Operación Sonnenblume. Bautismo de fuego del Afrikakorps

Una columna alemana de Pz.Kpfw. II y Pz.Kpfw. III cruza el 21 de marzo de 1941 el arco de los Filenos, construido en 1937 por los italianos en la Vía Balbia en el límite entre Tripolitania y Cirenaica, durante la Operación Sonnenblume. Este cruce significaba que las tropas de Rommel asumían la ofensiva e iban al encuentro de los británicos, apostados en Mersa Brega después de barrer a los italianos de Cirenaica. El monumento, desmantelado décadas después por Muamar el Gadafi, aludía a los altares de los Filenos que, según las referencias clásicas, marcaban los límites del poder de Cartago. En el siglo XX, en un contexto imperialista del régimen de Mussolini, el arco simbolizaba de algún modo los límites de la “civilización”. Colección del Bundesarchiv. © Bundesarchiv, Bild 101I-782-0009-01A / Moosmüller, 1941

El 7 de diciembre de 1940 la RAF bombardeó los aeródromos italianos hasta Trípoli. El ataque del comandante británico Richard O’Connor, que comenzó el día siguiente, enfrentó sus dos divisiones contra nueve italianas. A pesar de su clara inferioridad numérica, los británicos arrollaron sucesivamente las fortalezas enemigas apoyados por los ataques de la RAF y el fuego de la Royal Navy. Aunque la artillería italiana se empleó con valentía, buena parte de la infantería, poco motivada y mal dirigida, se rindió o huyó hacia el desierto. Los británicos avanzaron tan rápido que hasta las guarniciones italianas más distantes fueron tomadas por sorpresa y en ocasiones se rindieron sin combatir. Para las navidades de 1940, la primera de las muchas columnas de abatidos prisioneros italianos marchaba hacia El Cairo, a un precio de 624 bajas británicas, junto a seis bombarderos Blenheim y seis cazas. La victoria británica animó al presidente Franklin Roosevelt a sacar adelante en el Congreso la ley de Préstamo y Arriendo en marzo de 1941, pero también convenció a Hitler a enviar a la Luftwaffe al Mediterráneo y ordenar los preparativos de la Operación Marita, la invasión de Grecia y los Balcanes, tres días después.

No contento con limpiar Egipto de italianos, Churchill ordenó a sus generales aprovechar la confusión enemiga para avanzar hacia la Cirenaica, con la esperanza de que Libia cayera en sus manos. La ruta de avance evidente era la Litoranea, también conocida como Vía Balbia, la carretera de la costa terminada en 1937 que iba desde El Cairo hasta Túnez. Sin embargo, los británicos se vieron lastrados por la falta de transportes, la necesidad de alimentar a un número inusitado de prisioneros de guerra italianos y la ausencia de bases aéreas avanzadas para apoyar la ofensiva. Graziani abandonó Sollum y se retiró con sus cuatro divisiones a Bardia, pero el día 4 los australianos se abalanzaron sobre ellos. Pronto 40 000 estupefactos soldados italianos se hacinaban en rediles de alambre de espino. Los australianos sumaron 456 bajas.

El 21 de enero los australianos conquistaron Tobruk, que arrojó otros 25 000 prisioneros, 208 cañones, 87 carros de combate y otros 200 vehículos capturados. La inteligencia británica había descubierto que los italianos habían decidido abandonar Bengasi y el 29 de enero, mientras evacuaban Derna bajo el bombardeo británico, O’Connor ordenó a la 7.ª División blindada ejecutar una brillante y temeraria marcha a lo largo de 240 km de desierto inexplorado para cortar la carretera de la costa al sur de Bengasi hacia Trípoli, donde 29 tanques medios británicos Mark III Cruiser contuvieron a un centenar de carros italianos.

El historiador Klaus Schmider ha denominado Compass como “una de las campañas militares más radicalmente desigual de la historia actual”. Diez divisiones italianas sucumbieron al ataque de dos divisiones reducidas británicas. Cerca de 130 000 soldados fueron capturados, junto a cientos de tanques, vehículos y cañones, al precio de 500 británicos muertos, 1373 heridos y 55 desparecidos, y O’Connor pudo transmitir a su superior, Archibald Wavell: “zorro cazado en campo abierto”.

