Argentina y el Reino Unido llevaban décadas disputándose la soberanía de las islas Malvinas, un conflicto cuyo escenario principal habían sido los pasillos de la ONU y las sedes diplomáticas de los países más importantes; hasta que la Junta Militar argentina necesitó contentar a su población y, presionada por el almirante Anaya, comandante en jefe de la Marina y uno de los que la componían, desencadenó la invasión. En las primeras horas del 2 de abril de 1982 los buzos tácticos de élite desembarcaron en torno a Puerto Stanley y, en apenas unas horas, se hicieron con el control de las islas. El Gobierno británico, a la sazón encabezado por Margaret Thatcher, que todavía no era la Dama de Hierro, había estado dispuesto a llegar a algún tipo de acuerdo, hasta entonces, y a pesar de que no se abandonó por completo la vía diplomática, inició el despliegue de una fuerza militar con el objetivo de reconquistar las islas. La Guerra de las Malvinas no fue un conflicto fácil. A miles de kilómetros de sus bases, los mandos de la Royal Navy tuvieron que hacer auténticos milagros logísticos para mantener sus fuerzas en el Atlántico austral, ingentes esfuerzos para superar las bajas navales que sufrieron a manos de la Fuerza Aérea argentina, cuyos pilotos, conscientes de que eran los únicos que podían ganar la guerra para su país, derrocharon un valor sin límites para impedir que las brigadas británicas desembarcaran en la isla Soledad y reconquistaran Puerto Stanley. Pero no pudo ser. Dos meses y medio después de la invasión la Unión Jack ondeaba de nuevo sobre las islas, dejando el conflicto sin resolver hasta hoy.
La cuestión de las Malvinas por Gonzalo Rubio García (UBA/EPyG-UNSAM/CONICET)
La disputa por las islas ha sido un tema insoslayable para la sociedad argentina posterior a 1945. Desde ese momento, en particular a partir de la década de 1960, el debate en torno a la posesión de las mismas ganó lugar a nivel internacional, sobre todo a partir de la creación de la Asamblea General de las Naciones Unidas. La denominada “cuestión Malvinas” refiere a la disputa que existe entre el Reino Unido y Argentina en torno a las islas Malvinas, Georgias del Sur, Sándwich del Sur y los espacios marítimos que se encuentran alrededor de esos territorios. A nivel internacional la cuestión comenzó a cobrar trascendencia a través del proceso de descolonización impulsado por la Resolución 1514 (XV) de Naciones Unidas, del 14 de diciembre de 1960, conocida como la “Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales”, que promovía terminar con el colonialismo a partir de la independencia de los pueblos que estuvieran sometidos al dominio extranjero –ya que se negaban sus derechos humanos fundamentales–, consagrando su autodeterminación y la integridad territorial.
Operación Rosario por Pablo Melara
El 2 de abril de 1982, los ojos del mundo observaron con atención los sucesos que ocurrían en el Atlántico Sur. Argentina había recuperado las Malvinas mediante una operación militar incruenta, es decir, no hubo muertos ni heridos entre los británicos, ni tampoco daños materiales importantes. Después de ciento cuarenta y nueve años, la bandera argentina ondeaba sobre las islas. ¿Cómo y porque se produjo el desembarco en las Malvinas? Para entender los antecedentes del conflicto bélico de 1982, debemos tener en cuenta sus detonantes. Por un lado, el más inmediato fue el incidente ocurrido en las islas Georgias del Sur en marzo de ese año; por otro, la decisión unilateral de Gran Bretaña en 1981 de congelar cualquier negociación por las Malvinas a través de Naciones Unidas. A ambos hay que añadir la firme intención de la dictadura argentina de recuperar el archipiélago antes del 150 aniversario de la usurpación británica, que se cumpliría en enero de 1983. La Guerra de las Malvinas estaba a punto de estallar.
