La isla de la esperanza. Los protagonistas
Monarcas como Haakon VII de Noruega o Guillermina de los Países Bajos, ministros como el checo Jan Masaryk, generales como el hirsuto De Gaulle, agentes secretos, científicos, espías, pilotos de caza, brillantes criptógrafos como el polaco Marian Rejewski, heroínas de la resistencia como Andrée de Jongh, rostros icónicos como el de Jean Moulin o civiles comprometidos como una jovencísima Audrey Hepburn. Estos son algunos de los personajes históricos que protagonizan La isla de la esperanza. Inglaterra, la Europa ocupada y la fraternidad de pueblos que cambió la Segunda Guerra Mundial, de Lynne Olsen.
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Haakon VII de Noruega
Tras la invasión alemana de Noruega en abril de 1940, el rey Haakon VII rechazó rendirse y aceptar la ocupación alemana como exigía el Reich. Un encolerizado Hitler ordenó a sus tropas dar caza y acabar con la vida del monarca, pero Haakon VII y su Gobierno lograron escapar de sus perseguidores y fueron evacuados de Noruega rumbo a Londres. Allí, Haakon VII se convirtió en el corazón del movimiento de resistencia noruego mientras duró la guerra.
Guillermina de los Países Bajos
Durante la guerra, la tenaz reina de los Países Bajos consumó sus sueños de infancia de lograr «grandes hazañas» como sus ilustres antecesores reales. Desde su base en Londres, la reina Guillermina evitó la capitulación de su derrotista Gobierno y, al igual que Haakon VII, sostuvo a su país en la lucha e inspiró y mantuvo unido a su pueblo a través de sus feroces intervenciones radiofónicas antialemanas en la BBC.
Leopoldo III de Bélgica
A diferencia de Haakon y de Guillermina, el joven rey de Bélgica tomó la dolorosa decisión de no abandonar su país y compartir el sufrimiento de su pueblo bajo la dominación alemana siguiendo el ejemplo de su amado padre, el rey Alberto, que permaneció en Bélgica durante la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, muchos criticaron la decisión de Leopoldo, considerando su deber continuar la resistencia belga en el exilio.
Charles de Gaulle
De Gaulle, un desconocido general de brigada antes de la debacle de su país, era el único oficial francés dispuesto a abandonar su patria y continuar la lucha contra Hitler al otro lado del Canal de la Mancha. Winston Churchill, haciendo caso omiso del sentimiento anti-De Gaulle dentro de su propio Gobierno, ofreció una calurosa bienvenida al hirsuto brigadier y su «magníficamente absurda» misión de recuperar Francia.
El conde de Suffolk
Mientras Francia se derrumbaba ante los nazis en junio de 1940, el conde de Suffolk, un intrépido aristócrata británico, protagonizó el osado rescate de algunos de los más distinguidos científicos franceses, incluyendo dos eminentes físicos que experimentaban con la fisión nuclear y que más tarde desempeñarían un papel fundamental en el exitoso desarrollo de la bomba atómica para los aliados.
Marie-Madeleine Fourcade
Marie-Madeleine Fourcade, una elegante mujer de 30 años y madre de dos hijos, tomó las riendas de una de las mayores y más importantes redes de espionaje en Francia, que proporcionó a los aliados un aluvión de informaciones al más alto nivel sobre las fuerzas alemanas que resultaría de crucial relevancia para el éxito del Día-D.
Marian Rejewski
A comienzos de los años 30, Marian Rejewski, un joven y brillante criptógrafo polaco, descifró junto con dos colegas el código de la máquina Enigma. Poco antes del inicio de la guerra, los polacos entregaron a los británicos una máquina Enigma e instrucciones sobre cómo usarla. Sin estos obsequios, es improbable que la legendaria operación de decodificación de Bletchley Park y Alan Turing hubiera cosechado resultado alguno.
Andrée de Jongh
Descrita como «una belleza, pero físicamente dura como un clavo», Andrée de Jongh fue probablemente la más valiente y famosa heroína de la resistencia de toda la guerra. Con tan solo 24 años estableció una red de extracción a través de la cual evacuó a cientos de pilotos británicos y estadounidenses derribados sobre su Bélgica natal, a través de Francia hasta la neutral España, y de ahí a la libertad.
Jan Masaryk
Hijo del fundador de la Checoslovaquia moderna, Jan Masaryk sirvió como ministro de Exteriores en el Gobierno checo en el exilio. Sus emisiones radiofónicas en la BBC, que aunaban ingenio, irreverencia y beligerancia, se hicieron extremadamente populares en su patria. Tras una visita del ministro de Propaganda del Reich, Joseph Goebbels, a un teatro de Praga, Masaryk instó a los checos a encender velas de incienso «para fumigar el lugar» en cuanto el dirigente nazi se marchara.
Jeannie Rousseau
Jeannie Rousseau, una joven de 24 años que trabajaba como intérprete de alemán para una firma francesa, también flirteaba con oficiales alemanes en París para sonsacarles información sobre las nuevas armas secretas del Reich, las «bombas voladoras» V1 y los cohetes V2. La inteligencia que esta bella parisina envió a Londres ayudó a los británicos a frustrar el plan de Hitler de usar esas armas para sembrar el terror, destruir Londres y prevenir los desembarcos del Día-D.
Audrey Hepburn
Siendo tan solo una niña, la futura estrella de cine Audrey Hepburn actuó como correo para la resistencia holandesa y, junto a su madre, proporcionó auxilio a los paracaidistas británicos que hubieron de buscar cobijo entre los civiles holandeses tras la aplastante derrota aliada en Arnhem.
Madeleine Albright
Cada noche durante el Blitz, la futura secretaria de Estado de EE.UU., Madeleine Albright, apenas una niña por entonces, se acurrucaba en la litera del refugio instalado en el sótano del apartamento de sus padres, mientras las bombas estallaban alrededor. Su padre, Josef Korbel, era el jefe de retransmisiones radiofónicas del Gobierno checo en el exilio.
Jean Moulin
Jean Moulin, un bien parecido funcionario francés de aspecto juvenil, se convirtió en la principal figura de la resistencia francesa durante la guerra. Más que ningún otro, Jean Moulin era responsable de mantener cohesionada esta heterogénea suerte de movimientos resistentes y reunirlos bajo el liderazgo de Charles De Gaulle.
Paul-Henri Spaak
Paul-Henri Spaak, funcionario de alto rango del Gobierno belga en el exilio, se convirtió en un moderno Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Durante la guerra, su beligerancia provocó divisiones dentro de su propia nación, llegando hasta el punto de acusar al rey Leopoldo de traición. Sin embargo, tras la contienda Spaak se alzó como uno de los padres fundadores de la unificación europea, trabajando incansablemente para sanar las divisiones entre las naciones europeas y unirlas en un proyecto común.