Sáhara Occidental

Puesto avanzado del Frente Polisario en el sur del Sáhara Occidental, visitado por un vehículo de la misión de la ONU, noviembre de 2017. © Gregor Rom

Dejando al margen del denominado “caso Gali”, pero sin quitarle toda la importancia que merece, así como los debates subsidiarios abiertos –sobre si fue legal o ilegal la entrada en España de Brahim Gali, presidente de la RASD (República Árabe Saharaui Democrática), contagiado por la Covid-19, para su tratamiento en el hospital San Pedro de Logroño, sobre si el ejecutivo podía o no negar dicha entrada, sobre quién ordenó a los policías que no le pidieran el pasaporte, sobre por qué entró con nombre falso (o “distinto”), sobre la razón del porqué no se informó a Marruecos de la visita, sobre la necesidad o no de establecer una comisión de investigación al efecto en el Congreso, sobre quién es la X que dirigió el proceso, sobre la consideración de censurar/silenciar cualquier información relativa al “caso”, y más ítems que surgirán, con seguridad, como motivo de lucha política en el asunto– hay que considerar aquellos aspectos previos, poco expuestos, ni relacionados, que son el sustrato de las tensiones actuales en las relaciones entre España y Marruecos. Tensiones que vienen de lejos, pero que en la actualidad tienen que ver con el nuevo conflicto armado abierto entre la RASD y Marruecos en el Sáhara Occidental, exigiendo los primeros, la liberación de los territorios ocupados, y los segundos, la soberanía de aquellos.

Así, bajo esta consideración, no fue solo la presencia en España de Gali por cuestiones humanitarias lo que tensionó las relaciones aludidas, sino el que aquel, líder de la RASD y jefe del ELS (Ejército de Liberación Saharaui), siempre “enemigo” de Marruecos, acudiera a España en un momento en el que el pueblo saharaui estaba ya en guerra abierta con Marruecos (el 13 de noviembre de 2020, unos siete meses antes de la citada visita, el 22 de abril de 2021).

Asunto aquel de la visita que Rabat, sin hacer referencia alguna al citado conflicto, respondió resaltando que la decisión española, tomada a espaldas de su socio y vecino, de no haber una respuesta satisfactoria y convincente, se consideraría una amenaza a las relaciones mantenidas entre ambos países que no dejaría de ser respondida.

Es como, valga la burda comparación, si, por ejemplo, Inglaterra y Francia estuvieran en guerra y, España acogiera al mandatario inglés por cualquier razón; lógicamente la tensión diplomática y política entre España y Francia, y más si hubiera alguna divergencia anterior, saltaría al instante.

Un conflicto bélico actual, del que se sabe poco por su escasa o nula presencia en los medios de comunicación, tanto nacionales como internacionales, y que parece estar siendo prácticamente silenciado por algunos sectores interesados

Los saharauis, cansados ya de la pasividad marroquí e internacional respecto a su independencia, cerraron, el 21 de octubre de 2020, el paso “ilegal” de Guerguerat abierto en el muro marroquí, paso conexión con Mauritania y otros países africanos (que ya fue cerrado antes, en 2017), buscando la asfixia de los intereses económicos marroquíes (actualmente ya tocados por la sequía en el sector agrario y el esfuerzo para frenar la pandemia) y, al tiempo, los de otros europeos, entre ellos los españoles, para que sirviera de llamada de atención a la comunidad internacional y, al tiempo, de presión a la ONU para el cumplimiento de sus deberes cara al pueblo saharaui.

Asunto que fue comunicado previamente a la Misión de la ONU para el Referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO) con la indicación de que el paso no se abriría hasta que no se alcanzara una solución para los territorios saharauis ocupados y la celebración de un referéndum de autodeterminación como solución al conflicto

Acción que, con la respuesta marroquí de intervención policial/militar en la zona y la apertura en el muro (“de la vergüenza” o “de la humillación” para los saharauis) de una nueva brecha o varias, tensionó la situación, llegando incluso la parte saharaui a amenazar con la vuelta a la guerra; amenaza saharaui ante la que Marruecos respondió, acusando al Frente Polisario de violar las resoluciones de la ONU y poner en peligro el alto en fuego en el Sáhara Occidental, al tiempo que ordenó a sus fuerzas a intervenir en Guerguerat enfrentándose a los manifestantes saharauis, lo que provoco, a su vez, la respuesta del ELS en su defensa; enfrentamiento en el que, al margen de informaciones contradictorias, solo hubo, según parece, un cierto intercambio de disparos, sin causar bajas en el ejército marroquí ni en el saharaui, que defendió y evacuó a los manifestantes.