La batalla diplomática por Facundo Daniel Rodríguez (Universidad de Buenos Aires)
Entre abril y mayo de 1982, antes de que se iniciaran los combates terrestres de la Guerra de las Malvinas, se llevaron a cabo distintos intentos de evitar que se produjera un conflicto armado. Lamentablemente, por responsabilidad de ambas partes y, en muchas ocasiones, por falta de preparación de quienes personificaron dichas iniciativas, ninguna de ellas tuvo el resultado esperado. De haber dejado de lado egos políticos y posiciones intransigentes y haberle dado mayor espacio al dialogo y a la paz, quizás hoy 904 familias no se hubieran visto truncadas por los horrores de la guerra y miles de excombatientes de ambos lados no cargarían en sus mentes y en sus cuerpos con dicho flagelo. El 2 de abril de 1982 marcó un punto de inflexión en la prolongada controversia por las Malvinas. Sin duda, la responsabilidad mayor de lo sucedido hace cuarenta años incumbe al Estado argentino. El derecho internacional prohíbe el uso de la fuerza para dirimir las controversias, aun cuando se tenga razón, por eso, varios Estados que apoyaban a Argentina en su reivindicación de soberanía votaron a favor o se abstuvieron en la Resolución 502 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que ordenaba la retirada de las tropas de dicho país.
Los combates por Georgia del Sur por Nick van der Bijl
El 20 de diciembre de 1981, el empresario argentino Constantino Davidoff desembarcó en Leith, Georgia del Sur, para realizar un inventario de la estación ballenera que allí se encontraba. Había firmado un contrato con la embajada británica en Buenos Aires y con el Gobierno de las Malvinas en Puerto Stanley para desmantelarla. Con él, a bordo del rompehielos de la Armada argentina, comandado por el capitán César Trombetta, iba un primer grupo de chatarreros, todos argentinos, sin haber formalizado los trámites de inmigración correspondientes. Era el principio de un incidente que no tardaría en estallar. El izado de la bandera albiceleste en territorio considerado propio por los británicos provocó una escalada que, en el marco de la Operación Rosario, acabó con la conquista de Georgia del Sur y el estallido de la Guerra de las Malvinas.
El Gabinete de Guerra de Thatcher por Daniel J. Collings
Si bien el Gobierno británico se mantuvo unido a la hora de condenar la invasión argentina de las Malvinas, no hubo tanto acuerdo sobre lo que se podía o debía hacer al respecto. Como primera ministra, a Thatcher no le quedaba duda de que debían recuperar las islas y restaurar el statu quo previo, pero otros miembros de su Gobierno, especialmente en el Ministerio de Asuntos Exteriores, estaban más dispuestos a considerar una solución de compromiso. Gestionando el conflicto a través de un Gabinete de Guerra cuidadosamente seleccionado, Thatcher resistió los intentos del secretario de Asuntos Exteriores Francis Pym de alcanzar un acuerdo que consideraba deshonroso. Sin embargo, cuando las circunstancias lo exigieron, también se mostró dispuesta a ofrecer concesiones sustanciales que, si eran aceptadas, habrían minado la consecución de los objetivos que afirmaba haberse marcado. La derrota de Argentina en la Guerra de las Malvinas consagró el principio de autodeterminación de los habitantes de las islas y disparó la importancia del Reino Unido en la escena internacional. La fuerza del liderazgo de Thatcher transformó su posición política en su país y le otorgó un nuevo y duradero respeto en todo el mundo.
La batalla por el Atlántico Sur por Philipp D. Grove (University of Lincoln)
Descorazonada por las opiniones del Gabinete de Guerra improvisado que se había formado tras la invasión de las islas Malvinas, la primera demostración de espíritu marcial de la que fue testigo Thatcher la protagonizó el almirante sir Henry Leach, primer lord del Mar, quien dejó claro que la primera ministra tenía que dar una respuesta y prometió que la Royal Navy podía reunir y enviar una fuerza operativa en solo tres días para expulsar a Argentina de las islas. Su intervención fue crucial, y con ella se pusieron las bases para la recuperación de las Malvinas. Durante las tres jornadas siguientes los astilleros de Chatham, Plymouth, Portsmouth y Gibraltar zumbaron de actividad mientras los barcos eran suministrados, transformados y preparados para viajar al sur; aunque muchos de ellos habían sido incluidos en la lista de futuras bajas desde la revista defensiva del año anterior. No solo eso, sino que muchos de los trabajadores estaban en la lista de jubilación y los astilleros pendientes de cierre. Sin embargo, la fuerza operativa estuvo lista en los tres días previstos.
