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El sha Ismail II sentado en el trono safaví en una página de Qāḍī Aḥmad Qummī’s Ḫulāṣat at-tawārīḫ. Fuente: Wikimedia Commons

En Europa Occidental tenemos varios casos sonados de presuntas usurpaciones de la identidad que implicaron seriamente a las monarquías reinantes: en la Inglaterra de 1490, poco después de la terrible guerra civil que enfrentaría a las casas de York y Lancaster, un tal Perkin Warbeck fue reconocido por varias casas reinantes europeas como el legítimo duque de York y por lo tanto, aspirante al trono inglés; también en la Castilla de 1602 haría su aparición un hombre conocido como Marco Tulio “el calabrés”, identificado como el auténtico rey de Portugal (presuntamente muerto en la cruzada magrebí de 1578).

La suerte de estos aspirantes al trono sería adversa, del mismo modo que la de los Dimitri de Rusia, quizás el caso de reiterada suplantación de identidad más conocido. Dimitri, el hijo de Iván el Terrible que fuera apuñalado en 1591, reapareció hasta en tres ocasiones entre 1605 y 1612, llegando a tomar brevemente las riendas del Estado.

Sin embargo, el caso ruso se habría quedado corto frente al número de presuntos aspirantes al trono iraní entre los años 1581 y 1585 cuando, hombres de distintos rincones del imperio safaví (1501-1722) se postularon como el auténtico sha Ismail II, quien según el relato oficial habría fallecido en la Corte en 1577.

Luces y sombras del imperio persa safaví

Nuestros presuntos imitadores afirmaban ser los nietos del sha Ismail I safaví (r. 1501-1524), el jefe de una cofradía religiosa chiita que, en pocos años, había conseguido someter a los pueblos de los territorios que a día de hoy se corresponden con Irán, Afganistán, Iraq y el sur del Cáucaso [1], obedecido por una serie de clanes militarizados (en su mayoría de habla turca) que tenían al sha por soberano secular y líder religioso, se impuso gracias a su poderosa caballería sobre los enemigos internos y amenazó la integridad de imperios vecinos como el otomano [2].

Estos clanes, que dirigían importantes contingentes tribales, y que eran denominados gezelbash (“cabeza roja” en turco) por los turbantes rojizos que portaban identificándose como seguidores de la nueva dinastía safaví, fueron recompensados con el gobierno de las provincias y buena parte de los cargos importantes de la corte imperial safaví.

Si bien la dinastía safaví estaba consiguiendo convertir al chiismo a las poblaciones étnicamente persas del corazón del imperio, en las provincias periféricas la situación era menos prometedora y determinados liderazgos tribales esperaban ansiosos una oportunidad para liberarse de los gobernadores gezelbash que les habían sido impuestos: en el oeste los pueblos luro y kurdo estaban además en contacto permanente con la propaganda otomana anti-chiita, y los hazara de la frontera afgana apenas veían provecho en tener un soberano cuyo trono fuera tan lejano.

El reinado del sha Tahmasp (r. 1524-1576), aunque exitoso en política exterior (logró expandir las fronteras y detener la agresión otomana), sentó las bases para un mayor descontento social al premiar la labor de los tabarrai, quienes actuaban como policía religiosa del sha en contra de los sectores sunitas urbanos. No tardarían los desafectos al sha Tahmasp en buscar un príncipe que pudiera revertir algunas de las políticas safavíes más impopulares: y el elegido fue el primogénito del sha, Ismail (1537-1577).

El Ismail II original

De los más de diez hijos varones que tenía el sha Tahmasp, Ismail era de los mejor posicionados para sucederle pues su madre pertenecía a uno de los clanes gezelbash mejor posicionados en la corte. De bien joven se había destacado en la guerra contra el imperio otomano y, tras la firma de la paz con estos en 1555, le había sido prometido el gobierno de la provincia de Jorasán –normalmente administrada por los herederos al trono–[3].

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Palacio de Chehel Sotún, Gazvín (Irán), la que fue la segunda capital del imperio después de Tabriz. El evergetismo de los monarcas safévidas destacó por la construcción de palacios y jardines, en esto resaltó el sha Abbas I (1587-1629), equiparándose con otomanos y mogoles. Wikimedia Commons  

La popularidad del príncipe Ismail entre amplios sectores de la sociedad llevó a que miembros de la Corte le acusaran de conspirar contra el sha y este, dándoles credibilidad, ordenó encerrar a su hijo en la lejana e inaccesible fortaleza de Gahgahe (actual provincia de Ardabil). Así, durante dos décadas, el príncipe languidecería en dicho lugar, acompañado por unos pocos fieles y decayendo progresivamente en una adicción al opio que le llevaría a la pérdida de buena parte de su dentadura.

