Asamblea Nacional francesa propuso declarar al grupo Wagner grupo terrorista e incluirlo en la lista europea de organizaciones de tal índole, una medida que, aunque no vinculante, facilitaría sancionar, tanto a sus componentes como a las entidades vinculadas, basándose en los crímenes de guerra cometidos en Ucrania y África.
Propuesta que fue agradecida por el líder ucraniano Volodimir Zelenski quien ha considerado a Wagner como organización criminal internacional elevando petición a los demás gobiernos de la misma calificación. Propuesta que nace también como rechazo a la retórica antifrancesa activada y expandida a través de los medios sociales de todo tipo en el continente africano.
Posteriormente, a primeros de septiembre de 2023, el Ejecutivo del Reino Unido (RU) presentó ante el Parlamento Británico un proyecto (considerado un nuevo apoyo a Kiev) que tiene por finalidad declarar ilegal la pertenencia al grupo Wagner, así como a sus apoyos y financiación, por ser una amenaza contra la seguridad global, una amenaza a la democracia y a la libertad, tanto en Ucrania como, principalmente, en África y Oriente Medio. Razones por las que Wagner se incluiría en su lista de organizaciones terroristas.
Declaración de ilegalidad, que, aprovechando la deriva en la que se supone está tal grupo tras el fallecimiento de su líder, trataría de alcanzar a todas las personas que le apoyan y financian sus actividades bajo altas penas de prisión, así como a todos sus bienes que serían confiscados, alcanzando pues al Kremlin/Putin (quien a pesar de su ilegalidad ha reconocido en varias ocasiones su financiación con dinero estatal, su entrenamiento o su apoyo con equipamiento) y a cuantos países en los que Wagner está presente, tras acuerdos de intervención en seguridad y otros, bajo el pago con recursos naturales. Una forma más de combatir, en la presente guerra fría africana, la creciente influencia rusa a su favor.
De todas formas, ¿quién o quiénes, con autoridad, respaldada internacionalmente, detendría a sus dirigentes y confiscaría sus bienes? Pregunta que, de momento, queda sin respuesta.
Proyecto que añade además la pretensión de incluirle en la lista de organizaciones terroristas como Al-Qaeda (AQ) y el Estado Islámico (EI); pedido al que no se han sumado, de momento, otros miembros del Parlamento Europeo y, por supuesto, ninguno de los países en los que Wagner está implantado. Un pedido muy contradictorio por cuanto en la África saheliana los hombres de Wagner han sido contratados, entre otras razones, para combatir a dichos grupos terroristas.
Así, la calificación aludida de grupo terrorista, permite abrir el debate sobre la realidad o no de tal calificativo (que podría ser también determinante para algunos grupos de mercenarios occidentales), porque ello implica tener una visión nueva de sus objetivos y actividades.
A pesar de todas las sanciones impuestas a Wagner en respuesta a sus actividades por parte de Australia, la Unión Europea, Canadá, Japón, Suiza y el Reino Unidos, EEUU le declaró en enero de 2023 organización criminal transnacional y organización terrorista internacional, lo que implicaría sanciones contra el grupo y a todos aquellos que le apoyen.
Por otra parte, tras la calificación de traidor a su líder fallecido, Yevgeny Prigozhin, la desaparición o sustitución de las fuerzas de Wagner, a pesar de varias hipótesis iniciales (licenciamiento de fuerzas, integración en sus fuerzas armadas, cambio nombre, integración en otro grupo mercenario, tal y como ya ha ocurrido, en el grupo Antiterror de la empresa rusa Redut, participante en Ucrania desde el 2022), parece que, de momento, que por parte del Kremlin, no está en cuestión su desaparición teniendo en cuenta el peso de los intereses prácticos y de influencia que Wagner ha desarrollado y sigue desarrollando para la Federación Rusa. Entre ellos, el reciente abandono de Francia del continente africano y haber abierto hueco para su presencia en aquel, planteando a Occidente una creciente y negativa rusificación en la actual guerra fría abierta en el mismo.
Y más con la propuesta de Putin de sustitución del líder fallecido (dejando de lado como tal a su hijo Pavel), en cuanto nuevo mando para sus fuerzas en Ucrania, a Andrey Troshev (alias Sedoy), implicado en las operaciones militares de Wagner en Siria apoyando a Bashar el-Assad y bien conocido por el resto de mandos de Wagner (hombre que ha recibido varias condecoraciones por su intervención en Afganistán y en Chechenia); de todas formas, precisamente, su alineamiento con el Kremlin/Putin y su abierta asociación con el Ministerio de Defensa han provocado, ante la imposición del nuevo líder, algún que otro debate sin consecuencias entre las fuerzas de Wagner.