Las Fuerzas Armadas argentinas en la Guerra de las Malvinas por Luis Daniel Chao (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas)
La decisión estaba tomada a finales de 1981, la cuestión a resolver era el detalle de la operación. El almirante Anaya y el teniente general Galtieri, ambos miembros de la Junta Militar por la Armada y el Ejército respectivamente, estaban convencidos de que se acercaba el momento de recuperar militarmente las islas Malvinas después de casi ciento cincuenta años de usurpación inglesa, y el altercado diplomático desatado por el conflicto en las islas Georgias tras el caso Davidoff, aceleró la decisión. El 23 de marzo de 1982, el Comité Militar inició los detalles de la Operación Rosario, en la madrugada del 2 de abril se produjo un desembarco en las cercanías de Puerto Stanley –bautizado como Puerto Argentino– y, tras una serie de enfrentamientos sin bajas británicas, se tomó por la fuerza el control político del archipiélago. Argentina se embarcó en la Guerra de las Malvinas con una mezcla de soldados profesionales y civiles que cumplían el servicio militar obligatorio, que suponían más del 50 %. Estos reclutas, que pertenecían a las quintas de 1962 y 1963, tenían entre dieciocho y veinte años; los de la última de ellas contaban con pocas semanas de instrucción y los soldados pertenecientes a la de 1962 fueron convocados como personal de reserva.
La conquista de isla Soledad por Philipp Neame
Poco antes de la media noche del 20 de mayo de 1982, Don Ellerby, patrón del Nordland, un ferry del mar del Norte que habitualmente hacía la travesía entre Hull y Rotterdam, se dirigió a sus pasajeros con su acento de Yorkshire por medio del sistema de megafonía del buque: “Han sido ustedes un magnífico grupo de pasajeros; ha sido un placer tenerlos a bordo. Les deseamos que todo vaya bien en tierra y esperamos llevarlos a salvo a casa en breve”. Sin embargo, el Nordland no se hallaba en el puerto de Rotterdam, sino en la bahía de San Carlos, en la costa occidental de isla Soledad, y aquellos pasajeros eran seiscientos hombres del 2.º Batallón, The Parachute Regiment (2.º Para) listos para entrar en contacto con los argentinos. Cuando el 2.º Para desembarcó del Nordland, el plan cuidadosamente elaborado que debía permitirles alcanzar la playa listos para cumplir con sus demás misiones empezó a deshacerse. Las lanchas llegaron en un orden distinto al previsto. La Compañía B se encontró en la posición de la A, que debía llegar en cabeza y desembarcar en el extremo meridional de la playa para liderar el avance hacia el sur.
La caída de la Junta y el camino a la democracia por Esteban Damián Pontoriero (Universidad de San Martín)
El 24 de marzo de 1976, las Fuerzas Armadas argentinas dieron un golpe de Estado contra el Gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón, tras el cual la Junta Militar se constituyó en el órgano supremo, integrada por los comandantes en jefe del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea. Se iniciaba así el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” (1976-1983). Seis años después, los militares se embarcarían en un plan para recuperar las islas Malvinas, en poder de Gran Bretaña desde 1833, que derivaría en la derrota, la descomposición del régimen y la transición a la democracia. En este artículo buscaremos presentar el cuadro político y social de Argentina previo a la Guerra de las Malvinas, aunque nos enfocaremos principalmente en las consecuencias que tuvo para la dictadura y la sociedad en su conjunto. El gobierno de facto del general Leopoldo Fortunato Galtieri se inició a finales de 1981 con la idea de volver al espíritu refundacional y mesiánico de los años iniciales del “Proceso de Reorganización Nacional”, y en vez disponer los medios para la transición democrática, se propuso recomponer el poder dictatorial.