Tensión que provocó que, el Frente Polisario, en manifestación pública (comunicada luego al secretario general de la ONU), afirmara que la agresión flagrante de la intervención armada marroquí sería respondida con firmeza y supondría el fin del alto el fuego abriendo la puerta al estallido de una nueva guerra total en la región; una guerra que sería larga si Marruecos no admitiera un referéndum de autodeterminación. Guerra que no fue reconocida como tal por Marruecos sobre la base de que no había existido la agresión militar que denunciaban los saharauis.

¿Guerra ficticia o guerra silenciada?

Tras dicha declaración, el Frente Polisario aseguró que la guerra ya había comenzado (13 de noviembre de 2020) con acciones de hostigamientos, bombardeos de artillería y combates en los frentes norte, central y sur del muro; guerra que, al parecer, movilizó a “cientos de jóvenes” frente a la sede de Defensa en Tinduf para alistarse en el Ejército saharaui.

Ejército República Saharaui sáhara occidental Frente Polisario

Efectivos del Ejército de la República Árabe Saharaui Democrática en Tinduf, Sáhara Occidental, 20 de mayo de 2013. © Eneas de Troya/Flickr

En ese momento, a pesar de lo expuesto hubo analistas y observadores que, con más interrogantes que certezas, se preguntaban ¿ha comenzado realmente la guerra en el Sáhara Occidental?

Se hablaba entonces de “interrogantes y certezas” por cuanto algunos analistas no sabían aún si el actual conflicto merecía o no el nombre de guerra; y ello por cuanto, al menos de momento, aunque por parte saharaui se hablara (sin presentar pruebas fehacientes) de declaración de guerra, de acciones militares y de partes diarios de guerra en los que se señalaban los objetivos atacados, las bajas marroquíes, sus deserciones…, Marruecos, calificaba los ataques saharauis de meros hostigamientos y provocaciones, no reconociendo la rotura del alto el fuego de 1991, y con ello la situación de conflicto bélico.

A partir de ahí se planteó entre ambas voluntades hostiles una batalla por el relato enfrentándose dos versiones diferentes de los acontecimientos, en defensa, cada uno, de sus propios intereses; versiones que, a falta de observadores internacionales, se exponían con medias verdades e, incluso, mentiras.

Así, la parte marroquí, sin hablar de guerra, despreciaba al ELS considerándole dentro de la categoría de simple milicia e incluso de terroristas y no de ejército regular, al tiempo que no hacía caso, silenciaba y menospreciaba las acciones saharauis sin darles respuesta activa alguna y sin reconocer posibles bajas; todo lo contrario por parte saharaui que difundía a diario sus partes de guerra, buscando que su actividad bélica influyera positivamente en la comunidad internacional cara a la resolución definitiva del contencioso con Marruecos.

De ese modo, respecto a la guerra, declarada y cumplida mediante acciones militares solo por la parte saharaui, cabían las dos posibilidades siguientes:

  1. Guerra inactiva como tal entre las partes por falta de respuesta de la parte marroquí, que no quiere caer en la trampa estratégica planteada por los saharauis negando la inexistencia de la misma, a pesar de posibles bajas (no constatables y contrastadas ante la falta de observadores internacionales independientes), silenciando/negando a la vez los ataques saharauis; inacción marroquí que parece que trata de promover el cansancio militar y político saharaui y más si no cuenta con apoyos internacionales, demostrando entonces que son los saharauis los que sí han caído, al reconocer y hacer la guerra, en el error estratégico que planteaban para Marruecos. “Guerra” sin respuesta marroquí, en la que la propaganda saharaui está muy activa buscando dar a conocer al ámbito internacional sus reivindicaciones, su actividad bélica y política actual, procurando asimismo elevar y mantener la moral de sus combatientes y atacar la moral marroquí desprestigiando cualquiera de sus actividades. Inactividad bélica por falta de respuesta marroquí que está, asimismo, provocando que la diplomacia de los contendientes, de los países de la región y de las organizaciones africanas y europeas tenga una actividad creciente en defensa de sus propios intereses.
  2. Guerra activa por ambas partes que Marruecos, de momento, niega que se esté librando y habla de “ruido” del FP para llamar la atención internacional de llegar a un nuevo acuerdo de paz/alto el fuego, pero que, posiblemente, no alcance la expectativa saharaui del referéndum. Guerra esta, activa pues por los dos contendientes que es considerada por los saharauis como una segunda parte de la primera y que será provocada, más tarde o más temprano, por la constante acción militar saharaui; guerra entonces que, con acciones bélicas de gran envergadura, pudiera, según su versión, hacerse extensiva a otros actores participantes; caso en el que, creciendo en violencia más o menos controlable y sin visos de detenerse, influiría notablemente en la seguridad y estabilidad del Magreb y, por ende, del Sahel, así como, derivadas de aquellas, sobre las actividades económico/comerciales, no solo españolas, y sobre la cooperación regional necesaria para la prosperidad de los países integrados en tales regiones. Inseguridad que se vería acentuada con la posibilidad de que se creara en la región un foco de terroristas yihadistas e, incluso, que algún grupo yihadista dirigido y conformado por algunos saharauis, independientes del Frente Polisario, se pueda unir, de alguna forma, al conflicto contra Marruecos actuando, no solo en la zona de guerra (la ocupada por Marruecos) sino también en el interior del país magrebí.

Guerra que, con el silencio indiferente y la no intervención marroquí, que sigue aún en la actualidad, ya en octubre de 2021, se ha convertido para el Frente Polisario en una batalla informativa sin imágenes significativas, a las que no responde Rabat de forma directa (tan solo se ha recogido la afirmación del entonces jefe del Gobierno marroquí, Saadedin el Ourmani, de que “las victorias saharauis son imaginarias”; silencio marroquí que a su vez es mantenido por la ONU y la mayoría de la prensa internacional.

Batalla informativa en la que los saharauis participan pues con la difusión de los ya apuntados partes de guerra difundidos diariamente por redes propias, entre ellas la Agencia de Noticias Saharaui (SPS), siempre bajo el mismo modelo básico: tras la indicación del número y fecha del parte, el número de ataques realizados mediante acción artillera (de todos los calibres), morteros y cohetes, los lugares del muro o localidades en zona ocupada donde se establecen las unidades marroquíes que fueron atacadas, indicación, resaltando su capacidad de destrucción, de las múltiples bajas de personal y material de las fuerzas marroquíes, su estado de baja moral y deserciones, y en todo caso destacando el silencio y la falta de respuesta de Marruecos, amén de la falta de cobertura informativa sobre la conflagración, tanto marroquí como de los países occidentales favoreciendo así la estrategia marroquí de silencio.

Información que los saharauis tratan de contrastar a través de sus propios vídeos de la zona desde la que realizan sus bombardeos (artilleros y con cohetes), entrevistas a algunos de sus mandos, de fuentes no oficiales en los territorios ocupados, de periodistas argelinos (lógicamente a su favor) de la RTA (Canal 3) o de alguna, según sus indicaciones, filtración marroquí sin verificar, procedente de familiares de militares muertos o heridos eludiendo las amenazas gubernamentales (resulta extraño que no se produzcan en mayor número dada la situación de persecución de muchos periodistas críticos con el Gobierno).

Análisis del conflicto, sea el que fuere, que algunos analistas, para darse cuenta de sus dimensiones, han buscado complementar con datos de las fuerzas en presencia y sus estrategias, tanto bélicas, como informativas y diplomáticas. Así, respecto a dichas fuerzas tratan de aportar datos relativos a cantidad, medios, armamento…, efectuando comparación entre las mismas según los datos abiertos que se alcancen; comparación de la que se infiere que es favorable, con superioridad manifiesta, a Marruecos.