El zorro del desierto

El éxito de Compass avivó la urgencia de los preparativos alemanes para intervenir en el Mediterráneo, que se remontaban al verano de 1940. El 11 de enero de 1941 Hitler ordenó la Operación Sonnenblume (“Girasol”), la intervención de un “destacamento especial de bloqueo” en el norte de África, y el 3 de febrero explicó su decisión a los representantes del alto mando de la Wehrmacht y la Luftwaffe de enviar una fuerza acorazada de bloqueo a Trípoli: Libia era irrelevante militarmente, pero su pérdida podría poner en riesgo la pervivencia en el poder de Mussolini y dar libertad a las tropas británicas para operar en el sur de Francia y los Balcanes. La Luftwaffe intervendría inmediatamente atacando Malta para permitir la travesía a Trípoli de la 5.ª División motorizada ligera, bajo el mando del general Johannes Streich, a la que seguiría una división Panzer. La primera opción de Hitler para “comandante en jefe de las tropas alemanas en Libia”, Erich von Manstein, fue descartado en favor de Erwin Rommel, uno de los héroes de la batalla de Francia, “que sabe cómo inspirar a sus tropas”. El 3 de febrero, Rommel fue convocado a Berlín desde Francia, donde había estado adiestrando a sus divisiones para la invasión de Inglaterra, y tres días después partió para el norte de África vía Roma con las instrucciones expresas de que “no comprometiera a las tropas alemanas en batallas innecesarias”. Sus órdenes eran establecer una línea defensiva cerca de Buyarat, en el golfo de Sirte, y usar sus tropas móviles para repeler cualquier intento de flanqueo por parte británica. Rommel estaría subordinado tácticamente al mando italiano en el norte de África. El 19 de febrero la nueva fuerza de dos divisiones, bautizada como Deutsches Afrikakorps, estaba compuesta por 13 000 soldados de la 5.ª División motorizada ligera, 18 000 hombres de la 15.ª División Panzer y otros 10 500 de la Luftwaffe.

Rommel era la quintaesencia del soldado combativo y capaz de asumir riesgos que, tras haber dominado los principios de la guerra móvil en Francia, llegó a la conclusión de que, como comandante del ejército más débil, debía mantenerse a la ofensiva para sobrevivir. En su búsqueda de una batalla decisiva por medio de una maniobra audaz y heterodoxa, Rommel se ganó el respeto y el asombro de sus oponentes; sin embargo, nunca gozó ni en el ejército ni entre los historiadores alemanes de la popularidad de que aún hoy día disfruta en el mundo anglosajón. Aunque sin duda poseía el instinto y el virtuosismo operacional de un gran comandante de campo, su arrogante ambición combinada con la incapacidad, o el desinterés, para reconocer sus limitaciones estratégicas ponían en peligro esos dones indiscutibles.

Erwin Rommel Afrikakorps

El Generalfeldmarschall Erwin Rommel con el Jagdflieger Joachim Müncheberg junto a un Heinkel He 111, norte de África, 1941. Bundesarchiv Bild 101I-432-0760-10

Su instinto de jugador, que también alcanzaba a la política, le llevó a unir sus destinos a la de la maquinaria nazi como vía de ascenso rápido para un oficial que ni era prusiano, ni Junker, ni miembro del prestigioso Estado Mayor, vivero del generalato alemán. Hijo de un maestro de escuela, compartía el desprecio de Hitler hacia la aristocracia prusiana que acaparaba los rangos superiores del Ejército. En muchos aspectos, Rommel era la persona equivocada para asumir el mando en el norte de África. Su ambición y falta de diplomacia puso en riesgo tanto las relaciones de Berlín con los italianos como los objetivos alemanes a largo plazo en el Mediterráneo. Puesto que Hitler no estaba en disposición de aportar los recursos necesarios en el Mediterráneo que les condujera hasta Suez y el golfo Pérsico, Berlín habría estado mejor servida por un general menos ambicioso, menos ostentoso y más cauto para contrarrestar los errores italianos de febrero de 1941 en el norte de África. Dada la obsesión de Hitler con derrotar a la Unión Soviética, su reticencia a arriesgarse en el Mediterráneo, la debilidad de los aliados italianos y la incapacidad para llevar a cabo operaciones combinadas y conjuntas en un entorno marítimo, la Wehrmacht jamás tuvo posibilidades reales de amenazar la posición británica en Oriente Medio, pero la decisión de Rommel de adoptar la ofensiva contribuyó a revolucionar la trascendencia de la guerra en el norte de África y a transformar el Mediterráneo en un teatro crucial en el conflicto europeo.

