Ante esta perspectiva, el Almirantazgo británico decidió separar las unidades basadas en Gibraltar, que normalmente estaban asignadas a la Flota del Atlántico, creando una nueva unidad designada Fuerza H (según documento del Almirantazgo de fecha 27 de Junio de 1940 número de registro ADM 199/391), que tenía como característica extraordinaria que su mando dependía directamente del Primer Lord del Mar, a diferencia de las otras bases de la Royal Navy fuera de la metrópolis que respondían ante un almirante de bandera. Esto es una prueba evidente de la importancia destacadísima que los británicos esperaban de esta fuerza naval basada en el Peñón y que, junto con Malta y Alejandría, completaban la triada de bases en la que se fundamentaba la estrategia bélica británica en el Mediterráneo.
Los primeros buques asignados fueron los acorazados Nelson, Valiant y Resolution; el portaviones Ark Royal; los cruceros ligeros Arethusa, Enterprise y Delhi; y una flotilla de diez destructores que se sumaban a los nueve destructores de la 13.ª Flota que ya tenían su base en Gibraltar.
Para comandar esta nueva unidad fue designado el vicealmirante James Fownes Sommerville (1882-1949), que demostrará lo acertado de su elección por su capacidad organizativa y dotes para dirigir grandes unidades en complicadas operaciones navales.
La Fuerza H será comandada por Sommerville, que tomó como buque insignia al crucero de batalla Hood y, tras el hundimiento de este, el crucero de batalla Renown, hasta marzo de 1942, fecha en la que fue sustituido por el vicealmirante Henry Harwood. En noviembre de 1942, se lleva a cabo la Operación Torch, invasión aliada del norte de África y a partir de 1943 esta flota dará cobertura a las operaciones en Sicilia y la península italiana, estando estas fuera del periodo que nos ocupa.
Operación Catapult
A junio de 1940, los británicos tenían disponibles en todo el Mediterráneo dos portaviones (el Ark Royal y el Eagle), cuatro acorazados, diez cruceros ligeros y treinta y cinco destructores; fuerzas suficientes para hacer frente a los cuatro acorazados (Andrea Doria, Conte di Cavour, Giulio Cesare y Caio Duilio, inferiores en potencial de combate, aunque los nuevos Littorio y Vittorio Veneto de 35 000 toneladas y artillería de 380 milímetros estaban a punto de entrar en servicio), los siete cruceros pesados y doce ligeros, y cincuenta y tres destructores de la Regia Marina. Pero como hemos comentado, la rendición de Francia podía incrementar las unidades del Eje en cinco acorazados (los más antiguos Bretagne, Provence y Lorraine y dos de ellos modernos, el Dunkerque y el Strasbourg), siete cruceros pesados y siete ligeros y cuarenta y un destructores. Dos modernísimos y poderosos acorazados, el Richelieu y el Jean Bart estaban completados al 95 y al 77 por ciento respectivamente. La fuerza submarina italiana sumaba hasta ciento quince submarinos con una capacidad ofensiva limitada a los que podrían sumarse los cuarenta y dos submarinos de la marina francesa.
Antes las dudas que transmitía la actitud del mariscal Pétain y del almirante Darlan, comandante en jefe de la marina francesa, así como la confusa situación que se generó tras la firma de armisticio franco-alemán, los británicos planificaron la Operación Catapult (documento del Almirantazgo número AIR 234/317 del 3 al 6 de junio de 1940) en la que la Fuerza H tendría que llevar el peso de la operación que, en teoría, debía capturar o neutralizar la Force de Raid al mando del almirante Marcel Gensoul, surta en Mers-el-Kebir, cerca del puerto de Orán. Dicha fuerza estaba compuesta por los acorazados Dunkerque, Strasbourg, Provence y Bretagne y siete destructores.
Sommerville zarpó de Gibraltar para llegar ante el puerto argelino el 3 de julio de 1940 y demostró lo acertado de su nombramiento ante una complicada situación: si Gensoul no entregaba sus unidades como el Gobierno británico le había ordenado, debía hundir los buques franceses, atacar a unidades que un mes antes eran aliadas de su país. Y lo hizo sin dudar: tras el bombardeo llevado a cabo por el Hood, el Valiant y el Resolution, solo el Strasbourg consiguió hacerse a la mar y huir a la base de Tolón. Casi mil marineros franceses murieron en esta polémica acción que la Fuerza H llevó a cabo con eficacia y que, junto con otras acciones de la Royal Navy, supusieron el fin de la amenaza que entrañaba que la flota francesa se uniera a la italiana y pusiera en serio peligro la supremacía naval aliada en el Mediterráneo.
