El año 1066 el cometa Halley se aproximó a la Tierra, invocando en los corazones de muchos el mayor de los terrores ya que, según una creencia extendida, su presencia era augurio inequívoco de una calamidad inminente. Y en efecto, ese fue el caso para un rey, Haroldo de Inglaterra, tuvo que afrontar en aquella señalada fecha dos gravísimas amenazas a su poder: el ataque de los vikingos a su reino desde el norte y, al poco tiempo, la invasión de guerreros normandos que hizo lo propio por el sur. Quien estaba destinado a ser el último rey anglosajón logró repeler con éxito la primera amenaza, pero en el disputado y épico enfrentamiento en la batalla de Hastings, fue el duque normando Guillermo, llamado el Bastardo, quien le arrebató la vida y la corona, cambiando para siempre el destino de Inglaterra.
La Inglaterra anglosajona por Levi Roach (University of Exeter)
A su llegada al trono de Inglaterra, en 1042, Eduardo el Confesor heredó un reino relativamente joven. Ciertamente, ya desde los siglos V y VI se habían asentado gentes de habla inglesa en el sur del país, pero en origen formaron una miríada de pequeños reinos, en torno a una treintena según algunos cálculos. A finales del siglo VIII y principios del IX se fundieron en cuatro grandes Estados: Wessex, Mercia, Anglia Oriental y Northumbria. En ocasiones uno de estos reinos se imponía sobre los restantes, pero en ningún caso se trató de unirlos para formar un Estado unitario.
La crisis sucesoria de 1066 por Yeyo Balbás (El Clan del Cuervo)
Durante la llamada Era Vikinga, Escandinavia había experimentado un paulatino aumento del poder regio, tanto en la legislación y el control de la economía como en la capacidad de reclutar levas. A medida que el poder militar y económico se concentraba en la monarquía surgieron tres grandes reinos, siendo el primero Dinamarca, el territorio más poblado. La situación en Britania no era muy distinta y el mosaico de reinos surgido de las invasiones de sajones, anglos y jutos (véase Desperta Ferro Antigua y Medieval n.º36: el rey Arturo) adquirió una cierta unidad en época de Alfredo el Grande, por oposición a la conquista danesa iniciada en 865. La “heptarquía anglosajona”, dominada por siete grandes reinos, pasó a llamarse Angelcynn.
El Ejército anglosajón en la víspera de la batalla de Hastings por Ryan Lavelle (University of Winchester)
Para muchos, a resultas de los sucesos de 1066 Inglaterra fue arrastrada, entre gritos y pataleos, a la Europa feudal del siglo XI. El influyente historiador R. Allen Brown, un antiguo oficial de caballería durante la Segunda Guerra Mundial, subrayó las “superiores técnicas militares y mando” de los normandos, y, aunque reconocía la bravura de los anglosajones en Hastings, se minusvaloraba su sofisticación en lo que respecta a la organización y llevanza de la guerra.
El Ejército normando: armamento y dinámicas de combate por Matthew Bennett (Royal Military Academy Sandhurst)
El historiador moderno tiene la enorme fortuna de contar con una gran cantidad de documentación acerca de las acciones militares de los normandos. Sus conquistas estimularon la redacción de numerosas crónicas y textos biográficos que encomiaban a sus grandes líderes, y les forjaron un aura de superioridad militar sobre cualquier otra nación, algo en buena medida merecido.
La batalla en el puente. Cuando Haroldo Hardrada se enfrentó a Haroldo Godwinson por Kelly DeVries (Loyola University Maryland) y Michael Livingston (The Citadel)
El rey noruego Haroldo Sigurdson, llamado Hardrada (Haraldr Sigurðarson harðráði en nórdico antiguo), que oteaba el horizonte desde su campamento en la ladera en Stamford Bridge en la mañana del 25 de septiembre de 1066, era posiblemente el guerrero más viajado en Europa. Su aliado aquel día, Tostig Godwinson, conde de Northumbria en el exilio y hermano menor del rey de Inglaterra, también podía considerarse un hombre de mundo.
La batalla de Hastings por Matthew Bennett (Royal Military Academy Sandhurst)
La invasión de Inglaterra por el duque Guillermo de Normandía en 1066 condujo a la batalla de Hastings, librada el 14 de octubre, que se saldó con la muerte del rey Haroldo y la masacre de su ejército. Pero una batalla no hace una conquista, y fueron precisos siete años más de lucha para doblegar definitivamente el reino. Todo había comenzado con una disputa sucesoria.
La formación de la Inglaterra normanda por Mark Hagger (Bangor University)
En muchos sentidos, la Inglaterra normanda no resultó demasiado diferente de la anglosajona, porque, después de 1066, ni el rey Guillermo ni sus sucesores y partidarios se propusieron llevar a cabo cambios radicales, con la clara excepción de la Iglesia.
Y además, introduciendo el n.º 61: Celtas en el suroeste peninsular: del Alentejo a la Beturia por Luis Berrocal-Rangel (Universidad Autónoma de Madrid)
Hablar de los pueblos célticos que habitaban el suroeste peninsular es empezar por citar una de las más afortunadas referencias dejadas por los escritores romanos, la debida a Plinio el Viejo, quien escribió: “La región que se extiende más allá de la del Guadalquivir (Baetis), hasta el Anas (Guadiana), se llama Baeturia y está habitada por dos pueblos (gentes): los célticos, que proceden de Celtiberia y llegaron a través de la Lusitania, y esto se demuestra en sus creencias, en su lengua y en los nombres de sus oppida, que se diferencian de la Bética por sus apelativos: Seria, conocida como Fama Julia, Nertobriga Concordia Julia, Segida Restituta Julia, Ugultunia que con Curiga es Contributa Iulia, Lacimurga Constancia Julia” y otros más, todos ellos con topónimos celtas.