Y, por otra parte, cara a las fuerzas saharauis, teniendo en cuenta que todo conflicto requiere una economía de guerra, y considerando la del FP/RASD, dada la situación precaria de los campamentos de Tinduf, sin industria militar, dado el gasto diario de municiones de artillería y cohetes que presuponen sus acciones (amén del gasto en carburantes y de otros artículos necesarios en el conflicto), así como del material antiaéreo suficiente para, como asegura el Frente Polisario, frenar la posible acción aérea marroquí sin contar con aviación, y, asimismo, aquel de la posible adquisición por su parte de material tecnológico de guerra (posiblemente drones), surge la siguiente pregunta ante su persistente actividad bélica ¿cómo van a resolver el problema logístico que supone en el tiempo la necesidad de municiones ante tanto bombardeo artillero diario, carburante, repuestos, alimentos y materiales sanitarios necesarios (también dedicados a atender a sus bajas Covid-19) para la continuidad de la guerra si no cuentan con apoyos externos? pregunta que solo es posible responder apuntando apoyos exteriores prosaharauis, de momento no desvelados del todo (el 30 de septiembre por parte saharaui se anuncia que su Ejército, en el marco del acuerdo de defensa común con Argelia, va a recibir armas de alta tecnología).

Datos que acompañan a las estrategias en oposición, que se habrán que contrastar con la realidad del desarrollo del conflicto:

  • Por un lado, la marroquí que renuncia (de momento) a toda iniciativa y actuación militar, estableciendo una defensiva de resistencia apoyándose en el muro con posibilidad de pasar a la ofensiva, en su caso, sobre los territorios liberados saharauis aprovechando las nuevas armas adquiridas y la superioridad aérea con que cuenta para acompañar a sus blindados; una estrategia que no contempla actuar sobre los campos de Tinduf en Argelia (“santuario”, reserva estratégica saharaui) o sobre bases posibles en Mauritania por inviable e inaceptable.
  • Y, por otro, las fuerzas saharauis, que si bien, desde los años 70 se especializaron en guerra de guerrillas con el asesoramiento de la izquierda revolucionaria mundial, ante el muro marroquí repensaron la forma de hacer la guerra, dado que no había ocupación territorial, preparándose para una guerra convencional de carácter limitado siguiendo una estrategia de guerra de baja intensidad, tratando de obligar al enemigo marroquí a través de un hostigamiento artillero constante, de día y de noche, a perder la paciencia y cometer algún error que permita revertir la actual situación. Así pues, si no cambia la situación, los saharauis tienen la iniciativa y la libertad de acción suficiente para el desarrollo de su actividad bélica de hostigamiento; una estrategia que podría cambiar hacia la guerrillera apuntada caso de que las fuerzas marroquíes iniciaran la confrontación clásica fuera del muro.

En definitiva, habida cuenta de que la no indiferencia o la no imparcialidad de los vecinos es considerado un suicidio estratégico, afectando de lleno a la convivencia y la paz regional, habrá que estar pendiente de la evolución del conflicto y de sus resultados. Convivencia y paz regional pues que, de momento, parecen aseguradas ante la no intervención de Marruecos en la “guerra saharaui”.

Estrategias que pudieran verse afectadas con la posibilidad de acción, en la base de elementos infiltrados de ambos bandos tras las líneas enemigas, e incluso por la intervención de unidades de Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) u otros grupos terroristas, lo que daría pie a la intervención yihadista en el conflicto; intervención, en este caso, no ligada al Frente Polisario, tal y como, insistentemente pretenden las autoridades marroquíes con el objetivo, según los saharauis, de manchar su imagen en el contexto internacional a través de la difusión de tal idea en su prensa y en otras internacionales afines.

La batalla diplomática por el Sáhara Occidental

Una guerra sin, de momento, intervención bélica marroquí, que ha contado, como antecedente, y cuenta en la actualidad, con una guerra diplomática desarrollada en continuidad hasta hoy por ambas partes buscando, en ambos casos, aquellos países y organizaciones de todo tipo que reconozcan sus respectivas posiciones.