La caza del Bismarck
Tras la acción de Mers-el-Kebir, quedaba muy claro que la presencia de una importante unidad naval en el puerto de Gibraltar sería uno de los pilares de las futuras operaciones de la Royal Navy. Desde principios de 1941 y hasta marzo, la flota se había visto implicada en la protección de convoyes que surcaban el Atlántico desde Estados Unidos y en la búsqueda de los acorazados alemanes Scharnhorst y Gneisenau, que lograron escapar y refugiarse en puertos franceses.
En mayo de 1941, la atención de todas las fuerzas navales británicas se habían centrado en la presencia del nuevo acorazado alemán Bismarck, que podría suponer un grave peligro para las vitales líneas de abastecimiento atlánticas. La Fuerza H aportó inicialmente a su unidad más emblemática, el crucero de batalla Hood, que se incorporó a la Home Fleet, comandado por el vicealmirante Lancelot Ernest Holland, que había sido el encargado de transmitir el ultimátum a la flota francesa. Asignado a la Royal Navy en mayo de 1920, este crucero de batalla fue el orgullo de la marina de guerra británica pero tenía una serie de debilidades en su blindaje que no tenía el buque germano al que tenía que enfrentarse, como se demostraría en el primer y último combate naval entre ambos.
El 21 de mayo el Bismarck y el crucero pesado Prinz Eugen zarparon del fiordo de Bergen y el 23 Holland se enfrentó a los buques alemanes acompañado por el nuevo acorazado Prince of Wales. El resultado es sobrada y lamentablemente conocido: el Hood fue partido en dos por una andanada del acorazado alemán y se llevó al fondo del mar a 1416 hombres incluido el vicealmirante. Solo hubo tres supervivientes.
Ante este desastre, Churchill dio su famosa orden de «Sink the Bismarck!» (Hundid al Bismarck) y todas las unidades disponibles se empeñaron en la persecución, siendo la intervención del portaviones Ark Royal decisiva para el posterior hundimiento del poderoso leviatán germano. Esta unidad comandada ya por el capitán Loben E. Maund y escoltada por el Renown y el crucero ligero Sheffield zarparon de Gibraltar con rumbo noroeste para intentar alcanzar al Bismarck, que había conseguido eludir a las agrupaciones navales que lo buscaban y se acercaba rápidamente a su refugio en los puertos atlánticos franceses. Localizado el 26 de mayo por un hidroavión de reconocimiento PBY Catalina de la RAF, el Ark Royal lanzó un ataque con quince torpederos Fairey Swordfish MK I del 82.º Squadron al mando del capitán de corbeta Eugene Esmonde que alcanzaron al acorazado alemán con dos torpedos, averiaron sus timones que quedaron bloqueados haciendo que el acorazado invirtiera su rumbo involuntariamente y complicaron muchísimo el gobierno del buque.
Este afortunado ataque de la Fuerza H impidió que el Bismarck alcanzara la cobertura de los aparatos de la Luftwaffe basados en Francia y permitió que la flota del almirante John Tovey con los acorazados Rodney y King George V y varios cruceros terminaran la labor que habían comenzado los venerables torpederos del Ark Royal.
Los convoyes del Mediterráneo
La base de Gibraltar con la Fuerza H plenamente operativa y organizada y preparada para cualquier evento se encontraba extraordinariamente situada, tanto para cualquier operación ofensiva como, por estar casi fuera del alcance de las fuerzas aéreas de la aviación italiana, para poder defenderse con facilidad.
