Cuando estalló la Primera Guerra Mundial el verano de 1914, todos los generales alemanes pusieron la mirada en Francia. Aquel era el enemigo que, según sus planes de guerra, debía ser derrotado primero, para luego poder volcar todas sus fuerzas a la destrucción del coloso ruso. Entretanto, ninguno quería mirar hacia atrás, por miedo a que de Prusia Oriental solo llegaran malas noticias, porque mientras el grueso de las fuerzas armadas alemanas destruía a los enemigos occidentales, una única formación, el Octavo Ejército, debía contener a la apisonadora del zar. A priori, era una misión sin esperanza. Superior en número, el Frente del Noroeste ruso debía de ser capaz de acabar con las tropas enemigas o, al menos, arrojarlas al otro lado del Vístula, en apenas unas semanas. Todo se torció cuando las carencias de los generales rusos chocaron con la habilidad maniobrera de los alemanes. Gumbinnen, Tannenberg y los lagos Masurianos fueron las tres batallas que marcaron la campaña de Prusia Oriental de 1914. Cuando el alto mando alemán dejó de mirar hacia Occidente y se volvió hacia el este, todo había sucedido al revés. Francia aguantaba, pero la apisonadora rusa había sido desbaratada por completo.
Rusia y Alemania. Dos imperios frente a frente por Matthias Strohn (University of Buckingham)
Tradicionalmente, Alemania y Rusia habían mantenido unas relaciones mayoritariamente
buenas durante los siglos anteriores a la Primera Guerra Mundial, y a partir de la unificación del Imperio alemán en 1871 los lazos que les unían se vieron reforzados por una serie de tratados internacionales y acuerdos promovidos por Otto von Bismarck. Sin embargo, la reorientación de la política exterior alemana en la década de 1890 provocó un distanciamiento y una aproximación entre Rusia y Francia, no solo en lo político sino también en el campo de las finanzas y de la planificación militar. Esta situación generó en Alemania una mentalidad de cerco que, a su vez, influyó en su planificación militar previa a 1914. La historia de las relaciones germano-rusas anteriores a la Gran Guerra está llena de virajes y cambios, con periodos de cooperación, incluso de amistad, que se alternaron con otros de guerra y conflicto.
Planes de guerra y movilización por Holger Herwig (University of Calgary)
La llamada “ilusión de la guerra corta” se concibió para esconder la verdadera naturaleza del combate en la era de las máquinas, y todos los planes respondieron al tipo que hoy denominamos “de contingencia”: reflexiones teóricas de los estados mayores profesionales que solo se convertirían en reales una vez aprobadas y adoptadas por el Gobierno correspondiente. El arquetipo fue, por supuesto, el plan diseñado por el jefe del Estado Mayor General prusiano, Alfred von Schlieffen, cuya proyección para el este permaneció sin cambios bajo el mando de su sucesor Helmuth von Moltke el Joven. El plan teórico del Estado Mayor General alemán se materializó entre el 15 y el 16 de agosto de 1914, cuando el Primer Ejército ruso de P. K. von Rennenkampf cruzó la frontera a la altura del curso medio del Niemen. ¿Pero cuál era la idea estratégica de los rusos? Tras la firma de la Doble Alianza austro-alemana en 1879 y la cancelación por parte de Berlín del Tratado de Reaseguro con San Petersburgo en 1890, los estrategas del Estado Mayor General ruso empezaron a elaborar planes para una guerra en dos frentes, contra Austria-Hungría y Alemania. ¿Contra quién debían concentrar sus fuerzas? ¿A cuál atacar primero? Tras la Alianza Franco-Rusa de 1894 se añadía a la ecuación la cuestión de coordinarse militarmente con París.
