A medida que las fuerzas aliadas avanzaban desde el este y el oeste, ya desde agosto de 1944 las autoridades del campo de concentración y de exterminio de Auschwitz iniciaron la evacuación progresiva de presos y fueron eliminando las evidencias del crimen. Desmantelaron instalaciones como las cámaras de gas, hornos, cenizas de las víctimas, efectos personales y la documentación del campo. Pero solo lo consiguieron parcialmente. Todavía hoy pueden verse los impresionantes escombros de los crematorios y cámaras de gas tras su voladura por las SS. Poco antes de la liberación, entre el 17 y el 23 de enero de 1945, los nazis evacuaron a 58 000 personas durante las llamadas ”Marchas de la muerte” hacia el interior del Tercer Reich.
El 27 de enero, a la mañana, las tropas del Ejército Rojo llegaron a la ciudad de Oswiecim que se encuentra a tiro de piedra de Monowitz (Auschwitz III), donde estaba prisionero Primo Levi. Es muy aconsejable leer su texto que describe los primeros momentos de la liberación donde se visualiza el desorden, la suciedad, los muertos en la enfermería, los prisioneros buscando comida… después, avanzaron hacia el campo principal (Auschwitz I), donde se produjo un enfrentamiento con las últimas topas alemanas. Auschwitz fue liberado esa tarde, y con él unos 7000 prisioneros que habían sobrevivido en condiciones críticas debido a la inanición y las enfermedades y que los nazis no habían podido llevarse. Lo que descubrieron produjo una fuerte impresión a los soldados: cientos de presos asesinados por las SS, cadáveres andantes, cerca de ocho toneladas de pelo humano, montañas de enseres robados… Casi inmediatamente a la liberación se formó un hospital de campaña y otro de la Cruz Roja, pero a pesar de los cuidados, muchos de los prisioneros liberados no lograron sobrevivir. Estaban extremadamente famélicos y enfermos.
Historia del campo de Auschwitz
El campo de Auschwitz se estableció en 1940 por el régimen nazi en territorios que, tras la invasión de Polonia en 1939, fueron anexados y administrados directamente por el Tercer Reich. La región de Oświęcim (Auschwitz en alemán) pasó a formar parte de los territorios controlados por Alemania, dejando de estar bajo soberanía polaca. La ubicación fue elegida estratégicamente debido a su red ferroviaria, que permitía el transporte masivo de prisioneros desde diversas partes de la Europa ocupada, y su relativo aislamiento, lo que garantizaba el secretismo necesario para llevar a cabo las actividades del campo.
En un principio, Auschwitz fue concebido como un campo de concentración para prisioneros políticos polacos, en el marco de la estrategia nazi de eliminar a la elite intelectual del país en su objetivo de descabezar la nación, germanizarla y repoblar ese espacio vital imprescindible para la Alemania del Tercer Reich. Sin embargo, con el tiempo, el campo amplió sus funciones y se convirtió en el mayor complejo de campos de concentración y exterminio del régimen nazi. Este incluía tres campos principales: Auschwitz I (campo base), Auschwitz II-Birkenau (centro de exterminio) y Auschwitz III-Monowitz (campo de trabajo forzado asociado a la empresa IG Farben), además de cerca de 40 a 50 subcampos distribuidos en la región. Estos subcampos se dedicaban principalmente al trabajo esclavo, explotando a los prisioneros en condiciones infrahumanas.
Desde finales de 1941, Auschwitz pasó a ser el epicentro del Holocausto, especialmente después de las conferencias de Wannsee, donde se decidió la “Solución Final”, cuyo objetivo era el exterminio sistemático de los judíos europeos. Auschwitz II-Birkenau, operativo desde 1942, se convirtió en el mayor centro de exterminio de la historia. Allí, los nazis llevaron a cabo un sistema industrializado de asesinato masivo, principalmente contra los judíos, pero también contra los polacos, romaníes, prisioneros de guerra soviéticos, opositores políticos polacos y de otras nacionalidades y otros grupos considerados “indeseables” por la ideología nazi. Las víctimas eran transportadas en condiciones inhumanas en vagones de carga y, tras una selección al llegar, la mayoría era enviada directamente a las cámaras de gas. Se estima que más de 1,1 millones de personas fueron asesinadas en Auschwitz, de las cuales el 90% eran judíos. Antes de su asesinato, las víctimas eran despojadas de sus propiedades, que eran confiscadas para el beneficio del régimen.