Pero esta favorable situación estratégica no era la de la otra base fundamental en el Mediterráneo central: la isla de Malta, que desde el comienzo de las hostilidades empezó a verse acosada por los ataques aéreos italianos ya que al día siguiente, el 11 de junio de 1940, diez bombarderos Savoia-Marchetti SM-79 Sparviero II atacaron Grand Harbour en La Valetta y el aeródromo de Hal Far, y estos ataques irían in crescendo cuando a principios de 1941 fuera destinado a Italia el X Fliegerkorps de la Luftwaffe al mando del general Hans Ferdinand Geisler; confirmando el nuevo interés de Alemania por el teatro de operaciones del sur de Europa y norte de África ante la incapacidad de los italianos para derrotar a los aliados. Esta implicación empezó a definirse en una reunión celebrada en Berlín el 4 de noviembre de 1940, donde Hitler con los altos mandos de la Wehrmacht y la Luftwaffe se plantearon las futuras operaciones que más tarde debían concretarse en la conquista de Malta (Operación Herkules) y de Gibraltar (Operación Félix).
La Fuerza H no solo debería afrontar la protección de los convoyes que debían abastecer Malta sino también a los que se dirigían a otras bases importantes como Alejandría o Chipre, imprescindibles para mantener el esfuerzo de guerra ante la llegada del Afrikakorps; y además colaborar en el hostigamiento de las líneas de abastecimiento italo-germanas, cordón umbilical para las operaciones del Eje en Libia y Egipto.
Hasta la llegada del X Fliegerkorps de la Luftwaffe a las bases de Catania, Palermo y Comiso, las dificultades para la escolta de los transportes no habían sido muy importantes, ante la pasividad de la flota italiana y la ineficacia de los ataques de la Regia Aeronautica, exceptuando las unidades de torpederos Aerosilutanti equipados con SM-79 Sparviero II, cuyas tácticas de ataques antibuque estaban muy perfeccionadas y contaban con pilotos experimentados. La presión sobre Malta y sobre los convoyes que intentaban llegar hasta ella fue muy dura hasta que entre finales de marzo y principios de mayo de 1941, las unidades alemanas fueron destinadas a los Balcanes para dar apoyo a las invasiones de Yugoslavia, Grecia y Creta, quedando las operaciones ofensivas contra la Fuerza H y Malta bajo la responsabilidad exclusiva de las fuerzas aéreas italianas.
A pesar de los ataques aéreos, la Fuerza H consiguió escoltar una serie de convoyes que, no solo abastecieron de suministros suficientes a la isla del Mediterráneo central sino que aportaron aparatos de ataque como los Bristol Beaufighters y bombarderos medios Bristol Blenheims que fueron de enorme utilidad para atacar a los convoyes que debían abastecer al Afrikakorps y las unidades italianas en África. Las pérdidas de los buques de transporte hacia Libia se multiplicaron lo que llevó al general Erwin Rommel, comandante de las fuerzas germanas y, como tantas veces hizo, saltándose la cadena de mando ya que dependía del general italiano Ettore Bastico, comunicar airadamente al OKW (Oberkommando der Wehrmacht) que si no se protegían los convoyes no podría llevar a cabo la realización de sus objetivos. Hitler, a pesar de la oposición de Erich Raeder, comandante en jefe de la Kriegsmarine y de Karl Doenitz, jefe de la flota submarina, decidió enviar submarinos al Mediterráneo; y a partir de finales de octubre de 1941 la II Luftflotte del mariscal de campo Albert Kesselring y el II Fliegerkorps del general Bruno Loerzer empezaron a desplazarse a Sicilia para apoyar a la Regia Aeronautica. Las consecuencias de estas decisiones pronto se hicieron notar para desgracia de la Fuerza H: en noviembre cuando era comandado por el capitán Loben Maund fue torpedeado y hundido el Ark Royal así como varios buques menores. La Fuerza A de Alejandría también tuvo que lamentar la pérdida del acorazado Barham, torpedeado por el U-331 de Hans Dietrich von Tiesenhausen. Y Malta empezó a sufrir una devastadora ofensiva aérea en la que la Luftwaffe se hizo con el dominio de los cielos de la isla y su caída podía estar más cerca.
Los altos mandos británicos eran conscientes de la situación, como confirmó el vicemariscal Lloyd en un comunicado al Ministerio del Aire del 27 de abril en el que alertaba de que la caída de Malta podría tener unas consecuencias terribles para el transcurso de la guerra. Con el dominio del aire alemán y el apoyo de la marina italiana que podría operar con seguridad gracias a esta cobertura aérea, la Operación Herkules para el ataque a Malta que tanto había sido solicitada por el mariscal de campo Kesselring y el general Kurt Student a Hitler podría llevarse a cabo.