La batalla de Gumbinnen por Prit Buttar
Tras algunas escaramuzas fronterizas, la primera batalla entre tropas alemanas y rusas de la Primera Guerra Mundial se produjo en torno a la localidad de Gumbinnen. Aunque eran los rusos los que se adentraban en territorio enemigo, la ofensiva la desencadenó el Ejército alemán, que fue derrotado. Las primeras tropas rusas que cruzaron la frontera con Alemania el 3 de agosto fueron las patrullas de caballería. Casi de inmediato, numerosos civiles huyeron hacia el oeste y las columnas de humo procedentes de los incendios en granjas y casas se alzaron hacia aquel cielo estival. Entretanto, mientras se preparaba para desencadenar su ofensiva, Rennenkampf sufrió un serio revés. La Stavka le informó de que se iban a formar dos ejércitos nuevos al oeste de Varsovia, con la intención de progresar hacia Berlín, y que perdería dos de sus cuerpos de ejércitos regulares, recibiendo el XX en su lugar. Así, cuando cruzó la frontera el 15 de agosto, solo disponía de tres cuerpos de ejército regulares que sumaban seis divisiones. Para la maniobra agrupó su caballería en el flanco norte bajo el mando del general Husein Kan Najichevanski, con órdenes de avanzar hacia Insterburg. Sin embargo, Najichevanski ya no estaba su mejor momento y padecía de hemorroides, lo que limitaba en gran medida su capacidad de liderazgo desde primera línea, e iba a pasar la mayor parte de la campaña intentando comandar las operaciones desde su cuartel general, progresivamente desconectado de los acontecimientos.
Tradición contra progreso. La reforma del Ejército ruso por John W. Steinberg (Austin Peay State University)
La derrota en la Guerra Ruso-Japonesa reveló la existencia de deficiencias importantes en cada uno de los aspectos de lo militar, desde el reclutamiento y el adiestramiento de tropas a los procesos de planificación, suministro y movilización. En consecuencia, las reformas abordaron los cambios necesarios desde el alto mando a las tropas en campaña. Una medida inmediata fue la creación del Consejo de Defensa del Estado en 1905 con el fin de emular el Consejo Militar de los alemanes. Bajo el mando del gran duque Nicolás Nicoláievich, el único Románov de su generación que había asistido a la Academia Nicoláiev de Estado Mayor, la primera finalidad de este órgano fue descentralizar las competencias del todopoderoso Ministerio de la Guerra. El segundo objetivo era proporcionar una entidad burocrática que se encargara de elaborar el proceso de toma de decisiones necesario para supervisar un sistema defensivo unificado. Además, en ese momento el jefe del Estado Mayor General ruso dejó de estar bajo el control directo del Ministerio de la Guerra, y empezó a informar directamente al zar sobre todas las cuestiones relacionadas con el estado de preparación militar. La idea era crear la figura de un todopoderoso jefe del Estado Mayor General, también al estilo alemán.
La maniobra de Tannenberg por Bruce Menning (Center for Russian, East European & Eurasian Studies)
Tres fueron los hechos que provocaron un giro en los acontecimientos tras la derrota alemana en Gumbinnen. En primer lugar, que Prittwitz ya había enviado los primeros refuerzos hacia el sur antes de ser relevado del mando por el general Paul von Hindemburg el 22 de agosto. En segundo lugar, que el nuevo Estado Mayor, con el general Erich Ludendorff al mando, se dio cuenta de la existencia de una ventana de oportunidad. El Primer Ejército de Rennenkampf se había mantenido estático y había perdido el contacto con el grueso del Octavo Ejército alemán, necesitado como estaba de suministros y refuerzos, mientras su caballería fracasaba de nuevo en su misión de reconocimiento. En ese momento había más de 120 km de distancia entre las dos formaciones del Frente del Noroeste y, en estas circunstancias, era posible desplegar el XVII Cuerpo y el I Cuerpo de Reserva contra el VI Cuerpo de Ejército ruso en la derecha de Samsónov. Por último, que si el XX Cuerpo de Scholtz, una vez reforzado, podía contener el centro de Samsónov al sudoeste de Allenstein, entonces el I Cuerpo de François podría atacar al I Cuerpo ruso en el ala izquierda enemiga. Así, una vez eliminados el I y el VI cuerpos rusos del tablero, los tres que permanecían en el centro (XIII, XV y parte del XXIII) podrían ser rodeados.