Cuando el sha Tahmasp falleció en 1576, las calles y el palacio de Gazvín (la capital imperial) se convirtieron en un campo de batalla entre distintas facciones gezelbash, cada una buscando imponer a un príncipe de su conveniencia. La población de la ciudad, en estos veinte años de ausencia había mitificado a Ismail, y percibiendo que se le estaba usurpando su legítimo derecho al trono, salieron a las calles y masacraron, tanto a los tabarrai (policía religiosa del sha) como a los gezelbash que se oponían a Ismail.

No se calmaron los ánimos hasta que fue anunciada la liberación de Ismail y la voluntad de los líderes gezelbash de Gazvín de coronarlo como sha en cuanto llegará desde la prisión de Gahgahe. El nuevo sha Ismail II, tras tanto tiempo alejado de la Corte, se labro una reputación de gobernante radical en poco tiempo: por un lado, relajó los poderes de los tabarrai e instauró tribunales especiales para que la gente pobre pudiera acudir a la justicia; por el otro, y siguiendo el ejemplo del imperio otomano, hizo asesinar a cualquier pariente masculino que pudiera llegar a disputarle la corona.

A finales de 1577, tras poco más de un año al frente del imperio safaví, Ismail II fue encontrado sin vida en su alcoba junto a su pareja. Inicialmente se atribuyó la muerte a una sobredosis de opio, pero no tardarían en surgir rumores que apuntaban a que la propia hermanastra del sha habría dado la orden de envenenar dicho opio [4]. En cualquier caso, la mayor parte de la élite gezelbash se mostró conforme con la muerte y enseguida eligieron como soberano al hermano superviviente del sha Ismail II, el más manejable Muhammad Hodabanda (1532-1595).

El primer imitador

El reinado del sha Muhammad Hodabanda estuvo marcado por dos crisis principales: la invasión otomana que comenzó en 1578 y la rebelión de un hijo del sha en la provincia del Jorasán en 1581 [5]. Además, el poder de determinados gezelbash se incrementó con los años y terminó apropiándose de parcelas del poder real.

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Lugares de aparición del sha Ismail II (1581-1585) en el imperio safávida. Creación del propio autor.

En tal contexto se dio a conocer el primer imitador del sha Ismail II, en un área en la frontera occidental habitada principalmente por tribus de luros, cuya resistencia secular a la tributación era ampliamente conocida. De este personaje, cuyo nombre real no trascendió a la historia (ni el de los otros imitadores), se dijo que era un drogadicto (de marihuana india, no opio) que se había hecho sacar todos los dientes (menos dos) para asemejarse al verdadero Ismail.

Según el relato de sus seguidores, este presunto Ismail II habría escapado de una corte hostil disfrazado de qalandar (un tipo de derviche) y se habría ocultado durante dos años en tierras otomanas hasta que, en 1581, hizo su aparición en la histórica provincia de Kuh Giluya. Las tribus luros le reconocieron como el legítimo soberano del imperio safaví y congregaron una considerable hueste de 20 000 hombres (en campaña el ejército del sha solía reunir 40 000 soldados).

El gobernador gezelbash de la capital provincial. Dehdasht, trató de detener la rebelión pero fue vencido y su gente hubo de ceder la ciudad a las victoriosas tropas de aquel sha. Entonces la influencia de aquel se extendió más allá de Kuh Giluya. Estableció una corte a imagen y semejanza de la de Gazvín, ofreciendo el gobierno de las provincias imperiales entre sus allegados y aceptando en el harén a las mujeres de los caudillos luros.

Alarmado por la extensión de la rebelión, el sha Hodabanda animó a los gezelbash derrotados a reagruparse, y con el apoyo de otras tribus, retornaron a Dehdasht. Por entonces, muchos luros comenzaron a expresar dudas respecto a la identidad de su líder, permitiendo así que la gente de Hodabanda recuperara la iniciativa. Ávidos de venganza, en 1583 los gezelbash asaltaron el palacio de Dehdasht y asesinaron al sha Ismail II. Era la segunda vez que moría, pero aun vendrían más.

Los rebeldes norteños

Un poco más al norte de Kuh Giluya, en las tierras de Hamedán (antaño Ecbatana), volvió a surgir de entre las tribus locales un sha Ismail II (1583). Igual que su predecesor, afirmaba haber escapado de una muerte segura en Gazvín disfrazado de qalandar. Una vez más los luros se congregaron alrededor del presunto sha, añadiéndose tribus kurdas, cuya fidelidad política solía bascular entre el imperio otomano y el safaví.

El ejército reunido llegaba a los 10 000 hombres, escasos para tomar al asalto una ciudad de la entidad de Hamedán, que además era relativamente próxima a Gazvín. El líder rebelde estableció su Corte en la localidad de Chamchal y, con la esperanza de ganarse el apoyo de los clanes gezelbash e incrementar sus opciones al trono, invitó a sus caudillos a la Corte a jurarle lealtad.