¿Es la historia de Wagner la de un grupo terrorista?
La historia a grandes trazos de Wagner también le separa de la actual designación de grupo terrorista, ya que a pesar de las dudas, planteadas a propósito, sobre su relación con el Kremlin (Ministerio de Defensa y la agencia de inteligencia militar rusa GRU), afirmando su inexistencia y posible conexión, Wagner, desde sus inicios se presentó definitivamente como una especie de unidad militar especial, no oficial, cuyas misiones operativas, fuera de la legalidad, no han sido y siguen siendo otras, a pesar de sus propios intereses, que apoyar a Rusia en cuantas actividades fueran necesarias; es más, en 2023, Rusia concedió el titulo de «veteranos de combate» a aquellos que participaron en la invasión de Ucrania.
Asimismo, a pesar de la ideología por parte de algunos de sus miembros de extrema derecha de corte neonazi y supremacista blanca, seguidores, en su caso, de la nueva Fe Nativa Eslava, de figurar en el logotipo del grupo operativo Rusich (de sabotaje y reconocimiento de asalto) una esvástica eslava, de su nombre Wagner (compositor favorito de Hitler) y de haber dejado algunas pintadas neonazis en zonas de combate, les falta en su totalidad una narrativa general, una orientación ideológica concreta a la que se acojan todos los miembros del grupo, fanatizándoles, tal y como ocurre en los grupos terroristas; además, no tratan de arrastrar a alguna ideología concreta (que no tienen) a los ciudadanos de los países en los que se instalan o en los que combaten.
Una narrativa fanática que sería, en lugar del dinero, la motivación principal de sus captaciones procedentes de hasta quince países diferentes, tanto entre armenios, kazajos, moldavos, ucranianos, africanos de todo tipo (conocidos como «rusos negros»), serbios, noruegos y escandinavos (Unidad Niöhöggr), como, por supuesto, rusos que, al margen de combatir a su lado, suelen actuar como reclutadores e instructores de los demás.
También, en contra de la existencia de una ideología terrorista, el «código de honor» (diez mandamientos) de corte militarista de Wagner, conocido desde 2019, que les incluye y vincula con la seguridad rusa y con la protección de los intereses rusos en todas partes, valora el honor del soldado ruso, y les impulsa a ganar siempre y en todo lugar, y a no luchar por dinero (una contradicción con su condición de mercenario).
Así pues, las fuerzas de Wagner no han dejado y no dejan de ser una rama encubierta del Ejercito ruso (sus tropas han sido calificadas de «soldados fantasmas» dado el no reconocimiento oficial por parte del gobierno ruso) con el que comparte, a pesar de lo dicho, sus bases, sus aviones de transporte, su sanidad, armas y municiones, dotación de pasaportes y documentación rusa, y apoyos económicos diversos, dependiendo para ello extraoficialmente de su gobierno.
Al mismo tiempo, como grupo militar por su actividad a favor de la Federación Rusa, recibió diversos premios estatales bajo la forma se condecoraciones y certificados firmados por el propio Putin, tanto individuales como colectivos (que no reciben los miembros de los grupos terroristas), medallas y privilegios que también fueron extensivos a las familias de los miembros de Wagner muertos en combate con heroísmo, valentía y honor.
Por otro lado, Putin anuncio que el Día Internacional de los Voluntarios en Rusia a celebrar cada 5 de diciembre, habría un homenaje a las fuerzas de Wagner, asimismo, se erigieron monumentos (con capilla incorporada) a sus tropas en Siria, en Luhansk y en Molkin, y se invitó a sus líderes a la asistencia del Día de la Victoria ,el 9 de mayo de 2018.
Todo al margen de que editaran dos películas con la intención de mejorar su reputación resaltando por un lado su función como instructores militares en la República Centroafricana y, por otro, su actividad contra militantes yihadistas en Cabo Delgado (Mozambique).