Los objetivos alemanes en el Mediterráneo, limitados a mantener a Mussolini en el poder y confinar la guerra a la costa norteafricana, precisaban solo de alcanzar un punto muerto, no de una victoria: capturar Malta, adoptar una posición defensiva en Tripolitania para acortar la línea de abastecimiento a través del Mediterráneo y el norte de África, y transformar el desierto occidental en otro “frente olvidado”, la Birmania del teatro europeo. El último interés del Eje era situar el campo de batalla allí donde el combustible, el poder naval y una base casi inexpugnable en el delta del Nilo inclinaban casi todas las ventajas estratégicas inherentes hacia los británicos, y en esa situación, estos terminarían por imponerse con tan solo evitar ser derrotados. Cuando el agregado militar alemán en Roma, el general Enno von Rintelen, se quejó de que “Rommel no era un buen estratega”, expresaba el punto de vista del Estado Mayor de que, desde el principio, el objetivo primordial de este era encumbrar su propio nombre. Para el jefe del Estado Mayor alemán, Franz Halder, el objetivo alemán debía ser la estabilización del frente libio para posponer la inevitable derrota de los italianos en el norte de África hasta poder ganar la guerra en otros teatros de operaciones. El éxito operacional de Rommel que terminó casi a las mismas puertas del delta del Nilo se tradujo en una serie de incursiones descomunales que situaron a Berlín en el peor escenario estratégico posible en el Mediterráneo: en palabras de un clarividente informe del alto mando alemán de 1941, combinaba “las peores condiciones imaginables para la defensa con las comunicaciones de retaguardia más complicadas”.

A la larga, el avance de Rommel a través del Mediterráneo resultó ser beneficioso para la causa aliada. Sus victorias ante ejércitos desorientados, mal adiestrados y que aún tenían que asimilar –ni hablar de contrarrestar– el superior sistema táctico y operacional alemán sirvieron de catalizador tanto para el perfeccionamiento de las aptitudes bélicas británicas como para reforzar la alianza anglo-americana, apremiada por una sensación de urgencia, y confirmar la decisión de Roosevelt de enviar tropas norteamericanas al Mediterráneo en 1942.

El segundo «handicap» de Bengasi

Recién llegado a Trípoli, Rommel empezó a reclamar más tropas. La inteligencia alemana estimaba que los británicos tenían 15 divisiones en el norte de África, mientras que él tenía solo dos alemanas y otras dos italianas bajo su mando, con las que se dirigió inmediatamente hacia el desfiladero de Mugtaa, a 700 km al este de Trípoli y solo a 40 km de El Agheila, en manos británicas. Desconocedor en teoría de que los británicos estaban trasvasando tropas del norte de África a Grecia, Rommel se vio sorprendido y espoleado por su fácil avance hacia los límites de la Cirenaica. Inmediatamente, su ambiciosa imaginación le hizo evocar la visión de conquistar el canal de Suez, pero Hitler se mantuvo firme sobre la idea de que se limitara a las ofensivas locales necesarias para proteger Tripolitania. Sin embargo, Rommel seguía convencido de que una actitud defensiva era una estrategia contraproducente que daba tiempo a los británicos. A partir del 18 de marzo, los reconocimientos de la Luftwaffe y los “agentes árabes” le informaron de que los británicos se estaban retirando de El Agheila y solo habían dejado una posición de retaguardia en el desfiladero de Mersa Brega. El general Streich tomó El Agheila y avanzó hacia Mersa Brega el 31 de marzo, un día después de que el comandante británico sir Archibald Wavell transmitiera que no veía a Rommel capaz de seguir atacando durante un mes más. Rommel asignó cada camión disponible para ir a buscar combustible al depósito avanzado de suministros cerca de El Agheila. La 5.ª Ligera empezó a pisar los talones a los británicos en retirada y conquistó Agedabia el 2 de abril. Con la 15.ª División Panzer aún desembarcando en Trípoli, y tras discutir con el comandante italiano, el general Italo Gariboldi, cuando este ordenó detener el avance, Rommel aprovechó un ambiguo mensaje del Führer del 4 de abril para considerarse autorizado a avanzar y a apropiarse, además, del mando de todas las unidades en el frente de combate.