Así, Marruecos en treinta años ha conseguido que su tesis, negativa a la autodeterminación, deje de ser debatida en el ámbito internacional, gracias a sus alianzas: socio privilegiado de España, de Francia (país que no ha terminado de reconciliarse con Argelia por la guerra y el periodo colonial), los EEUU, del Reino Unido, de las monarquías de los países del Golfo Pérsico y de decenas de países africanos (cuarenta y uno de estos retiraron el reconocimiento de la RASD como Estado), con países latinoamericanos, así como los acuerdos comerciales establecidos desde el 2000 (ampliados en el 2016 con la visita del rey Mohamed VI al Kremlin), con Rusia (país, amigo de Argelia, que ha criticado la decisión de Donald Trump respecto a la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara) y, asimismo, con China (país que le entregará vacunas anti Covid).

De esa forma, el objetivo de que el Sáhara sea reconocido internacionalmente como territorio marroquí (“cuestión existencial”) se ha ido logrando por las relaciones privilegiadas aludidas, junto a su cooperación con Israel desde los años 60 y el reciente acuerdo establecido con los EEUU bajo la presidencia de Donald Trump; en ello prima, cara a Occidente, sin ser un país importante en recursos económicos, la posición estratégica de Marruecos en el estrecho de Gibraltar (control y vigilancia), la facilidad de paso por su espacio aéreo caso de guerra y ser país clave en el control de los flujos migratorios hacia Europa desde África. El precio a pagar por sus ayudas: el Sáhara.

Biden Mohamed VI

Encuentro en 2014 entre Joe Biden, vicepresidente durante la Administración Obama, y el rey de Marruecos Mohamed VI. Alcanzada la presidencia, no parece que Biden tenga ninguna prisa en revertir la línea política inaugurada por Donald Trump en su apoyo a la política de Marruecos respecto al Sáhara Occidental. © David Lienemann.

Acuerdos que han proporcionado a Marruecos, a pesar de la actual presión armada saharaui (“su” guerra) una sensación de euforia y de poderío geopolítico y geoestratégico como no había alcanzado antes, razón de su beligerante y contundencia diplomática con todos aquellos países que se manifiesten en contra de su tesis soberanista (ahora avalada por los EEUU) sobre el Sáhara Occidental; y más, al conseguir aumentar su presencia diplomática en Latinoamérica logrando que algunos países que anteriormente reconocieron a la RASD dejaran de hacerlo y que otros apoyen su tesis del proyecto de autonomía para el Sáhara frente al del referéndum (además, en los últimos cinco años las embajadas latinoamericanas en Rabat han crecido de cinco a doce).

En este contexto de “batalla diplomática” entre Rabat y la RASD, la búsqueda por parte saharaui del reconocimiento de su existencia ha sido constante (en la actualidad reconocen la RASD más de 80 países, entre los que no figuran ni España ni la UE) tanto desde niveles culturales, académicos, sociales de amistad, diplomáticos (con apertura de delegaciones y asociaciones de amistad) por todo el mundo aunque con resultados de más bajo nivel que los alcanzados por Marruecos, así como desde el desarrollo de campañas internacionales de recogida de firmas (en especial en España), la última durante la actividad bélica el 26 de enero de 2021, con un manifiesto bajo el lema “El Sáhara no se vende”, en el que denuncian toda explotación de sus recursos y los ataques a sus derechos. Asimismo, en la actualidad, ha buscado que la prensa internacional rompa el silencio marroquí respecto a su política expansionista y a la guerra, y que la comunidad internacional reaccione ante la ola de represión violenta que los saharauis de los territorios ocupados están sufriendo por parte marroquí como forma de represalia al conflicto armado. Acciones diplomáticas que se están viendo intensificadas actualmente con un periplo de encuentros diplomáticos con las fuerzas políticas europeas (entre ellas las españolas), junto a la presencia explicativa de la situación en todo tipo de foros por parte de dirigentes saharauis.