La red de empresas wagnerianas
Asimismo, se ha de contar con la extensa red de empresas «wagnerianas» interactuantes entre si (con oficinas, desde 2017, en Sudán, República Centroafricana, Madagascar, Libia, Mozambique, Zambia, Zimbabue, Angola, Guinea, Guinea Bissau, Senegal, Ruanda, Kenia, Camerún, Costa de Marfil, República Democrática del Congo, Burkina Faso, Mali, Chad, Níger, Nigeria, Eritrea o Sudáfrica), que, con la finalidad de participar en la expansión rusa en el continente, son registradas en el extranjero, ilegales en Rusia pero a pesar de ello emplean a rusos y operan en Rusia.
Empresas que trabajan abierta y legalmente en la explotación de los recursos naturales que reciben en los países donde se establecen, siempre bajo condiciones ventajosas, como pago a sus servicios y a los acuerdos militares firmados: protección cercana, como guardaespaldas, a los presidentes y a otras personalidades de importancia, custodia con seguridad armada a centros de producción, formación de oficiales y tropas, entrega de armamento y municiones, empleo de minas terrestres y trampas explosivas prohibidas, creación de bases militares, de centros logísticos y de reparaciones, preparación de atentados, apoyo, anterior y posterior, a golpes de Estado, y asesinatos periodistas que no le son afines ―se apunta como móvil justificativo: el robo, viajar sin documentación, acercarse sin autorización a bases militares―, al margen de envíos sanitarios para luchar contra la pandemia de coronavirus…
Situaciones que alejan también al grupo Wagner del tipo de organización que cuenta con una logística financiera terrorista, generalmente ilegal y oculta. Estructura que los gobiernos occidentales, a pesar de su complejidad, tratan de suprimir tal y como lo harían con aquellas de un grupo terrorista.
Por lo expuesto, la consideración de Wagner como grupo terrorista y su inclusión como tal en las listas que recogen tal tipo de organizaciones, eludiendo con ello, en algún caso de forma interesada, su creación y conformación militar, falla en cuanto a su equiparación general con un grupo de tal tipo, aunque coincidan, faltando atentados y en especial los suicidas, en cuanto a la violencia extrema empleada en alguna de sus actividades.
Hecho que, al margen de su posible afiliación directa al listado de organizaciones terroristas existentes, por sus crímenes cometidos, la organización Wagner, sin ser un grupo terrorista, stricto sensu, lo es indirectamente por el terror que emiten, a pesar de faltarles una ideología de base que trate de difundir por fuera de sus actividades, y de contar con unas actividades puramente militares, aunque fuera de toda legalidad,
Así pues, contestando a la pregunta inicial «Wagner, ¿grupo terrorista?», la respuesta dependerá de como se interprete el terror que infunde en los Estados en los que actúa, y si esa calificación sirve de ayuda para poder acabar con sus actividades «terroristas», amén de con su derrota militar, aunque, en todo caso, sin ser equiparable a AQ, al EI o grupos afines.
Tampoco la noticia reciente, a inicios de noviembre, difundida en condicional, sin confirmar y sin señalar la fuente, por la inteligencia de EEUU, relativa a que Wagner, grupo mercenario ruso, planea enviar un sistema de defensa aérea (Pantsir-S1) a la milicia libanesa Hezbollah (el ´Partido de Dios`), es suficiente para equiparar a Wagner, aunque la milicia aludida lo sea por EEUU y otros países occidentales desde 1997, como grupo terrorista, al ser, en este caso concreto, un medio ruso más, bajo control del Kremlin, empleado en sus relaciones y operaciones militares sin más ideología que la de favorecerlas.
En todo caso, Wagner puede ser acusado de crímenes de guerra (que no prescriben y no existe límite de tiempo para ser investigados y juzgados), por lo tanto, campo de actuación para la Corte Penal Internacional o Tribunal Penal Internacional (TPI), y al mismo tiempo formar parte de la lista, de acuerdo con la ONU, de aquellos que no respetan los derechos humanos por causas bélicas.
Asunto, este en particular que, dentro del general de la guerra ruso-ucraniana, se está viendo un tanto ensombrecido por la actual guerra entre Israel y Hamás y el temor a que este último conflicto reduzca medios de apoyo a Kiev. De ahí que, bajo la afirmación de que tal nueva guerra es un segundo frente ruso (en actividad militar), el presidente ucraniano, Zelensky, que no quiere quedar fuera en la actual situación, ofrezca apoyo incondicional al presidente israelí, Benjamín Netanyahu, buscando una alianza con Israel contra Rusia.
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