Uno de estos caudillos, secretamente conjurado con el sha Hodabanda, abrió negociaciones con aquel Ismael II y le solicitó acudir a la Corte para prestarle obediencia. El usurpador cometió el error de acceder y, en la recepción del palacio de Chamchal, el gezelbash le capturó en un hábil golpe de mano y le entregó a su verdadero amo, Hodabanda. Para escarmentar a otros aspirantes, el heredero al trono safaví hizo estallar al usurpador con una camisa explosiva.

Todavía en el oeste del imperio trascendió el caso de otro falso Ismail II, también en el año 1583. Se habría presentado en la localidad de Talesh, muy cerca del santuario de Ardabil, donde la dinastía safaví habría comenzado su andadura. Este rebelde convenció a los locales persas de la zona y atrajo a determinadas tribus turcas que, por estatus, no ocupaban posiciones de poder entre los gezelbash.

Aunque había establecido una corte en Talesh y sus filas no eran muy numerosas, el presunto sha Ismail II, considerando el efecto propagandístico que tendría la toma de Ardabil, se precipitó sobre dicha ciudad. El gobernador gezelbash del lugar, pero, estaba bien preparado y rápidamente destruyo a las fuerzas del enemigo.

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Ismail II en una página ilustrada de su Shahnameh. Fuente: Wikimedia Commons

Caos en la frontera oriental

Aunque Ghor (centro del actual Afganistán) se encontraba lejos de cualquier posible influencia otomana, se trataba una región difícil para los intereses del sha Hodabanda: la ejecución de los príncipes safavíes de la zona a manos del verdadero Ismail II (1577) habían debilitado el poder gezelbash frente a las etnias locales, del mismo modo que la rebelión de Jorasán (1581) había dejado a los gezelbash de Ghor y Farah (la capital, en la frontera con Irán) a su suerte.

Un Ismail II fue aclamado por las tribus locales hazara como el legítimo soberano del gobierno safaví en 1582. La localidad de Ghor aspiraba, por segunda vez en su historia a ser el centro de un gran imperio (la primera entre 1170 y 1215); su primer objetivo fueron las tribus gezelbash que dominaban Farah.

De fiera reputación, el gobernador gezelbash de Farah marchó a enfrentarse al ejército hazara de Ismail II y en uno de los choques perdió la vida. Ante dicha noticia, el sha Hodabanda ofreció el gobierno de la ciudad al hijo del difunto y le instó a que terminara el trabajo de su padre; sin embargo, el hijo también sucumbió en la guerra y la responsabilidad recayó en otro pariente.

El nuevo líder gezelbash, consciente de la precaria situación de su clan, optó por ganar tiempo y rehuir el enfrentamiento. Esta estrategia, muy impopular entre los gezelbash, se extendió un par de años y, para sorpresa de muchos, tuvo éxito. En 1585, el liderazgo del presunto Ismail II fue severamente cuestionado por los líderes tribales hazara y, en una conjura, le hicieron ejecutar. Pronto el cuerpo sería entregado a las autoridades de Farah y Ghor, teóricamente, retornó a la obediencia al sha Hodabanda.

Conclusiones

La muerte violenta de todos los imitadores del sha Ismail II y el sometimiento de las elites tribales que les habían apoyado llevo a que después de 1585 no surgieran más rebeliones de este tipo. Otra razón que puede atribuirse es la voluntad del imperio otomano de poner fin al conflicto con los safavíes, lo que pudo llevar a cortar la financiación a algunos agitadores profesionales.

Sin embargo, el hecho que la figura de Ismail II resultara lo suficientemente atractiva como para ser imitada hasta cuatro veces nos debe hacer reflexionar pues, del mismo modo que Warbeck en Inglaterra, Dimitri en Rusia y Marco Tulio para Portugal, surgió de una sociedad herida por la guerra interna, con sectores políticos claramente desfavorecidos y con un régimen gobernante tambaleante.

En vida de Ismail II ya se mitificó su deseo de llevar la justicia a todas las clases sociales y de moderar los radicales métodos de los grupos chiitas tabarrai (hasta el punto que fue considerado un sha pro-sunita). A su muerte, y ante la hegemonía de los clanes gezelbash sobre buena parte de los puestos de responsabilidad (desde provincias hasta la Corte), contribuyó a que grupos ajenos se volcaran rápidamente en apoyo a un presunto sha desposeído del trono.

A día de hoy, tanto el pueblo luro como el hazara son mayoritariamente de confesión chiita, pero a finales del siglo XVI seguían siendo considerados súbditos sunitas del sha y, por lo tanto, indignos de servirle en posiciones de poder.

