Vladímir Putin desfile Día de la Victoria 2022

Discurso de Vladímir Putin durante el desfile del Día de la Victoria en la Plaza Roja de Moscú el pasado 9 de mayo de 2022. Fuente: Kremlin.ru/Wikimedia Commons

Desde atrás en el tiempo, durante la Guerra Fría, los desfiles militares en Rusia se analizaban y se estudiaban hasta la saciedad en busca de indicios sobre posibles cambios, intenciones o vulnerabilidades: el armamento y material de guerra expuesto, las unidades, los discursos del momento, las actitudes y gestos de los dirigentes, la investigación abierta sobre los nuevos, la disposición de la población… todo.

En la actualidad, ante el presente conflicto armado entre Rusia y Ucrania, el desfile del Día de la Victoria del pasado 9 de mayo, también, como los anteriores, se ha analizado, aunque condicionado bajo unas previsiones más o menos fundamentadas o bajo unos parámetros críticos previos dadas las expectativas abiertas; analizado pues en la consideración de que podría ser una fecha clave para cambios determinantes en la guerra ruso-ucraniana por cuanto ese día se podría anunciar el fin de la misma o bien el cambio hacia una guerra total con la implantación de la ley marcial, de un llamamiento a filas total en la Federación Rusa.

Sin nada que apuntar de notable respecto al desfile en sí, en cuanto a armas y fuerzas intervinientes (prácticamente las mismas de siempre), sí se ha hablado del presidente Vladímir Putin en cuanto a su enfermedad (¿Parkinson, cáncer?), que se da por hecho contemplando sus imágenes (forma de andar, de hablar, hinchazón de su rostro…); y de cómo está engañando al pueblo ruso, alertando al tiempo de huidas al exilio de jóvenes rusos a otros países ante la dificultad de opinar sobre la guerra y el miedo a tener que  participar en ella, de las deserciones en sus tropas, de la aparición de una oposición en aumento sin considerar la significación del desfile masivo posterior de los «inmortales»…

Críticas acentuadas, olvidando que tal día se celebraba solamente la victoria sobre Hitler en 1945 (el 77.º aniversario de la victoria sobre la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial), por la unión a la situación en Ucrania de consideraciones como que tal día no había nada que celebrar, ninguna victoria en el presente y que, por ello, debería ser denominado Día de la Derrota ante el fracaso del presidente Vladímir Putin en Ucrania, o bien, resumiendo, Día de la Victoria sin victoria.

Vladímir Putin y el discurso del Día de la Victoria

Críticas que conforman una especie de contrapropaganda occidental a la propaganda victimista rusa, justificativa de su intervención en Ucrania: única respuesta a la agresión, según se apunta en el discurso presidencial, de la OTAN-Europa-EEUU y aliados (a los que acusa de constituir un «Hitler colectivo») a la Federación Rusa, resaltando que aquellos enemigos estaban planeando una operación contra el Donbás, incluso contra Crimea y contra algunos territorios fronterizos, y que Kiev estaba buscando la adquisición de armas nucleares. Razones, negadas como falsas por Occidente, utilizadas por Vladímir Putin para, ante tan obvia amenaza, justificar la invasión de Ucrania como decisión correcta, como inevitable actuación en defensa propia.

Vladímir Putin Día de la Victoria

El presidente ruso Vladímir Putin durante los actos del Día de la Victoria, 9 de mayo de 2022. Fuente: Kremlin.ru/Wikimedia Commons

Discurso que parece más volcado hacia el pueblo ruso (propaganda gubernamental) que hacia Occidente, aunque algunas de las ideas expuestas apunten ciertos indicadores en dirección a aquellos que apoyan a Ucrania. Discurso con el que Putin parece que trata de evitar la posibilidad de una acción revolucionaria interna que acabe con su poder y su proyecto de una «nueva Rusia». Una propaganda rusa que es señalada por algunos analistas, sin fundamentos claros, como orientada a preparar al pueblo ruso para la derrota en Ucrania.

Así, básicamente, aquellos analistas del conflicto que esperaban que en el Día de la Victoria Putin declarara oficialmente la guerra a Ucrania como salto cualitativo desde aquella de «operación especial», salto considerado lógico para poder tener las manos libres a una movilización de fuerzas mayor cara a una guerra en ciernes de alargarse en el tiempo, no han visto cumplidas sus expectativas.

Y como esa previsión no se ha cumplido, se ha vuelto una vez más a aquellos tipos de consideraciones, optimistas y pesimistas, reflejadas ahora en los recientes análisis, suposiciones y opiniones occidentales, arrastrando aún, en su caso, algunos errores en la percepción de la realidad anterior:

  • Optimistas: la victoria será para Ucrania a la vista de los desastres tácticos rusos, las fuertes bajas y las pérdidas en armamento sufridas, acompañados de la creciente división que se está ya produciendo en la sociedad rusa (unida a la, también creciente, oposición a Putin); guerra que Rusia está perdiendo ante la firme resistencia ucraniana y los constantes apoyos foráneos recibidos.
  • Pesimistas: la guerra se alargará en el tiempo, sin intervención armada de la OTAN y los EEUU, aunque con previsible crecimiento de sus apoyos (armas cada vez más sofisticadas, nuevas sanciones económicas…), aumentando la posibilidad de una amenaza nuclear y de una Tercera Guerra Mundial de consecuencias imprevisibles (una guerra para la que no hay normativas escritas).

En definitiva, nada nuevo, continúan abiertas las mismas expectativas que se plantearon antes del Día de la Victoria: defensa-resistencia a ultranza por parte de Ucrania y permanencia rusa en cuanto a sus objetivos (ocupar el este de Ucrania y toda la costa ucraniana abriendo un corredor hacia Moldavia); en definitiva, una continuación de la guerra que tiene los síntoma de alargarse en el tiempo ante la inexistencia de acuerdos negociados por los contendientes para su fin y las manifestaciones de sus dirigentes (Zelenski ya ha dicho que la guerra solo terminará cuando recuperen los que es suyo).

Así pues, seguimos en una guerra que se presupone larga, pero de la que no sabemos cuando será su final, una guerra en la que desde el lado occidental se afirma que ganará Ucrania y que Rusia será derrotada, una guerra que mantiene la posibilidad de una acción nuclear (posiblemente en el nivel táctico sin respuesta occidental), una guerra que apunta aún la posibilidad, y el miedo que la acompaña, de una Guerra Mundial, la Tercera (creencia que, en España alcanza ya a un 55 %).

Una amenaza de Tercera Guerra Mundial que se ha acentuado con su aceptación por la propaganda extrema en tal dirección vertida en algunos debates en la Radio Televisión Pública Rusa, en los que se acepta su realidad en la base de que si Rusia ve que pierde la Guerra en Ucrania no se ha de dudar en emplear armas nucleares tácticas (incluso estratégicas) para rendir definitivamente a Ucrania y liberar la presión occidental sobre la Federación Rusa. Propaganda, que blanquea y justifica, como admiten algunos, las decisiones y acciones de Putin, con dos objetivos claros: uno hacia el pueblo ruso para que acepte la posibilidad de tal evento y otro a Occidente como efecto disuasorio basado en su miedo a una guerra nuclear que podría conducir a una Tercera Guerra Mundial.

Paisaje general, pues, nada diferente…

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