Operación Sonnenblume. Bautismo de fuego del Afrikakorps

Mapa de la campaña del norte de África (de septiembre de 1940 a abril de 1941). Pincha en la imagen para ampliar. © Desperta Ferro Ediciones

El avance de Rommel, con la 5.ª División Ligera y las divisiones italianas Ariete y Brescia a la cabeza, puso a los británicos en una situación delicada. El tráfico de mensajes “Enigma”, a partir sobre todo de interceptaciones a la Luftwaffe, permitió trazar la acumulación de tropas alemanas en Trípoli y su despliegue de vanguardia, pero las intenciones de Rommel seguían sin estar claras. Por tanto, las tropas vencedoras en Compass fueron retiradas y reemplazadas por unidades bisoñas británicas, australianas, neozelandesas e indias, que además habían heredado una heterogénea amalgama de tanques italianos M-13 y otros tantos británicos de los que solo la mitad estaban en funcionamiento. Los australianos tenían tan pocos transportes que tuvieron que abandonar una brigada en Tobruk. El teniente general Philip Neame se dio cuenta de que solo tenía una quinta parte de las tropas necesarias para defender la Cirenaica, así como equipos de mando y transmisiones insuficientes para coordinar operaciones a larga distancia. Pero con la Royal Navy en ruta transportando cuatro divisiones británicas y australianas hacia Grecia, Wavell le dijo a Neame que “no le quedaba nada en el macuto” que ofrecerle.

En efecto, el ataque de Rommel sorprendió a los británicos antes de que pudieran reforzar sus defensas avanzadas en El Agheila, mientras que las carencias en cuanto a funciones de estado mayor, comunicaciones, inteligencia, logística y blindados dificultaba la organización de una defensa “elástica”. A pesar del reducido tamaño de sus fuerzas, el avance de Rommel resultó imparable. Conforme avanzaba hacia Bengasi, Wavell apenas tenía informes que le permitieran disipar los optimistas supuestos operacionales en los que se había basado la decisión de dirigirse a Grecia. Las interceptaciones de mensajes “Enigma” informaban sobre las órdenes de Berlín que instaban a Rommel a mantenerse a la espera. Desgraciadamente, los italianos habían fortalecido sus códigos y en esta etapa de la guerra los británicos eran incapaces de descifrar las transmisiones de la Wehrmacht. En todo caso, el colapso británico en la Cirenaica fue tan fulminante que, aun en el caso de haber recibido informes de inteligencia, las tropas habrían sido incapaces de aprovecharlos.

El empuje de Rommel en Cirenaica desató lo que los británicos denominaron el “segundo ‘hándicap’ de Bengasi” (N. del T.: entendido hándicap en su sentido primario, competición deportiva, generalmente hípica, en la que se imponen desventajas a los mejores participantes para igualar las posibilidades de todos). Wavell trajo de nuevo a O’Connor el 3 de abril para que le “asesorara” después de haber perdido la confianza en Neame, lo que dividió al mando británico e hizo que sus reacciones resultaran improvisadas, indecisas y tardías. Wavell creía, erróneamente, que Bengasi podría marcar el límite del avance de Rommel, basándose en el cálculo impreciso de que este no podría mantener a un número elevado de tropas a casi 1100 km de Trípoli. Rommel explotó aún más el desconcierto enemigo y construyó falsos tanques de señuelo sobre vehículos Volkswagen para hacer creer al reconocimiento aéreo británico que contaba con un nutrido elemento acorazado, y empleó todos los camiones disponibles en una cadena de abastecimiento hasta el Arco dei Fileni (el Arco de los Filenos), su depósito avanzado en Tripolitania, para abastecerse de combustible y suministros. Por su parte, el fracaso de Wavell a la hora de establecer depósitos de combustible y municiones en vanguardia le llevó a tener que abandonar muchos tanques. Haciendo gala de la flexibilidad operacional alemana, Rommel dividió sus tropas en cuatro columnas, tres de las cuales avanzaron por el interior a través de las elevaciones de la Cirenaica hasta converger en Mechili, mientras la cuarta, compuesta por la División Brescia, perseguía a los británicos en retirada a través de la carretera de la costa.