En concreto, en ese caminar, el Frente Polisario sigue buscando por todas las vías posibles, amén de sus hostigamientos armados, la manera de que Marruecos pierda la paciencia e intervenga abiertamente en el conflicto o bien que la comunidad internacional inste a Rabat a atender cuanto antes su permanente solicitud avalada por la ONU de referéndum. Con tan finalidad ha denunciado:

  • Ante la ONU el no haber designado un enviado especial a la zona para resolver el contencioso RASD-Marruecos; puesto vacante desde 2019, que caso de ser cubierto permitiría a la ONU tomar las riendas de la búsqueda de solución al contencioso. Denuncia que parece haber surtido efecto dado que, a finales de agosto de 2021, ha sido nombrado el ruso Alexander Ivanko, con experiencia previa en el asunto como jefe de Gabinete de la MINURSO desde 2009.
  • Ante la comunidad internacional la continuada represión marroquí ejercida por las “autoridades de ocupación” sobre los activistas saharauis de los territorios ocupados (y sobre los no saharauis afines), hechos que, en casos concretos, están siendo investigados por la organización internacional Human Rights Watch (HRW) y que no han sido reconocidos por las autoridades marroquíes. Acción sobre dichos activistas a la que hay que sumar aquella, generalmente la expulsión del país, aplicada a algunos activistas foráneos “molestos” a Rabat; caso, por ejemplo, entre otros, de Helena Maleno, activista española especializada en migración y fundadora de la organización Caminando Fronteras quien ha denunciado a Marruecos por su “violenta” deportación a España tras dos décadas de vida en el país (expulsiones que se siguen produciendo en la actualidad junto al rechazo a la entrada en el país de simpatizantes a la causa saharauis).
  • Asimismo, ha denunciado el silencio, las mentiras y falta de información sobre la guerra por parte de Marruecos (y de una gran parte de la comunidad internacional), lo que ha activado el desarrollo de los medios de comunicación saharauis al efecto para responder adecuadamente a la guerra mediática. Como ejemplo valga el nacimiento el 24 de marzo de 2021 del Twiter Voz Saharaui como “la ventana (una más) del Sáhara Occidental al mundo rompiendo el bloqueo mediático” a que se encuentran sometidos tras la rotura del alto el fuego. Así, según los saharauis, con este “ambicioso proyecto comunicativo [pretenden] ofrecer información rigurosa y profunda para ayudar a la batalla comunicativa que también se libra por la libertad del Sáhara Occidental.
  • Ha denunciado también la venta de armas a Marruecos en plena guerra (acusando también a España).
  • Así como la continuada explotación de los recursos de dichos territorios por parte de diversas empresas internacionales (entre ellas algunas españolas) con el beneplácito marroquí (empresas a las que avisan del peligro que corren al estar ubicadas en territorio en guerra; último aviso a primeros de octubre). En este terreno dos recientes sentencias del Tribunal de Justicia de la UE (TJUE), impidiendo que pescadores de la UE puedan faenar con permisos marroquíes en aguas de Sáhara y que las exportaciones agrícolas procedentes del Sáhara queden excluidas de aranceles preferenciales de la UE, avalan la posición saharaui respecto a la explotación indicada.

Al tiempo, han sugerido un cambio de estrategia (que no concretan) “con nuevas operaciones militares especiales de fondo y calidad militar” con la adquisición de nuevas tecnologías de armamento; advierten, al régimen marroquí que “lo peor y más duro de la guerra está aún por llegar”. Amenazando al mismo tiempo con una posible extensión del conflicto a la región magrebí con la presunta intervención armada de algunos países norteafricanos (asunto sin confirmar).

Asimismo, apremian al Gobierno español a través de la sociedad española, declarada amiga del pueblo saharaui, para que se ponga de su lado dejando de hacer caso a los “chantajes” de Rabat; y, presionan diplomáticamente a países de la UA, UE… para que rechacen la declaración de Trump relativa a la soberanía marroquí sobre el territorio sahariano de la RASD y declaren ilegales los consulados establecidos en los territorios ocupados, dado que el nuevo presidente de los EEUU, Joe Biden, aún no ha rechazado tal declaración, ni parece que lo vaya a hacer ante la reciente (a primeros de mayo) postura de la administración Biden, sin planes para revertir la declaración de Trump, reconociendo el Sáhara Occidental como marroquí.