Además de ser un centro de exterminio, Auschwitz fue escenario de atroces experimentos médicos. Los médicos nazis, como Josef Mengele, realizaban experimentos en gemelos con el objetivo de encontrar fórmulas para aumentar la natalidad en las mujeres alemanas, mientras que Carl Clauberg investigaba métodos de esterilización masiva para implementar en mujeres judías y de otras «razas inferiores». Estos experimentos eran realizados sin ningún tipo de ética y causaban un sufrimiento extremo y la muerte de las víctimas.
Paralelamente, los prisioneros también eran sometidos a trabajos forzados en condiciones infrahumanas, lo que incrementaba enormemente la tasa de mortalidad en el campo y sus subcampos.
Actualmente solo son visitables Auschwitz I y Auschwitz II (Auschwitz-Birkenau). El tercer punto Auschwitz III conocido por Buna-Monowitz. no admite visitas. Fue una fábrica de productos químicos y combustibles sintéticos. En ella invertían los jerarcas nazis y perdían la vida los prisioneros. Actualmente sigue funcionando como instalación fabril muy modernizada.
Auschwitz y la memoria del Holocausto
Para el mundo, Auschwitz es el símbolo del Holocausto, exterminio y terror. Es símbolo de sufrimiento y sacrificio. En ningún lugar y en un espacio tan limitado y en tan corto espacio de tiempo se han asesinado a tantos seres humanos. Hoy, los terrenos que ocuparon el antiguo campo son un enorme cementerio; judíos, polacos, gitanos, rusos, etc. Y en él se guarda memoria del mayor asesinato a gran escala. Industrializado.
A fecha de hoy, el número de asesinados y muertos en el KL Auschwitz sigue siendo desconocido ya que los culpables destruyeron el mayor número de pruebas del crimen perpetrado. El número de víctimas se estima, como poco, en 1,1 millones, pero pudo alcanzar el millón y medio de personas. La mayor parte corresponde al pueblo judío con un millón de víctimas. En el KL Auschwitz murieron también al menos 70 000 polacos, no menos de 21 000 gitanos, aproximadamente 15 000 prisioneros de guerra soviéticos y una cifra similar perteneciente a otras nacionalidades.
Poco después de la liberación, el Ejército Rojo utilizó durante varios meses diferentes zonas de campo como campos transitorios de prisioneros de guerra. En marzo de 1946 regresó al campo el primer grupo de antiguos prisioneros para cumplir la última voluntad de los que antes de ser fusilados, gritaban: “¡Recordadnos y hablad de nosotros al mundo!”. Realmente, este lema era un compromiso asimilado por prisioneros en caso de sobrevivir a Auschwitz.
Poco después de terminada la guerra, en 1947, se convirtió en museo y hoy, desde 1979, está inscrito por la Unesco en la lista del Patrimonio de la Humanidad. La visita a Auschwitz es una experiencia inolvidable que cambia la vida de las personas. En Auschwitz se entra en lo inconcebible. No hay explicación para lo que ocurrió entre sus muros y alambradas. No puede ser justificado. Se puede reflexionar y llegar a una pequeña visión personal del tamaño de la catástrofe. Es una advertencia a gran escala de nuestra peligrosa naturaleza. En palabras de nuestra amiga y poetisa Isabel Pérez Espejo-Kroner, «Auschwitz es una mancha que mancilla el cosmos».
Educación, educación y educación
En un mundo saturado de banalidad, y carente de preparación en valores democráticos, la educación emerge como herramienta crucial para formar ciudadanos comprometidos y responsables. Resulta imprescindible apostar por una educación que fomente la conciencia histórica, el respeto a la memoria y la participación activa en la construcción de sociedades más justas.