Rommel planeaba reagrupar sus fuerzas dispersas en Mechili para después progresar hacia la costa entre Derna y Tobruk para cortar la retirada a las tropas británicas a través de la Vía Balbia. Rommel dirigía, coordinaba y reprendía a los comandantes de sus columnas desde una avioneta Storch según avanzaban penosamente a través de Cirenaica. La falta de combustible, los errores de navegación, las minas, el sobrecalentamiento de los motores a temperaturas que alcanzaban los 50º y el terreno increíblemente accidentado dispersaban y retrasaban el avance de sus tropas, dificultando la tarea de la Luftwaffe para apoyarlas o protegerlas de los ataques esporádicos de la RAF. El 8 de abril, una de sus columnas cortó la Vía Balbia en Derna, aunque demasiado tarde como para interceptar la retirada a los australianos que huyeron al santuario de hormigón y espino de Tobruk. De hecho, la pericia británica para retirarse y alcanzar Tobruk fue el único logro de la campaña para Wavell. Pero los oficiales al mando, Neame y O’Connor, no fueron tan afortunados: perdidos en el desierto, se dirigieron hacia un batallón alemán y fueron apresados. Los alemanes también capturaron al comandante de la 2.ª División blindada, 60 oficiales y 1700 hombres, además de una gran cantidad de equipo, cuando trataban de escapar hacia Mechili. Derna ofreció a Rommel los suministros de agua y combustible que le permitieron continuar su avance. Confirmando la adaptabilidad y el genio para la improvisación germánicos, Rommel reorganizo de nuevo sus tropas en un grupo de combate que combinaba elementos recién llegados de la 15.ª Panzer con la 5.ª Ligera y lo envió hacia Tobruk que, según su inteligencia, estaba pobremente defendida. Decidió atacar, tomando a los numerosos barcos británicos en su puerto como un indicador de que la guarnición estaba siendo evacuada.

Operacion Sonnenblume Afrikakorps

Un tractor semioruga tirando de una pieza de Flak, el famoso 88 mm, por el desierto líbico en abril de 1941. Esta arma fue uno de los activos más poderosos del Afrikakorps durante los combates en el desierto. Bundesarchiv Bild101I-783-0109-19.

En realidad, los buques en el puerto de Tobruk estaban desembarcando refuerzos que incluían tanques, artillería y piezas antitanque y antiaéreas. La vertiginosa reconquista de Cirenaica, que en poco más una semana se había cobrado a dos de los mandos enemigos más elevados y a un comandante de división, dejó a los británicos desconcertados. Churchill exigía que Tobruk resistiera, así que Wavell empezó a redirigir hacia allí refuerzos proyectados para Grecia. El comandante de la 9.ª División australiana, el general L. J. Morshead, un veterano de Galípoli, organizó rápidamente la defensa. La Fuerza del Desierto Occidental, germen del futuro 8.º Ejército, fue apresuradamente amalgamada a partir de dos divisiones incompletas y una brigada de Guardias para mantener la frontera egipcia.