Victoria en los lagos Masurianos por Richard W. Harrison
Tras la inconcluyente batalla de Gumbinnen del 20 de agosto, el progreso del Primer Ejército fue extremadamente lento, pues no cruzó el río Angerapp hasta el día 23. El lánguido avance ruso permitió que las fuerzas alemanas, ahora bajo el mando del equipo formado por Paul von Hindenburg y su enérgico jefe de Estado Mayor, Erich Ludendorff, aprovecharan la desarrollada red ferroviaria prusiana para desplazar el grueso del Octavo Ejército contra Samsónov en el sudoeste. En una fecha tan tardía como el 25 de agosto, Rennenkampf informaba al general Yakov Grigórievich Zhilinski, comandante del Frente del Noroeste, que todo estaba relativamente tranquilo en su sector, por lo que podía permitirse una pausa. Para colmo, dadas las pésimas condiciones de las comunicaciones rusas, Zhilinski no disponía de una noción clara de la situación, por lo que no hizo nada por acelerar el avance del Primer Ejército. Al día siguiente de su impresionante victoria en Tannenberg, el mando alemán tomó la única decisión sensata: virar con el grueso de sus fuerzas contra Rennenkampf. El Estado Mayor General formuló el día 31 de agosto el objetivo de forma resumida: “La primera tarea del Octavo Ejército es expulsar al ejército de Rennenkampf de Prusia Oriental”.
El mito de Tannenberg por Michael Epkenhans (Militärgeschichtliches Forschungsamt der Bundeswehr)
Aunque el campo de batalla se extendía por un amplio territorio de la provincia más oriental de Alemania, más concretamente en torno a Gilgenburg, Ortelsburg y Neidenburg, la acción no tardó en recibir el nombre de la pequeña localidad de Tannenberg. En la memoria de los alemanes había sido allí donde los ejércitos de la orden medieval de los caballeros teutónicos fueron decisivamente derrotados por un ejército polaco-lituano más numeroso quinientos años atrás. Este fracaso y la onerosa paz que siguió detuvieron el avance alemán en el este de Europa durante muchas décadas. Además, no hacía demasiado, en 1910, que la población polaca había conmemorado este acontecimiento en Cracovia, que por aquel entonces seguía formando parte del Imperio austrohúngaro, hecho que provocó entonces un enorme resentimiento en Alemania. Que cuatro años más tarde se denominara a la batalla como Tannenberg podía parecer una genialidad, pues ofrecía un modo de superar este recuerdo a pesar de que la victoria se hubiera obtenido contra los rusos, cosa que no tenía demasiada importancia pues a fin de cuentas, estos eran la representación suprema de lo eslavo.
Y además, introduciendo el n.º 44: Los piratas del sur de Filipinas por María Belén Bañas Llanos (Universidad de Extremadura)
Desde que España llega a las islas, hay constancia documental de las prácticas piráticas en el sur del archipiélago, que los gobernantes locales venían practicando desde antiguo, ya que el comercio de esclavos era símbolo de poder y enriquecimiento económico. Este tráfico humano, y sus consecuencias para la población, lo combatió España desde el inició de su colonización estableciendo, incluso, convenios con sultanes y dattos, de los que nunca llegó a fiarse, aunque tuvieron momentos de colaboración. Los sultanes ejercían autoridad sobre grandes comarcas y gobernaban con el consejo de los dattos (especie de líderes locales) a través de un complejo sistema de alianzas de los que recibían rentas en calidad de tributos. Los súbditos de los sultanatos de Mindanao y de Joló vivían bajo la jurisdicción de un datto, en pueblos llamados “rancherías”, defendidos por una especie de fortaleza con forma de cuadrilátero que realizaban con troncos de árboles, piedras, tierra y arena y con una altura aproximada de 3 a 4,5 m, que llamaban cottas, donde vivía un sacerdote o pandita, con traje y turbante completamente blancos, cuya única ocupación era leer el Corán.