Los jóvenes necesitan referencias de valor. El exceso de información y desinformación, la falta de valores y el abandono de las costumbres y tradiciones junto a la oferta desestructurada e inconexa de información sesgada hace que estén totalmente desorientados. Es fundamental educar en base a las referencias que encontramos en la historia, el patrimonio, los usos, costumbres, y tradiciones ya que son reflejo de nuestra identidad más íntima. Sin referencias estamos totalmente perdidos. Como decía don Eusebio Leal, historiador de La Habana, «cuando un viejo pierde la memoria lo ha perdido todo”. Cambiamos “viejo” por “sociedad” y tenemos la ecuación despejada y clara. A esta confusión se suman los totalitarismos. Buscan imponer identidades artificiales, diseñadas en laboratorio, construidas con objetivos claros: instruir aniquilando la capacidad reflexiva, borrando el pasado de las sociedades, destruyendo el patrimonio, falseando la historia y aniquilando o asesinando a todo aquel que ofrezca resistencia. Debemos ser conscientes de que la construcción de nuestras sociedades, fundamentadas en valores democráticos y el Estado de derecho, requiere de nuestra participación consciente, activa y solidaria. No basta con delegar responsabilidades en las instituciones.
Un ejemplo de este compromiso educativo lo encontramos en los programas desarrollados por la Cátedra de Derechos Humanos y Cultura Democrática de la Universidad de Burgos, que, en colaboración con el Instituto Nacional Auschwitz-Birkenau España, organiza actividades formativas y expediciones donde combinan el aprendizaje teórico con vivencias en lugares históricos como el Memorial de Auschwitz.
Estas expediciones proporcionan información histórica e inculcan en los jóvenes una visión crítica del mundo y la necesidad de involucrarse activamente en la defensa de los derechos humanos. Al recorrer los escenarios de los eventos más crueles del siglo XX, los estudiantes aprenden sobre los horrores de la historia, así como el valor de la resistencia, la solidaridad y el coraje frente a la opresión. Por otra parte, el Instituto Auschwitz en España conecta a los jóvenes con las lecciones del pasado, organiza exposiciones y eventos educativos que van más allá de las aulas tradicionales. Su objetivo es sensibilizar a las nuevas generaciones sobre los horrores del Holocausto, promoviendo una comprensión más profunda de la historia para que no se repitan los errores del pasado. Según Enrique de Villamor, director del Instituto, «la educación experiencial es clave para que los estudiantes comprendan cómo la historia impacta en sus propias vidas y en el mundo en que vivimos». Esta visión se refleja en los programas del Instituto, que incluyen visitas guiadas al Memorial de Auschwitz y talleres de reflexión donde los participantes pueden compartir sus impresiones y aprendizajes.
“No podemos pensar de forma individualista; solo juntos, asumiendo nuestra responsabilidad colectiva, podremos construir una sociedad más inclusiva y equitativa”, señaló recientemente Dr. Piotr Cywiński, director del Museo Estatal Auschwitz-Birkenau, en una carta dirigida a autoridades educativas españolas. Cada exposición, cada curso y cada viaje es un paso más hacia la recuperación de una educación con sentido, que transforma a los jóvenes en agentes activos del cambio social. La educación, cuando se basa en principios como la solidaridad, la justicia y el respeto, se convierte en la mejor herramienta para construir un futuro donde estos valores prevalezcan. El éxito de estas iniciativas radica en su capacidad de inspirar a los jóvenes a tomar las riendas de su propio aprendizaje y a asumir un rol activo en la sociedad. La educación en pensamiento crítico no es solo una herramienta académica; es una estrategia para construir un futuro donde la dignidad, la memoria y la justicia prevalezcan por encima de la indiferencia y la frivolidad.
Don Enrique de Villamor, presidente del Instituto Nacional Auschwitz y Co-director de la Cátedra de Derechos Humanos y Cultura Democrática del Instituto Auschwitz en la Universidad de Burgos. Cónsul del “Lugar de la Memoria” Auschwitz y Cónsul de Polonia en Castilla León y Cantabria.
Don Eduardo de Ocampo, director del departamento de educación del Instituto Nacional Auschwitz España, comisario de las exposiciones del Instituto y Secretario de la Cátedra de Derechos Humanos y Cultura Democrática del Instituto Auschwitz en la Universidad de Burgos.
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