Un indicio de lo afirmado parece el anuncio de las maniobras anuales “Africa Lion” (León africano), organizadas habitualmente entre los EEUU y Marruecos en este país, que se desarrollarían en 2021, entre el 7 y el 18 de junio, por primera vez, según Marruecos, en los territorios ocupados (aspecto muy difundido por la prensa marroquí) alcanzando las localidades de Mahbes (localidad próxima al muro que ya fue bombardeada por los saharauis), Tantan y Agadir. Maniobras que, en este caso, por el supuesto lugar de la acción y la presencia de fuerzas de los EEUU y otros países, supondrían la no intervención armada por parte del Ejército saharaui en la zona para evitar un conflicto internacional. Hay que tener en cuenta que el logo de tales maniobras, preparado por Rabat, presenta un mapa que engloba el territorio saharaui. No obstante, las fuerzas saharauis no han dejado de actuar, según sus partes de guerra, sobre Mahbes, con el presunto objetivo de prohibir o limitar las maniobras aludidas. Maniobras que al final, según el portavoz del Comando Central de AFRICOM, se celebraron al norte de la frontera entre Marruecos y los territorios saharauis ocupados (50 km al oeste de Tinduf) sin alcanzar los susodichos territorios ocupados. España, por su parte, en plena crisis diplomática con Marruecos, declinó la invitación norteamericana de participación en tales ejercicios militares.

Africa Lion 2021 Marruecos

Efectivos del Ejército de los EEUU y del Real Ejército de Marruecos durante una maniobra conjunta a bordo de un CH-47 Chinook en Tifnit, Marruecos, 14 de junio de 2021. El mayor ejercicio conjunto del U.S. Africa Command, Africa Lion 2021 se desarrolló en Marruecos, Túnez y Senegal del 7 al 18 de junio de 2021 y en él participaron 7000 efectivos de nueve naciones y de la OTAN. A pesar de lo anunciado inicialmente por Marruecos, estas maniobras finalmente no tuvieron lugar en los «territorios ocupados» del Sáhara Occidental. © U.S. Army photo by Spc. Brendan Nunez

En esta situación, la respuesta saharaui a la “marroquinización” del Sáhara por parte de los EEUU no se hizo esperar solicitando internacionalmente que dicho país respete lo establecido por la ONU, declarando que tal reconocimiento es una flagrante violación del Derecho Internacional, al tiempo que denuncia como error la instalación de un Consulado de EEUU en Dajla y moviliza en el ámbito internacional a todos aquellos, incluido los norteamericanos expolíticos de cierto nivel, que están a favor de la autodeterminación del Sáhara, en la espera de que el nuevo presidente Joe Biden modifique las decisiones adoptadas por Donald Trump.

Conflicto en el que España, a pesar de las continuas indicaciones de que tiene una responsabilidad histórica y jurídica en el Sáhara Occidental, incluso por la ONU que reconoce a dicho país como “potencia administradora”, se ha puesto al lado de la UA, UE, ONU y Minurso, apelando a los contendientes a hacer prueba del sentido de la responsabilidad y de contención, al objeto de buscar una salida política y pacífica al conflicto actual, así como al contencioso de base mediante el desarrollo de un referéndum de autodeterminación.

Manifestaciones que a la parte saharaui le son indiferentes ya que no esperan nada de España (a pesar de haber sido tiempo atrás su 53 provincia) en la consideración de que está sujeta al chantaje marroquí; chantaje que, lógicamente, niega la actual embajadora de Marruecos en España, Karima Benyoich, apuntando que tal acusación no es realista ya que Marruecos no es un país oportunista, que no es fácil detener a las mafias, que Marruecos tiene también una presión migratoria muy alta, y que es un país de acogida con unas políticas de migración y asilo que han regularizado a miles de personas. No obstante, a pesar de tal manifestación, hay que contar, por parte marroquí, con las acciones de influencia bajo presión ejercida por las migraciones masivas de ilegales sobre Canarias y sobre las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla (negadas como españolas por Marruecos) buscando provocar una crisis político social como forma de desviar la atención sobre el conflicto con los saharauis.