Ismail II, a quien la historia recuerda por la masacre de sus parientes masculinos, atrajo la atención y el apoyo de una parte sustancial de la población del imperio, posibilitando así su reiterada vuelta a la vida para reformar la dinastía safaví [6].

Bibliografía

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Notas

[1] La cofradía safaví se había fundado a mediados del siglo XIII en la localidad de Ardabil (actual Irán), supliendo espiritualmente la desaparición del califato abbasí de Bagdad (1256). En la segunda mitad del siglo XV y en un contexto de fragmentación política en la región, los jeques de la cofradía se habrían empezado a identificar como descendientes del Imam Ali (el yerno del Profeta Mahoma) y aspirado a gobernar un imperio. Lo lograron en 1501 cuando el jeque Ismail y sus seguidores tomaron la estratégica ciudad de Tabriz y proclamaron sha al jeque cofrade. (Roger Savory, Iran under the Safavids, Cambridge University Press, 1980, pp. 32-36)

[2] A principios del siglo XVI el imperio otomano bajo la dirección del sultán Bayaceto II (r. 1481-1512) había hecho un alto en su expansión, en el oeste a causa de la amenaza que suponía su hermano Cem y en Anatolia debido a levantamientos pro-chiitas como el de Tekke (1511). Tras una encarnizada disputa sucesoria, uno de los hijos del sultán, Selim (r. 1512-1520), se postuló como defensor de la ortodoxia sunita frente a la expansión chiita, ocupó el trono de Estambul y declaró la guerra total a los safavíes. Selim se impuso a los iranios en la batalla de Chaldiran (1514) y en 1517 ocupó el sultanato mameluco de Egipto. (Stephen Dale, The Muslim Empires of the Ottomans, Safavids, and Mughals, Cambridge University Press, 2010, pp.86-87)

[3] Tras un periodo inicial de entendimiento entre el sha Tahmasp y el sultán otomano Solimán (r. 1520- 1566), en 1532 el segundo declaró la guerra con la voluntad de apoderarse de los centros de producción sederos y subordinar tributariamente a los safavíes. Solimán consiguió tomar ciudades importantes como Tabriz y Bagdad, pero las tácticas de tierra quemada iranias desgastaron considerablemente sus esfuerzos, viéndose obligado en 1555 a firmar en Amasya un tratado de paz que reconocía la plena soberanía safaví sobre Irán y parte del Cáucaso. (Kaveh Farrokh, Iran at War, Osprey Publishing, Oxford, 2011, pp.45-48)

[4] Pari Han Hanum (1548-1578), hija del sha Tahmasp y una concubina georgiana, se había mantenido cerca del sha en sus últimos años de vida y por un tiempo había administrado en su nombre los asuntos del imperio. Fue instrumental en la persecución a los rivales del príncipe Ismail y en la entronización de este, pero su excesiva influencia fue vista con recelo por el nuevo monarca. Presuntamente tras envenenar a Ismail II, Pari Han Hanum se postuló ante los gezelbash como regente del imperio, pero estos prefirieron ser gobernados por Muhammad Hodabanda, cuya esposa ordenaría el estrangulamiento de la princesa safaví (Shohreh Gholsorkhi, Pari Khan Khanum, Iranian Studies, 1995, pp.143-156)

[5] Informado de las luchas fratricidas en el imperio safaví, el 1578 el sultán otomano Murad III (r. 1574- 1595) dio la orden de invadirlo, de nuevo con el objetivo de apropiarse de los centros productivos sederos, las ciudades estratégicas, y someter a tributo a los safavíes (tal como habrían hecho con los Giray en Crimea). A diferencia de la anterior guerra del sha Tahmasp con Solimán, las disputas internas safavíes no llegaron a resolverse y se perdió buena parte de los territorios occidentales. Los otomanos, acuciados por amenazas en el oeste y en medio de una gran crisis económica, tardaron años en encontrar un soberano safaví con autoridad para negociar el acuerdo de paz. Finalmente fue el sha Abbas (r. 1587-1629), antaño el príncipe rebelde del Jorasán, quien firmó la gravosa paz de Estambul (1590). (Roger Savory, Iran under the Safavids, Cambridge University Press, 1980, pp.72-75)

[6] Eskander Beg Munshi, uno de los cronistas oficiales del sha Abbas (r. 1587-1629), es la fuente principal con la que contamos para conocer los avatares del sha Ismail II. Obviamente, y con el objetivo de proteger el gobierno de su patrocinador, no da en ningún momento crédito a la autenticidad de aquellos candidatos al imperio (Eskander Beg Munshi, Almara-ye Abbasi, Boulder, Persian Heritage Series, 1979, pp. 401-406)

Este artículo resultó finalista del V Concurso de Microensayo Histórico Desperta Ferro. La documentación, veracidad y originalidad del artículo son responsabilidad única de su autor.

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