Por lo tanto, todas las operaciones realizadas por la Fuerza H durante la segunda mitad de 1942 fueron decisivas para la supervivencia de la isla. A este impresionante esfuerzo se unieron ya unidades norteamericanas como el portaviones Wasp y sus respectivas escoltas. Tácticamente, los envíos del modelo MK V del caza Spitfire fueron importantísimos ya que los Hawker Hurricane no podían competir con los cazas Messerschmitt BF-109 F y tenían dificultades para interceptar a los rápidos bombarderos Junkers JU-88. A pesar de las bajas sufridas en operaciones como Harpoon o Pedestal, entre las que destaca el portaviones Eagle y varios cruceros y destructores, la Fuerza H consiguió enviar un número suficiente de cazas a la isla como para mantener sus defensas y plantar cara a la Luftwaffe y hacer llegar transportes con suministros y tropas que hicieran inviable la mencionada Operación Herkules.
En los últimos meses de 1942, la atención del III Reich se centró en la ofensiva contra el sur de la URSS y, sobre todo, en la ciudad de Stalingrado por lo que muchas unidades aéreas germanas se desplazaron al este y la presión sobre Malta prácticamente desapareció.
Las unidades de la Fuerza H empezaron a ser destinadas a otros cometidos que no entran ya en el ámbito temporal de este relato.
Conclusiones
Desde mi punto de vista, la importancia estratégica de la Fuerza H de Gibraltar puede resumirse fácilmente: la contribución a la victoria aliada en el teatro bélico mediterráneo y norteafricano de esta flota es sencillamente decisiva.
Su primera actuación y para la que fue constituida inicialmente, el ataque a la Force de Raid francesa en Mers-el-Kebir, anuló a la Francia de Vichy como enemigo a tener en cuenta y desequilibró las fuerzas a favor de la Royal Navy en el Mediterráneo.
En el Atlántico, su participación, aunque puntual, contribuyó a acabar con la amenaza que representaba para el tráfico aliado la Operación Rheinübung, que hubiera supuesto la formación de una potente unidad alemana con el Bismarck, el Scharnhorst, el Gneisenau y el crucero pesado Prinz Eugen, destinada a poner en jaque a la navegación aliada en coordinación con la fuerza submarina.
La flota surta en Gibraltar habría supuesto un verdadero quebradero de cabeza para el Eje si el intento de su conquista se hubiera llevado a cabo. Los alemanes tuvieron en cuenta las defensas estáticas de la Roca (Informe Mikosch-Canaris en el que se descarta el ataque aerotransportado al Peñón), pero no podían prever que unidades navales la defenderían por lo que tenían planificados dentro de la Operación Félix ataques aéreos contra los buques británicos; y viendo la aportación que el fuego de artillería naval hizo en diversas batallas de la guerra como en los desembarcos de Salerno, Anzio o Normandía, contra formaciones militares no protegidas solo la superioridad aérea total habría hecho posible la citada operación.
Pero la aportación que va a resultar decisiva para el desarrollo del conflicto fue la de la escolta a los convoyes que abastecían la isla de Malta y a los que se dirigían hacia Alejandría para reforzar al 8.º Ejército británico. El mantenimiento de una fuerza de ataque aéreo en esta isla y la presión naval constante a las fuerzas navales italianas van a dificultar considerablemente el paso de los convoyes del Eje hacia el norte de África, complicando la logística de las operaciones del Afrikakorps, lo que se convirtió en el verdadero talón de Aquiles para el estilo de operaciones de gran movilidad y rapidez que caracterizaban la estrategia de Rommel. Sin una logística adecuada, el triunfo del Eje era muy improbable y se hizo imposible con la entrada de Estados Unidos en la guerra, ya que la aportación norteamericana desequilibró definitivamente la balanza a favor de los aliados. La Fuerza H consiguió que la superioridad naval aliada en el Mediterráneo occidental fuera total, colaborando posteriormente en los desembarcos estadounidenses englobados en la Operación Torch, a la que aportó la mayoría de sus unidades más potentes y eclipsando cualquier actividad de la marina italiana.
Bibliografía
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