Añadir a lo expuesto el retraso de la Reunión de Alto Nivel (RAN) España-Marruecos que estaba prevista para el 17 de diciembre de 2020, bajo el pretexto de la pandemia ocultando así su verdadera razón: la oposición marroquí “ultrasensible” a las consideraciones españolas, en boca de la, en aquel momento, ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, respecto al conflicto saharaui apoyando las resoluciones de la ONU y las del entonces viceministro, Pablo Iglesias, a favor de los saharauis, así como, haber acogido, en pleno conflicto al líder del FP, por razones estrictamente humanitarias (hecho silenciado por los saharauis y por España); líder que, además, tiene causa abierta en la Audiencia Nacional por torturas y desapariciones de disidentes en los campos de refugiados entre 1976 y 1987 (acusaciones vertidas en su día por la Asociación Saharaui de Defensa de los Derechos Humanos y por la Asociación Canaria de Víctimas del Terrorismo) y por la que fue convocado a declarar.

Situación de conflicto en la que España no ha aportado soluciones diplomáticas originales, pero que empuja a tomar cuenta del problema tras cuarenta y tres años de inacción; así, tras la investidura de Biden, la ministra de Asuntos Exteriores y Cooperación, en funciones en aquel momento, Arancha González Laya, sin pedir a los EEUU el cambio de postura sobre la decisión de la administración de Donad Trump afirmando la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara, pidió se retomara el proceso del Sáhara y que la ONU nombrara ya un enviado especial para dicho territorio en situación de vacante desde hace 18 meses. Postura que ha sido respondida, indirectamente, por Marruecos, con la sugerencia de que sus relaciones con España dependen de que el Gobierno español “emule a EEUU” respaldando con claridad su propuesta de solución para el Sáhara: una autonomía limitada bajo la soberanía de Marruecos

No obstante, la situación expuesta ha cambiado un tanto ante la reciente (finales de enero de 2021) indicación de la entonces ministra de Asuntos Exteriores, admitiendo por primera vez la existencia de un enfrentamiento bélico entre los ejércitos saharaui y marroquí, al tiempo que, preocupada por el conflicto, dice apoyar los esfuerzos de la ONU para solucionar el fin del mismo (afirmaciones recogidas con satisfacción por el portal ESaharoui).

Así pues, España, considerando de momento que la administración Biden no dará marcha atrás de forma completa respecto a los planteado por Trump, sigue, como vemos manteniendo su tradicional política de neutralidad positiva, dando la impresión, en ocasiones, de que está a favor de Marruecos (y por lo tanto en divergencia con los saharauis) y en otras en su contra, dependiendo de la presión que ejerza Marruecos, que mantiene contra viento y marea su postura de anexión de la excolonia española, postura que no parece que vaya a cambiar.

En el lado marroquí de la balanza, el debate sobre Ceuta y Melilla, el control de la inmigración de irregulares desde su país, el apoyo para la prevención de ataques terroristas y la Reunión de Alto Nivel (RAN), y para equilibrar, la espera de que España cambie de posición y apoye la tesis soberanista marroquí sobre el Sáhara reconocida en su día por el expresidente de los EEUU, Donald Trump.

Así, no extraña que, tanto Marruecos como la RASD, pidan a España claridad en cuanto a su posicionamiento en la actual situación. Y más, en su momento, parte marroquí al saber que el líder del Frente Polisario, Brahim Gali, en pleno conflicto, ingresó enfermo de Covid en un hospital español.

Actitudes todas que, en su conjunto, al menos de momento, parecen quitar hierro al conflicto armado abierto, llegando a pensar que los planteamientos saharauis, expuestos como objetivos a alcanzar con el mismo, no sean tan viables como el Frente Polisario presupone en sus canales de comunicación; tanto que, en diferentes medios se ha llegado a hablar de “fracaso saharaui” o de “la última batalla perdida del Frente Polisario”.

No obstante, así las cosas, fuera de las realidades e hipótesis planteadas, habrá que esperar a que la evolución de los acontecimientos nos presente la valoración exacta de los resultados que alcanzan cada una de las partes en conflicto.

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