Si Wavell estaba encontrando dificultades para concentrarse tratando de manejar simultáneamente la lucha en Etiopía, Eritrea y Grecia, mientras seguía de cerca una rebelión en ciernes en Irak, lo impresionante de su avance hizo creer a Rommel que estaba reviviendo la caída de Francia. Ebrio de victoria, erró al evaluar la creciente resistencia británica y tampoco estaba preparado para tolerar excusas de sus subordinados. Al contrario, reprendió y ultrajó a aquellos que solicitaban munición, combustible o tiempo para reparar sus vehículos y dar descanso a sus exhaustos soldados. Necesitaba Tobruk porque bloqueaba la Litoranea, su ruta hacia el Nilo, que sus tropas habían rebautizado como Rommelbahn. La posesión de su puerto era también vital para mantener el ímpetu del avance, pero sobre todo, necesitaba Tobruk para satisfacer su ego. Ubicó su cuartel general en un tráiler italiano situado en un profundo barranco, relativamente invulnerable a los ataques aéreos, y visitaba el frente en un vehículo blindado de mando capturado a los británicos, una mole sin ventanas sustentada sobre enormes neumáticos que él llamaba su Mammut.

La decisión de Rommel de conquistar Tobruk, además de ser coherente con su instintiva conducción de la campaña, no era ilógica. Como en la campaña de Francia, contaba con la desorganización de los defensores para obtener la victoria. La guarnición de Morshead sumaba unos 36 000 hombres, de los que aproximadamente dos tercios eran tropas de combate y el resto una suma de refugiados, personal de la base y prisioneros. Sus exhaustos soldados apenas tuvieron tiempo para familiarizarse con los casi 50 km de perímetro defensivo, de los que a los batallones de infantería se les asignaba un frente de 8 km.

Sin embargo, tras casi un mes de encarnizados combates (del 11 de abril al 4 de mayo) los británicos consiguieron mantener Tobruk. Churchill entendió que la Operación Sonnenblume había gastado su último cartucho, pero para evitar que Rommel retomara la iniciativa asumió el riesgo de ordenar al convoy Tiger de seis transportes rápidos escoltados por el Queen Elizabeth que surcara el Mediterráneo entre el 6 y el 12 de mayo con 300 tanques y 53 cazas Hurricane. La batalla por el norte de África se prolongaría por otros dos años. Rommel siguió deslumbrando operacionalmente y los sucesivos mandos británicos que le subestimaron pagaron un precio terrible, pero como Paulus dejó patente en su informe de conclusiones de Sonnenblume dirigido al alto mando de la Wehrmacht en Berlín, “la clave en el norte de África no es Tobruk o Sollum, sino la organización del abastecimiento”. Pero la logística del Eje era demasiado frágil como para sostener el intercambio de ofensivas en el norte de África. Mientras, los británicos, con el apoyo de Estados Unidos, reunieron una sólida infraestructura para sostener la campaña norteafricana. Los ejércitos aliados tenían mucho que aprender, pero el factor material y la superioridad logística irían desgastando gradualmente al Deutsches Afrikakorps.

Bibliografía

  • Boog, Horst et al. (2001): Germany and the Second World War, VI: The Global War: Widening of the Conflict into a Warold War and the Shift of the Initiative, 1941-1943. Oxford, Clarendon.
  • Porch, Douglas (2019): El camino hacia la victoria. La Segunda Guerra Mundial en el Mediterráneo. Madrid: Desperta Ferro Ediciones.
  • Schmider, Klaus (1997): “The Mediterranean in 1940-1941: Crossroads of Lost Opportunities?” en War and Society, 15, n.º 2 (Octubre, 1997).

Douglas Porch es Distinguished Professor Emeritus y exdirector del Department of National Security Affairs en la Naval Postgraduate School en Monterey, California, y Ph.D del Corpus Christi College de la Cambridge University. El camino hacia la victoria. La Segunda Guerra Mundial en el Mediterráneo (Desperta Ferro Ediciones, 2019) es una de sus obras cumbreseleccionada por el  Military History Book Club, History Book Club y el Book of the Month Club, recibió el Award for Excellence en el U.S. Army Historical Writing por parte de The Army Historical Foundation.

Este artículo apareció publicado en el Desperta Ferro Contemporánea n.º 4 como adelanto del siguiente número, el Desperta Ferro Contemporánea n.º 5: Deutsches Afrika Korps.

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